viernes, 28 de octubre de 2011

Evangelio del día (Calendario Tradicional) - 28 de octubre de 2011

 Jn 15,17-25

+ Continuación del Santo Evangelio según San Juan (XV, 17-25)


Biblia versión Nacar-Colunga
 
(17)  Esto os mando, que os améis unos a otros.  (18)  Si el mundo os aborrece, sabed que me aborreció a mí primero que a vosotros.  (19)  Si fueseis del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero porque no sois del mundo, sino que yo os escogí del mundo, por esto el mundo os aborrece."  (20)  Acordaos de la palabra que yo os dije: No es el siervo mayor que su señor. Si me persiguieron a mí, también a vosotros os perseguirán; si guardaren mi palabra, también guardarán la vuestra."  (21)  Pero todas estas cosas las harán con vosotros por causa de mi nombre, porque no conocen al que me ha enviado.  (22)  Si no hubiera venido y les hubiera hablado, no tendrían pecado; pero ahora no tienen excusa de su pecado."  (23)  El que a mí me aborrece, también aborrece a mi Padre.  (24)  Si no hubiera hecho entre ellos obras que ninguno otro hizo, no tendrían pecado; pero ahora no sólo han visto, sino que me aborrecieron a mí y a mi Padre."  (25)  Pero es para que se cumpla la palabra que en la Ley de ellos está escrita: “Me aborrecieron sin motivo.”  (26)  Cuando venga el Paráclito, que yo os enviaré de parte del Padre, él dará testimonio de mí,  (27)  y vosotros daréis también testimonio, porque desde el principio estáis conmigo.



Si me persiguieron a mí, también a vosotros os perseguirán; si guardaren mi palabra, también guardarán la vuestra.


Laus Tibi, Christe

Biblia versión Torres Amat

Jua 15:17  Lo que os mando es que os améis unos a otros.
Jua 15:18  Si el mundo os aborrece, sabed que antes que a vosotros me aborreció a mí.
Jua 15:19  Si fuerais del mundo, el mundo os amaría como cosa suya; pero como no sois del mundo, sino que os escogí yo del mundo, por eso el mundo os aborrece.
Jua 15:20  Acordaos de aquella sentencia mía que ya os dije: No es el siervo mayor que su amo. Si me han perseguido a mí, también os han de perseguir a vosotros; como han practicado mi palabra, del mismo modo practicarán la vuestra.
Jua 15:21  Pero todo esto lo ejecutarán con vosotros por causa y odio de mi nombre; porque no conocen al que me ha enviado.
Jua 15:22  Si yo no hubiera venido, y no les hubiera predicado, no tuvieran culpa de no haber creído en mí; mas ahora no tienen excusa de su pecado.
Jua 15:23  El que me aborrece a mí, aborrece también a mi Padre.
Jua 15:24  Si yo no hubiera hecho entre ellos obras tales, cuales ningún otro ha hecho, no tendrían culpa; pero ahora ellos las han visto y con todo me han aborrecido a mí, y no sólo a mí sino también a mi Padre.
Jua 15:25  Por donde se viene a cumplir la sentencia escrita en su ley: Me han aborrecido sin causa alguna.
Jua 15:26  Mas cuando viniere el Consolador, el Espíritu de verdad que procede del Padre, y que yo os enviaré de parte de mi Padre, él dará testimonio de mí.
Jua 15:27  Y también vosotros daréis testimonio, puesto que desde el principio estáis en mi compañía.

Biblia versión Jünemann

(17)  Estas cosas mando: que os améis.  (18)  Si el mundo os aborrece, conoced que a mí primero que a vosotros ha aborrecido.  (19)  Si del mundo fuerais, el mundo lo propio amara; pero, porque del mundo no sois, sino que yo os he elegido del mundo, por esto aborréceos el mundo.  (20)  Acordaos de la palabra que yo os dije: «No hay siervo mayor que su señor». Si a mí han perseguido, también a vosotros perseguirán; si mi palabra han guardado, también la vuestra guardarán.  (21)  Empero todo esto harán contra vosotros, por mi nombre; porque ignoran al que me ha enviado.  (22)  Si no hubiere yo venido y habládoles, pecado no tuvieran; pero ahora excusa no tienen de su pecado.  (23)  Quien a mí aborrece, también a mi Padre aborrece.  (24)  Si las obras no hubiese yo hecho en ellos que ningún otro ha hecho, pecado no tuvieran; mas ahora, y han visto y aborrecido; y a mí y a mi Padre.  (25)  Empero, para que se cumpla la palabra, la en la ley de ellos escrita: que «aborreciéronme gratuitamente».  (26)  Mas, cuando viniere el Consolador, a quien yo enviaré a vosotros del Padre, el Espíritu de la verdad, el que del Padre procede, aquél testificará de mí.  (27)  Y también vosotros testificaréis, pues, del principio, conmigo estáis».

Biblia Vulgata (latín)


(17)  haec mando vobis ut diligatis invicem  (18)  si mundus vos odit scitote quia me priorem vobis odio habuit  (19)  si de mundo fuissetis mundus quod suum erat diligeret quia vero de mundo non estis sed ego elegi vos de mundo propterea odit vos mundus  (20)  mementote sermonis mei quem ego dixi vobis non est servus maior domino suo si me persecuti sunt et vos persequentur si sermonem meum servaverunt et vestrum servabunt  (21)  sed haec omnia facient vobis propter nomen meum quia nesciunt eum qui misit me  (22)  si non venissem et locutus fuissem eis peccatum non haberent nunc autem excusationem non habent de peccato suo  (23)  qui me odit et Patrem meum odit  (24)  si opera non fecissem in eis quae nemo alius fecit peccatum non haberent nunc autem et viderunt et oderunt et me et Patrem meum  (25)  sed ut impleatur sermo qui in lege eorum scriptus est quia odio me habuerunt gratis  (26)  cum autem venerit paracletus quem ego mittam vobis a Patre Spiritum veritatis qui a Patre procedit ille testimonium perhibebit de me  (27)  et vos testimonium perhibetis quia ab initio mecum estis


Comentario
CATENA AUREA de Santo Tomás de Aquino

Juan 15:17-21  


"Esto os mando, que os améis los unos a los otros. Si el mundo os aborrece, sabed que me aborreció a mí antes que a vosotros. Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo que era suyo: mas porque no sois del mundo, antes yo os escogí del mundo, por eso os aborrece el mundo. Acordaos de mi palabra, que yo os lo he dicho: El siervo no es mayor que su Señor. Si a mí me han perseguido, también os perseguirán a vosotros: si mi palabra han guardado, también guardarán la vuestra. Mas todas estas cosas os harán por causa de mi nombre: porque no conocen a Aquél que me ha enviado". (vv. 17-21)

San Agustín, in Ioannem tract., 86.
Había dicho el Señor: "Os puse para que vayáis y recojáis el fruto" (Jua_15:16). Nuestro fruto es la caridad y el precepto de este fruto nos dice: "Esto os mando: que os améis mutuamente". Por lo que dice el Apóstol: "El fruto del espíritu es la caridad" (Gál_5:22), y todo lo demás lo presenta como consecuencia de este principio. Con razón, pues, recomienda respectivamente el amor como la única virtud, sin la cual de nada pueden aprovechar las demás, ni puede adquirirse sin las demás obras con las que el hombre se hace bueno.

Crisóstomo In Ioannem hom., 76.
O de otro modo: Yo he dicho que sacrifico mi vida por vosotros, y que yo os he elegido primero. Esto no lo he dicho reprendiéndoos, sino para atraeros al amor de unos a otros. Y después, como era difícil sufrir la persecución y los ultrajes de la muchedumbre, les enseñó que no conviene lamentarse, sino alegrarse, por lo que añade: "Si el mundo os aborrece, sabed que primero me aborreció a mí". Como si dijera: Sé que esto es duro, pero por mí lo soportaréis.

San Agustín, in Ioannem tract., 87.
¿Por qué los miembros se han de encumbrar sobre la cabeza? Rehusas pertenecer al cuerpo, si te niegas a sufrir el odio del mundo con el que es tu cabeza. Por el amor, pues, debemos padecer el aborrecimiento del mundo, pues es necesario que nos aborrezca a los que ve que no queremos lo que él ama. Por esto dice: "Si fuerais del mundo, éste amaría lo que era suyo".

Crisóstomo, ut supra
Como el padecer por Cristo no era para ellos bastante consuelo, dejando este motivo añadió otro, enseñándoles que es una prueba de santidad el ser aborrecido del mundo; y es de lamentar el ser amado de él, porque sería prueba de nuestra perversidad.

San Agustín, ut supra
Esto lo dice a toda la Iglesia, a la que con frecuencia llama mundo, según aquel pasaje de San Pablo a los de Corinto (2Co_5:19): "Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo". Todo el mundo, pues, es la Iglesia, y todo el mundo aborrece a la Iglesia. El mundo detesta al mundo: el mundo enemigo, al mundo convertido; el mundo condenado, al mundo salvado; el mundo corrompido, al mundo purificado. Es, pues, de preguntar, si los malos persiguen también a los malos, como cuando los reyes y jueces impíos, a pesar de ser perseguidores de los buenos, castigan también a los homicidas y adúlteros. Y ¿cómo debe entenderse lo que el Señor dice: "Si fueseis del mundo, el mundo amaría lo que es suyo", sino porque el mundo está en aquellos que castigan los delitos y en los que los cometen? El mundo, pues, aborrece lo que es suyo en la parte que castiga a los delincuentes. Y aun lo que es suyo en aquella que favorece a los crímenes. Si se quiere saber cómo se ama a sí mismo el mundo de perdición que aborrece la redención: amando con falso, no con verdadero amor, porque ama lo que le perjudica. Aborrece la naturaleza y ama el vicio. Esta es la razón por qué se nos prohibe amar lo que él ama y se nos manda amar lo que él aborrece. En fin, debemos detestar en él el vicio y amar lo natural. Y para que no perteneciesen a este mundo reprobado, fueron por lo mismo los discípulos elegidos; no por sus méritos (porque ninguna obra buena había precedido de parte suya) ni tampoco por naturaleza (la cual enteramente había sido viciada en su misma raíz) sino por gracia. Y así dice: Pero como no sois del mundo, sino que yo os elegí del mundo, por eso el mundo os aborrece.

San Gregorio Super Ezech hom. 9.
La censura, pues, de los malos es la aprobación de nuestra vida, porque ya se deja ver que algo participamos de la justificación, cuando empezamos a ser desagradables a aquellos que no agradan a Dios, pues nadie agrada en una misma cosa a Dios y a sus enemigos. Porque niega ser amigo de Dios aquel que complace a su enemigo, y es considerado como un adversario por los enemigos de la verdad, aquel que somete su razón a la misma verdad.

San Agustín, ut supra
Exhortando, pues, el Señor a los discípulos a llevar con paciencia el aborrecimiento del mundo, no podía presentarles ejemplo mayor ni más perfecto que el de sí mismo, y por esto dice: "Acordaos de la palabra que os dije: No es el siervo mayor que su señor: si a mí me persiguen, también a vosotros os perseguirán", etc.

Glosa.
Los mismos los observaron para calumniarlos, conforme aquello del salmo: "El pecador observó al justo" (Sal_36:12).

Teofilacto.
O de otro modo: si persiguieron al Señor, mucho más perseguirán a sus siervos. Si no lo hubieran perseguido, sino que hubiesen guardado su palabra, también guardarían la vuestra.

Crisóstomo In Ioannem hom., 76.
Como si dijera: Conviene que no os turbéis, si participáis de mis sufrimientos, porque no sois vosotros más que yo.

San Agustín, ut supra
En donde dice "No es el siervo mayor que su Señor" (Sal 18) se refiere al siervo temeroso y honesto o santo, que permanece constante en este siglo.

Crisóstomo, ut supra
Después dulcifica la pena añadiendo que el Padre sufre con ellos desprecio cuando ellos son injuriados. Y por esto añade: "Pero todas estas cosas harán con vosotros a causa de mi nombre, porque no conocen al que me envió".

San Agustín, ut supra
¿Qué es lo que significa todo esto, si las palabras que dijo, a saber, "Tendrán odio, perseguirán y despreciarán mi doctrina" expresan otra cosa? ¿Qué quiere decir sino que por mi nombre tendrán odio contra vosotros, me perseguirán en vuestras personas, y menospreciarán vuestra palabra porque es doctrina mía? Tanto, pues, serán más desgraciados los que por odio a este santo nombre obran así, cuanto más bienaventurados son los que por este nombre padecen. Los malos observan también la misma conducta con los malos, pero unos y otros son réprobos: los que castigan y los castigados. ¿Cómo, pues, pueden ser verídicas estas palabras: "Todo esto harán con vosotros por causa de mi nombre", siendo así que ellos no obran así por el nombre de Cristo, esto es, por la justicia, sino por su propia perversidad? Esta cuestión se resuelve del modo siguiente: Si se refiere todo a los justos, como se haya dicho: "Todo esto padeceréis por mi nombre"; las palabras por mi nombre, se han de entender como si dijera: "Por mi nombre", que en vosotros aborrecieron, y por la justicia que odiaron en vosotros. Del mismo modo, bien puede aplicarse a los buenos, cuando persiguen a los malos por amor de la justicia y odio a la iniquidad de los mismos malos. Y por eso añadió: "Porque no conocen al que me envió", según aquella ciencia que dice: En conocerte a ti consiste la sabiduría perfecta.

Juan 15:22-25  

"Si no hubiera venido ni les hubiera hablado no tendrían pecado: mas ahora no tienen excusa de su pecado. El que me aborrece, también aborrece a mi Padre. Si no hubiese hecho entre ellos obras, que ningún otro ha hecho, no tendrían pecado; mas ahora ya las han visto, y me aborrecen a mí, y a mi Padre. Mas porque se cumpla la palabra que está escrita en su Ley: Que me aborrecieron de grado". (vv. 22-25)

Crisóstomo In Ioannem hom., 76.
Añade el Señor otro consuelo a sus discípulos, manifestándoles cuán injustamente sufrirán tales cosas El y sus discípulos. Por esto dice: "Si no hubiese venido y les hubiera hablado, no tendrían pecado", etc.

San Agustín, in Ioannem tract., 89.
Jesucristo habló a los judíos, no a otras naciones. En ellos, pues, quiso que se entendiera, el mundo que aborrece a Cristo y a sus discípulos. Y aun demostró que no sólo los judíos, sino que también nosotros mismos pertenecemos a este mundo. ¿Por ventura los judíos a quienes Jesucristo habló estaban sin pecado antes de que viniese en carne? Pero no quiere que se entienda en general toda clase de pecados, sino cierto gran pecado. Este los comprende todos, y al que no lo tuviere todos se le perdonan. Este es, pues, el de que no creyeron en Cristo; que para esto vino, para que se crea en El. Si no hubiera venido, no tendrían este pecado. Su venida, pues, cuanto es saludable a los creyentes, tanto es ruinosa a los que no creen. Sigue: "Ahora, pues, no tienen excusa de su pecado". Puede suscitarse la cuestión si tendrán excusa de pecado aquellos a quienes no vino y habló Cristo. Si, pues, no tienen excusa de su pecado, ¿por qué se ha dicho aquí que no tienen excusa porque vino y les habló? Y si la tienen, ¿por qué no han de ser libres de la pena o tratados con menor rigor? A esto respondo que éstos tienen excusa, no de todos los pecados, sino del pecado suyo, porque no creyeron en Cristo. Pero no son de este número aquellos a quienes vino Cristo por medio de sus discípulos, pues no merecen menor pena los que no quisieron de ningún modo recibir la ley en cuanto a ellos atañía y la negaron rotundamente. Esta excusa pueden alegarla los que antes de predicarse el Evangelio fueron sorprendidos por la muerte; pero no podrán evitar la condenación todos aquellos que pudieron ser salvos por el Salvador, que había venido a buscar lo que había perecido. Todos, sin ningún género de duda, perecerán, aunque pueda presumirse que unos padecerán mayor pena que otros. Se entiende que perece todo aquel que es castigado con la separación de la bienaventuranza que Dios da a sus santos. Es tanta la diversidad de penas, cuanta la diversidad de pecados; lo cual se comprende o se explica mejor por la infinita sabiduría de Dios que por conjetura humana.

Crisóstomo In Ioannem hom., 76.
Como objetaba y decía públicamente que lo perseguían por causa de su Padre, dice para destruir su excusa: "Quien me aborrece, también aborrece a mi Padre".

Alcuino.
Así como el que ama al Hijo, ama al Padre (porque así es uno el amor del Padre y del Hijo, como es una su naturaleza), del mismo modo, el que aborrece al Hijo aborrece al Padre.

San Agustín, in Ioannem tract., 90.
Si había dicho antes "No conocen a Aquel que me envió" (Jua_15:21), ¿cómo pueden haber aborrecido a quien no conocen? Pero si aborrecieron a Dios, no como es El mismo, sino como sospechan o creen que es, no es éste a quien aborrecieron, sino la errada sospecha o vana credulidad que concibieron. Pero si lo comprenden como es, ¿cómo pueden decir que no lo conocen? Respecto a los hombres, puede suceder que amemos o aborrezcamos a aquellos que nunca vimos, por lo bueno o malo de que tienen fama, ¿pero cómo se puede llamar desconocido aquel de quien tenemos íntimo conocimiento? En verdad, no se nos comunica su semblante corporal, pero se nos patentiza su conocimiento cuando son públicas su vida y costumbres. De otro modo, ni a sí mismo se conocería quien no pudiera ver su semblante. Pero con frecuencia nuestra credulidad se engaña respecto de los demás, porque algunas veces la historia, y mucho más la fama, mienten. A nosotros nos toca (para que no seamos engañados por una falsa opinión), ya que no podemos escudriñar la conciencia de los hombres, formar concepto seguro por sus hechos. Cuando, pues, no se yerra en las cosas, para que sea acertado el concepto de los vicios y virtudes, si hay equivocación en los hombres, el error es perdonable. Por lo demás, puede suceder que un hombre bueno aborrezca a otro bueno; es decir, no como es, sino como piensa que es; o más bien que lo ame como bueno ignorando lo que es. Así, puede suceder que un hombre injusto aborrezca a un hombre justo, y, sin embargo, creyéndole injusto, le ame, no por esto, sino porque le juzgue que es como él. Del mismo modo, pues, que los hombres, así actúa Dios. Si preguntáramos a los judíos si amaban a Dios, responderían que sí, no creyendo mentir sino equivocándose en la opinión. ¿Pero cómo podrían amar al Padre de la Verdad los que aborrecen la Verdad? Ellos no quieren ser condenados por su conducta, y esto es verdad. Tanto es, pues, lo que ellos aborrecieron la Verdad, cuanto odiaron las penas con que se castiga tal pecado. Pero ignoran que la verdad es aquella que condena a los que como ellos son. Y como ellos ignoran esta verdad nacida de Dios y por la que son condenados, resulta que desconocen al mismo Dios Padre.

Crisóstomo, ut supra
Así, pues, no tienen excusa de su pecado, ya por la doctrina que Jesucristo les enseñaba, ya por los milagros con que la confirmaba, según la Ley de Moisés, que mandaba a todos obedecer a quien tales cosas decía y hacía, tan conducentes a la piedad y a la manifestación del Autor de tan grandes maravillas. Por eso añade: "Si no hubiera hecho las obras que ningún otro hizo, no tendrían pecado".

San Agustín, in Ioannem tract., 91.
He aquí el pecado: el de no haber creído su predicación y sus milagros. Pero ¿por qué añade que ningún otro hizo? Ninguna de las obras de Cristo aparece mayor que la de la resurrección de los muertos, lo cual sabemos que lo hicieron los antiguos profetas. Esto lo hizo Elías (1Re 17) y también Eliseo (2Re 4), viviendo en carne y aun muerto y enterrado. Hizo, sin embargo, Cristo algunas cosas que ninguno otro hizo cuando alimentó a cinco mil hombres con cinco panes, cuando marchó sobre las aguas y comunicó a Pedro el mismo poder, cuando convirtió el agua en vino, cuando abrió los ojos del ciego de nacimiento, y otras muchas que sería largo el recordar. Se nos contesta que otros hicieron cosas que ni El mismo ni otro alguno hizo. ¿Quién, sino Moisés, dividiendo el mar, salvó al pueblo, lo alimentó con el maná en el desierto e hizo manar agua de la roca? ¿Quién sino Josué suspendió las corrientes del río Jordán para que pasara el pueblo, y paró al sol en su carrera? ¿Quién otro que Eliseo sepultado, con el contacto de su cadáver volvió a la vida a otro cadáver? Paso por alto los demás milagros, porque éstos bastan para demostrar que otros santos obraron maravillas que nadie más hizo. Pero no se lee de ninguno de los antiguos que curara tantos vicios, graves enfermedades y mortales molestias, con tanto poder. Pero aun callando los que particularmente curó con su autoridad a los que se le iban presentando, dice San Marcos, que doquiera que entraba en villas y ciudades, ponían a los enfermos en las plazas y le rogaban que al menos les permitiera tocar la orla de su vestido, y cuantos la tocaban curaba. Esto ninguno otro lo hizo en ellos. Así ha de entenderse entonces por qué dice: "en ellos"; no 'entre ellos' o 'en presencia de ellos', sino precisamente "en ellos": porque los curó a ellos. Pues ninguno otro tales milagros hizo en ellos, porque cualquiera otro hombre que hizo alguno de aquellos, no los hizo por sí, sino en nombre de Jesús, que fue quien los hizo, no ellos. Pero si esto lo hizo el Padre y el Espíritu Santo, no fue otro quien lo hizo, porque las tres personas son una sola sustancia. Estos beneficios debieron excitar al amor, no al odio, y esto es lo que echándoles en cara dice: "Ahora, pues, que vieron, me aborrecieron".

Crisóstomo, ut supra
Esto lo dice para que sus discípulos no lo reconvengan: ¿por qué pues, nos has metido en tantos compromisos? ¿Acaso no previste la oposición y el odio? Pero les contesta con la profecía que sigue: "Para que se cumpla la palabra que está escrita en su Ley".

San Agustín, ut supra
Algunas veces se cita con el nombre de Ley todo el Antiguo Testamento y Sagradas Escrituras. Y así, dice el Señor "Está escrito en su Ley", cuando se lee en los salmos.

San Agustín, in Ioannem tract., 91.
Dice su Ley, no por ellos hecha, sino a ellos impuesta. Aborrece, pues, gratuitamente el que no busca en el odio ninguna ventaja, ni huye de ninguna incomodidad. Así aborrecen los impíos a Dios, y así lo aman los justos; de modo que nada esperan fuera de El, pues El es todo para ellos en todas las cosas.

San Gregorio, Moralium 25,26
Una cosa es no hacer el bien, y otra aborrecer al Autor de los bienes. Así como también es una cosa pecar por precipitación, y otra con ánimo deliberado. Suele suceder con frecuencia amar el bien y por debilidad no poderlo ejecutar. El pecar de propósito, es lo mismo que no amar ni hacer el bien. Así, pues, siempre es más grave amar el pecado que perpetrarlo, como también es peor aborrecer la justicia que dejarla de practicar. En la Iglesia hay muchos que no sólo no practican el bien, sino que lo persiguen, y detestan en los demás lo que ellos desprecian hacer. El pecado de éstos no es de debilidad o ignorancia, sino de mala intención.

Juan 15:26-27  

"Pero cuando viniere el Consolador que yo os enviaré del Padre, el Espíritu de Verdad que procede del Padre, El dará testimonio de mí. Y vosotros daréis testimonio porque estáis conmigo desde el principio". (vv. 26-27)

Crisóstomo, In Ioannem hom., 76
Podrían los discípulos decirle al Señor: Si oyeron de ti palabras que nadie dijo, si vieron en ti milagros que ningún otro hizo, y sin embargo, no creyeron; si aborrecieron a tu Padre y a ti con El, ¿cómo nos envías y cómo nos han de creer? Para que, pues, no se turben con este pensamiento, los consuela diciéndoles: "Cuando viniere el Paráclito que yo enviaré, etc., El dará testimonio de mi.

San Agustín, in Ioannem tract., 92.
Como si dijera: Me aborrecieron y mataron a los que dieron testimonio de mí; pero será tal el testimonio que de mí dará el Paráclito, que hará creer en mí a los que no me vieron. Así como El dará testimonio de mí, así vosotros lo daréis en vuestros corazones y en vuestra predicación. El, inspirando y vosotros haciendo oír vuestra voz. Porque vosotros, que habéis estado conmigo desde el principio, podréis predicar lo que conocéis, lo cual no hacéis ahora porque no tenéis aún la plenitud de aquel Espíritu. La caridad de Dios, difundida en vuestros corazones por el Espíritu Santo, os dará valor para dar testimonio. El Espíritu Santo, dando testimonio y mucho valor a los testigos, libró del temor a los amigos de Cristo, y convirtió en amor el odio de sus enemigos.

Dídimo, De Spiritu sancto
El Espíritu Santo, que cuando viene se llama Consolador, tomando el nombre de los efectos que produce. Porque no sólo libra de toda perturbación a aquellos que encuentra dignos de sí, sino que les infunde un gozo increíble; porque se apodera la alegría celestial del corazón de aquellos en quien se alberga. Este Espíritu consolador, es enviado por el Hijo, no por ministerio de los ángeles, ni de los profetas, ni de los apóstoles, sino que es enviado por la sabiduría y verdad de Dios, como conviene que sea enviado el Espíritu de Dios, que posee una naturaleza indivisa con la misma sabiduría y verdad. En efecto, el Hijo enviado por el Padre no se separa ni divide de El, permaneciendo en El y teniéndolo en sí mismo, sin que el Espíritu Santo, enviado por el Hijo de la manera antes dicha, salga del Padre ni cambie de uno en otro lugar. Porque así como el Padre no se detiene en parte alguna, porque es sobre toda naturaleza corporal, del mismo modo el Espíritu de verdad no se encierra en extensión de lugar, porque es incorpóreo y superior a toda criatura racional.

Crisóstomo, ut supra
No dijo Espíritu Santo, sino Espíritu de verdad, para demostrar que es digno de fe. Dice también que procede del Padre, es decir, que conoce con toda certeza todas las cosas, del mismo modo que hablando de sí mismo: "Porque conocí de dónde vengo y a dónde voy".

Dídimo, Lib. 2 tomo 9 inter. Op. Hieron
El pudo decir de Dios o del Todopoderoso, pero nada de esto citó, sino que dijo del Padre; no porque el Padre sea otro que el Dios Omnipotente, sino porque el Espíritu de verdad, según la propiedad e inteligencia del Padre, procede de El. Enviando, pues, el Hijo al Espíritu de verdad, lo envía juntamente el Padre, viniendo el Espíritu por la misma voluntad del Padre y del Hijo.

Teofilacto
Por otra parte se dice "en verdad que el Padre envía al Espíritu" y cuando dice "ahora" el Hijo que lo enviará, demuestra la igualdad de poder. Pero no se crea que significa resistencia con el Padre como enviando al Espíritu Santo en virtud de otro poder, y por eso añade: "Del Padre", para expresar que El recibe del Padre y da con El mismo la misión. Cuando oyes que procede, no creas que la procesión sea aquella misión extrínseca, por la cual son enviados los espíritus administradores, sino que llama procesión una propiedad diferente, excelente y reservada, atribuida sólo al Espíritu principal. La procesión del Espíritu no es otra que el origen de Aquel que le da el ser; y así no es necesario entender que la palabra proceder es enviar, sino lo mismo que recibir la esencia de la naturaleza del Padre.

San Agustín, in Ioannem tract., 99.
Tal vez se le ocurra a alguno preguntar si también el Espíritu Santo procede del Hijo. El Hijo es sólo del Padre, y el Padre lo es sólo del Hijo, pero el Espíritu Santo no es Espíritu de sólo uno, sino de los dos. Alguna vez dice Jesucristo: "Espíritu de vuestro Padre, que habla en vosotros" (Mat_10:20), y dice el Apóstol: "Envió Dios al Espíritu del Hijo a vuestros corazones" (Gál_4:6). Creo que, por esto mismo, se llama propiamente Espíritu, porque si se nos pregunta acerca de cada una de las Personas, no podemos sino llamar espíritu tanto al Padre como al Hijo. Este nombre, pues, que corresponde a cada una de las Personas y a todos en común, convino que fuera dado a Aquel que no es ni el Padre ni el Hijo, sino la mancomunidad de los dos.¿Por qué, pues, no hemos de creer que también del Hijo procede el Espíritu Santo siendo también Espíritu del Hijo? Si no procediera de El no hubiera soplado sobre sus discípulos después de la resurrección, diciéndoles: "Recibid el Espíritu Santo" (Jua_20:22). Es necesario creer que ésta es la virtud de que habló el evangelista: "Salía de El una virtud que a todos curaba" (Luc_6:19). Si, pues, el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo, ¿por qué dijo el Hijo: "del Padre procede", sino porque acostumbraba a referir incluso lo que es de sí mismo a Aquél de quién El mismo procede? Por esto dijo: "Mi doctrina no es mía, sino de Aquel que me envió" (Jua_7:16). Si, pues, se entiende como doctrina suya la que, sin embargo, dijo no ser suya, sino de su Padre, con cuánta mayor razón debe entenderse que el Espíritu Santo procede de El mismo, cuando dice "Del Padre procede" y no añade: 'no procede de mí'. De allí le viene al Hijo el ser Dios; de donde le viene el proceder de El el Espíritu Santo. Así se entiende por qué no se dice que el Espíritu Santo nace, sino que procede; porque si fuese también Hijo, sería forzoso considerarlo como Hijo de los dos, lo cual sería absurdísimo. No hay hijo que no nazca sino de dos seres, padre y madre. Pero lejos de nosotros el suponer semejante cosa entre Dios Padre y Dios Hijo. Porque ningún hijo de padres humanos procede al mismo tiempo de padre y de madre; porque en el instante en que procede del padre al seno materno, no procede entonces de la madre. El Espíritu Santo no procede del Padre al Hijo, y luego del Hijo para santificar las criaturas, sino que procede a un mismo tiempo del uno y del otro. Y tampoco podemos decir que el Espíritu Santo no sea vida, siendo vida el Padre y vida el Hijo. Y por esto, así como el Padre tiene vida en sí mismo, y dio al Hijo que tuviera vida en sí mismo, así dio que la vida procediera del Hijo, como procede también de El mismo.

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