lunes, 3 de octubre de 2011

Tercera orden de San Francisco

Tercera orden de San Francisco es una orden terciaria fundada por San Francisco de Asís que ha originado diferentes ramas laicales de algunas órdenes religiosas católicas.

Dentro de los franciscanos, la rama perteneciente a la Tercera Orden se denomina Orden Franciscana Seglar.

La tradición asigna a 1221 como la fecha en que se fundó los Hermanos y Hermanas de Penitencia, ahora conocidos como terciarios. Esta tercera orden fue ideada por San Francisco como un tipo de estado intermedio entre el claustro y el mundo para aquellos que, deseando seguir los pasos del santo, estuvieran impedidos, por matrimonio u otros compromisos, de entrar ya sea a la primera o a la segunda orden. Ha habido algunas diferencias de opinión en cuanto a qué tanto intervino el santo en la reglamentación para estos terciarios. Sin embargo, se acepta en general que la regla aprobada por Nicolás IV, el 18 de agosto de 1289 no representa la regla original de la tercera orden, sino una revisión de la original.

Algunos escritores recientes han intentado demostrar que la tercera orden fue realmente el punto de inicio de toda la Orden Franciscana. Ellos afirman que la Segunda y Tercera Órdenes de San Francisco no fueron adicionadas a la Primera, sino que las tres ramas, los Frailes Menores, Hermanas Pobres, y Hermanos y Hermanas de Penitencia, crecieron de la fraternidad de laicos de penitencia que fue la primera y original intención de San Francisco, y fueron separados en grupos diferentes por el Cardenal Ugolino (posteriormente Gregorio IX), protector de la orden, durante la ausencia de San Francisco, cuando éste estuvo en Oriente (1219 - 1221). Esta interesante teoría, aunque arbitraria, no deja de tener importancia para la historia sobre el origen de las tres órdenes, pero no ha sido lo suficientemente probada para desmentir el relato más usual descrito anteriormente, de acuerdo al cual la Orden Franciscana se desarrolló en tres ramas distintas, llamadas la primera, la segunda y la tercera orden, por proceso de adición y no por proceso de división, y ésta es aún la perspectiva generalmente presentada.

Tercera orden seglar: La tercera orden secular fue fundada, como hemos visto, por San Francisco, alrededor de 1221 y se compone de personas devotas de uno y otro sexo, que viven en el mundo y que siguen una regla de vida aprobada por Nicolás IV en 1289, y modificada por León XIII el 30 de mayo de 1883 y por Pablo VI el 24 de junio de 1978. Incluye no sólo a los miembros que forman parte de hermandades lógicas, sino también a los aislados terciarios, ermitaños, peregrinos, etc.

Tercera orden regular: El origen es incierto y susceptible de controversia. Algunos atribuyen su fundación a Santa Isabel de Hungría en 1228 y otros a la Beata Angelina de Marciano en 1395. Se dice que esta última estableció en Foligno (Umbría) el primer monasterio franciscano de monjas terciarias enclaustradas en Italia. Existe certeza que a principios del siglo XV existían comunidades terciarias de hombres y mujeres en diferentes partes de Europa y que los frailes italianos de la tercera orden regular eran reconocidos como una orden mendicante por la Santa Sede. Desde 1458 aproximadamente, éste último cuerpo ha sido gobernado por su propio ministro general y sus miembros toman votos solemnes.

Nuevas fundaciones: De manera muy independiente de la tercera orden regular, un gran número de congregaciones terciarias franciscanas -tanto de hombres como de mujeres- han sido fundadas, más especialmente desde el principio del siglo XIX. Estas nuevas fundaciones han tomado como base de sus institutos una regla especial para miembros de la tercera orden que viven en comunidad, aprobada por León X el 20 de enero de 1521, aunque esta regla ha sido ampliamente modificada por sus constituciones en lo particular, y difiere ampliamente en cada fundación, de acuerdo al fin de cada una. Estas congregaciones de terciarios regulares son autónomos o están bajo jurisdicción episcopal. En su mayor parte son franciscanas sólo de nombre, no siendo pocos los que han abandonado el hábito y hasta el tradicional cordón franciscano.

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