sábado, 5 de mayo de 2012

domingo, 29 de enero de 2012

Santoral Católico: 29 de enero

FSSPX - Capilla N. S. del Santísimo Rosario: Santoral Católico: 29 de enero: San Francisco de Sales, Obispo, Confesor y Doctor San Sabiniano , Mártir San Sulpicio Severo , Obispo de Bourges Y en otras partes, otr...

Audio: SERMÓN DOMINICA CUARTA DESPUÉS DE LA EPIFAN...

FSSPX - Capilla N. S. del Santísimo Rosario: Audio: SERMÓN DOMINICA CUARTA DESPUÉS DE LA EPIFAN...: R.P. Joaquín Cortés FSSPX Fuente: http://devocioncatolica.blogspot.com

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Evangelio del día (Calendario Tradicional) - 28 de...

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Catecismo de la Summa Theologica - Operaciones div...

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martes, 24 de enero de 2012

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Santoral Católico - 24 de enero

FSSPX - Capilla N. S. del Santísimo Rosario: Santoral Católico - 24 de enero: Nuestra Señora de la Paz , Patrona de El Salvador San Timoteo, Obispo y Mártir San Babilas o Babil Obispo de Antioquía , Mártir San Feli...

Evangelio del día (Calendario Tradicional) - 24 de Enero de 2012

Lucas 14,26-33


+ Continuación del Santo Evangelio según San Lucas (XIV, 26-33)

Biblia versión Nacar-Colunga


(26)  Si alguno viene a mí y no aborrece a su padre, a su madre, a su mujer, a sus hijos, a sus hermanos, a sus hermanas y aun su propia vida, no puede ser mi discípulo.  (27)  El que no toma su cruz y viene en pos de mí no puede ser mi discípulo.  (28)  ¿Quién de vosotros, si quiere edificar una torre, no se sienta primero y calcula los gastos a ver si tiene para terminarla?  (29)  No sea que, echados los cimientos y no pudiendo acabarla, todos cuantos lo vean comiencen a burlarse de él diciendo:  (30)  Este hombre comenzó a edificar y no pudo acabar.  (31)  ¿O qué rey, saliendo a su campaña para guerrear con otro rey, no considera primero y delibera si puede hacer frente con diez mil al que viene contra él con veinte mil?  (32)  Si no, hallándose aún lejos de aquél, le envía una embajada haciéndole proposiciones de paz.  (33)  Así, pues, cualquiera de vosotros que no renuncie a todos sus bienes, no puede ser mi discípulo.

Laus tibi Christe


Biblia versión Jünemann

(26) «Si alguno viene a mí, y no odia a su padre, y la madre, y la mujer, y los hijos, y los hermanos y las hermanas, y aún también su alma, no puede ser mi discípulo.  (27)  Quienquiera, pues, que no lleva su cruz y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo.  (28)  Pues ¿quién de entre vosotros, queriendo torre edificar no ya primero, sentándose, calcula el gasto, si tiene para conclusión?  (29)  No sea que, más tarde, habiendo él puesto el cimiento y no pudiendo concluir, todos los que miran, empiecen a mofarse de él,  (30)  diciendo: que este hombre empezó a edificar y no pudo concluir.  (31)  ¿O qué rey, yendo con otro rey a chocar en guerra, no ya, sentándose, primero consultará, si poderoso es, en diez millares, a afrontar al que con veinte millares viene sobre él?  (32)  Empero, si no, aún él lejos estando, embajada enviando, ruega lo para paz.  (33)  Así, pues, cada uno de entre vosotros, que no renuncia a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo.

Biblia Vulgata (latín)

(26)  si quis venit ad me et non odit patrem suum et matrem et uxorem et filios et fratres et sorores adhuc autem et animam suam non potest esse meus discipulus  (27)  et qui non baiulat crucem suam et venit post me non potest esse meus discipulus  (28)  quis enim ex vobis volens turrem aedificare non prius sedens conputat sumptus qui necessarii sunt si habet ad perficiendum  (29)  ne posteaquam posuerit fundamentum et non potuerit perficere omnes qui vident incipiant inludere ei  (30)  dicentes quia hic homo coepit aedificare et non potuit consummare  (31)  aut qui rex iturus committere bellum adversus alium regem non sedens prius cogitat si possit cum decem milibus occurrere ei qui cum viginti milibus venit ad se  (32)  alioquin adhuc illo longe agente legationem mittens rogat ea quae pacis sunt  (33)  sic ergo omnis ex vobis qui non renuntiat omnibus quae possidet non potest meus esse discipulus



Comentario
CATENA AUREA de Santo Tomás de Aquino

Lucas 14:25-27

Y muchas gentes iban con El: y volviéndose les dijo: "Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre, y madre, y mujer e hijos, y hermanos y hermanas, y aun también su vida, no puede ser mi discípulo. Y el que no lleva su cruz a cuestas, y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo". (vv. 25-27)

San Gregorio, homil. 37, in Evang
El alma se enardece cuando oye hablar de los premios de la gloria y quisiera encontrarse allí, en donde espera gozar eternamente. Pero los grandes premios no pueden alcanzarse sino por medio de grandes trabajos. Por esto se dice: "Y muchas gentes iban con El y volviéndose les dijo".

Teofilacto
Como muchos de los que le seguían no lo hacían con todo afecto, sino con tibieza, da a conocer cómo debe ser su discípulo.

San Gregorio, ut sup
Pero debe examinarse por qué se nos manda aborrecer a nuestros padres y a nuestros parientes carnales,1 cuando se nos manda amar a nuestros enemigos. Si examinamos el sentido del precepto, veremos que podemos hacer una y otra cosa con discreción, de modo que amemos a los que están unidos con nosotros por los vínculos de la carne y que conocemos como prójimos, e ignoremos y huyamos de los que encontremos como adversarios en los caminos del Señor. Pues no escuchando al que, sabio según la carne, nos conduce al mal venimos a amarlo, por decirlo así, con nuestro odio.

San Ambrosio
Pero no manda el Señor desconocer la naturaleza, ni ser cruel e inhumano, sino condescender con ella, de modo que veneremos a su autor y que no nos separemos de Dios por amor de nuestros padres.

San Gregorio, ut sup
El Señor, para dar a conocer que este odio hacia los prójimos no debe nacer de la afección o de la pasión, sino de la caridad, añadió lo que sigue: "Y aun también su vida". Porque es evidente que amando debe aborrecer al prójimo el que lo aborrece como a sí mismo, puesto que aborrecemos con razón nuestra vida cuando no condescendemos con sus deseos carnales, cuando contrariamos sus apetitos y resistimos a sus pasiones. Ahora, puesto que despreciada se vuelve mejor, viene a ser amada por el odio.2

San Cirilo
No debe aborrecerse la vida, que aun el mismo San Pablo conservó en su cuerpo con el fin de poder anunciar a Jesucristo. Pero cuando convenía despreciar la vida para dar término a su carrera, confiesa que no es de ningún precio para él (Hch_20:24).

San Gregorio, ut sup
Manifiesta cuál debe ser este aborrecimiento de la vida añadiendo: "Y el que no lleva su cruz a cuestas", etc.

Crisóstomo
No dijo esto para que llevemos una verdadera cruz sobre nuestros hombros, sino para que tengamos siempre la muerte ante nuestros ojos. Así era como moría todos los días San Pablo (1Cor 15) y despreciaba la muerte.

San Basilio
Tomando la cruz anunciaba la muerte del Señor, diciendo (Gál_6:14): "El mundo está crucificado para mí y yo lo estoy para el mundo", lo cual anticipamos nosotros por el bautismo, en que nuestro hombre viejo es crucificado, para que se destruya el cuerpo del pecado.

San Gregorio, ut sup
O porque la palabra cruz quiere decir tormento, nosotros llevamos la del Señor de dos maneras: cuando mortificamos la carne por la abstinencia, o cuando hacemos nuestras las aflicciones de nuestros prójimos por la compasión. Pero como algunos hacen ver las mortificaciones de su carne, no por Dios, sino por vanagloria y son compasivos, no espiritual, sino materialmente, con razón añade: "Y viene en pos de mí". Llevar la cruz e ir en pos de Jesucristo, es lo mismo que guardar la abstinencia de la carne y compadecerse del prójimo con el afán de ganar la eterna bienaventuranza.

Notas
1. "Aborrecer"es un modo semítico (hebreo) de expresar un amor único, que no permite comparación en el plano de la igualdad. En este caso, se refiere al amor a Jesús, como se ve también en Mat_10:37. Es claro que se refiere a que el amor al padre, a la madre y/o a los hijos no puede compararse con el amor que debemos tener al Señor Jesús.
2. En un lenguaje que hoy nos podría sonar algo negativo, los Padres quieren indicar, con la palabra "odio", el rechazo del pecado que hay en el hombre, y el esfuerzo ascético por dar muerte al hombre viejo. "Aborrecerse a sí mismo" quizá podría traducirse hoy por: "amarse rectamente a sí mismo", en el sentido ascético antes mencionado.


Lucas 14:28-33

"Porque, ¿quién de vosotros, queriendo edificar una torre, no cuenta primero de asiento los gastos que son necesarios, viendo si tiene para acabarla? No sea que después que hubiere puesto el cimiento, y no la pudiese acabar, todos los que lo vean comiencen a hacer burla de él diciendo: este hombre comenzó a edificar y no ha podido acabar. ¿O qué rey queriendo salir a pelear con otro rey, no considera antes de asiento, si podrá salir con diez mil hombres a hacer frente al que viene contra él con veinte mil? De otra manera, aun cuando el otro está lejos, envía su embajada pidiéndole tratado de paz. Pues así cualquiera de vosotros que no renuncie a lo que posee no puede ser mi discípulo". (vv. 28-33)

San Gregorio, in Evang hom. 37
Porque los sublimes mandamientos han sido dados, añade en seguida la comparación de un gran edificio diciendo: "Porque, ¿quién de vosotros, queriendo edificar una torre, sentándose primero, no cuenta los gastos?", etc. Por tanto, todo lo que hacemos debemos prepararlo con la meditación debida. Si proyectamos levantar la torre de la humildad, primeramente debemos prepararnos a sufrir las adversidades de este mundo.

San Basilio, in Esai. 2, capítulo visio. 2
Una torre es una atalaya alta para defender una ciudad y para observar las acometidas de los enemigos. A modo de una torre de esta clase se nos ha dado el entendimiento para conservar los bienes y prever los males. El Señor nos mandó que nos sentásemos para calcular al empezar la edificación si podríamos concluirla.

San Gregorio Niceno, De virg. cap. 18
Se debe perseverar para llegar al término de toda ardua empresa, observando los mandamientos de Dios para consumar esta obra divina. Porque ni la fábrica de la torre es una sola piedra, ni el cumplimiento de uno solo de los preceptos puede conducir al alma a la perfección, sino que debe existir el cimiento. Y, según el Apóstol (2Cor 3), sobre éste se han de colocar las piezas de oro, de plata y piedras preciosas. Por esto sigue: "No sea que después que hubiese puesto el cimiento", etc.

Teofilacto
No debemos, pues, poner el cimiento -esto es, empezar a seguir a Jesucristo- y no dar fin a la obra como aquellos de quienes dice San Juan (Jua_6:66) que muchos de sus discípulos se retiraron. Puede considerarse también como fundamento por ejemplo la enseñanza de la palabra sobre la abstinencia. Es necesario, pues, a dicho fundamento el edificio de las obras, para que podamos terminar la torre de la fortaleza contra el enemigo (Sal_3:4). De otro modo aquel hombre sería objeto de burla para todos los que lo viesen, ya fuesen hombres ya demonios.

San Gregorio, ut sup
Porque si cuando nos ocupamos de buenas obras no vigilamos con cuidado contra los espíritus malignos, seremos objeto de burla de los que al mismo tiempo nos aconsejan el mal. Pero de esta comparación pasa a otra más elevada, para que las cosas más pequeñas nos hagan pensar en las más grandes y dice: "O qué rey queriendo salir a pelear contra otro rey, no se sienta primero y considera si podrá salir con diez mil hombres, a hacer frente al que viene contra él con veinte mil"

San Cirilo, in Cat. graec. Patr
Es nuestro deber pelear contra los espíritus del mal que están en el aire (Ef 6). Nos asedia una multitud de otros enemigos: el azote de la carne, la ley del pecado que impera en nuestros miembros y varias pasiones. He aquí la temible multitud de enemigos.

San Agustín, De quaest. Evang. 2,31
O los diez mil que han de pelear con el rey que tiene veinte mil representan la sencillez del cristiano, que ha de pelear contra la doblez del diablo.

Teofilacto
El rey que domina en nuestro cuerpo mortal es el pecado (Rom 6), pero nuestro entendimiento también ha sido constituido en rey. Por tanto, el que quiera pelear contra el pecado, piense consigo mismo y con toda su alma. Porque los demonios son los satélites del pecado, que parecen ser veinte mil contra nuestros diez mil. Porque siendo incorpóreos, comparados con nosotros que somos corpóreos, parece que tienen mucha mayor fuerza.

San Agustín, ut sup
Así como dijo el Señor que no debemos trabajar en la torre que no podamos concluir, con el fin de que no nos ultrajen diciendo: este hombre empezó a edificar y no pudo concluir, así en lo del rey con quien hay que pelear, denunció la paz misma cuando dijo: "De otra manera, cuando el otro está lejos, envía su embajada pidiéndole tratados de paz", significando también que no podrán resistir las tentaciones con que nos amenaza el demonio aquéllos que, aunque renuncien a todo lo que tienen, hacen con él la paz consintiendo en cometer pecados.

San Gregorio, ut sup
O bien en aquel tremendo juicio no vamos a nuestro rey como iguales porque diez mil contra veinte mil suyos, es como uno contra dos. Viene a pelear con un ejército doble en contra del sencillo. Porque sólo estamos preparados por la obra y El discute a la vez nuestra obra y nuestro pensamiento. Cuando todavía está lejos el que no aparece aún para el juicio, enviémosle en embajada nuestras lágrimas, nuestras obras de misericordia, nuestros sacrificios de propiciación. Esta es nuestra embajada, que aplaca al rey que viene.

San Agustín, Ad Laetam epist. 38
Nos declara el sentido de estas parábolas diciendo en esta ocasión: "Pues así cualquiera de vosotros que no renuncie a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo". Por tanto, el dinero para edificar la torre y la fuerza de diez mil contra el rey que viene con veinte mil, no significan otra cosa sino que cada uno renuncie a todo lo que posee. Lo dicho antes concuerda con lo que ahora se dice, porque en renunciar cada uno a todo lo que posee se incluye también el aborrecer a su padre, a su madre, a su mujer, a sus hijos, a sus hermanos, a sus hermanas y aun su propia vida.1 Todas estas cosas son propias de cada uno y son obstáculo e impedimento para obtener, no lo temporal y transitorio, sino lo que es común a todos y habrá de subsistir siempre.

San Basilio
El Señor se propone con los ejemplos citados no facultar o dar licencias a cada uno para que se haga o no discípulo suyo, como puede uno no poner el cimiento o no tratar de la paz, sino manifestar la imposibilidad de agradar a Dios entre aquellas cosas que distraen el alma y la ponen en peligro, haciéndola más accesible a las asechanzas y astucias del enemigo.

Beda
Hay diferencia entre renunciar a todas las cosas y dejarlas, porque es de un pequeño número de perfectos el dejarlas -esto es, posponer los cuidados del mundo- mientras que es de todos los fieles el renunciarlas -esto es, tener las cosas del mundo de tal modo que por ellas no estemos ligados al mundo-.

Notas
1. "Aborrecer" en el sentido indicado en la nota anterior.

sábado, 14 de enero de 2012

viernes, 6 de enero de 2012

Ante la Epifanía de Nuestro Señor Jesucristo.

Ante la Epifanía de Nuestro Señor Jesucristo.


Habiendo nacido el Rey del cielo, se turbó el rey de la tierra porque la grandeza de este mundo se anonada en el momento que aparece la majestad del cielo. Mas sé nos ocurre preguntar: ¿qué razones hubo para que inmediatamente que nació en este mundo nuestro Redentor fuera anunciado por los ángeles a los pastores de la Judea, y a los magos del Oriente no fuera anunciado por los ángeles sino por una estrella, para que viniesen a adorarlo?
Porque a los judíos, como criaturas que usaban de su razón, debía anunciarles esta nueva un ser racional, esto es, un ángel; y los gentiles, que no sabían hacer uso de su razón, debían ser guiados al conocimiento de Dios, no por medio de palabras, sino por medio de señales. De aquí que dijera San Pablo: “Las profecías fueron dadas a los fieles, no a los infieles; las señales a los in fieles, no a los fieles”, porque a aquéllos se les han dado las profecías como fieles, no a los infieles, y a éstos se les han dado señales como infieles, no a los fieles.
Es de advertir también que los Apóstoles predicaron a los gentiles a nuestro Redentor cuando era ya de edad perfecta; y que mientras fue niño, que no podía hablar naturalmente, es una estrella la que lo anuncia; la razón es porque el orden racional exigía que los predicadores nos dieran a conocer con su palabra al Señor que ya hablaba, y cuando todavía no hablaba lo predicasen muchos elementos.
Debemos considerar en todas estas señales que fueron dadas tanto al nacer como al morir el Señor, cuánta debió ser la dureza de corazón de algunos judíos, que no llegaron a conocerlo ni por el don de profecía, ni por los milagros.
Todos los elementos han dado testimonio de que ha venido su Autor. Porque, en cierto modo, los cielos lo reconocieron como Dios, pues inmediatamente que nació lo manifestaron por medio de una estrella. El mar lo reconoció sosteniéndolo en sus olas; la tierra lo conoció porque se estremeció al ocurrir su muerte; el sol lo conoció ocultando a la hora de su muerte el resplandor de sus rayos; los peñascos y los muros lo conocieron porque al tiempo de su muerte se rompieron; el infierno lo reconoció restituyendo los muertos que conservaba en su poder. Y al que habían reconocido como Dios todos los elementos insensibles, no lo quisieron reconocer los corazones de los judíos infieles y más duros que los mismos peñascos, los cuales aún hoy no quieren romperse para penitencia y rehúsan confesar al que los elementos, con sus señales, declaraban como Dios.
Y aun ellos, para colmo de su condenación, sabían mucho antes que había de nacer el que despreciaron cuando nació; y no sólo sabían que había de nacer, sino también el lugar de su nacimiento. Porque preguntados por Herodes, manifestaron este lugar que habían aprendido por la autoridad de las Escrituras. Refirieron el testimonio en que se manifiesta que Belén sería honrada con el nacimiento de este nuevo caudillo, para que su misma ciencia les sirviera a ellos de condenación y a nosotros de auxilio para que creyéramos.
Perfectamente los designó Isaac cuando bendijo a su hijo Jacob, pues estando ciego y profetizando, no vio en aquel momento a su hijo, a quien tantas cosas predijo para lo sucesivo; esto es, porque el pueblo judío, lleno del espíritu de profecía y ciego de corazón, no quiso reconocer presente a aquel de quien tanto se había predicho.
Inmediatamente que supo Herodes el nacimiento de nuestro Rey, recurre a la astucia con el fin de no ser privado de su reino terreno. Suplica a los magos que le anunciasen a su vuelta el lugar en donde estaba el Niño; simula que quiere ir también a adorarlo, para sí pudiera tenerlo entre manos, quitarle la vida. Mas ¿de qué vale la malicia de los hombres contra los designios de Dios? Escrito está: “No hay sabiduría, ni prudencia, ni consejo contra el Señor”. Así la estrella que apareciera guió a los Magos, que hallan al Rey recién nacido, le ofrecen sus dones y son avisados en sueños para que no volviesen a ver a Herodes, y de esta manera sucedió que Herodes no pudiera encontrar a Jesús, a quien buscaba.
¿Quiénes están representados en la persona de Herodes sino los hipócritas, los cuales, pareciendo que sus obras buscan al Señor, nunca merecen hallarlo?
Los Magos ofrecen oro, incienso y mirra; el oro conviene al rey, el incienso se ponía en los sacrificios ofrecidos a Dios; con la mirra eran embalsamados los cuerpos de los difuntos. Por consiguiente, con sus ofrendas místicas predican los Magos al que adoran: con el oro, como rey; con el incienso, como Dios, y con la mirra, como hombre mortal.
Hay algunos herejes que creen en Jesús como Dios, pero niegan su reino universal; éstos le ofrecen incienso, pero no quieren ofrecerle también el oro. Hay otros que le consideran como rey, pero no lo reconocen como Dios: éstos le ofrecen el oro y rehúsan ofrecerle el incienso. Y hay algunos que lo confiesan como Dios y como rey, pero niegan que tomase carne mortal: éstos le ofrecen incienso y oro, y rehúsan ofrecerle la mirra de la mortalidad.
Ofrezcamos nosotros al Señor recién nacido oro, confesando que reina en todas partes; ofrezcámosle incienso, creyendo que Aquel que se dignó aparecer en el templo era Dios antes de todos los siglos; ofrezcámosle mirra, confesando que Aquel de quien creemos que fue impasible en su divinidad, fue mortal por haber tomado nuestra carne.
En el oro, incienso y mirra puede darse otro sentido. Con el oro se designa la sabiduría, según Salomón, el cual dice: “Un tesoro codiciable descansa en boca del sabio”. Con el incienso que se quema en honor de Dios se expresa la virtud de la oración, según el Salmista, el cual dice: “Diríjase mi oración a tu presencia a la manera del incienso”. Por la mirra se representa la mortificación de nuestra carne; de aquí que la Santa Iglesia diga de los operarios que trabajan hasta la muerte por Dios: “Mis manos destilaron mirra”.
Por consiguiente, ofrecemos oro a nuestro rey recién nacido si resplandecemos en su presencia con la claridad de la sabiduría celestial. Le ofrecernos incienso, si consumimos los pensamientos carnales, por medio de la oración, en el ara de nuestro corazón, para que podamos ofrecer al Señor un aroma suave por medio de deseos celestiales. Le ofrecemos mirra, si mortificamos los vicios de la carne por medio de la abstinencia. La mirra, como hemos dicho, es un preservativo contra la putrefacción de la carne muerta. La putrefacción de la carne muerta significa la sumisión de este nuestro cuerpo mortal al ardor de la impureza, como dice el profeta de algunos: "Se pudrieron dos jumentos en su estiércol" (Joel, 1, 17). El entrar en putrefacción los jumentos en su estiércol significa terminar los hombres su vida en el hedor de la lujuria. Por con siguiente, ofrecernos la mirra a Dios cuando preservamos a este nuestro cuerpo mortal de la podredumbre de la impureza por medio de la continencia.
Al volver los Magos a su país por otro camino distinto del que trajeron nos manifiestan una cosa que es de suma importancia. Poniendo por obra la advertencia que recibieron en sueñas, nos indican qué es lo que nosotros debemos hacer.
Nuestra patria es el paraíso, al que no podemos llegar, conocido Jesús, por el camino por donde vinimos. Nos hemos separado de nuestra patria por la soberbia, por la desobediencia, siguiendo el señuelo de las cosas terrenas y gustando el manjar prohibido; es necesario que volvamos a ella, llorando, obedeciendo, despreciando las cosas terrenas y refrenando los apetitos de nuestra carne. Por consiguiente, volvemos a nuestra patria por un camino muy distinto, porque los que nos hemos separado de los goces del paraíso con los deleites de la carne, volvemos a ellos por medio de nuestros lamentos.
De aquí que sea necesario, hermanos carísimos, que con mucho temor y temblor pongamos siempre ante nuestra vista, por una parte las culpas de nuestras obras, y por otra el estrecho juicio a que se nos ha de someter. Pensemos en la severidad con que ha de venir el justo juez, que nos amenaza con un estrechísimo juicio y ahora está oculto a nuestra vista; que amenaza con severos castigos a los pecadores, y, no obstante, todavía las espera: que está dilatando su segunda venida para encontrar menos a quiénes condenar. Castiguemos con el llanto nuestras culpas, y prevengamos su presencia por medio de la confesión.
No nos dejemos engañar por fugaces placeres, ni tampoco nos dejemos seducir por vanas alegrías. No tardaremos en ver al juez que dijo: “¡Ay de vosotros los que ahora reís, porque gemiréis y lloraréis”. Por eso dijo Salomón: “La risa será mezclada con el dolor, y el fin de los goces será ocupado por el llanto”. Y en otro lugar dice: “He considerado la risa como un error, y he dicho al gozo: ¿por qué engañas en vano?”
Temamos mucho los preceptos de Dios, si con sinceridad celebramos las fiestas de Dios; porque es un sacrificio muy grato a Dios la aflicción de los pecados, como dice el Salmista: “El espíritu atribulado es un sacrificio para Dios”. Nuestros pecados antiguos quedaron borrados al recibir el bautismo; mas después de recibido hemos cometido muchísimos, pero no nos podemos volver a lavar con su agua.
Puesto que hemos manchado nuestra vida después de recibido el bautismo, bauticemos con lágrimas nuestra conciencia, para que, volviendo a nuestra patria por distinto camino del que llevamos, los que nos hemos separado de él atraídos por los bienes terrenales volvamos a él llenos de amargura por los males que hemos obrado, con el auxilio de Nuestro Señor Jesucristo.

San Gregorio Magno, Homilía X in Evangelia.
 
Fuente: StatVeritas.Blogspot

Epifania y Eucaristía

LA EPIFANÍA Y LA EUCARISTÍA

POR : SAN PEDRO JULIÁN EYMARD

 Et procidentes adoraverunt eum
“Y prosternándose le adoraron” (Mt 2,11)
Llamados a continuar, delante del santísimo Sacramento, la adoración de los magos en la gruta de Belén, debemos hacer nuestros los pensamientos y el amor que los condujo y sostuvo en la fe. Ellos comenzaron en Belén lo que nosotros continuamos haciendo al pie de la Hostia santa. Estudiemos los caracteres de su adoración ysaquemos de ellos provechosas instrucciones. La adoración de los magos fue un homenaje de fe y un tributo de amor al Verbo encarnado: tal debe ser nuestra adoración eucarística.

I

 La fe de los magos brilla con todo su esplendor por razón de las terribles pruebas a que se vio sometida, y de las cuales salió triunfante; me refiero a la prueba del silencio en Jerusalén y a la prueba, de la humillación en Belén. Como hombres sabios y prudentes, los regios viajeros se dirigen derechamente a la capital de Judea, esperando encontrar alborozada toda la ciudad de Jerusalén, al pueblo, animado ycontento, festejando tan fausto acontecimiento, y por todas partes señales inequívocas de satisfacción y de la más viva alegría; pero…¡qué sorpresa tan dolorosa! Jerusalén se halla en silencio y nada se advierte allí que revele la gran maravilla. ¿Se habrán, quizá, equivocado? Si el gran rey hubiera nacido, ¿no anunciaría todo elmundo su nacimiento? ¿No se burlarán de ellos y les insultarán, talvez, si hacen saber el objeto de su viaje? Estas vacilaciones y estas expresiones serán acaso hijas de la prudencia según la sabiduría humana, pero indignas, ciertamente, de la fe de los magos. Ellos han creído y han venido. “¿Dónde ha nacido el rey de los judíos? –preguntan en voz alta en medio de la asombrada Jerusalén, delante del palacio de Herodes y ante la muchedumbre popular, que sin duda se habrá aglomerado para presenciar el inusitado espectáculo de la entrada de tres reyes en la ciudad–. Nosotros hemos visto la estrella del nuevo rey y venimos a adorarle. ¿Dónde está? Vosotros, que sois su pueblo y que le habéis estado esperando tanto tiempo, debéis saberlo”.
Silencio mortal. Interrogado Herodes, consulta a los ancianos y sacerdotes, y éstos responden por la profecía de Miqueas. Con esto despide Herodes a los príncipes extranjeros, no sin prometerles que iría después de ellos a adorar al nuevo rey. Enterados por la palabra de Herodes, salen los reyes y marchan solos: la ciudad permanece indiferente; aun el sacerdote levítico espera, como Herodes, entre la vacilación y la incredulidad. El silencio del mundo…: he aquí la gran prueba a que se halla sometida la fe en la Eucaristía. Supongamos que algunos nobles extranjeros se enteran de que Jesucristo habita personalmente en medio de los católicos, en su Sacramento, y que, por tanto, estos felices mortales tienen la dicha inefable y singular de poseer la persona misma del rey de los cielos y tierra, del criador y Salvador del mundo; en una palabra, la persona de nuestro señor Jesucristo. Animados del deseo de verle y de ofrecerle sus homenajes, vienen estos extranjeros desde las más remotas regiones creyendo encontrarle entre nosotros en una de nuestras brillantes capitales europeas; ¿no se verían sometidos a la misma prueba de los magos? ¿Qué hay que revele en nuestras ciudades católicas la presencia de Jesucristo? ¿Las iglesias? Pero el protestantismo y el judaísmo tienen también sus templos. ¿Qué hay, pues, que indique esta presencia? Nada. Hace pocos años vinieron algunos embajadores de Persia y de Japón a visitar París… Seguramente nada les dio idea de que nosotros poseemos a Jesucristo, que vive y desea reinar entre nosotros. Escándalo es éste que padecen todos aquéllos que viven alejados de nuestras creencias. Este silencio es también el escándalo de los cristianos débiles en la fe. Al ver que la ciencia del siglo no cree en Jesucristo eucarístico, que los grandes no le adoran, que los poderosos no le rinden vasallaje…, infieren de aquí que no está Jesucristo en el santísimo Sacramento y que no vive ni reina entre los católicos. ¡Hay muchos, por desgracia, que hacen este razonamiento! ¡Es tan grande el número de los necios y de los esclavos que no saben hacer sino lo que ven hacer a otros! …Y, sin embargo, en el mundo católico como en Jerusalén, está la palabra de los profetas, la palabra de los apóstoles y evangelistas que delatan la presencia sacramental de Jesús; sobre la montaña de Dios, visible a todos, está colocada la santa Iglesia, la cual haré emplazado al Ángel de los pastores y a la estrella de los magos; la Iglesia, que es un sol resplandeciente para quien quiera ver su luz; que tiene la voz de Sinaí para quien quiera escuchar su ley; ella nos señala con el dedo el templo santo, el tabernáculo augusto,clamándonos: “¡He aquí el cordero de Dios, el Emmanuel; he aquí a Jesucristo!”.
A su voz, las almas sencillas y rectas se dirigen hacia el tabernáculo, como los reyes magos a Belén; aman la verdad y la buscan con ardor. Esta es vuestra fe, de todos los que aquí estáis: habéis buscado a Jesucristo, le habéis encontrado y le adoráis: ¡sed por ello benditos! Nos dice también el Evangelio que a la voz de los magos, Herodes se turbó y toda Jerusalén con él. Que Herodes se turbase no es extraño, porque era un extranjero y un usurpador, y en aquél que le anuncian ve al verdadero rey de Israel, que le destronará con el tiempo; pero que se turbe Jerusalén al recibir la feliz noticia del nacimiento de aquél que tanto tiempo ha estado esperando, a quien esta ciudad viene saludando desde Abrahán como a su gran patriarca, desde Moisés como a su gran profeta y desde David como a su rey, es lo que no se comprende. ¿Ignoraba el pueblo judío la profecía de Jacob, que designa la tribu de la cual hade nacer; la de David, que señala la familia; la de Miqueas, que designa su pueblo natal, y la de Isaías, que canta su gloria? Y con todos estos testimonios, tan claros y tan precisos, fue necesario que unos gentiles, tan despreciados por los judíos, vinieran a decirles: “¡Vuestro mesías ha nacido! Venimos a adorarle después de vosotros,venimos a asociarnos a vuestra dicha: mostradnos su regia estancia y permitidnos que le ofrezcamos nuestros homenajes”. ¡Ay, este terrible escándalo de los judíos, que se turban por la nueva del nacimiento del mesías, continúa repitiéndose entre los cristianos, por desgracia! ¡Cuántos de éstos tienen miedo a la Iglesia donde reside Jesucristo! ¡Cuántos hay que se oponen a la construcción de un nuevo tabernáculo, de un santuario más…! ¡Cuántos que se azoran al encontrar el santo viático y no pueden soportar la vista de la Hostia sacrosanta! ¿Y por qué razón? ¿Qué motivo les ha dado este Dios oculto? Les da miedo…, porque ellos quieren servir a Herodes y acaso a la infame Herodíades; ésa es la última palabra de este escándalo herodiano, que irá seguido muy presto del odio y de la persecución sangrienta. La segunda prueba de los magos está en la humillación del niño-Dios en Belén. Ellos esperaban encontrar, como era natural, todos los esplendores del cielo y de la tierra alrededor de la cuna del recién nacido. Su imaginación les había hecho ver de antemano estas magnificencias. Habían oído en Jerusalén las glorias predichas por Isaías acerca de Él. Habían visitado, sin duda, aquella maravilla del mundo, es decir, el templo que le había de recibir y, andando elcamino, se dirían: “¿Quién hay semejante a este rey?” 
Quis ut Deus. Pero, ¡oh sorpresa!, ¡qué decepción y qué escándalo para una fe menos arraigada que la suya! Conducidos por la estrella, van al establo, y ¿qué ven allí? Un pobre niño con su joven madre: el niño estaba acostado sobre la paja como el más pobre entre todos los pobres –¿qué digo? – como tierno corderillo que acaba de nacer, reposa en medio de los animales; unas miserables mantitas le protegen un poco contra los rigores del frío. Muy pobre ha de ser su madre para que nazca él en tan humilde lugar. Los pastores ya no están allí para referir las maravillas que han contemplado en el cielo. Belén se muestra indiferente. ¡Oh, Dios mío, qué prueba tan terrible! Los reyes no nacen así…, ¡cuánto menos un rey del cielo! ¡Cuántos habitantes de Belén habían acudido al establo acuciados por el relato de los pastores y habían vuelto incrédulos! ¿Qué harán los reyes magos? Vedles arrodillados, postrados con el más profundo respeto y adorando con la mayor humildad a aquel niño; lloran de alegría al contemplarle. ¡La pobreza que le rodea les causa arrebatos de amor!
Et procidentes adoraverunt eum –Y prosternándose le adoraron (Mt2, 11). ¡Oh Dios, qué inexplicable misterio! ¡Nunca los reyes se abaten así, ni aun en presencia de otros soberanos! Los pastores admiraron al Salvador anunciado por los ángeles, y el evangelista no dice que se arrodillasen ante Él para adorarle. Los magos son los que le rindieron el primer culto, el primer homenaje de adoración pública en Belén, así como fueron sus primeros apóstoles en Jerusalén.¿Qué vieron, pues, los magos en aquel establo, en aquel pesebre y sobre aquel Niño? ¿Lo que vieron? El amor…, un amor inefable, el verdadero amor de Dios a los hombres; vieron a un Dios arrastrado por su amor hasta hacerse pobre para ser el amigo y el hermano del pobre: vieron a un Dios que se hacía débil para consolar al débil y al que se ve abandonado; vieron a un Dios sufriendo para demostrarnos su amor. Esto es lo que vieron los magos y ésta fue la recompensa de su fe, su triunfo sobre esta segunda prueba. La humillación sacramental de Jesús es también la segunda prueba de la fe cristiana. Jesús, en su Sacramento, no ve las más de las veces sino la indiferencia de los suyos, y aun muchas veces su incredulidad y menosprecio. Fijaos en esta triste verdad, que fácilmente podréis comprobar:
Mundus eum non cognovit –el mundo no lo recibió(Jn 1,10). Tal vez se creería en la Eucaristía si a la hora de la consagración se oyeran, como en su nacimiento, los conciertos de los ángeles, o si como en el Jordán se viera el cielo abierto sobre Él, o si brillara su gloria como en el Tabor o, en fin, si se renovara en nuestra presencia alguno de esos milagros que ha obrado el Dios de la Eucaristía a través de los siglos. ¡Pero nada, menos aún que nada! ¡Es la nada de toda la gloria,de todo el poder y de todo el ser divino y humano de Jesucristo; ni siquiera se ve su faz humana, ni se oye su voz, ni se percibe acción alguna suya sensible! La vida es el movimiento, dicen, y el amor al menos se manifiesta por algún signo. Aquí no se nota más que el frío y el silencio de la muerte. ¡Tenéis razón los hombres de la razón pura; los que os tenéis por la gloria de este mundo, los filósofos de los sentidos! Tenéis mil veces razón. La Eucaristía es la muerte o, mejor, el amor que lleva hasta la muerte. Este amor de la muerte es lo que lleva al Salvador atener atado su poder, lo que le hace reducir a la nada su gloria y su Majestad divina y humana para no atemorizar al hombre; el amor de la muerte es lo que induce a Jesús, para no desalentar al hombre, a ocultar sus perfecciones infinitas y su santidad inefable, mostrándose solamente bajo el tenue velo de las santas especies, las cuales le descubren más o menos a nuestra fe, según la pujanza o flojedad de nuestra virtud. Todo esto es para el verdadero cristiano, no el escándalo ni la prueba de su fe, sino la vida y la perfección de su amor. Su fe viva pasa a través de esta pobreza de Jesús y de esta debilidad y apariencia de muerte y llega hasta su santísima alma,consulta con sus pensamientos y sentimientos admirables, y al descubrir su divinidad unida a su sacratísimo cuerpo y oculto bajo las sagradas especies, el cristiano, como los magos, se postra, contempla y adora, arrobado en suaves éxtasis de amor: ¡ha encontrado a Jesús!
Et procedentes adoraverunt eum (Mt 2, 11). Aquí tenéis la prueba y el triunfo de la fe de los magos, y las pruebas y el triunfo de la fe de los cristianos. Examinemos el homenaje de amor de los magos al Dios-niño y el homenaje que nuestro corazón debe rendir también al Dios de la Eucaristía.

II

La fe nos lleva a Jesús; el amor lo encuentra y le adora. ¿Cuáles el amor de los magos adoradores?Es un amor perfecto. El amor se conoce por los tres efectossiguientes, que son propiamente su vida:1.º Se manifiesta por la simpatía. La simpatía de las almas essu lazo de unión, es la ley que regula dos vidas; por ella uno de losamantes se hace semejante a otro: Amor pares facit.
La acción de la simpatía natural, y con más razón de la simpatía sobrenatural con nuestro señor Jesucristo, está en la atracción fuerte, en la transformación uniforme de dos almas en una…, de dos cuerpos en uno: como el fuego convierte y transforma en sí mismo toda materia combustible, así también el cristiano se transforma en Dios por amor de Jesucristo.
Similes ei erimus –seremos semejantes a Él (1 Jn 3, 2). ¿Cómo pudieron concebir tan pronto los magos simpatías por este pequeño Niño que ni habla ni puede revelarles su pensamiento? El amor vio, y el amor se unió al amor. ¿No os lo dice el ver a esos reyes arrodillarse ante el pesebre, y ante animales, y a pesar de un estado tan humillado y humillante para los reyes adorar a este débil Niño, que no puede hacer otra cosa que mirarles? Lo que hacen las palabras tratándose de amigos, lo hace aquí el amor.¿No veis cómo ellos imitan, cuanto es posible, el estado del divino Niño? El amor propende a la imitación, porque es simpático. Aquellos reyes querían rebajarse más, anonadarse y descender hasta las entrañas de la tierra, para adorar mejor, e imitar a Aquél que desde el trono de su gloria se humilló hasta parar en un pesebre, en forma de esclavo. Ellos abrazan la humildad con la cual se desposó el Verbo encarnado; aman la pobreza que el mismo Verbo deificó y el sufrimiento que Él divinizó; el amor, como veis, transforma; produce la identidad de vida; hace sencillos a los reyes, humildes a los sabios y pobres de corazón a los ricos. Los reyes son todo esto a la vez. La simpatía es necesaria a la vida de amor, porque endulza los sacrificios y asegura su constancia; en una palabra, la simpatía es una verdadera prueba de amor y una prenda de su constancia. El amor que no ha llegado a ser simpático es una virtud trabajosa, heroica aveces, pero privada siempre de la alegría y de los encantos de la amistad. Para un cristiano llamado a vivir de amor de Dios resulta necesaria esta simpatía de amor. Ahora bien, en la Eucaristía nuestro señor Jesucristo nos atestigua con dulzura el amor personal que,como a amigos suyos, nos profesa; allí permite que nuestro corazón descanse un poco sobre el suyo, como se lo consintió al Discípulo Amado; allí nos hace gustar, aunque sea como de paso, la dulzura del Maná celestial; allí es donde hace que nuestro corazón experimente la alegría de recibir a su Dios, como Zaqueo; la alegría de recibir a su Salvador, como la Magdalena; de recibir al que constituye su felicidad y su todo, como la Esposa de los Cantares; allí es donde se escapan esos suspiros de amor… ¡Oh, cuán suave sois, Dios mío! ¡Qué bueno y qué tierno eres, Jesús de mi corazón, para los que te reciben con amor! La simpatía del amor no se parará en el goce. Es una hoguera que el Salvador ha encendido en el corazón simpático: Carbo est  Eucharistia quae nos inflammat.
El fuego es activo y todo lo invade. Así también el alma por la acción de la Eucaristía se siente impulsada a exclamar: “¿Qué haré yo, Dios mío, para corresponder a tanto amor?” Y Jesús responde: “Debes imitarme y vivir de mí para mí”. La transformación será fácil. “En la escuela del amor –dice la Imitación de Cristo– no se anda paso a paso…, se corre…, se vuela”: Amans volat, currit (Imit. Lib. III, cap. 5).2.º El amor se manifiesta, en segundo lugar, por su carácter de absoluto en lo que afecta al sentimiento: quiere dominarlo todo, ser dueño único y absoluto del corazón. El amor es uno; tiende a la unidad porque es su esencia absorbe o es absorbido. Esta verdad brilla con todo su esplendor en la adoración de los magos.
Tan pronto como ellos han encontrado al rey-niño, sin atender a la indignidad del lugar, ni a los animales que allí se encuentran y que hacen este lugar más repulsivo; sin pedir prodigios al cielo ni explicaciones a la Madre, y sin examinar siquiera por curiosidad al Niño, caen súbitamente de rodillas y lo adoran profundamente. Ellos le adoran a Él solo; no ven otra cosa más que su infantil persona, ni han tenido otro motivo, fuera de Él, para venir allí. El evangelio no hace mención de los honores que debieron tributar a su santa madre; en presencia del sol todos los demás astros se eclipsan; la adoración es una, como el amor que la inspira. Notémoslo bien: la Eucaristía es el amor de Jesucristo para con el hombre en su grado más elevado, puesto que es, como si dijéramos, la quintaesencia de todos los misterios de su vida, como Salvador. Todo lo que hizo Jesucristo, desde la encarnación hasta la cruz, tiene por objeto el don de la Eucaristía, su unión personal y corporal con cada uno de los cristianos, mediante la Comunión; Jesús veía en la Comunión el medio de comunicarnos todos los tesoros dela pasión, todas las virtudes de su santa humanidad y todos losméritos de su vida. Ved aquí el prodigio del amor: Qui manducat meam carnem, in me manet, et ego in illo –El que come mi carne … permanece en mí y yo en él (Jn 6, 56). Nuestro amor a la Eucaristía debe ser también absoluto si queremos llegar, por nuestra parte, al fin que se propuso en la Comunión, o sea la transformación de nosotros en Él mediante la unión. La Eucaristía debe ser, por consiguiente, la norma de nuestras virtudes, el alma de nuestra piedad, el deseo supremo de nuestra vida,el pensamiento principal y dominante de nuestro corazón y como el lábaro glorioso de nuestros combates y sacrificios. Sin esta unidad de acción no llegaremos nunca a lo absoluto del amor; con ella, nada más dulce, nada más fácil: contamos entonces con todo el poder del hombre y con todo el poder de Dios que actúan de consuno para consolidar el reinado del amor.
 Dilectus meus mihi et ego illi –Mi amado es para mí, y yo para mi amado (Cant. 2, 16).3.º En fin, el amor se manifiesta por las dádivas. Tanta perfección hay en el amor cuanta sea la perfección del don. El escritor sagrado entra en los más explícitos detalles sobre el modo y las circunstancias de los dones ofrecidos por los magos. “Y abriendo –dice– sus tesoros, le ofrecieron oro, incienso y mirra” (Mt 2, 11).El oro, que es el tributo destinado a los reyes; la mirra, que se emplea para honrar la sepultura de los grandes de la tierra, y el incienso, que es el emblema del homenaje debido a Dios. O, más bien, estos tres dones son el homenaje de toda la humanidad representada a los pies del niño-Dios: el oro significa el poder y la riqueza; la mirra, el sufrimiento, y el incienso, la oración. Así, pues, la ley del culto eucarístico empezó en Belén para continuarse perpetuamente en el cenáculo de la Eucaristía. Los reyes comenzaron, y nosotros debemos continuar sus homenajes. Jesús sacramentado necesita oro, porque es Rey de los reyes; necesita oro, porque tiene derecho a un trono más espléndido que el de Salomón;necesita oro para sus vasos sagrados y para su altar. ¿No debe tratarse la Eucaristía con mayor esmero que el arca, hecha de oro purísimo,con el oro que proporciona el pueblo fiel? Jesús eucarístico necesita mirra, no para Sí, puesto que ya consumó su sacrificio sobre la cruz, y la resurrección glorificó su cuerpo divino y su sagrado sepulcro. Mas como se constituyó nuestra víctima perpetua sobre el altar, esta víctima necesita sufrir, lo que no puede hacer sino en nosotros y por nosotros; así encuentra el medio de renovar la sensibilidad, la vida y el mérito de sus sufrimientos en nosotros que somos sus miembros; nosotros le contemplamos y le damos su verdadero carácter actual de víctima inmolada.También se le debe el incienso. El sacerdote se lo ofrece todos los días. Pero quiere además el incienso de nuestras adoraciones para derramar, en cambio, sobre nosotros sus bendiciones y sus gracias. ¡Felices debemos considerarnos de poder compartir por la Eucaristía la dicha de María, de los reyes magos y de los primeros discípulos que obsequiaron con sus dones a Jesucristo! En la Eucaristía se nos ofrece también la ocasión de poder socorrer la pobreza de Belén. Sí; todos los bienes de la gracia y de la gloria nos vienen por conducto de la Eucaristía; todos ellos tienen su origen y su manantial en Belén, convertido en cielo de amor; se acrecentaron durante la vida del Salvador, y todos esos ríos de gracias, de virtudes y méritos desembocaron en el océano del Sacramento adorable, en el cual los tenemos nosotros en toda su plenitud. Asimismo, de la Eucaristía nacen también nuestras obligaciones: el amor de la Eucaristía nos obliga a una generosa correspondencia. Los magos son nuestros modelos y los primeros adoradores; mostrémonos dignos de su excelsa fe en Jesucristo; seamos los herederos de su amor y algún día seremos herederos de su gloria.

***

FSSPX - Capilla N. S. del Santísimo Rosario: LA EPIFANÍA Y LA EUCARISTÍA POR : SA...

FSSPX - Capilla N. S. del Santísimo Rosario: LA EPIFANÍA Y LA EUCARISTÍA POR : SA...: LA EPIFANÍA Y LA EUCARISTÍA POR : SAN PEDRO JULIÁN EYMARD Et procidentes adoraverunt eum “Y prosternándose le adoraron” (...

Santoral Católico - 6 de enero

  • Epifanía de Nuestro Señor
  • Santa Viltrudis, Viuda
  • San Erminoldo, Abad
  • San Melanio, Obispo
  • Beato Juan de Ribera, Arzobispo de Valencia
  • Beata Rafaela María, Virgen, Fundadora

Y en otras partes, otros muchos santos Mártires y Confesores, y santas Vírgenes. R. Deo Gratias.

EPIFANÍA DE NUESTRO SEÑOR

Hallaron al Niño con María, su Madre,
y prosternándose lo adoraron; y abiertos sus cofres
le ofrecieron presentes de oro, incienso y mirra.
(Mateo, 2, 11)
Unos magos de Oriente reciben aviso del nacimiento del Hijo de Dios por medio de la aparición de una estrella milagrosa. Dejan su reino y van a Jerusalén a buscar a ese Dios. Túrbase Herodes ante la noticia; disimula sin embargo su pavor, y ruega a los magos que regresen a Jerusalén después que hayan adorado al recién nacido, en Belén. Pero éstos, advertidos en sueños de que no vuelvan a Herodes, retornan a su país por otro camino.
MEDITACIÓN 
SOBRE LOS PRESENTES DE LOS MAGOS
I. Los Magos ofrendaron mirra a Nuestro Señor, para honrar su humanidad. Jesús es Hombre, y lo es por amor nuestro, porque por amor nuestro tomó un cuerpo semejante al nuestro. Amémoslo, pues, y ofrendémosle nuestro cuerpo. Este cuerpo es vuestro, ¡oh Jesús mío!, disponed de él como os plazca, sano o enfermo, vivo o muerto. ¡Qué feliz sería si pudiese sufrir con Vos, para reinar un día también con Vos! Me habéis rescatado todo entero, a fin de poseerme todo entero. (San Agustín).

II. Jesús es hombre, mas también es Rey. Por eso se le ofrenda oro. Es el dueño de nuestros bie nes, Él nos los dio; debemos servirnos de ellos para honrarlo, para engalanar sus altares, para socorrer a los pobres. Ve a Jesús en sus pobres, con la fe de los Magos que, contemplando en el pesebre a un niño pobre y abandonado, lo reconocieron como a su Rey y a  su Dios. Si eres pobre, ofrece a Jesús tu pobreza; esta ofrenda le será más agradable que todos los tesoros de la tierra.

III. Los Magos ofrecieron incienso a Jesús, y reconocieron así su Divinidad. El incienso que tú le debes presentar, es la oración que eleva a tu alma hasta Dios. Humíllate ante este Soberano, ofrécele todas las potencias de tu alma, adóralo, témelo. Acuérdate sobre todo que los Magos volvieron por otro camino; cambia de vida a ejemplo suyo, y después de haberte dado a Jesucristo, no te des más al mundo. Por el cambio de ruta, entendemos el cambio de vida. (Eusebio).
La devoción
Orad por los que os gobiernan.


ORACIÓN

Oh Dios que en este día hicisteis que los gentiles conocieran a vuestro Unigénito, dándoles una estrella por guía, haced que, conociéndoos ya por la fe, nos elevemos a la contemplación de vuestra gloria. Por J. C. N. S. Amén.
Fuente: http://devocioncatolica.blogspot.com

jueves, 5 de enero de 2012

Santoral Católico - 5 de enero

  • San Telésforo, Papa y Mártir
  • San Simeón o Simón, El Estilita
  • Santa Sinclética, Virgen
  • Santa Apolinaria, Virgen
  • San Doroteo el Joven, Abad 
Y en otras partes, otros muchos santos Mártires y Confesores, y santas Vírgenes. 
R. Deo Gratias.

SAN TELÉSFORO
Papa y Mártir 

† martirizado hacia el año 138


Venid, benditos de mi Padre, a tomar posesión del
reino que os está preparado desde el principio
del mundo.
(Mateo, 25, 34).

San Telésforo, griego de nacimiento, sucedió al Papa Sixto I, y fue el octavo obispo de Roma. Tuvo el dolor de ver los estragos causados en la Iglesia por la persecución del emperador Adriano. Sabemos, por San Ireneo, que terminó gloriosamente su vida con el martirio, cerca del año 136; por espacio de diez años había ocupado la cátedra de San Pedro.

MEDITACIÓN 
SOBRE LA GLORIA DEL PARAÍSO
I. En el cielo se posee a Dios, y, poseyéndolo, gózase de todos los bienes. Jamás estamos contentos en este valle de lágrimas; lo estaremos en la mansión de los Bienaventurados. Privémonos, pues, de estos placeres tan fugaces, tan poco capaces de satisfacernos, a fin de que gocemos de las delicias del cielo. Placeres, honores, riquezas, ¡cuán despreciables aparecéis para quien considera el cielo! ¡Ah, Señor, yo puedo conseguir esta dicha, pero no puedo concebir su inmensidad!

II. En el cielo, encontrarás todo lo que deseas, y ya no volverás a hallar nada de lo que te disgusta. No más lágrimas, ni suspiros, ni dolores, ni tristezas. En esta vida no hay placer que no esté mezclado con amargura; allí habrá toda clase de bienes sin mezcla de mal alguno. ¡Es,  pues, muy razonable que sufra algo para gozar de tantas delicias!

 III. ¿Cuánto durará ese estado de gloria? Toda una eternidad; y los santos tendrán la seguridad de que su felicidad es eterna. ¡Oh eternidad bienaventurada! ¡Qué no harían los cristianos para poseerte si te comprendiesen! Todo lo que es eterno es gran de, lo demás pequeño. Trabajemos para la eternidad y despreciaremos todos los bienes de esta vida. ¿Quién no sentirá que se desvanece su tristeza al pensar que, por un momento de prueba..., tendremos una eternidad de dicha? (San Gregario).

El pensamiento del Paraíso
Orad por los pecadores.

ORACIÓN

Pastor eterno, mirad con benevolencia a vuestro rebaño, y cuidadlo con protección constante por me dio de vuestro bienaventurado Mártir y Soberano Pontífice Telésforo, a quien constituiste pastor de toda la Iglesia. Por N. S. J. C. Amén

Fuente: http://devocioncatolica.blogspot.com/

Evangelio del día (Calendario Tradicional) - 5 de Enero de 2012

+ Continuación del Santo Evangelio según San Lucas (II, 21)

(21)  Cuando se hubieron cumplido los ocho días para circuncidar al Niño, le dieron por nombre Jesús, impuesto por el ángel antes de ser concebido en el seno.


Comentario: Catena Aurea de Santo Tomás de Aquino


Lucas 2:21  

Llegado el día octavo, en que debía ser circuncidado el Niño, le fue puesto por nombre Jesús, nombre que le puso el ángel antes que fuese concebido. (v. 21)

Beda, in hom, Circumcis. Dom
Una vez expuesta la natividad del Señor, el evangelista continúa diciendo: "Llegado el día octavo, en que debía ser circuncidado el Niño".

San Ambrosio
¿Qué niño sino Aquel de quien se ha dicho por Isaías (Isa_9:6): "Ahora que ha nacido un niño para nosotros, y se nos ha dado un hijo?" "Porque se sujetó a la ley para redimir a los que estaban debajo de la ley" (Gál_4:4-5.).

San Epifanio, adversus haereses, 30
Los sectarios de Ebión y Cerinto dicen: Bástale al discípulo el ser como su maestro. Si, pues, se circuncidó Jesucristo, también tú debes circuncidarte. Pero se engañan destruyendo sus propios principios porque, si Ebión confesase que Cristo, Dios, bajando del cielo fue circuncidado al octavo día, entonces haría un argumento en favor de la circuncisión, pero como asegura que Jesucristo no es más que hombre, un niño no puede ser causa de que se lo circuncide, como no son los niños autores de su circuncisión. Nosotros confesamos que fue el mismo Dios quien bajó del cielo, y que en el seno de la Virgen permaneció el tiempo necesario para que se formase la carne de su humanidad, en la cual fue circuncidado real y no aparentemente el día octavo. Pero habiendo llegado las figuras a su efecto espiritual ni El, ni sus discípulos deben ya propagar las figuras, sino la verdad.

Orígenes, in Lucam, 14
Así como hemos muerto con El en su muerte, y hemos resucitado en su resurrección, así también hemos sido circuncidados con El; por lo cual de ninguna manera necesitamos ahora de la circuncisión carnal.

San Epifanio, adversus haereses, 30
Jesucristo se circuncidó por muchos motivos. En primer lugar para demostrar la verdad de su carne contra Maniqueo y los que dicen que no había venido sino aparentemente. Después, para hacer ver que su cuerpo no era consustancial de ningún modo a la divinidad, como dice Apolinar, y que no lo había traído del cielo, según afirma Valentino. Y, por último, a fin de confirmar la circuncisión que había instituido en otro tiempo para preparar su venida, como asimismo para que no quede ninguna excusa a los judíos. Porque si Jesucristo no hubiera sido circuncidado, objetarían que no podían recibirlo por estar incircunciso.

Beda, in hom, Circumcis. Dom
También para recomendarnos con su ejemplo la virtud de la obediencia y favorecer con su compasión a los que, viviendo bajo la ley, no habían podido llevar su yugo, para que el que había venido revestido de una carne semejante a la del pecado, no rechazase el remedio con el cual se acostumbraba purificar la carne de pecado. Porque la circuncisión prescrita en la ley obraba entonces la misma cura saludable contra la llaga del pecado original, que ahora el bautismo después de la gracia revelada, con la diferencia de que no se podía entrar en el reino de los cielos, sino solamente hallar después de la muerte el consuelo del descanso de la paz celestial en el seno de Abraham y esperar con dulce esperanza la entrada en la gloria.

San Atanasio, in serm. super Omnia mihi tradita sunt
No expresaba, pues, otra cosa la circuncisión, sino el despojo de la antigua generación, por lo cual se cortaba una parte del cuerpo, que es en la que existe la causa del nacimiento corporal. Esto se hacía en aquel tiempo en señal del bautismo, que había de establecer Jesucristo. Mas luego que vino la realidad, cesó la figura, puesto que en donde quedó destruido lo antiguo por medio del bautismo, era superfluo lo que antes representaba la sección de una parte del cuerpo.

San Cirilo
Se acostumbraba celebrar la circuncisión de la carne en el octavo día del nacimiento. También Jesucristo resucitó de entre los muertos el día octavo, y nos insinuó la circuncisión espiritual, diciéndonos: "Id y enseñad a todas las gentes bautizándolas" (Mat_28:19).

Beda
En su resurrección también fue figurada nuestra doble resurrección, la de la carne y la del espíritu, porque Jesucristo circuncidado enseñó a nuestra naturaleza que debe purificarse ahora por sí misma de la mancha de sus vicios, y que en el último día será restaurada de la corrupción de la muerte. Y así como el Señor resucitó dentro del octavo día, esto es, después del séptimo, que es el sábado, así también después de las siete edades de este mundo y después de la séptima, que es el sábado de las almas, y que ahora se pasa esperando en la otra vida, habremos de resucitar como en la octava edad.

Cirilo
Según el precepto de la ley, en el mismo día recibió la imposición de un nombre, conforme a estas palabras: "Le fue puesto por nombre Jesús", que quiere decir Salvador, porque fue dado a luz para salvación de todo el mundo, como se figuró en su circuncisión, según lo que dice el Apóstol (Col_2:11): "Habéis sido circuncidados con una circuncisión no operada por la mano del hombre con el despojo de la carne del cuerpo, sino con la circuncisión de Jesucristo"

Beda, in hom, Circumcis. Dom
Sucedió que se le impuso el nombre en el mismo día de su circuncisión, a imitación de lo que se observaba antiguamente. Así Abraham, que fue el primero que recibió el sacramento de la circuncisión, mereció ser bendito con la amplificación de su nombre en el día que lo recibió (Gén 17.).

Orígenes, in Lucam, 14
Porque el nombre de Jesús es glorioso y muy digno de toda veneración, nombre que es superior a todos los nombres y que no debía ser pronunciado antes ni ser introducido por los hombres en el mundo. Y por esto dice el evangelista de un modo significativo: "Nombre que le puso el Angel", etc.

Beda
Sus escogidos también se alegran de participar de este nombre en su circuncisión espiritual, porque así como cristianos viene de Cristo, así salvados viene de Salvador, cuyo nombre les ha sido concedido por el Señor, no sólo antes de ser concebidos en el seno de la Iglesia por la fe, sino aun antes de todos los siglos.

martes, 3 de enero de 2012

Evangelio del día (Calendario Tradicional) - 3 de Enero de 2012

+ Continuación del Santo Evangelio según San Lucas (II, 21)

(21)  Cuando se hubieron cumplido los ocho días para circuncidar al Niño, le dieron por nombre Jesús, impuesto por el ángel antes de ser concebido en el seno.


Comentario: Catena Aurea de Santo Tomás de Aquino


Lucas 2:21  

Llegado el día octavo, en que debía ser circuncidado el Niño, le fue puesto por nombre Jesús, nombre que le puso el ángel antes que fuese concebido. (v. 21)

Beda, in hom, Circumcis. Dom
Una vez expuesta la natividad del Señor, el evangelista continúa diciendo: "Llegado el día octavo, en que debía ser circuncidado el Niño".

San Ambrosio
¿Qué niño sino Aquel de quien se ha dicho por Isaías (Isa_9:6): "Ahora que ha nacido un niño para nosotros, y se nos ha dado un hijo?" "Porque se sujetó a la ley para redimir a los que estaban debajo de la ley" (Gál_4:4-5.).

San Epifanio, adversus haereses, 30
Los sectarios de Ebión y Cerinto dicen: Bástale al discípulo el ser como su maestro. Si, pues, se circuncidó Jesucristo, también tú debes circuncidarte. Pero se engañan destruyendo sus propios principios porque, si Ebión confesase que Cristo, Dios, bajando del cielo fue circuncidado al octavo día, entonces haría un argumento en favor de la circuncisión, pero como asegura que Jesucristo no es más que hombre, un niño no puede ser causa de que se lo circuncide, como no son los niños autores de su circuncisión. Nosotros confesamos que fue el mismo Dios quien bajó del cielo, y que en el seno de la Virgen permaneció el tiempo necesario para que se formase la carne de su humanidad, en la cual fue circuncidado real y no aparentemente el día octavo. Pero habiendo llegado las figuras a su efecto espiritual ni El, ni sus discípulos deben ya propagar las figuras, sino la verdad.

Orígenes, in Lucam, 14
Así como hemos muerto con El en su muerte, y hemos resucitado en su resurrección, así también hemos sido circuncidados con El; por lo cual de ninguna manera necesitamos ahora de la circuncisión carnal.

San Epifanio, adversus haereses, 30
Jesucristo se circuncidó por muchos motivos. En primer lugar para demostrar la verdad de su carne contra Maniqueo y los que dicen que no había venido sino aparentemente. Después, para hacer ver que su cuerpo no era consustancial de ningún modo a la divinidad, como dice Apolinar, y que no lo había traído del cielo, según afirma Valentino. Y, por último, a fin de confirmar la circuncisión que había instituido en otro tiempo para preparar su venida, como asimismo para que no quede ninguna excusa a los judíos. Porque si Jesucristo no hubiera sido circuncidado, objetarían que no podían recibirlo por estar incircunciso.

Beda, in hom, Circumcis. Dom
También para recomendarnos con su ejemplo la virtud de la obediencia y favorecer con su compasión a los que, viviendo bajo la ley, no habían podido llevar su yugo, para que el que había venido revestido de una carne semejante a la del pecado, no rechazase el remedio con el cual se acostumbraba purificar la carne de pecado. Porque la circuncisión prescrita en la ley obraba entonces la misma cura saludable contra la llaga del pecado original, que ahora el bautismo después de la gracia revelada, con la diferencia de que no se podía entrar en el reino de los cielos, sino solamente hallar después de la muerte el consuelo del descanso de la paz celestial en el seno de Abraham y esperar con dulce esperanza la entrada en la gloria.

San Atanasio, in serm. super Omnia mihi tradita sunt
No expresaba, pues, otra cosa la circuncisión, sino el despojo de la antigua generación, por lo cual se cortaba una parte del cuerpo, que es en la que existe la causa del nacimiento corporal. Esto se hacía en aquel tiempo en señal del bautismo, que había de establecer Jesucristo. Mas luego que vino la realidad, cesó la figura, puesto que en donde quedó destruido lo antiguo por medio del bautismo, era superfluo lo que antes representaba la sección de una parte del cuerpo.

San Cirilo
Se acostumbraba celebrar la circuncisión de la carne en el octavo día del nacimiento. También Jesucristo resucitó de entre los muertos el día octavo, y nos insinuó la circuncisión espiritual, diciéndonos: "Id y enseñad a todas las gentes bautizándolas" (Mat_28:19).

Beda
En su resurrección también fue figurada nuestra doble resurrección, la de la carne y la del espíritu, porque Jesucristo circuncidado enseñó a nuestra naturaleza que debe purificarse ahora por sí misma de la mancha de sus vicios, y que en el último día será restaurada de la corrupción de la muerte. Y así como el Señor resucitó dentro del octavo día, esto es, después del séptimo, que es el sábado, así también después de las siete edades de este mundo y después de la séptima, que es el sábado de las almas, y que ahora se pasa esperando en la otra vida, habremos de resucitar como en la octava edad.

Cirilo
Según el precepto de la ley, en el mismo día recibió la imposición de un nombre, conforme a estas palabras: "Le fue puesto por nombre Jesús", que quiere decir Salvador, porque fue dado a luz para salvación de todo el mundo, como se figuró en su circuncisión, según lo que dice el Apóstol (Col_2:11): "Habéis sido circuncidados con una circuncisión no operada por la mano del hombre con el despojo de la carne del cuerpo, sino con la circuncisión de Jesucristo"

Beda, in hom, Circumcis. Dom
Sucedió que se le impuso el nombre en el mismo día de su circuncisión, a imitación de lo que se observaba antiguamente. Así Abraham, que fue el primero que recibió el sacramento de la circuncisión, mereció ser bendito con la amplificación de su nombre en el día que lo recibió (Gén 17.).

Orígenes, in Lucam, 14
Porque el nombre de Jesús es glorioso y muy digno de toda veneración, nombre que es superior a todos los nombres y que no debía ser pronunciado antes ni ser introducido por los hombres en el mundo. Y por esto dice el evangelista de un modo significativo: "Nombre que le puso el Angel", etc.

Beda
Sus escogidos también se alegran de participar de este nombre en su circuncisión espiritual, porque así como cristianos viene de Cristo, así salvados viene de Salvador, cuyo nombre les ha sido concedido por el Señor, no sólo antes de ser concebidos en el seno de la Iglesia por la fe, sino aun antes de todos los siglos.