jueves, 3 de noviembre de 2011

ANCORA DE SALVACION: Obras del Día

ANCORA DE SALVACIÓN




Obras del día
Primera ocupación del Cristiano por la mañana

Amaneció un nuevo día para ti. ¡Cuántos hay que no pueden decir otro tanto! ¡Cuántos ayer se acostaron sanos y hoy amanecieron muertos! ¡Cuántos ayer ufanos se divertían pecando y están hoy sin remedio condenados!

¿No será, pues, justo que agradezcas a Dios tan grande beneficio y te consagres así que te despiertes al servicio de su Majestad? No te dejes dominar por la pereza; porque sólo es propio de un corazón villano sacrificar al demonio las primicias de un nuevo día, que Dios te concede graciosamente para que le ames y amándole te granjees la eterna felicidad. Vístete con gran recato; pues estás en la presencia de aquel Dios ante quien se encorvan los más encumbrados serafines. Vestido y puesto de rodillas, ármate con la señal de la Cruz y con toda reverencia habla así al Señor:

Ofrecimiento de las obras del día

Altísimo Dios y Señor mío, verdad infalible, en quien creo; clemencia inefable en quien espero; bondad infinita a quien amo sobre todas las cosas y a quien me pesa de haber ofendido: os doy gracias por haberme criado, redimido, hecho cristiano y conservado hasta ahora.

Ofrezco a honra y gloria vuestra, todos los pensamientos, palabras, obras y trabajos del presente día, con intención de ganar cuantas indulgencias pueda, rogándoos por los fines que tuvieron los Sumos Pontífices al concederlas y aplicándolas en sufragio por las ánimas del Purgatorio y en satisfacción de mis pecados.

No permitais, Padre mío amorosísimo, que os ofenda en este día: libradme de los lazos que me tiende el enemigo y dadme fortaleza para huir de las ocasiones de pecar y vencer mi pasión dominante. Quiero vivir y morir en vuestra santa Fe, para que sirviéndoos esta vida, merezca gozaros en el reino eterno de la gloria. Amén.

Alcanzadme este favor, ángeles y santos del cielo y vos en especial San (N. el santo/a de tu nombre) patrón y abogado mío, interceded por mí.

Credo: Creo en Dios, Padre Todopoderoso, Criador del cielo y de la tierra. Y en Jesu-Cristo, su único Hijo, Nuestro Señor: que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de Santa María Virgen, padeció debajo del poder de Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado: descendió a los infiernos: al tercero día resucitó de entre los muertos; subió a los cielos; está sentado a la diestra de Dios Padre todopoderoso: desde allí ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos. Creo en el Espíritu Santo, la santa Iglesia católica, la comunión de los santos, el perdón de los pecados, la resurrección de la carne, la vida perdurable. Amén.

Padrenuestro: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea el tu nombre. Venga a nos el tu reino. Hágase tu voluntad, así en la tierra como en el cielo. El pan nuestro de cada día dánosle hoy. Y perdónanos nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores. Y no nos dejes caer en la tentación: mas líbranos de mal. Amén.

Ave María: Dios te salve, María, llena eres de gracia; el Señor es contigo: bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.

A María Santísima: ¡Oh, Señora mía! ¡Oh Madre mía! Yo me ofrezco enteramente a vos: y en prueba de mi filial afecto os consagro en este día mis ojos, mis oídos, mi lengua, mi corazón, en una palabra, todo mi ser. Ya que soy todo vuestro, oh Madre de bondad, guardadme y defendedme como cosa y posesión vuestra. Amén.
Indulgencias de 300 días por esta oración, precedida del avemaría, rezadas a la mañana y a la noche. Concedidas una vez al día. Y plenaria una vez al mes a los que habíendolas rezado cada día del mes, en el día que elijan, contritos, confesados y comulgados visiten una iglesia o público oratorio y allí rueguen por el Romano Pontífice.

Al Ángel Custodio: Ángel de Dios, que sois mi custodio: pues que la soberana Piedad me ha encomendado a vos, alumbradme, guardadme, regidme y gobernadme. Amén.
Indulgencias: de cien días, cada vez. Plenaria en el artículo de la muerte a los que lo hubieran rezado con frecuencia durante la vida, con tal que se hallen en uenas disposiciones. Plenaria, una vez al mes a los que habiéndola rezado cada día del mes, en el día en que elijan, contritos, confesados y comulgados, visiten una iglesia opúblico oratorio y allí rueguen por las intenciones del Romano Pontífice.


Modo de santificar las obras del día
"Mortales, ¡qué dicha tan grande la vuestra (decían una vez los bienaventurados del cielo a Santa Matilde), que podeis cada día atesorar riquezas sin cuento para la eternidad! Si fuésemos capaces de envidia, os la tendríamos seguramente; pues no sólo podéis adquirir la gloria que poseemos, sino aumentarla de día en día más y más." Pero ¡qué confusión será el día del juicio la de los negligentes, cuando vean que a tan poca costa pudieron acaudalar tesoros inmensos; que a cada obra bien hecha, por baja e indiferente que pareciese, correspondía un grado más de gracia en esta vida y uno más de gloria en la eternidad y que por su indolencia nada recogieron! No seamos del número de los necios: ora comamos, ora bebamos, ora hagamos cualquier otra cosa, no obremos jamás por costumbre ni por propio amor, sino puramente por agradar a Dios. Esta rectitud de intención es una sagrada alquimia que sabe convertir en oro finísimo el polvo despreciable. Veamos, pues, cómo se podrán santificar las obras del día.

Trabajo:
(Al principiarle, haz la señal de la Cruz y di:) Dios y Redentor mío, bendecid este trabajo y aceptadlo en unión de los muchos que Vos padecisteis por mí.

Ten en cuenta no maldecir ni jurar cuando el trabajo no salga bien: guárdate de murmurar o divertirte cantando canciones indecentes. ¡Cuánto mejor sería cantar alguna canción piadosa o meditar algún Paso de la Pasión del Señor! Quien no supiese hacer esto, podría a lo menos, sin interrumpir las ocupaciones, elevar a menudo el corazón a Dios, con estos o semejantes actos:


Os amo Bien mío... ¡En Vos creo, en Vos espero, dulce Jesús mío!... Virgen Santísima, sed mi Madre; yo quiero ser hijo vuestro... Jesús dulcísimo, tened misericordia de mí... Ofrézcoos, Señor, este frío, calor, trabajo, etc., uniéndolo a los trabajos, calores y fríos que Vos padecísteis por mí.

Al vestirse: (Al asearte y vestirte para salir de casa, dí:) ¡Ay, Señor, tanto cuidado en asear y ataviar un cuerpo que pronto será comido de gusanos y tanto descuido en adornar de virtudes el alma que ha de vivir eternamente! Despojadme, Dios mío, de la ropa del hombre viejo, con sus vicios y malos hábitos y revestidme del nuevo, que fue criado por Vos en Justicia y santidad verdadera.

Al salir de casa: Dirigid, Dios y Señor, mis pasos, guardad mis sentidos y no permitáis que yo ande nunca por la senda de la iniquidad.



Comida

(Antes de comer, la persona principal de las que están a la mesa diga devotamente la bendición, respondiendo las otras:)

V). Benedícite.
R). Déus:
V). Bénedic, Dómine, nos et haec túa dona, quae de túa largitate sumus sumpturi. Per Chrístum Dóminum nóstrum.
R). Amen.
R). Iube, domne, benedícere.
V). Mensae caelestis partícipes fáciat nós Rex aeternae gloriae.
R). Amen.
(En latín la combinación ae, suena como e, a no ser que lleve diéresis. La ch tiene sonido de k.)

Si no lo saben en latín, digan:
Dadnos, Señor y Dios Nuestro, vuestra santa bendición y bendecid también el alimento que vamos a tomar para mantenernos en vuestro divino servicio. Amén. Padre nuestro y Ave, María.

Glória Patri
, et Fílio, et Spíritui Sancto. Sícut érat in princípio, et nunc, et sémper, et in saécula saeculórum. Amen.

Mientras comes, alza el corazón a Dios y piensa alguna que otra vez:
¡Tantos pobrecitos padecen hambre; y a mí, Señor, me alimentais con tanta liberalidad y me dais manjares tan buenos!

Imita, los sábados por lo menos, a aquellos cristianos generosos, que por espíritu de penitencia, se privan del bocado que más apetecen, en honor de María Santísima.

Después de haber comido dígase:
V). Benedicamus Dómino.
R). Deo grátias.
V). Agimus tibi grátias, omnípotens Déus, pro universis benefíciis túis. Qui vivis et regnas in saécula saeculorum.
R). Amen.
V). Kyrie, eleison.
R). Christe, eleison.
(Todos) Kyrie, eleison.
V). Páter nóster,
(lo que sigue lo dicen todos en secreto) qui es in caelis, santificétur nomen túum. Advéniat régnum túum. Fíat voluntas túa  sícut in caelo, et in terra. Pánem nóstrum quotidiánum da nobis hódie. Et dimitte nobis débita nostra, sícut et nós dimíttimus debitóribus nostris.
V). Et né nós inducas in tentatiónem.
R). Sed líbera nós a malo.
V). Sit nomen Dómini benedíctum.
R). Ex hoc nunc, et usque in saéculum.
V). Retribúere dignare, dómine, ómnibus nobis bona faciéntibus própter nomen túum, vítam aetérnam.
R). Amen.
V). Pro fidélibus defunctis: Páter nóster.
(Lo rezan todos entero).
V). Ad láudem Vírginis Maríae: Ave, María.
(Todos) Ave, María, grátia plena; Dóminus técum: benedicta tú in muliéribus, et benedictus fructus ventris túi, Iesus. Sancta María, Máter Déi, ora pro nobis peccatóribus, nunc et in hora mortis nostrae. Amen.
V). Benedicamus Dómino.
R). Deo grátias.
V). Fidélium ánimae per misericórdiam Dei requiescant in pace.
R). Amen.

O bien:
Os damos gracias, Señor, por el manjar que nos habéis dado: esperamos que así como nos habéis concedido el sustento corporal, os dignaréis también concedernos el espiritual de vuestra gracia y la bienaventuranza eterna. Padre nuestro, Ave, María y Glória Patri.
La t en latín, cuando precede a la i, y ésta va seguida de una vocal, se pronuncia como la c castellana en la sílaba ci. Conserva su sonido propio cuando va precedida de s, x (igual a cs) y t. La o precedida de la q y seguida de e conserva su sonido.


Al dar la hora

"Ave, María purísima, sin pecado concebida" Ave, María y Glória Patri. Os ofrezco, Dios mío, todos los instantes de mi vida: haced que los emplee en cumplir vuestra Santa Voluntad. ¡Ay de mí, ya tengo una hora menos de vida! ¡Ya estoy una hora más cerca de la muerte y de la Eternidad!

Indulgencias por la salutación española Ave María purísima y su contestación sin pecado concebida de cincuenta días cada vez y plenaria una vez al mes, a los que habiéndolo rezado cada día del mes, en el día que elijan, contritos, confesados y comulgados, visiten una iglesia o público oratorio, y allí rueguen por las intenciones del Romano Pontífice.


Tentaciones
No te espantes por más acosado que te veas de tentaciones: el demonio, dice San Agustín, semejante a un perro atado a la cadena, puede ladrar, pero no morder. Ármate impávido con la señal de la Cruz o bien dí interiormente con mucha paz:

"Os amo Dios mío, dadme vuestra gracia, para  que nunca os ofenda... Antes morir que pecar."

Puedes también dirigir a la Reina de los ángeles, la siguiente aspiración, enriquecida con cuarenta días de indulgencias:

¡Oh, Señora mía! ¡Oh, Madre mía! Acordaos que soy todo vuestro; guardadme y defendedme como cosa y posesión vuestra. Amén.


Aún cuando cayeres y la tentación cometieres alguna falta, no te desalientes por eso; sino, humildemente, imponte alguna penitencia, o por lo menos dí con vivo dolor:


¿Y no os había, oh, buen Jesús, dado palabra hoy mismo de nunca más ofenderos? ¡Y qué pronto he faltado a ella! Perdóname, Dios de clemencia, que me pesa en el alma de haberos ofendido.


Recreo
¡Qué bella y admirable es nuestra Santa Religión! Hasta las mismas diversiones sirven al cristiano de escala para subir al cielo, con tal que sean moderadas y honestas, ni desdigan del tiempo, lugar y calidad de las personas. Porque como nuestras fierzas son limitadas, van poco a poco descaeciendo y necesitan rehacerse de vez en cuando, para trbajar después con mayor ahínco. Pero ¡cuántas que el mundo llama diversiones decentes y aún precisas, son delante de Dios, como las llamó San Juan Crisóstomo, invenciones del enemigo para sacar el jugo de la devoción y arrastrar muchas almas al infierno!

Para evitar esto, antes de tomar algún descanso o recreo, dí:

Dios mío, voy a descansar y recrearme un poco para daros gusto y serviros después con mayor fuerza y fervor.

Durante el recreo, el gran Teodosio y San Frencisco de Borja sabían mortificarse, cerrando los ojos el uno, cuando más aplausos resonaban en el teatro, del cual no podía excusarse como emperador; y el otro en el monte, cuando el lebrel asía la presa, o el halcón la garza.


Si la diversión fuere peligrosa y no pudieres hurtarte a ella, ármate a lo menos con oración y mortificación y merecerás que el Señor te asista para no caer en pecado.



Al encontrar con el Santo Viático
¡Qué beneficio tan grande te hace el Señor al conservarte la salud! Vence todo humano respeto y adora al Señor de rodillas con profunda reverencia. Si no puedes acompañarlo, reza un padrenuestro y avemaría a intención del Sumo Pontífice y podrás ganar la indulgencia de cien días; si por no poder acompañarle tú, envías a otro que por ti lo acompañe con luz, indulgencia de tres años y otras tantas cuarentenas, si con luz, de siete años y otras tantas cuarentenas.


"Ángelus Dómini"
Cuando por la mañana, al mediodía y al anochecer, tocan el avemaría, no te avergüences de decir el Ángelus Dómini, o Regina caeli, según el tiempo.

V) Ángelus Dómini nuntiávit Mariae.

R) Et concépit de spíritu Sancto.
Ave, María...
V) Ecce ancilla* dómini.
R) Fíat mihi secúndum vérbum túum.
Ave, María...
* En latín la l conserva siempre su sonido aunque se doble (ancil-la).
V) Et Vérbum caro fáctum est.
R) Et habitábvit in nobis.
Ave, María...
V) Ora pro nobis, sancta Déi Génitrix.
RUt digni efficiámur promissiónibus Christi.

OREMUS

Grátiam túam, quaésumus, Dómine, méntibus nostris infunde; ut qui, Angelo nuntiante, Christi Fílii túi incarnatiónem congnóbimus; per passiónem eius et ´crúcem, ad resurrectionis glóriam perducámur. Per eúdem Chrístum Dóminus nóstrum.
R) Amen.

En español:

V) El Ángel del Señor anunció a María.
R) Y concibió por obre del Espíritu Santo.
Dios te salve, María...
V) Ves aquí la esclava del Señor.
R) Hágase en mí según tu palabra.
Dios te salve, María...
V) Y el Verbo se hizo carne.
R) Y habitó entre nosotros.
Dios te salve, María...
V) Ruega por nós, santa Madre de Dios.
R) Para que seamos dignos de las promesas de Cristo.

ORACIÓN

Rogámoste, Señor, que infundas tu gracia en nuestras almas: a fin de que los que, anunciándola el Angel, hemos conocido la encarnación de Cristo tu Hijo; por su pasión y cruz, lleguemos a la gloria de la resurección. Por el mismo Cristo Señor nuestro. Amén.


Regina caeli
Desde el mediodía del Sábado Santo hasta el mediodía, inclusive, del sábado infraoctavo de Pentecostés, en lugar del Ángelus Dómini, se dice:
Regina caeli, laetare, allelúia;
Quía quem meruísti portare, allelúia,
Resurréxit sícut díxit, allelúia.
Ora pro nobis Déum, allelúia.
V) Gaude et laetare, Virgo María, allelúia.
R) Quía surréxit Dóminus vere, allelúia.

OREMUS
Déus, qui per resurrectiónem Fílii túi Dómini nostri Iesu Christi múndum laetificare dignatus es: praesta quaésumus; ut per eius Genitrícem Vírginem Maríam perpétuae capiamus gáudia vitae. Per eúdem Christum Dóminum nóstrum.
R) Amen.

En español:

Reina del cielo, alégrate, aleluya;
Porque el que merceiste llevar en tu seno, aleluya,
Resucitó como lo había predicho, aleluya:
Ruega por nosotros a Dios, aleluya.
V) Gózate y alégrate, Virgen María, aleluya.
R) Porque resucitó el Señor en verdad, aleluya.

ORACIÓN
Oh, Dios, que te dignaste regocijar al mundo por la resurreccíón de tu Hijo, nuestro Señor Jesu-Cristo: rogámoste nos concedas que por su Madre, la Virgen María alcancemos los gozos de la vida eterna. Por el mismo Cristo Señor nuestro. Amén.

El Ángelus Dómini se ha de rezar en pie la noche del sábado y todo el domingo (Benedicto XIV), y los sábados de la Cuaresma, también al mediodía (León XIII). El Regina caeli se reza siempre en pie.


Indulgencias de cien días, cada vez y plenaria una vez al mes a los que cada día lo hubieren rezado, la cual pueden ganar en un día a su elección, si en él, verdaderamente arrepentidos, confesados y comulgados ruegan a Dios por la concordia de los príncipes cristianos, extirpación de las herejías y exaltación de la santa Madre Iglesia; a los que se arrodillan, rezando los tres versículos del Ángelus con las avemarías; los legítimamente impedidos de arrodillarse, rezando además el verso y la oración; los que no lo sepan de memoria ni leer, rezando cinco avemarías.



Toque de Ánimas
Indulgencias por el rezo, de rodillas, del salmo o un padrenuestro y avemaría y el versículo Réquiem aetérnam, en sufragio de las almas del purgatorio, de cien días y plenaria una vez al año, a los que habiéndolo rezado todos los días del año, en un día que de cada año elijan, verdaderamente arrepentidos, confesados y comulgados, rueguen a Dios por la concordia de los príncipes cristianos, extirpación de las herejías y exaltación de la santa Madre Iglesia.

Salmo 129

De profundis clamavi ad te, Dómine, exaudi vócem méam:
Fíant aures túae intendentes, in vócem deprecationis meae.
Si inquitates observáveris, Dómine, quís sustinébit?
Quía ápud té propitiátio est: * et próper légem túam sustínui té, Dómine.
Sustínuit ánima mea in verbo eius: * sperávit ánima mea in Dómino.
A custódia matutina usque ad nóctem: * spéret Israël in Dómino.
Quía ápud Dóminum misericórdia: * et copiosa ápud éum redémptio.
Et ipse rédimet Ísraël. * ex ómnibus iniquitátibus eius.
Réquiem aetérnam * dona éis, Dómine.
Et lux perpétua * lúceat éis.

En español:
Desde el fondo (de mis males) yo te invoco, Señor; Señor mío, escucha mi voz.
Estén atentas tus orejas al sonido de mis súplicas.
Si de las culpas tienes cuenta, Señor, ¿quién podrá, Señor mío, sostenerse?
Mas cerca de Ti se halla el perdón, para tu mayor veneración.
Espero en el Señor, espera, alma mía en su palabra.
Estoy en espera de mi Señor más que las centinelas de la aurora.
Espera, Israel en el Señor, porque acerca del Señor se halla la misericordia y de Él viene generoso rescate.
Él rescata a Israel de todas sus culpas.
Dales, Señor, el eterno descanso.
Y luzca para ellas (las almas del purgatorio) la perpétua luz.

Indugencias por el salmo con el versículo: de cincuenta días tres veces al día a los que con el corazón a lo menos contrito y devotamente lo recen. Por el versículo Réquiem aetérnam, seguido del Requiéscant in pace. Amen, de trescientos días cada vez a los que con el corazón a lo menos contrito y devotamente lo recen; aplicable sólo a los difuntos.


Ejercicio para la noche
Puesto de rodillas y hecha la señal de la cruz, dí:
Altísimo Dios y Señor mío, en quien creo y espero, a quien adoro y amo sobre todas las cosas: ¿qué gracias os daré por haberme criado, hecho cristiano, colmado de beneficios y conservado hasta la hora presente la vida? Dadme luz para conocer las faltas que hoy he cometido y gracia para desterrarlas de veras.

Examina aquí en qué faltas has caído durante el día, por pensamiento, palabra, obra u omisión: contra Dios, con distracciones voluntarias en los ejercicios de piedad, irreverencias en el templo, juramentos, blasfemias, etcétera; contra el prójimo, con maldiciones, escándalos, injusticias, murmuraciones; contra ti mismo, con impaciencias, excesos en la comida o bebida, faltas contra la modestia, etcétera. Luego con toda humildad, dí:

¡Y qué se han hecho, Señor, tantas resoluciones de nunca más ofenderos! ¡Ay, cuántas veces he recaído! Misericordia, dulcísimo Jesús mío; pésame de todo corazón de haberos ofendido, por ser Vos quien sois, y porque os amos sobre todas las cosas, pésame, Dios mío, de haber pecado y propongo fírmemente la enmienda, ayudado de vuestra divina gracia.

Reza con devoción el avemaría, la oración Oh, Señora mía, etcétera, dí al Ángel custodio Ángel de Dios, etc.
Guardadme, Señor, esta noche de todo pecado, libradme de todo mal.

Antes de meterte en la cama piensa un poco:
¡He de morir y no sé cómo! ¡Seré juzgado de Dios, y no sé cuándo! Si fuese esta noche, ¿qué cuenta le daría? ¿qué sentencia me tocaría? ¿sería de salvación o de condenación? Y con esta incertidumbre ¿no lloraré mis pecados? Y ahora que tengo tiempo ¿no enmendaré la vida?

Metido en la cama dí:
Jesús, José y María, os doy el corazón y el alma mía.
Jesús José y María, asistidme en la última agonía.
Jesús, José y María, muera yo en paz en vuestra compañía.
Indulgencias: Por las tres jaculatorias de trescientos días cada vez, a los que con el corazón a lo menos contrito, y devotamente lo recen. Por sólo cada una, de cien días cada vez.


Actos de Fe, Esperanza y Caridad
Indulgencias de siete años y otras tantas cuarentenas, cada vez, a los que devotamente y de corazón hagan los expresados actos. Plenaria, en el artículo de la muerte a los que lo hubieren rezado con frecuencia durante la vida, con tal que se hallen en buenas disposiciones. Plenaria, una vez al mes a los que cada día lo hubieren rezado; la cual pueden ganar en un día a su elección, si en él, verdaderamente arrepentidos, confesados y comulgados, ruegan a Dios por la concordia de los príncipes cristianos, extrirpación de las herejías y exaltación de la santa Madre Iglesia.

Acto de Fe
Dios mío, creo firmemente todo cuanto Vos habeis revelado a la santa Iglesia y ésta me propone como cosa de fe y lo creo por ser Vos Verdad ifalible, que no puede engañarse ni engañarme.

Acto de Esperanza
Dios y Señor mío, fidelísimo en las promesas, todopoderoso e infinitamente bueno: espero firmemente por los merecimientos de vuestro Hijo y mi Señor Jesu-Cristo, que me dareis gracia con que pueda hacer frutos de buena obras y conseguir la vida eterna.

Acto de Caridad
Os amo, Dios mío, con todo mi corazón, con toda mi alma y con todas mis fuerzas, por ser Vos quien sois infinitamente bueno y digno de ser amado sobre todas las cosas. También por amor vuestro, al prójimo, como a mí mismo.


Acto de contrición
Señor mío Jesu-Cristo, Dios y hombre verdadero, Criador y Redentor mío: por ser Vos quien sois y porque os amo sobre todas las cosas, me pesa de todo corazón de haberos ofendido; propongo firmemente nunca más pecar; apartarme de todas las ocasiones de ofenderos, confesarme y cumplir la penitencia que me fuera impuesta; ofrezcoos mi vida, obras y trabajos en satisfacción de todos mis pecados y así como os lo suplico, así confío en vuestra bondad y misericordia infinita, me los perdonasteis por los merecimientos de vuestra preciosa sangre, pasión y muerte, y me dareis gracia para enmendarme y para perseverar en vuestro santo servicio hasta la muerte. Amén.

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