martes, 31 de diciembre de 2013

PELICULA COMPLETA: Fátima. El día 13.

Un Milagro en Fátima (The 13th Day, en el original en inglés, es una película cinematográfica de 2009, dirigida por los hermanos Ian y Dominic Higgins, que relata la historia de la más famosa aparición mariana del Mundo católico: La de Nuestra Señora de Fátima. Esta película vuelve a crear los épicos e increíbles eventos marianos que tuvieron lugar en Fátima, Portugal, presenciados por tres pequeños pastorcitos portugueses, Lúcia de Santos y sus primos Jacinta y Francisco Marto. La película presenta una gran peculiaridad: es que transcurre toda a negro y blanco, aunque se altere para colores en los momentos en que aparece a Santíssima Virgem Maria o cuando se concretiza el Milagro del Sol. Fue presentada a 13 de Mayo de 2009 en el Festival Internacional de Cine de Cannes.
Elenco Actor/Actriz Personaje
Jane Lesley Maria de Santos (madre de Lucía de Santos)
Michael D'Cruce António de Santos (padre de Lucía de Santos)
Kelley Costigan Olympia de Jesus (madre de Jacinta y Francisco Marto)
Tarek Merlin Artur de Oliveira Santos

domingo, 29 de diciembre de 2013

DESCARGAR LIBRO: Año Litúrgico - Tomo II - Septuagésima Cuaresma Pasión - Dom Prosper Guéranger

DESCARGAR LIBRO: Año Litúrgico - Tomo II - Dom Prosper Guéranger


DESCARGAR LIBRO: El Año Litúrgico, a diferencia de otros trabajos simplemente eruditos y de mera cultura, es una exposición doctrinal y piadosa del culto católico y de sus ritos sagrados, escrita con sumo  entusiasmo y con entrañable amor a Dios, a Jesucristo, a su Iglesia y a sus Santos. El Año Litúrgico es el mejor comentario de la Misa y del Oficio divino por su solidez y piedad, por la abundancia de ideas, por la claridad de la exposición, por el fervor y la unción de sus páginas. Por eso tuvo tanta aceptación y logró hacer tanto bien a las almas, hasta el punto de que un enemigo de la Iglesia llegó a escribir esta frase: "He aqui una obra que hará tanto mal (a la impiedad, se entiende) como bien han hecho los cuentos de Voltaire."
El valor doctrinal de sus páginas es inmenso. Todos los misterios y Fiestas litúrgicas se exponen conforme a las enseñanzas de los Santos Padres y de la Teología, y con frecuencia los textos litúrgicos vienen a ser la ilustración de la exposición dogmática del Misterio. Pero además, cada día, cada tiempo litúrgico, esta obra ofrece al cristiano los elementos de su oración de la mañana y de la noche, para prepararse a la Comunión, para la acción de gracias y para la meditación. De esta manera este libro encierra una suma de enseñanzas que poco a poco van penetrando en el alma. El lector en los diversos tiempos y festividades litúrgicas y la van despegando y libertando de todo naturalismo y laicismo individual e independiente, hasta dejarla empapada de una doctrina y piedad netamente católicas que operan en ella el saludable sentire cum Ecclesia.
Prosper Guéranger
Prosper-Louis-Pascal Guéranger (Sablé-sur-Sarthe, 4 de abril de 1805 – Solesmes, 30 de enero de 1875) fue un sacerdote francés, restaurador y abad del priorato benedictino de Solesmes, y fundador de la Congregación de Francia de la Orden de San Benito.

Biografía

Nació en las cercanías de la antigua abadía benedictina de Solesmes, secularizada en 1790 durante la Revolución francesa. Influenciado por el ultramontanismo de Félicité Robert de Lamennais, en 1822 decide entrar en el seminario, donde se apasionó en el estudio de la patrística, y el 7 de octubre de 1827 es ordenado sacerdote en Tours y nombrado canónigo del capítulo catedralicio.

Contra el uso del clero galicano, empezó a seguir para sus oficios el Misal Romano, convirtiéndose en el inspirador del movimiento francés de restauración litúrgica.

El 11 de julio de 1833, con el consentimiento del obispo de Le Mans, adquirió el viejo priorato de Solesmes y se trasladó con tres compañeros, restaurando así la orden benedictina en Francia.

En 1837 se trasladó a Roma y el 26 de julio emitió los votos solemnes en la abadía de San Paolo Fuori le Mura. El 1 de septiembre obtiene del papa Gregorio XVI un breve apostólico con el cual quedaba fundada la Congregación de Francia de la Orden de San Benito, heredera de las suprimidas congregaciones de Cluny, de San Mauro y de los Santos Vitón e Idulfo.

Solesmes se convierte en abadía madre de la congregación y Guéranger es nombrado primer superior general.

En 1860, durante una investigación llevada a cabo por la Santa Sede para encontrar el mejor modo de condenar los "errores modernos" y en especial el liberalismo político, el abad Guéranger envió una respuesta que, entre otras de importantes eclesiásticos de Francia y de Bélgica, fue la base de una primera lista de errores. Esta lista fue la base sobre la que se empezó a trabajar en lo que luego será el Syllabus.1

Entre sus escritos más importantes cabe recordar Instituciones litúrgicas (1840-1851) y El año litúrgico (1841-1866).


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FSSPX Distrito Sudamérica - Llamamiento del Padre Bouchacourt a participar en la Cruzada de Rosario convocada por Mons. Fellay



 ¡ADELANTE CON LA CRUZADA!


    “La Santísima Virgen, en estos últimos tiempos en los que vivimos, ha dado una eficacia nueva al rezo del rosario. De tal manera que ahora no hay problema, por más difícil que sea, ya sea temporal o, sobre todo, espiritual, ora se refiera a la vida personal de cada uno de nosotros, de nuestras familias del mundo o de las comunidades religiosas, o al bien de los pueblos y naciones; no hay problema, repito, por más difícil que sea, que no podamos resolver con el rezo del santo rosario. Con el santo rosario nos salvaremos, nos santificaremos, consolaremos a Nuestro Señor y obtendremos la salvación de muchas almas. Finalmente, (el otro medio que salvará al mundo es) la devoción al Inmaculado Corazón de María, nuestra Santísima Madre, considerándola como la sede de la misericordia, de la bondad y del perdón, y la puerta más segura para entrar al cielo”.(1)

    Estas palabras de Sor Lucía, la vidente de Fátima, nos llaman a responder generosamente a la nueva cruzada convocada por Mons. Fellay, Superior General de la Fraternidad San Pío X. En efecto, desgraciadamente la jerarquía de la Iglesia parece estar como anestesiada, hipnotizada, enceguecida, paralizada y favoreciendo la apostasía que se extiende por todo el mundo. Sor Lucía hacía esta comprobación: “No esperemos que de Roma venga un llamado a la penitencia del Santo Padre; tampoco esperemos que provenga de nuestros obispos en sus diócesis ni de las congregaciones religiosas. ¡No! Nuestro Señor ya se ha servido muy a menudo de estos medios y el mundo no le ha prestado atención. Por eso es necesario que cada uno de nosotros comience por sí mismo su propia reforma espiritual. Cada uno debe salvar no sólo su alma sino también todas las almas que Dios ha puesto en su camino”(2)

    La Fraternidad San Pío X, a pedido de su Superior General, quiere responder a la llamada instante del Corazón Inmaculado de María, último recurso en estos tiempos difíciles. Como David frente a Goliat, animados de un profundo amor a las almas y a la Iglesia, junto a todos los hombres y mujeres de buena voluntad, por medio de esta cruzada queremos suplicar que el Corazón Inmaculado venga a socorrernos.

    Queremos que el Papa restaure la santa Tradición en la Iglesia: ¡recemos el rosario!

    Queremos santos obispos, santos sacerdotes, santas vocaciones religiosas y sacerdotales: ¡recemos el rosario!

    Queremos que Dios bendiga las obras de la Tradición, nuestras familias, nuestras comunidades, nuestras capillas, y que las guarde en la unidad de la verdad: ¡recemos el rosario!

    Queremos salvar nuestras almas, las de nuestros seres queridos y la conversión de los pecadores: ¡recemos el rosario!

    Queremos el triunfo del Corazón Inmaculado de María a través de la consagración de Rusia: ¡recemos el rosario!


    Estas intenciones, caras a todo católico, están comprendidas en la convocatoria a esta cruzada de rosarios.

    Como dijo Sor Lucía, tengamos confianza en la eficacia del rezo cotidiano del rosario pedido por Nuestra Señora durante cada una de sus apariciones en Fátima.

    Al rosario, como nos invita Mons. Fellay, añadamos la penitencia, sobre todo en lo que se refiere al cumplimiento de nuestro deber de estado “en unión con el Santo Sacrificio de la Misa”, que nos hará agradables a Dios y atraerá su mirada misericordiosa sobre nuestra angustia. A vista humana el futuro de la Iglesia y del mundo parece muy sombrío; pero con la ayuda de Dios y del Corazón Inmaculado de María, la santa esperanza no puede abandonarnos. Esta cruzada también reafirmará nuestra fe y nuestra caridad. Estando al alcance de todos, ¡a todos les concierne! No prestemos oídos a los disconformes de siempre y a los desesperados, que con su celo amargo hacen el juego a los enemigos de la Iglesia y de la Tradición.

    Con coraje, grandes y pequeños, respondamos todos con generosidad a esta cruzada desde el 1º de enero hasta el día de Pentecostés, por el honor de Dios, el de su Santa Madre, por el bien de la Santa Iglesia y de las almas. ¡Que Dios los bendiga!


Padre Christian Bouchacourt
Superior de Distrito de América del Sur

    NOTAS:
    (1) Entrevista de Sor Lucía con el Padre Fuentes, 26 de diciembre de 1957.
    (2) Ibid.

Cruzada del Rosario 2014 FSSPX

OBJETIVO: CINCO MILLONES DE ROSARIOS
1) Para implorar una protección especial del Corazón Inmaculado de María sobre las obras de la Tradición.
2) Por el retorno de Roma a la Tradición católica.
3) Por el triunfo del Corazón Inmaculado de María mediante la consagración de Rusia.
 
MEDIOS
1) Oración y penitencias pedidos en Fátima.
2) Santificación por el deber de estado.
3) Espíritu de sacrificio en unión al Santo Sacrificio de la Misa.
 
PARA PARTICIPAR DE ESTA CRUZADA
Deje el detalle de sus Rosarios en su centro de Misa, o bien escríbanos dejándonos sus coronas a la siguiente dirección de correo electrónico:
 
Descargue aquí sus planillas para los seis meses de la Cruzada
 
 

miércoles, 25 de diciembre de 2013

DESCARGAR LIBRO: Año Litúrgico - Tomo I - De Adviento a Navidad - Dom Prosper Guéranger





DESCARGAR LIBRO: Año Litúrgico - Tomo I - Dom Prosper Guéranger


DESCARGAR LIBRO: El Año Litúrgico, a diferencia de otros trabajos simplemente eruditos y de mera cultura, es una exposición doctrinal y piadosa del culto católico y de sus ritos sagrados, escrita con sumo  entusiasmo y con entrañable amor a Dios, a Jesucristo, a su Iglesia y a sus Santos. El Año Litúrgico es el mejor comentario de la Misa y del Oficio divino por su solidez y piedad, por la abundancia de ideas, por la claridad de la exposición, por el fervor y la unción de sus páginas. Por eso tuvo tanta aceptación y logró hacer tanto bien a las almas, hasta el punto de que un enemigo de la Iglesia llegó a escribir esta frase: "He aqui una obra que hará tanto mal (a la impiedad, se entiende) como bien han hecho los cuentos de Voltaire."
El valor doctrinal de sus páginas es inmenso. Todos los misterios y Fiestas litúrgicas se exponen conforme a las enseñanzas de los Santos Padres y de la Teología, y con frecuencia los textos litúrgicos vienen a ser la ilustración de la exposición dogmática del Misterio. Pero además, cada día, cada tiempo litúrgico, esta obra ofrece al cristiano los elementos de su oración de la mañana y de la noche, para prepararse a la Comunión, para la acción de gracias y para la meditación. De esta manera este libro encierra una suma de enseñanzas que poco a poco van penetrando en el alma. El lector en los diversos tiempos y festividades litúrgicas y la van despegando y libertando de todo naturalismo y laicismo individual e independiente, hasta dejarla empapada de una doctrina y piedad netamente católicas que operan en ella el saludable sentire cum Ecclesia.


Prosper Guéranger

Prosper-Louis-Pascal Guéranger (Sablé-sur-Sarthe, 4 de abril de 1805 – Solesmes, 30 de enero de 1875) fue un sacerdote francés, restaurador y abad del priorato benedictino de Solesmes, y fundador de la Congregación de Francia de la Orden de San Benito.

Biografía

Nació en las cercanías de la antigua abadía benedictina de Solesmes, secularizada en 1790 durante la Revolución francesa. Influenciado por el ultramontanismo de Félicité Robert de Lamennais, en 1822 decide entrar en el seminario, donde se apasionó en el estudio de la patrística, y el 7 de octubre de 1827 es ordenado sacerdote en Tours y nombrado canónigo del capítulo catedralicio.

Contra el uso del clero galicano, empezó a seguir para sus oficios el Misal Romano, convirtiéndose en el inspirador del movimiento francés de restauración litúrgica.

El 11 de julio de 1833, con el consentimiento del obispo de Le Mans, adquirió el viejo priorato de Solesmes y se trasladó con tres compañeros, restaurando así la orden benedictina en Francia.

En 1837 se trasladó a Roma y el 26 de julio emitió los votos solemnes en la abadía de San Paolo Fuori le Mura. El 1 de septiembre obtiene del papa Gregorio XVI un breve apostólico con el cual quedaba fundada la Congregación de Francia de la Orden de San Benito, heredera de las suprimidas congregaciones de Cluny, de San Mauro y de los Santos Vitón e Idulfo.

Solesmes se convierte en abadía madre de la congregación y Guéranger es nombrado primer superior general.

En 1860, durante una investigación llevada a cabo por la Santa Sede para encontrar el mejor modo de condenar los "errores modernos" y en especial el liberalismo político, el abad Guéranger envió una respuesta que, entre otras de importantes eclesiásticos de Francia y de Bélgica, fue la base de una primera lista de errores. Esta lista fue la base sobre la que se empezó a trabajar en lo que luego será el Syllabus.1

Entre sus escritos más importantes cabe recordar Instituciones litúrgicas (1840-1851) y El año litúrgico (1841-1866).


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Evangelio de la Santísima Misa de Aurora


Así que los ángeles se fueron al cielo, se dijeron los pastores unos a otros: Vamos a Belén a ver esto que el Señor nos ha anunciado. Fueron con presteza y encontraron a María, a José y al Niño acostado en un pesebre, y viéndole, contaron lo que se les había dicho acerca del Niño. Y cuantos les oían se maravillaban de lo que decían los pastores. María guardaba todo esto y lo meditaba en su corazón. Los pastores se volvieron alabando y glorificando a Dios por todo lo que habían oído y visto, según se les había dicho.
(Lucas 2:15-20)


et factum est ut discesserunt ab eis angeli in caelum pastores loquebantur ad invicem transeamus usque Bethleem et videamus hoc verbum quod factum est quod fecit Dominus et ostendit nobis et venerunt festinantes et invenerunt Mariam et Ioseph et infantem positum in praesepio videntes autem cognoverunt de verbo quod dictum erat illis de puero hoc et omnes qui audierunt mirati sunt et de his quae dicta erant a pastoribus ad ipsos Maria autem conservabat omnia verba haec conferens in corde suo et reversi sunt pastores glorificantes et laudantes Deum in omnibus quae audierant et viderant sicut dictum est ad illos
(Lucas 2:15-20)

Los miembros de la FSSPX saludan a la Feligrecía por Navidad.


GLORIA IN EXCÉLSIS DEO - Os anuncio un grande gozo.. Os ha nacido el Salvador , que es el Cristo Señor

Os anuncio un grande gozo.. Os ha nacido el Salvador , que es el Cristo Señor

Aconteció, pues, en los días aquellos, que salió un edicto de Cesar Augusto para que se empadronase todo el mundo. Fue este empadronamiento primero que el del gobernador de Siria, Girino. E iban todos a empadronarse, cada uno en su ciudad. José subió de Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David, que se llama Belén, por ser él de la casa y de la familia de David, para empadronarse, con María, su esposa, que estaba encinta. Estando allí se cumplieron los días de su parto, y dio a luz a su hijo primogénito, y le envolvió en pañales, y le acostó en un pesebre, por no haber sitio para ellos en el mesón. Había en la región unos pastores que moraban en el campo y estaban velando las vigilias de la noche sobre su rebaño. Se les presentó un ángel del Señor, y la gloria del Señor los envolvió con su luz, y quedaron sobrecogidos de temor. Díjoles el ángel: No temáis, os anuncio una gran alegría que es para todo el pueblo: Os ha nacido hoy un Salvador, que es el Cristo Señor, en la ciudad de David. Esto tendréis por señal: encontraréis al Niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre. Al instante se juntó con el ángel una multitud del ejército celestial, alabando a Dios, diciendo: “Gloria a Dios en las alturas y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad.”
(Lucas 2:1-14)

factum est autem in diebus illis exiit edictum a Caesare Augusto ut describeretur universus orbis haec descriptio prima facta est praeside Syriae Cyrino et ibant omnes ut profiterentur singuli in suam civitatem ascendit autem et Ioseph a Galilaea de civitate Nazareth in Iudaeam civitatem David quae vocatur Bethleem eo quod esset de domo et familia David ut profiteretur cum Maria desponsata sibi uxore praegnate factum est autem cum essent ibi impleti sunt dies ut pareret et peperit filium suum primogenitum et pannis eum involvit et reclinavit eum in praesepio quia non erat eis locus in diversorio et pastores erant in regione eadem vigilantes et custodientes vigilias noctis supra gregem suum et ecce angelus Domini stetit iuxta illos et claritas Dei circumfulsit illos et timuerunt timore magno et dixit illis angelus nolite timere ecce enim evangelizo vobis gaudium magnum quod erit omni populo quia natus est vobis hodie salvator qui est Christus Dominus in civitate David et hoc vobis signum invenietis infantem pannis involutum et positum in praesepio et subito facta est cum angelo multitudo militiae caelestis laudantium Deum et dicentium gloria in altissimis Deo et in terra pax in hominibus bonae voluntatis
(Lucas 2:1-14)

domingo, 22 de diciembre de 2013

VIDEO: MISA PONTIFICAL CELEBRADA POR MONS. MARCEL LEFEBVRE - FIESTA DE CRISTO REY

MISA PONTIFICAL CELEBRADA POR MONSEÑOR MARCEL LEFEBVRE

Misa Pontifical en la Iglesia de Saint-Nicholas du Chardonnet, celebrada por Mons. Marcel Lefebvre el 28 de octubre de 1990, en ocación del décimo aniversario del Instituto Universitario San Pio X. Se observa a Monseñor Lefebvre en buena forma cuatro meses antes de su muerte acaecída el 25 de marzo de 1991. Podemos escuchar la voz del buen pastor defendiendo la Doctrina de la Realeza Social de Nuestro Señor Jesucristo.

CRUZADA DEL ROSARIO 2014

CRUZADA DEL ROSARIO 2014



sábado, 21 de diciembre de 2013

MILITANCIAS PARALELAS

MILITANCIAS PARALELAS

 
Conviene ver el tema de la militancia a la luz de un problema serio que, en términos generales, llamamos revolución o subversión cultural. La revolución cultural es como un castillo (símil de nuestra propia alma) que ha sido tomado, vencido, y gobernado por el enemigo quien ingresó allí en un caballo de Troya.
 
El ideal revolucionario tiene claras estrategias y métodos, todos en plena vigencia y utilización —vinculados a medios de comunicación, educación, lenguaje, sentido común— pero tiene sobre todo un claro fin que es ganar nuestra alma. 
 
Y aquí ya empiezan las distinciones: ganar nuestra alma, sí, pero sin que ella sea arrebatada, sino que seamos nosotros quienes  se la entreguemos. Podemos pensar con categorías anticristianas, aún sin saberlo.
 
Es el ideal revolucionario metido en nuestro propio corazón, en nuestra manera de pensar, en nuestros afectos, en nuestros criterios.  Es como un cambio desde adentro.  La revolución cultural logra, como dice Gambra, una rendición sin lucha.
 
La revolución cultural anticristiana ha mantenido en claro que la principal guerra es espiritual, por las almas, por el poder del mundo.  Es una guerra de fondo, pero cambiando las armas, las estrategias, el escenario. Es la que nos puede hacer practicar el mal, creyendo que hacemos el bien. Porque hace que obremos, sintamos, pensemos como quiere la ideología, pero desde adentro, como programados.
 
Es razonable desconfiar de las propias categorías mentales y acá es donde cobra más fuerza aún la guía de los maestros.
 
La traición al verbo, la perversión del lenguaje, el no llamar a las cosas por su nombre tiene una raíz teológica, pero también es una de las principales estrategias de la revolución. La revolución anticristiana ha arrebatado el sentido de las palabras dejando el sonido. Han violado sistemáticamente las palabras. ¿Qué significa amor, paz, autoridad, política, en los labios de un revolucionario?
 
En la concesión liviana al sentido pervertido de las palabras hay o puede haber ya un indicio de que la revolución se nos está ganando en el alma. Hablamos como pensamos, pero vamos pensando como hablamos. El lenguaje es, en la revolución, el modo privilegiado de manipulación del pensamiento. Nosotros hemos aceptado las reglas de juego, hablamos el lenguaje del enemigo (como si las palabras fueran etiquetas). Una de esas palabras es militancia.
 
El marxismo usa el término militancia, apelando extrañamente a un lenguaje castrense. Mostrando una vez más una contradicción evidente, predican el desorden pero están perfectamente alineados (en todos los sentidos), repudian las armas pero están repletos de artillería, desprecian el lenguaje militar pero hablan de formación, de comandante, de lucha, de militancia. Existe entonces una distinción que es urgente hacer, y un término que es preciso rescatar: militancia.
 
Como los pedagogos recomiendan dar ejemplos, vamos a hacer, a efectos didácticos, un breve paralelismo en torno a este término, o —mejor dicho— un breve antagonismo, entre el verbo y su caricatura. Este paralelismo intenta ser riguroso en lo doctrinario y no un mero juego de contraposiciones. Distingamos entonces, para reconocer la verdadera militancia, entre Los caballeros de Cristo y los pibes de La Cámpora.
 
1) El camporista se apoya en una base dialéctica, marxista, piquetera; la serenidad y el orden le resultan insoportables. Crece y se desarrolla sobre el conflicto y la contradicción. El militante cristiano distingue paz de pacifismo, ama y anhela la paz, pero sabe que no hay paz sin orden ni justicia. El militante marxista milita porque busca el desorden, el choque, la oposición. Todo esto es principio y fundamento del movimiento marxista. El militante cristiano combate porque añora y ama la paz, la paz verdadera.
 
2) La Cámpora trabaja para el orden social marxista, o el desorden social marxista, es decir su meta es Cuba o Venezuela. Los soldados de Cristo trabajamos para el Reino, nuestro anhelo es la Cristiandad y al fin de cuentas el Banquete Celestial. El socialista habla del cielo (si le conviene, como el saludo cristínico al Papa) para afirmarse en la tierra.  El soldado cristiano trabaja en la tierra para ganarse un lugar en el cielo.
 
3) El pibe de La Cámpora cree que hacer política es ganar elecciones esencialmente fraudulentas, perpetuarse en el poder, manipular al hombre de bien, disponer de fondos. Para el militante cristiano, hacer política es procurar  el bien común natural, y ordenarlo al bien común sobrenatural.
 
4) Para La Cámpora, militar es acumular poder, torcer voluntades, manipular decisiones, recibir medallas y doctorados. Para el cristiano militar es servir, la jefatura es servicio, el señorío es humillarse al último lugar para el reconocimiento y al primero para los riesgos y la contienda. Por eso, modelo de militante marxista es N. K. con fama de cobarde desde la década del ‘70 y repudiado hasta por los mismos montoneros coherentes. Y modelo de militante cristiano es el Perro Cisneros o el Teniente Estévez, muertos por ocupar libremente el primer lugar en el puesto de combate.
 
5) El pragmatismo y el testimonio. El militante marxista cifra su acción en el pragmatismo como fin último y por eso es maquiavélico. La ideología debe imponerse, como sea. El militante cristiano sabe que su acción es esencialmente testimonial, que no se trata de vencer sino al menos de combatir, que el enemigo no se mide por la cantidad sino por la maldad que representa y encarna. El camporista dice que hay que llegar al poder y mantenerse en él, cueste lo que costare. El militante cristiano dice que hay que salvar el alma, cueste lo que costare. Decía al respecto Santiago de Estrada: La pureza del caballero es un requisito para participar del Misterio y su fortaleza es el fruto de tal participación. La Sangre es ineludiblemente uno de los elementos que dan testimonio de la Verdad.
 
6) Se combate por dinero (o algún equivalente) o por amor. El honor de Cristo Rey no puede tener precio, o en todo caso, el precio es nuestra vida. ¿O le vamos a dar menos? El militante cristiano debe preguntarse antes de salir, por qué y por Quién. El camporista se pregunta por cuánto, porque sus amores tienen precio y condición. La prostitución generalizada en la que vivimos no se soluciona  cerrando solamente los prostíbulos.
 
7) El camporista cree que militar es sobornar masas, recolectar aplausos y llenar micros, todo en un frenético activismo. El militante cristiano sabe que en cada amanecer lo espera el combate más duro y el primero que es el interior. El camporista tiene un insuperable perfil histriónico. Valga como simple ejemplo el desempeño de la principal camporista: ella. El militante cristiano percibe a cada momento la gravedad del vencerse a sí mismo. Y por eso entiende la militancia con temor y temblor, porque sabe que en el silencio, frente a Dios, se libran los combates más duros.
 
8) Base social y demagógica o  teológica y mistérica. No se es militante porque despreciables urnas de este sistema perverso unjan al elegido ni porque el pueblo amorfo, fruto del liberalismo, lo aclame. Se es militante porque no hay paz sobre la tierra hasta que Cristo reine, se es militante porque al salir el sol entrarás en un campo de batalla, como decía Marechal; en fin, se es militante porque como dice la Palabra Divina, milicia es la vida del hombre sobre la tierra. Para el camporista la militancia viene por unción popular, para el cristiano por mandato divino.
 
9) El camporista levanta la bandera ideologizada de los derechos humanos. Bandera que ha resultado muy redituable económicamente, un excelente medio para la revolución cultural y el modo marxista de perpetuarse en el poder. El militante cristiano levanta la bandera de los derechos divinos. Hoy más que nunca, Dios es el gran ofendido, Nuestro Señor, como otro viernes santo, es el Gran Ultrajado. Y si bien con un soplo reduciría a polvo a los infames ha querido necesitar de nuestros brazos para el combate.
 
Guerrea por el Señor y el Señor guerreará por ti. Somos nosotros los que tenemos el tesoro de la verdad.  ¿Cómo dueños? No, como testigos. ¿Cómo dueños?  No, más que eso. Como hijos. Por eso, insistimos, no entregamos nada, ni los términos. O dicho mejor, no entregamos nada, empezando por el verbo.
 
Jordán Abud
 Tomado de Cabildo, por la Nación contra el Caos...

jueves, 19 de diciembre de 2013

ADVERTENCIA DE LEÓN XIII SOBRE EL LENGUAJE DE LOS CATÓLICOS


“No se puede aprobar en los escritos de los católicos un lenguaje que, inspirándose en un espíritu de malsanas novedades, parece ridiculizar la piedad de los fieles y que habla de orden nuevo, de nueva vida cristiana,de nuevas doctrinas de la Iglesia,de nuevas necesidades del alma cristiana, de nueva vocación social del clero, de nuevo humanismo cristiano y de otras cosas del mismo género”

(Istruzione dalla Sacra Congregazione degli Affari Ecclesiastici Straordinari sulla azione popolare cristiana e democrático-cristiana in Italia,27 de enero de 1902)

Evangelii Gaudium – Dolor Fidelium “La alegría del Evangelio”, el dolor de los fieles. - R.P. Franz Schmidberger

Evangelii Gaudium – Dolor Fidelium
“La alegría del Evangelio”,
el dolor de los fieles

 

       Para concluir el año de la Fe, el Santo Padre, el Papa Francisco, publicó la Exhortación apostólica “Evangelii Gaudium” sobre la predicación del Evangelio en el mundo de hoy. Debido a su extensión –289 puntos–, este documento requiere de parte del lector y del teólogo un gran esfuerzo para estudiarlo correctamente. Se hubiera podido decir más con menos palabras. Las siguientes líneas tratarán de proporcionar un primer resumen de la obra, seguramente incompleto.
I
1) La ocasión del documento es el Sínodo de los obispos que se llevó a cabo el año pasado desde el 7 hasta el 28 de octubre, sobre el tema de la nueva evangelización: “Acepté con gusto el pedido de los Padres sinodales de redactar esta Exhortación” (nº 16). Al mismo tiempo este documento fue presentado por el nuevo pontífice como una suerte de directorio. Esta doble finalidad y la prolijidad del Papa tienen por consecuencia que este documento no presenta estructuras claras. Le falta precisión, rigor y claridad. Así por ejemplo, se dedica un largo pasaje a la situación económica del mundo contemporáneo y un poco más adelante se destaca la importancia de la predicación, llegando a proporcionar los detalles de su preparación. Varias veces se plantea la cuestión de la descentralización de la Iglesia; a su vez se tratan abundantemente las cuestiones ecuménicas e interreligiosas. El documento, además, no está desprovisto de contradicciones: el Papa precisará de este modo que no se trata de una encíclica social, pero seguidamente se exponen las condiciones económicas siguiendo un modelo similar al que usaron las encíclicas de los Papas anteriores.
2) El Papa Francisco habla de la Iglesia como si, hasta el día de hoy, no hubiera transmitido el Evangelio o lo hubiera hecho de una manera imperfecta. Él lamenta una actitud despreocupada, letárgica y cerrada. Esta reprimenda constante nos toca y genera disgusto. Se tiene la impresión de que, hasta ahora, pocas cosas se hicieron para la transmisión de la fe y del Evangelio. Sus comentarios siempre van acompañados de una referencia a su propia persona. El uso de la primera persona del singular (yo) se encuentra nada menos que 184 veces en el documento, y no se cuentan las palabras “mi” o “mí”. La palabra de Dios en el Apocalipsis se presenta casi automáticamente a nuestra mente: “Ecce nova facio omnia: He aquí que yo renuevo todas las cosas” (Apoc. 21, 5).
3) El documento encierra sin duda varias consideraciones positivas, que no se pueden silenciar. Mencionemos algunas:
En el nº 7 se dice: “la sociedad tecnológica ha logrado multiplicar las ocasiones de placer, pero encuentra muy difícil engendrar la alegría”. ¡Cuánto acierto en esta comprobación!
En el nº 22 se lee: “La Palabra tiene en sí una potencialidad que no podemos predecir. El Evangelio habla de una semilla que, una vez sembrada, crece por sí sola también cuando el agricultor duerme (cf. Mc 4,26-29).” La acción de la gracia supera, efectivamente, todos los cálculos humanos.
En el nº 25 se recuerda que “Ya no nos sirve una simple administración”. ¡Dios quiera que los obispos y los sacerdotes valoren esta palabra y abandonen las comisiones, los comités, los foros y la vasta burocracia para obrar en verdaderos teólogos y pastores!
El nº 37 nos ofrece un hermosísimo párrafo, con una larga cita de la Suma teológica de Santo Tomás de Aquino. No podemos dejar de citar ese punto en su integralidad: “Santo Tomás de Aquino enseñaba que en el mensaje moral de la Iglesia también hay una jerarquía, en las virtudes y en los actos que de ellas proceden (S. Th. I-II, q. 66, a. 4-6). Allí lo que cuenta es ante todo «la fe que se hace activa por la caridad» (Gálatas 5, 6). Las obras de amor al prójimo son la manifestación externa más perfecta de la gracia interior del Espíritu: «La principalidad de la ley nueva está en la gracia del Espíritu Santo, que se manifiesta en la fe que obra por el amor» (S. Th. I-II, q. 108, a. 1). Por ello explica que, en cuanto al obrar exterior, la misericordia es la mayor de todas las virtudes: «En sí misma la misericordia es la más grande de las virtudes, ya que a ella pertenece volcarse en otros y, más aún, socorrer sus deficiencias. Esto es peculiar del superior, y por eso se tiene como propio de Dios tener misericordia, en la cual resplandece su omnipotencia de modo máximo»” (S. Th. II-II, q. 30, a. 4.; cf. ibid. q. 40, a.4, ad 1.).”
En el nº 42 el Papa insiste sobre el hecho que la predicación debe, antes que nada, tocar los corazones: “Por ello, cabe recordar que todo adoctrinamiento ha de situarse en la actitud evangelizadora que despierte la adhesión del corazón con la cercanía, el amor y el testimonio.”
Del nº 52 hasta el nº 76, trata de los aspectos económicos y pone de manifiesto puntos interesantes. Se condena fuertemente el capitalismo desenfrenado, que no es sino “el resultado de una reacción humana frente a la sociedad materialista, consumista e individualista” (nº 63). “El individualismo posmoderno y globalizado favorece un estilo de vida que debilita el desarrollo y la estabilidad de los vínculos entre las personas, y que desnaturaliza los vínculos familiares” (nº 67). Y el Papa concluye en el nº 69 que es imperativo “evangelizar las culturas para inculturar el Evangelio”, es decir que el Evangelio debe arraigarse en la sociedad y en la vida de los pueblos. Pero ¿por qué no habla allí, como lo hicieron sus predecesores antes del Concilio Vaticano II, del Estado católico y de la sociedad cristiana, que se presentaban como frutos de la fe católica, y también, por una consecuencia lógica, como una protección de esa fe? ¿Quizás hubiéramos esperado que además de estos lamentos legítimos sobre la economía actual, se haga referencia a “Quadragesimo anno” del Papa Pío XI, para señalar los principios conduciendo a las condiciones económicas justas?
El nº 66 plantea el tema de la familia, pero omite recordar que el matrimonio es la unión indisoluble entre un hombre y una mujer, mientras que la moda actual de las uniones libres y la reivindicación de la comunión para los divorciados-vueltos a casarse, lo hubiera reclamado. Asimismo, se hubiera esperado que una mayor atención se prestase a la familia cristiana en el documento papal, puesto que por medio de ella se realiza la transmisión del Evangelio de generación en generación.
En los nº78 y 79, el Papa describe con lucidez la vida espiritual de los años posconciliares: “Hoy se puede advertir en muchos agentes pastorales, incluso en personas consagradas, una preocupación exacerbada por los espacios personales de autonomía y de distensión, que lleva a vivir las tareas como un mero apéndice de la vida, como si no fueran parte de la propia identidad. (…) Así, pueden advertirse en muchos agentes evangelizadores, aunque oren, una acentuación del individualismo, una crisis de identidad y una caída del fervor. Son tres males que se alimentan entre sí. La cultura mediática y algunos ambientes intelectuales a veces transmiten una marcada desconfianza hacia el mensaje de la Iglesia y un cierto desencanto. Como consecuencia, aunque recen, muchos agentes pastorales desarrollan una especie de complejo de inferioridad que les lleva a relativizar u ocultar su identidad cristiana y sus convicciones.” ¡Los servidores de la Iglesia deberían tomar las armas del Espíritu y creer en la eficacia y la fecundidad de todos los medios que Cristo puso en manos de su Iglesia: la oración, la predicación integral de la fe, la administración de los sacramentos, la celebración del Santo Sacrificio de la Misa, la adoración del Santísimo Sacramento del altar! En lugar de eso, sucumben a “la conciencia de derrota que (los) convierte en pesimistas quejosos y desencantados con cara de vinagre. Nadie puede emprender una lucha si de antemano no confía plenamente en el triunfo. El que comienza sin confiar perdió de antemano la mitad de la batalla y entierra sus talentos. Aun con la dolorosa conciencia de las propias fragilidades, hay que seguir adelante sin declararse vencidos, y recordar lo que el Señor dijo a San Pablo: «Te basta mi gracia, porque mi fuerza se manifiesta en la debilidad» (2 Co 12,9). El triunfo cristiano es siempre una cruz, pero una cruz que al mismo tiempo es bandera de victoria, que se lleva con una ternura combativa ante los embates del mal.” (nº 85)
El nº 104 tiene particular relevancia, puesto que reafirma que el sacerdocio, como signo de Cristo-Esposo, es reservado a los hombres: “El sacerdocio reservado a los varones, como signo de Cristo Esposo que se entrega en la Eucaristía, es una cuestión que no se pone en discusión.”
En el nº 112 se pone de manifiesto la gratuidad de la gracia y de la obra de la Redención: “La salvación que Dios nos ofrece es obra de su misericordia. No hay acciones humanas, por más buenas que sean, que nos hagan merecer un don tan grande. Dios, por pura gracia, nos atrae para unirnos a sí.” En el punto siguiente se recuerda muy atinadamente que la salvación no es un asunto individual: “Nadie se salva solo, esto es, ni como individuo aislado ni por sus propias fuerzas.” El hombre, por consiguiente, se salva en la Iglesia y por la Iglesia, o no se salva.
En el nº 134 se subraya la importancia de las universidades y de las escuelas católicas por la predicación de la fe y del Evangelio. Se puede deplorar, sin embargo, la poca cantidad de renglones dedicados a esas obras.
El nº 214 se opone al asesinato del niño por nacer, viviendo todavía en el seno materno. Lamentablemente el Papa no se refiere de ninguna manera a la injustica cometida contra Dios, y por eso tampoco al orden natural ni a los mandamientos, sino sólo al valor de la persona humana.
En el nº 235 se enumeran sanos principios para luchar contra el individualismo: “El todo es más que la parte, y también es más que la mera suma de ellas.” El párrafo entero tiene como título: “El todo es superior a la parte.” Desarrollar el tema del bien común en ese lugar hubiera ciertamente podido hacer mucho bien. Lamentablemente no es el caso.
En el nº 267 se describe admirablemente el entusiasmo misionero y la actividad apostólica: “Unidos a Jesús, buscamos lo que Él busca, amamos lo que Él ama. En definitiva, lo que buscamos es la gloria del Padre; vivimos y actuamos «para alabanza de la gloria de su gracia» (Ef 1,6). Si queremos entregarnos a fondo y con constancia, tenemos que ir más allá de cualquier otra motivación. Éste es el móvil definitivo, el más profundo, el más grande, la razón y el sentido final de todo lo demás. Se trata de la gloria del Padre que Jesús buscó durante toda su existencia.”
II
Bonum ex integra causa, malum ex quocumque defectu, nos dice el clásico principio de moral. El bien proviene de cierta integridad, mientras que, por el contrario, si alguna parte esencial de una cosa es mala, el conjunto es malo. Las hermosas partes del documento papal, que nos alegraron, no pueden impedirnos comprobar la firme voluntad de realizar el Concilio Vaticano II no sólo según la letra, sino también según el espíritu. La trilogía Libertad religiosa – Colegialidad – Ecumenismo que, según las palabras de Mons. Lefebvre, corresponde al lema de la Revolución francesa: Libertad – Igualdad – Fraternidad, se encuentra desarrollada de una manera sistemática.
1) Primero en los nº 94 y 95, se reprimenda a los fieles de la Tradición, y hasta se los acusa de neo-pelagianismo: “Es una supuesta seguridad doctrinal o disciplinaria que da lugar a un elitismo narcisista y autoritario, donde en lugar de evangelizar lo que se hace es analizar y clasificar a los demás, y en lugar de facilitar el acceso a la gracia se gastan las energías en controlar… Ni Jesucristo ni los demás interesan verdaderamente… En algunos hay un cuidado ostentoso de la liturgia, de la doctrina y del prestigio de la Iglesia, pero sin preocuparles que el Evangelio tenga una real inserción en el Pueblo fiel de Dios y en las necesidades concretas de la historia.”
¿Cómo puede el Papa pensar esto? ¿Acaso no muestra precisamente lo contrario el dinamismo de los fieles católicos arraigados en la fe? Sin hablar de nuestra Fraternidad, ¿acaso se ven a los Franciscanos de la Inmaculada, una joven congregación misionera floreciente, que se encuentra ahora gravemente mutilada –si no destruida– por la intervención brutal del Vaticano? El documento añade después: “Así, la vida de la Iglesia se convierte en una pieza de museo o en una posesión de pocos.”
Según señalamos más arriba, se hace una simple alusión –en una sola oración– a las escuelas católicas, instrumentos importantes de recristianización. Estos establecimientos son precisamente para nosotros un medio de transmitir el Evangelio. En nuestra Fraternidad tenemos la alegría de abrir nuevas escuelas todos los años.
2) En este documento falta verdaderamente el sentido de la realidad, lo cual acarrea la ilusión de que la verdad vencerá por sí misma al error. Esta perspectiva se apoya sobre la parábola de buen grano y de la cizaña (nº 225): muestra “cómo el enemigo puede ocupar el espacio del Reino y causar daño con la cizaña, pero es vencido por la bondad del trigo que se manifiesta con el tiempo.” Tal interpretación es un contrasentido respecto de la parábola y una falsificación del Evangelio.
La falta de realismo se ve asimismo en el nº 44, en el cual se exhorta a los sacerdotes a no hacer del confesionario “una sala de torturas”. Si bien tales excesos existieron efectivamente por allí o por allá a lo largo de la historia de la Iglesia, ¿dónde se ven hoy en día? ¿No hubiera sido mejor añadir un capítulo sobre la confesión –mencionando sus aspectos de liberación del pecado, emancipación de la culpabilidad y reconciliación con Dios–, como punto culminante de la nueva evangelización y de la renovación interior de las almas?
Tal ingenuidad –que no es sino un cuestionamiento del pecado original, o por lo menos de sus consecuencias en las almas y en la sociedad– se manifiesta asimismo en el nº 84, en el cual se cita el discurso de apertura del Concilio Vaticano II, discurso lleno de ilusiones, del Papa Juan XXIII: “Nos parece justo disentir de tales profetas de calamidades, avezados a anunciar siempre infaustos acontecimientos, como si el fin de los tiempos estuviese inminente… No ven en los tiempos modernos sino prevaricación y ruina.” Lamentablemente los años posconciliares dieron la razón a los “profetas de calamidades”.
3) Resulta muy extraña la observación hecha en el nº 129, según la cual no se debe pensar que “el anuncio evangélico deba transmitirse siempre con determinadas fórmulas aprendidas, o con palabras precisas que expresen un contenido absolutamente invariable.” Esto nos recuerda inevitablemente la doctrina de la evolución de los dogmas, tal como la defienden los modernistas y tal como ha sido expresamente condenada por el Papa San Pío X en el juramento antimodernista.
Dicha actitud evolucionista se revela también a propósito de la Iglesia y de sus estructuras. La primera parte del capítulo 1 del documento lleva como título “la transformación misionera de la Iglesia”. Se presenta al Concilio Vaticano II como el garante de la apertura de la Iglesia a una reforma permanente, puesto que “hay estructuras eclesiales que pueden llegar a condicionar un dinamismo evangelizador” (nº 26).
4) El nº 255 habla de la libertad religiosa como un derecho fundamental del hombre. El Papa menciona allí a Benedicto XVI, su predecesor en la Sede de Pedro, con las siguientes palabras: (la libertad religiosa) “incluye la libertad de elegir la religión que se estima verdadera y de manifestar públicamente la propia creencia.” Semejante declaración se opone claramente a la 15ª proposición del “Syllabus” del Papa Pío IX, en la cual se condena esta afirmación: “Todo hombre es libre para abrazar y profesar la religión que juzgue verdadera guiado por la luz de su razón.”
A continuación el nº 255 contradice la doctrina de los Papas desde la Revolución Francesa hasta Pío XII inclusive. El Papa habla de un “sano pluralismo”. ¿Acaso es compatible ese pluralismo con el conocimiento de que el Verbo, segunda Persona del único Dios trinitario verdadero, ha venido al mundo para redimirlo, y que Él es la fuente de todas las gracias y que sólo en Él se encuentra la salvación?
El documento condena también el proselitismo. Hoy en día dicho término se tornó ambiguo. Si se lo comprende como un reclutamiento a favor de la verdadera religión con medios impropios, ciertamente se lo debe rechazar. Sin embargo para la mayoría de nuestro contemporáneos, se considera proselitismo no sólo cualquier actividad misionera sino también cualquier género de reclutamiento o argumentación a favor de la verdadera religión.
5) El concepto de colegialidad desarrollado por el Papa será todavía más funeste para el futuro de la Iglesia. En realidad se debería leer el nº 32 en su integralidad: “Dado que estoy llamado a vivir lo que pido a los demás, también debo pensar en una conversión [“nueva orientación”, en la versión alemana de la exhortación. NdT] del papado.” El Sumo Pontífice menciona allí la encíclica “Ut unum sint”, del Papa Juan Pablo II, en la cual “el Papa Juan Pablo II pidió que se le ayudara a encontrar una forma del ejercicio del primado que, sin renunciar de ningún modo a lo esencial de su misión, se abra a una situación nueva.” Concluye así el Papa Francisco: “Hemos avanzado poco en ese sentido.” ¿Estará decidido, por tanto, a progresar también sobre este punto? Pero ¿cuál es su visión? Lo dice claramente: “Pero este deseo no se realizó plenamente, por cuanto todavía no se ha explicitado suficientemente un estatuto de las Conferencias episcopales que las conciba como sujetos de atribuciones concretas, incluyendo también alguna auténtica autoridad doctrinal.” Según nuestra humilde opinión, una conferencia episcopal nunca puede ser sujeto de una autoridad doctrinal auténtica puesto que no es de institución divina, sino que es solamente una institución plenamente humana, de índole organizacional. El papado en sí es de institución divina, lo mismo cado obispo por sí mismo así como todos los obispos dispersos por el mundo en unión con Pedro, pero no así la conferencia episcopal. Si se prosigue por este camino fatal, la Iglesia se va a desagregar muy rápidamente en Iglesias nacionales.
Leemos en el nº 16: “Tampoco creo que deba esperarse del magisterio papal una palabra definitiva o completa sobre todas las cuestiones que afectan a la Iglesia y al mundo.” Claro que no podemos esperar que la Iglesia tome posición sobre todas las cuestiones, pero los Papas del pasado siempre proporcionaron los principios de acción para la conducta tanto de los individuos como de la sociedad, y esto es lo que actualmente deberíamos esperar de la enseñanza papal. Cristo instituyó a Pedro para que apaciente al rebaño.
6) Llegamos finalmente al ecumenismo, al diálogo ecuménico e interreligioso. El nº 246 habla de la jerarquía de las verdades. Dicho término ambiguo fue previamente utilizado por el Concilio Vaticano II en su decreto sobre el ecumenismo “Unitatis Redintegratio”, en el nº 11. Seguidamente se intentó poner de lado la verdad católica y disimular lo que pudiera ser ocasión de tropiezo para nuestros “hermanos separados”. En 1982 la Congregación de la Fe intervino y declaró que el término de jerarquía de las verdades no quiere decir que una verdad es menos importante que otra, sino que existen verdades de las cuales se deducen otras verdades parciales. Agradecemos esta clarificación. La fe católica, virtud teologal, exige la aceptación de la verdad integral, en razón de Dios que se revela.
Dicha clarificación proporciona, además, un ejemplo del modo según el cual se podrían rectificar las ambigüedades del Concilio Vaticano II, a excepción de los puntos obviamente erróneos.
7) El final del mismo nº 246 nos invita, a nosotros católicos, a aprender de los ortodoxos el significado de la colegialidad episcopal y de la experiencia de la sinodalidad.
Leemos en el nº 247 que la alianza del pueblo judío con Dios nunca fue suprimida. ¿Acaso dicha alianza no era instituida por Dios a fin de preparar su Encarnación salvífica en la persona de Jesucristo? ¿No era ella una sombra y un modelo que debían dejar el lugar a la realidad: umbram fugat veritas? ¿Acaso la antigua alianza no fue reemplazada por la nueva y eterna Alianza realizada en el Santo Sacrificio de Cristo en el Calvario? ¿No se rasgó el velo del templo de arriba hacia abajo en el momento del Sacrificio del Gólgota? Según la declaración de San Pablo en el capítulo XI de la epístola a los Romanos, una gran parte o incluso la totalidad de los Judíos se convertirán al fin de los tiempos. Ahora bien esto sucederá sólo por medio del reconocimiento de Cristo, único Salvador de todos y de cada uno de los individuos, y por la integración en la Iglesia que reúne a paganos y a judíos convertidos. Fuera de Cristo, no existe otro camino de salvación separado para los Judíos. Además la Iglesia ya asimiló desde hace mucho tiempo los valores del judaísmo del Antiguo Testamento. Recordemos especialmente la oración de los salmos y los libros del Antiguo Testamento. No podemos tampoco hablar de una “rica complementariedad” con el judaísmo contemporáneo.
Los nº 250 a 253 hablan del Islam, y se lee en ellos que el diálogo interreligioso “es una condición necesaria para la paz en el mundo.” En el nº 252, cuando se cita el nº 16 de “Lumen Gentium” del Concilio Vaticano II, se pretende que los musulmanes “confesando adherirse a la fe de Abraham, adoran con nosotros a un Dios único.” ¿Acaso los musulmanes no rechazan expresamente el misterio de Santísima Trinidad, y no nos reprochan ser politeístas por esta razón? El Papa dice además que tienen una profunda veneración hacia Jesucristo y María, usando las palabras de Nostra aetate (nº 3). ¿Acaso veneran verdaderamente a Cristo como el Hijo de Dios, igual a Él en su esencia? Casi parece ser un detalle sin importancia [en el documento romano. NdT]
En el punto siguiente el Papa llega a conclusiones concretas: “Los cristianos deberíamos acoger con afecto y respeto a los inmigrantes del Islam que llegan a nuestros países, del mismo modo que esperamos y rogamos ser acogidos y respetados en los países de tradición islámica.” Este párrafo termina con una afirmación falsa y escandalosa: “Frente a episodios de fundamentalismo violento que nos inquietan, el afecto hacia los verdaderos creyentes del Islam debe llevarnos a evitar odiosas generalizaciones, porque el verdadero Islam y una adecuada interpretación del Corán se oponen a toda violencia.” ¿El Santo Padre habrá leído el Corán alguna vez?
En el nº 254 se plantea el asunto de los no-cristianos en general y el hecho de que los signos y ritos de ellos “pueden ser cauces que el mismo Espíritu suscite para liberar a los no cristianos del inmanentismo ateo o de experiencias religiosas meramente individuales.” ¿Esto acaso no significa que el Espíritu Santo obra en todas las religiones no-cristianas y que todas son caminos de salvación? La fe del Islam en un único Dios verdadero es ciertamente –si se habla de manera abstracta– superiora al politeísmo de los paganos. Pedagógica y psicológicamente , sin embargo, es mucho más fácil convertir a un pagano que convertir a un musulmán, puesto que este último resulta integrado en un sistema socio-religioso: salir de este sistema pone su vida en peligro. Pero las religiones no-cristianas no son de ninguna manera caminos neutros de veneración de Dios, puesto que con demasiada frecuencia se encuentran mezcladas con elementos demoníacos que impiden que el hombre alcance la gracia de Cristo, que se haga bautizar y así salve su alma.
Nada hizo tanto daño al cuidado y a la transmisión de la fe durante los últimos cincuenta años como este ecumenismo desbordante, que no es sino “la dictadura del relativismo” religioso (Cardenal Ratzinger). Ese mal hizo desaparecer la definición de la Iglesia como Cuerpo místico de Cristo, única Esposa del Cordero sacrificado y único camino de salvación. Ese ecumenismo, precisamente, transformó la Iglesia misionera en una comunidad “dialogadora” ecuménica entre otras comunidades religiosas.
En el contexto de tal ecumenismo, llamar a la Iglesia a la alegría del Evangelio y querer transformarla en una Iglesia misionera es bastante trágico-cómico. ¿Cómo puede ella pensar y obrar de una manera misionera mientras no cree en su propia identidad y en su misión?
Conclusión
Si bien la Exhortación apostólica “Evangelii Gaudium” encierra aspectos justos, a modo de semillas dispersas, en su conjunto sin embargo no es sino un desarrollo consecutivo del Concilio Vaticano II, en sus conclusiones más inaceptables. No encontramos en este documento “caminos para la marcha de la Iglesia en los próximos años” (nº 1) sino más bien otro paso funeste hacia el declive de la Iglesia, la descomposición de su doctrina, la disolución de sus estructuras e incluso la extinción de su espíritu misionero –si bien se lo menciona repetidas veces–. De este modo “Evangelii Gaudium” se vuelve Dolor fidelium, una angustia y un dolor para los fieles.
Los católicos aficionados a la Tradición de la Iglesia deben seguir el lema del pontificado de San Pío X: Instaurare omnia in Christo, Instaurarlo todo en Cristo. Este es el único camino, la única vía “para la marcha de la Iglesia en los próximos años” (nº 1). Refugiémonos, por tanto, con el Rosario diario cerca de Aquella que venció todas las herejías en el mundo.
Padre Franz Schmidberger
Director del Seminario Herz Jesu de Zaitzkofen (Alemania)
Tomado de www.fsspx-sudamerica.org
Fuente. DICI. http://www.dici.org

miércoles, 18 de diciembre de 2013

PROCESIÓN DE LA INMACULADA EN BUENOS AIRES

PROCESIÓN DE LA INMACULADA
EN BUENOS AIRES

Domingo 8 de diciembre de 2013




La Inmaculada Concepción…




…llevada en andas por miembros de la Cofradía del Carmen




Miembros de la Cofradia de Acólitos “San Esteban”






Niños de Primera Comunión




Promediando la procesión




Participantes y devotos de María




Guardia de honor en la detención




Incensación de la imagen






Alocución del Rev. Padre Carlos Herrera




La imagen, de regreso al Priorato




Vista frontal de los procesionantes




Últimos instantes previos a la llegada

jueves, 12 de diciembre de 2013

Nuestra Señora Santa María de Guadalupe

Ave María, gratia plena, Dominus tecum, benedicta tu in muliéribus, et benedictus fructus ventris tui Iesus. Sancta Maria, Mater Dei, ora pro nobis peccatoribus, nunc et in ora mortis nostrae. Amen.

En diciembre de 1531, diez años después de tomada la ciudad de Méjico por Cortés, caminando el indito  Juan Diego por el rumbo del Tepeyac -colina que queda al norte de la metrópolii-, oyó  que le llamaban dulcemente.  Era una hermosísima Señora, que le habló con palabras de excepcional ternura y deli cadeza y que le dijo: «Yo soy la siempre virgen Santa María, Madre del verdadero Dios, por quien se vive”, y le pidió que fuera al obispo (Zumárraga) para contarle cómo ella deseaba que allí se le alzara un templo. El obispo, con muy católica prudencia, le respondió que pidiera a la Señora alguna prueba de su mensaje. Obtúvola Juan Diego : unas rosas y otras flores que en pleno invierno y en la cumbre estéril cortó él por mandato de la Señora y recogió en su tilma o ayate -suerte de capa de tela burda que, atada al cuello, usaban los indios más humildes- ; y, al extender ante el obispo Zumárraga la tilma, cayeron las flores y apareció en ella pintada la imagen de la Virgen.
Ese mismo ayate es el que se venera en nuestra basílica de Guadalupe. Sus dos piezas están unidas verticalmente al centro por una tosca costura; lo menos adecuado y elegible humanamente para pintar una efigie de tan benigna y encantadora suavidad, que  por cierto mal puede apreciarse en las múltiples copias que corren por el mundo. Lo mejor es, modernamente, la directa fotografía a colores. Técnicos en esta y otras novísimas especialidades afines han estudiado con asombro, en nuestros días, la pintura original, como antaño la estudiaron el célebre Miguel Cabrera o el cauteloso investigador Bartolache.
Un contemporáneo de las apariciones, don Antonio Valeriano, indio de noble ascendencia y de relevante categoría intelectual y moral, alumno fundador del colegio franciscano de Tlalateloco hacia 1533, narra el milagro según lo conocemos. Su relato, en lengua náhuatl, desígnase -como las encíclicas- por las palabras conn que empieza: Nicam Mopohua. El manuscrito autógrafo perteneció a don Fernando de Alba Ixtlixóchitl, pasó luego a poder del sabio Sigüenza y Góngora -quien da memorable testimonio jurado de su autenticidad- y fue reproducido en letra de molde por Lasso de la Vega en 1649, incorporándolo en el volumen náhuatl que conocemos por sus primeras palabras: Huei Tlamahuizoltica.Este volumen fue traducido en su integridad al castellano en 1926 por don Primo Feliciano Velázquez y publicado a doble página -fotocopia de la edición azteca y versión española- por la Academia Mejicana de Santa María de Guadalupe. Hay nueva edición, de 1953, bajo el título de mi estudio Un radical problema guadalupano, donde se escudriña con rigor la autenticidad del Nican Mopohua, el más antiguo relato escrito de la “antigua, constante y universal ” tradición mejicana.
Esta, lejos de oscurecerse o arrumbarse al paso del tiempo, se ha robustecido con los modernos y exigentes estudios críticos, que, sobre todo a partir del cuarto centenario (1931), han desvanecido objeciones y confirmado la historicidad de lo que el pueblo mejicano viene proclamando, desde los orígenes hasta hoy, con un plebiscito impresionante.
Porque el caso de nuestra Virgen de Guadalupe es singular. En otros países católicos hay diversas advocaciones de gran devoción -digamos las Vírgenes del Pilar, o de Covadonga, o de Montserrat en España-, pero que tienen mayor o menor ímpetu y arraigo según las zonas geográficas o las inclinaciones personales; mas ninguna de ellas concentra la totalidad de la nación en unidad indivisible, y ninguna de ellas -como tampoco la de Lourdes, en Francia, ppor ejemplo- viene a ser el símbolo indiscutido de la patria. Y en Méjico así es. A tal punto, que hasta un liberal tan notorio como don Ignacio Manuel Altamirano llegó a estampar: “El día en que no se venere a la Virgen del Tepeyac en esta tierra, es seguro que habrá desaparecido no sólo la nacionalidad mejicana, sino hasta el recuerdo de los moradores de la Méjico actual.”
Por otra parte la Iglesia, siempre tan prudente y parsimoniosa en estas cuestiones, así como ha corregido o eliminado ciertas lecciones inspiradas en vetustos relatos píos, pero inseguros, ha obrado al contrario tratándose del caso  del Tepeyac; y así, al aproximarse la esplendorosa coronación de nuestra  Virgen en 1895, y habiéndose recibido y considerado en Roma los estudios y gestiones del grupito que a la sazón ponía en tela de juicio la historicidad del milagro, fue el sapientísimo León XIII quien concedió para nuestra fiesta del 12 de diciembre nuevo oficio litúrgico, en que se narra el prodigio “tal como nárralo la antigua y constante tradición” (uti antiqua et constanti traditione mandatur); y el 12 de Octubre de 1945, al celebrarse el cincuentenario de dicha coronación, fue el docto y santo Pío XII quien, hablando por radio, en lengua española, desde el Vaticano para Méjico, afirmó rotundamente el milagro: “en la tilma del pobrecito Juan Diego, pinceles que no eran de acá abajo dejaban pintada una imagen dulcísima“, y llamó a nuestra Patrona no sólo “Reina de Méjico”, sino, con anchura continental, sin restricción, “Emperatriz de América”: de toda América.
Y ahora cabe dilucidar un problema sugeridor: el de la identidad del nombre de la Virgen de Guadalupe de Méjico y de la Virgen de Guadalupe de Extremadura.
A cuenta de ello, y por manera sumamente explicable y natural, muchos españoles y aun escritores distinguidísimos han sufrido larga confusión, entendiendo que se trata, si no de la misma cosa, al menos de una especie de prolongación o trasplante a América de la Virgen extremeña. Y, al encontrar la proliferación del nombre de Guadalupe en documentos, lugares y templos del Nuevo Mundo, han Supuesto que todo toma su origen en la devoción peninsular, cuando en la enorme mayoría de los casos lo toma en la devoción mejicana.
Y huelga decir que el esclarecer y precisar una distinción de orden rigurosamente histórico no implica, por el más remoto y furtivo de los asomos, a tontería pueblerina y anticatólica de poner como en pugna o emulación dos advocaciones de la mismísima Señora del cielo. Se trata sólo de que los hechos se conozcan y difundan como son.
Por lo demás, y acá de tejas abajo, tan gloriosa puede sentirse la Madre española como la Hija mejicana de aquel portento del Tepeyac, que nos dejó la única imagen en el orbe no pintada por humano pincel. Lo cual arrancó al pontífice Benedicto XIV aquella memorable aplicación de las palabras de la Escritura: Non fecit taliter omni nationi.
Expongamos sintéticamente el fruto de una dilatada reflexión.
De venerable antigüedad, la imagen extremeña, escondida para salvarla cuando la invasión sarracena, fue encontrada a fines del siglo XIII por el pastor Gil Cordero. Ello dio origen a la fundación de la iglesia y más tarde del estupendo monasterio de Guadalupe. Una intensa devoción halló centro en aquella casa espléndida, donde el arte, la ciencia y la caridad resplandecieron. Allá, en vísperas de su aventura oceánica, fue Cristóbal Colón, y por la Virgen extremeña puso nombre a la isla de Guadalupe, en las Antillas. Hernán Cortés, cuando volvió a España (antes de 1531), llevó como exvoto al monasterio un alacrán de oro. Y como el propio don Hernando y otros conquistadores traían en el alma y en las costumbres aquella devoción, lógico y fácil era que la hubiesen trasplantado a nuestras tierras de América. Y de hecho la trasplantaron.
Explicase así sobradamente que, desde lejos y sin particularísimo estudio del caso del Tepeyac, se haya formado y difundido en España la impresión de que la Virgen de Guadalupe mejicana es la misma Virgen de Guadalupe extremeña, o siquiera su proyección más o menos modificada.
Pero no es así.
En Méjico todos sabemos cómo en 1531 la Virgen se mostró varias veces al indito Juan Diego, cómo le hizo cortar una rosas por seña de su embajada al obispo y cómo, al extender el indio su tilma ante Zumárraga, apareció misteriosamente impresa en ella la Señora del Tepeyac.
Esas apariciones y esa tilma prodigiosamente pintada no tienen la más leve relación con la preexistente imagen de Extremadura. Trátase absolutamente de otra cosa, es un hecho distinto y nuevo, como nuevo y distinto era el hecho del descubrimiento y mestizaje de América.
Así como por su origen y su historia, también por su imagen y su culto son perfecta y radicalmente distintas la Virgen de Extremadura y la Virgen del Tepeyac.
La extremeña es una escultura: lleva al Niño en el brazo izquierdo y representa la maternidad de María; la tepeyacense es una pintura: sin Niño, las manos juntas, representa la Inmaculada Concepción. No hay en las efigies ni la más remota semejanza.
Y, en cuanto al culto, el mejicano nació y se ha engrandecido durante cuatro siglos única y precisamente al pie de la tilma del milagro, sin la más tenue conexión con la imagen de Extremadura, cuya existencia misma es evidente que ignoran millones y millones de indígenas y otros compatriotas no ilustrados que vierten su dolor y su ternura ante la Madre del Tepeyac.
Pero ¿por qué entonces, si se trata de casos tan absolutamente apartados y autónomos, ambas imágenes se designan con el mismísimo nombre de Guadalupe?
Que se llame así la de Extremadura es natural: tomó el nombre del sitio en que fue encontrada y donde se le alzó el templo: Guadalupe, vocablo arábigo que -siempre la divergencia entre etimologistas- significa río de luz, o río de lobos, o río escondido.
Pero ¿por qué se llama de Guadalupe la Virgen mejicana? No se nombraba así, sino Tepeyac, el sitio donde Ella se apareció y donde se levantó su ermita primera. La Virgen no tomó el nombre del lugar; más tarde el lugar tomó el nombre de la Virgen.
Lo que parece insoluble y a muchos despista tiene, no obstante, un motivo muy claro y muy concreto; la Virgen misma, al mostrarse a Juan Bernardino, tío de Juan Diego, le dijo: “Que bien la nombraría, así como bien había de nombrarse su bendita imagen, la siempre virgen Santa María de Guadalupe.”
Así consta textualmente en el Nican Mopohua, la más vetusta relación del milagro, escrita no en castellano ni por un español, sino en lengua azteca y por un indio ilustre, don Antonio Valeriano. El cual, en su texto náhuetl original, incorpora en castellano las palabras “Santa María de Guadalupe“.
La Señora del Tepeyac quiso, pues, ser designada con el nombre de Guadalupe. ¿Por qué? Esto no lo sabemos. Pero, aunque no lo sabemos, creo que razonablemente podemos avanzar una plausible conjetura.
Podemos nosotros conjeturar que quiso la Señora darse un nombre que fuera familiar y atrayente para los españoles, sobre todo extremeños como Cortés, que consumaron la conquista, y que, al favorecer con predilección a Juan Diego, representante de los vencidos, quiso al propio tiempo atraer con dulzura a los vencedores, y a unos y a otros hermanarlos en la misma devoción. No vino Ella a abrir abismos entre vencedores y vencidos; vino a cerrarlos. Y, al sublimar con un privilegio excepcional a los postergados, halló un medio suavísimo de que a los dominadores sonara a tradición la novedad y a cosa propia y familiar la extrañeza.
Y de hecho, como históricamente consta, se dio el caso extraordinario de que, desde los años primerísimos, conquistados y conquistadores fraternizaran a los pies de la Virgen del Tepeyac. Ella, que -contra lo comúnmente repetido- no muestra fisonomía ni color de india, sino de mestiza, anunció el beso de las razas que fundarían la nacionalidad que estaba amaneciendo. Y así como juntó plásticamente en el milagro al español Zumárraga y a Juan Diego el aborigen, y así como con rosas de Castilla se estampó para siempre en el ayate sublimado del indio, quiso en todo ser nuncio, ejemplo y símbolo de la fusión amorosa que forjaría a Méjico. De la fusión amorosa que forjaría a toda Hispanoamérica y traería al mundo este coro magnífico de pueblos que hoy llamamos la Hispanidad.
Por eso, en expansión cargada de sentidos, ha rebasado las fronteras nuestra Virgen de Guadalupe.
Ella, en Méjico, se identifica con la sustancia de la patria. Presidió el nacimiento de nuestra nacionalidad. Aceleró la propagación del Evangelio. Fue lábaro de nuestra independencia. Congrega en tumultuoso plebiscito a todas las almas y conquista el respeto o la ternura aun de los descreídos y renuentes. Ella ha amparado y reverdecido nuestra fe después de más de un siglo de ataques insidiosos y brutales. A ella van nuestras lágrimas, nuestras alegrías, nuestras esperanzas. Ella es emblema autóctono, negación de exotismos desintegradores, vínculo sumo de unidad nacional. En los cimientos del Tepeyac están los cimientos de la patria.
Pero la Madre y Patrona de Méjico es también, por viva instancia de los países indoibéricos que el santo Pío X sancionó en 1910, Madre y Patrona de toda la América hispana. Pío XI, en 1935, incluye en el patronato a las islas Filipinas, hondamente vinculadas con el mundo español. y en 1954 Pío XII la proclama a boca llena Emperatriz de América. Y -sin contar repercusiones impensadas y sorprendentes en el corazón de los Estados Unidos, y de Francia, y de otros países ilustres- en 1950 la vieja madre de la estirpe, al coronar espléndidamente en Madrid a nuestra Virgen de Guadalupe, coronó espléndidamente el ciclo de esa expansión providencial. El sentido histórico del mensaje cobró así su plenitud.
Porque Juan Diego no era sólo Juan Diego, sino la desvalida encarnación de todas las razas aborígenes. Zumárraga no era sólo Zumárraga, sino la ardiente personificación de todos los evangelizadores hispanos. y las rosas de Castilla exprimieron la policromía de sus jugos, símbolo de la savia toda de España, para embeberse en el ayate del indio, fundirse con él y estampar en sus fibras, transfiguradas y extasiadas para siempre, la imagen celeste de María. y por eso el milagro de Santa María de Guadalupe maravillosamente simboliza, resume y señorea este humano milagro de la Hispanidad. y ambos portentos, lejos de encerrarse en un ámbito exclusivo, se dilatan por todos los horizontes y abren los brazos en un anhelo universal -católico- de amor.
ALFONSO JUNCO.
(Tomado del tomo IV del “Año Cristiano”, de la B.A.C.)

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