9 Jesús, al irse de allí, vio a un hombre llamado Mateo en su puesto de cobrador de impuestos, y le dijo: «Sígueme.» Mateo se levantó y lo siguió.
10 Como Jesús estaba comiendo en casa de Mateo, un buen número de cobradores de impuestos y otra gente pecadora vinieron a sentarse a la mesa con Jesús y sus discípulos. 11 Los fariseos, al ver esto, decían a los discípulos: «¿Cómo es que su Maestro come con cobradores de impuestos y pecadores?» 12 Jesús los oyó y dijo: «No es la gente sana la que necesita médico, sino los enfermos. 13 Vayan y aprendan lo que significa esta palabra de Dios: Me gusta la misericordia más que las ofrendas. Pues no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores.»
10 Como Jesús estaba comiendo en casa de Mateo, un buen número de cobradores de impuestos y otra gente pecadora vinieron a sentarse a la mesa con Jesús y sus discípulos. 11 Los fariseos, al ver esto, decían a los discípulos: «¿Cómo es que su Maestro come con cobradores de impuestos y pecadores?» 12 Jesús los oyó y dijo: «No es la gente sana la que necesita médico, sino los enfermos. 13 Vayan y aprendan lo que significa esta palabra de Dios: Me gusta la misericordia más que las ofrendas. Pues no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores.»
9 Et cum transiret inde Iesus, vidit hominem sedentem in teloneo, Matthaeum nomine, et ait illi: "Sequere me". Et surgens secutus est eum.
10 Et factum est, discumbente eo in domo, ecce multi publicani et peccatores venientes simul discumbebant cum Iesu et discipulis eius. 11 Et videntes pharisaei dicebant discipulis eius: " Quare cum publicanis et peccatoribus manducat magister vester? ". 12 At ille audiens ait: " Non est opus valentibus medico sed male habentibus. 13 Euntes autem discite quid est: "Misericordiam volo et non sacrificium". Non enim veni vocare iustos sed peccatores ".
10 Et factum est, discumbente eo in domo, ecce multi publicani et peccatores venientes simul discumbebant cum Iesu et discipulis eius. 11 Et videntes pharisaei dicebant discipulis eius: " Quare cum publicanis et peccatoribus manducat magister vester? ". 12 At ille audiens ait: " Non est opus valentibus medico sed male habentibus. 13 Euntes autem discite quid est: "Misericordiam volo et non sacrificium". Non enim veni vocare iustos sed peccatores ".
Comentario CATENA AUREA de Santo Tomás de Aquino:
3909
Jesús vio al partir de este lugar a un hombre llamado Mateo, que estaba sentado al banco, y le dijo: "sígueme": y levantándose le siguió. Y acaeció que estando sentado Jesús a la mesa en la casa de este hombre, vinieron a ella muchos publicanos y gentes de mal vivir, y se sentaron a comer con El y con sus discípulos: y viendo esto los fariseos decían a sus discípulos: "¿Cómo es que vuestro Maestro come con los publicanos y pecadores?" Jesús al oír esto, les dice: "no necesitan de médico, los que están sanos, sino los que padecen alguna enfermedad: id, pues, y aprended lo que significan aquellas palabras; amo más la misericordia, que el sacrificio; pues, no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores". (vv. 9-13)
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 30,1. Cristo, después de haber hecho el milagro, partió de aquel lugar a fin de no encender más la envidia de los Judíos. Esta es la conducta que nosotros debemos observar. Jamás debemos tener empeño en continuar al lado de aquellos que nos tienden lazos y ponen trampas. Por eso se dice: "Y saliendo Jesús de aquel lugar (es decir, de donde había hecho el milagro), vio a un hombre llamado Mateo, que estaba sentado en la recaudación de alcabalas".
San Jerónimo. Los otros evangelistas (Mc 2 y Lc 5) no quisieron llamarle por respeto y por honor del mismo Mateo con el nombre con que vulgarmente era conocido, sino que le llamaron Leví, de suerte que tuvo dos nombres. Pero el mismo Mateo, atendiendo a aquello de Salomón: "el justo es acusador de sí mismo" (Pr 18,17), se llama a sí mismo Mateo y publicano. Todos los que lean este proceder, deben deducir, que nadie debe desesperar de su salvación si ha dejado su mala vida, puesto que él fue mudado de repente de publicano en Apóstol.
Glosa. Dicen las palabras que estaba sentado en un banco, manifestándonos que estaba en una de esas casas donde se recaudan los impuestos, pues la palabra griega telos significa impuesto.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 30,1. Brilla aquí el poder del que llama porque no lo hace cuando el llamado trata de abandonar un oficio peligroso, sino que lo arrancó de esos mismos medios malos, como a Pablo de en medio de su locura. Por eso continúa: "y le dijo: sígueme". Así como admiráis la virtud del que llama, admirad también la obediencia del que es llamado. El no opone resistencia, no suplica volver a su casa ni manifestar su resolución a su familia.
Remigio. Tuvo en poco los peligros humanos que le podrían sobrevenir de parte de sus principales, a quienes había abandonado sin darles cuentas exactas de su destino. Por eso se dice: "y levantándose le siguió". Y puesto que renuncia a los bienes del mundo, con justicia Dios lo hizo el dispensador de sus talentos.
San Jerónimo. San Agustín responde en este lugar a la acusación de Porfirio y Juliano. Estos sostenían que el evangelista se había equivocado al referir este hecho y que es una necedad de los discípulos de Cristo el haberle seguido tan precipitadamente sin tomarse tiempo alguno para reflexionar, como si pudieran, sin razón alguna, haber seguido a cualquier hombre. Mas no es así, porque está fuera de duda que los apóstoles antes de creer vieron una multitud de prodigios y de virtudes. Además, el brillo mismo y la majestad de la divinidad oculta, que tanto resplandecía en su aspecto humano, podían muy bien atraer al momento a todos cuantos le contemplaban. Si la piedra imán tiene fuerza para atraer al hierro, cuánto más el Señor de todas las criaturas podía atraer a sí a los que El quería.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 30,1. Pero, ¿por qué no llamó a Mateo al mismo tiempo que a Pedro y a Juan? Porque aún no estaba bien dispuesto y Aquel que conoce el fondo de los corazones, sólo llama a quien comprende que por sus milagros y la fama de su nombre está en aptitud de obedecer.
San Agustín, de consensu evangelistarum, 2,26. Parece lo más probable que San Mateo habla aquí de su vocación recordando lo que antes había omitido, porque es probable que su llamamiento se verificó antes del sermón de la montaña, puesto que San Lucas coloca sobre la cima de la montaña a aquellos doce elegidos, a quienes llamó apóstoles (Lc 6)
Glosa. Mateo cuenta entre los milagros su vocación y en efecto lo fue, porque de publicano fue hecho Apóstol.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 30,1. ¿Por qué no se nos dice el modo y el tiempo en que fueron llamados los otros Apóstoles y sí solamente de Pedro, Andrés, Santiago, Juan y Mateo? Precisamente porque todos éstos procedían de oficios bajos y de condiciones humildes. Nada hay, en efecto, más bajo que el oficio de recaudador, ni más humilde que la condición de pescador.
Glosa. Mateo, con el objeto de mostrar dignamente su agradecimiento por el bien divino que había recibido, preparó en su casa un gran agasajo a Cristo y ofreció de este modo sus bienes temporales a Aquél de quien esperaba los de la eternidad. Esto es lo que significa: "Y sucedió, sentándose El en la casa".
San Agustín, de consensu evangelistarum, 2,27. San Mateo no explica aquí nada sobre la casa en la que estaba Jesús, de donde podría suponerse que el evangelista no siguió en esta narración el orden sucesivo de los acontecimientos, sino que intercaló, según se iba acordando, hechos que se verificaron en otro momento. San Marcos y San Lucas, que refieren este mismo acontecimiento, han manifestado (Mc 2 Lc 5) que Jesús estuvo sentado en la casa de Leví (esto es, de Mateo)
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 30,2. Mateo, al verse tan honrado con la venida de Jesús a su casa, convida a todos los publicanos de su misma profesión. Y esto es lo que quieren decir las palabras: "He aquí que muchos publicanos", etc.
Glosa. Se llaman publicanos todos aquellos hombres que se ocupan de aquellos negocios públicos, que apenas pueden desempeñarse sin cometer algún pecado. Fue un magnífico adelanto, porque Aquel que había de ser el Apóstol y el Doctor de las naciones, debía mostrársenos en su primera conversión seguido de multitud de pecadores, a quienes El llevaba por el camino de la salvación y conducía a la perfección primero por medio de su ejemplo y después por su palabra.
San Jerónimo. Tertuliano, apoyado en las palabras de la Escritura: "No habrá impuesto en Israel" (como si Mateo no hubiera sido judío), dice que los publicanos eran los gentiles. No es admisible esta opinión, puesto que Jesús no come con los gentiles, con el objeto de que no se interprete que ignora el consejo que dio a sus discípulos: "No vayáis por el camino de los gentiles" (Mt 10,5) Habían visto los publicanos que Mateo, siendo publicano, se convirtió de pecador en perfecto, tuvo medios de arrepentirse y ellos, consiguientemente, no podían desconfiar de su salvación.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 30,2. Los publicanos se aproximaron a nuestro Redentor, no sólo para hablarle, sino para comer con El. Porque no solamente corregía muchas veces Jesús a los que estaban mal dispuestos, con sus argumentos, con sus obras o con sus reprensiones a sus enemigos, sino también asistiendo a las comidas; enseñándonos con este proceder que en cualquier tiempo y de cualquier obra podemos sacar utilidad. Los fariseos al ver esto se indignaron y por eso se dice de ellos: "Y viéndolo los fariseos decían a los discípulos de Jesús: ¿Por qué con los publicanos?" etc. Debe notarse aquí que los fariseos, cuando se figuraban haber sorprendido a los discípulos de Cristo en algún pecado, se dirigían a Cristo, como se ve por aquellas palabras: "He aquí que tus discípulos ejecutan obras prohibidas en el día del sábado" (Mt 12,2) De esta manera trataban de deshonrar a Cristo delante de sus discípulos. Todo esto lo hacían con malicia y con el deseo de separar del Maestro los corazones de sus discípulos.
Rábano. Los fariseos cometían dos errores: llenos de orgullo se juzgaban justos a sí mismos, estando muy lejos de la justicia y tenían por malos a todos aquellos que, arrepentidos de sus pecados, se aproximaban a la virtud.
San Agustín, de consensu evangelistarum, 2,27. San Lucas refiere, al parecer en términos algo diferentes, este mismo acontecimiento; según él, los fariseos echan en cara a los discípulos: "¿por qué coméis y bebéis con los publicanos y con los pecadores?" (Lc 5,30) Dando a entender de este modo, que la falta era igualmente extensiva al Maestro y a los discípulos: porque lo que se decía de los discípulos, con mayor razón se debe echar en cara al Maestro, puesto que aquellos no hacían más que imitarle copiando su conducta. El pensamiento, por consiguiente, es el mismo y tanto más cierto, cuanto que, sin alterar la verdad, está expresado en términos diferentes.
San Jerónimo. No vienen a Jesús los que continúan en sus vicios antiguos, como opinan los fariseos y los escribas, sino los que hacen penitencia de ellos, esto es, lo que significan aquellas palabras de Cristo: "Pero oyéndolos Jesús, dice: no es necesario", etc., etc.
Rábano. Se llama a sí mismo Médico, Aquel que valiéndose de un arte maravilloso para curar fue herido a causa de nuestras maldades para que nosotros quedásemos sanos de la herida de nuestros pecados. Con razón llama sanos a aquellos que queriendo establecer una justicia propia, no se sujetan a la verdadera justicia de Dios (Rm 10) y enfermos a aquellos que, vencidos por el dolor de sus faltas y no creyendo en la purificación de la Ley, se someten por el arrepentimiento a la gracia de Dios.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 30,2. Después de haberles hablado en el lenguaje sencillo del sentido común, les cita aquel pasaje de la Escritura: "Id y aprended lo que significa: Quiero la misericordia y no el sacrificio".
San Jerónimo. Valiéndose del testimonio de los Profetas, afrenta a los escribas y fariseos, que considerándose como justos, trataban de evitar todo contacto con los pecadores y publicanos.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 30,3. Es como si dijera: "¿Por qué me acusáis de que llamo a los pecadores a la penitencia? Por la misma razón debéis acusar a Dios Padre, porque El desea, como yo, la enmienda de los pecadores" y de esta manera les demostraba que, no sólo no era prohibido lo que ellos reprendían, sino que, según la Ley, era una cosa superior al sacrificio; porque no dice la Ley: "Quiero la misericordia y el sacrificio, sino que mando aquella y excluyo éste".
Glosa. Dios, sin embargo, no desprecia el sacrificio separado de la misericordia y los fariseos hacían muchas veces sacrificios en el templo, con el objeto de aparecer justos al pueblo, pero no se ejercitaban en las obras de misericordia, que son la prueba de la verdadera justicia.
Rábano. Y así advierte a los fariseos que merezcan la recompensa divina mediante las obras de su propia misericordia y que no confíen en que será agradable a Dios el ofrecimiento de los sacrificios cuando no se hace caso de las necesidades de los pobres. Y añade: "Id", es decir, dejad la ligereza de las necias críticas y consideren atentamente las Sagradas Escrituras que mucho recomiendan la misericordia. Y por aquellas palabras: "No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores", nos da con su ejemplo una lección de misericordia.
San Agustín, de consensu evangelistarum, 2, 27. Añade San Lucas la penitencia (Lc 5,32), lo que significa, desarrollando su pensamiento, que nadie debe juzgar que Cristo ama a los pecadores por el sólo hecho de ser pecadores, además de que la comparación con los enfermos nos da una inteligencia clara de lo que Dios quiere llamando a los pecadores como el médico a los enfermos, esto es, librarlos del pecado como de una enfermedad, lo que se consigue por la penitencia.
San Hilario, in Matthaeum, 9. Mas Cristo vino por todos los hombres: ¿cómo es que dice que El no vino por los justos? ¿Es que había algunos que no tenían necesidad de su venida? Pero la Ley a nadie justifica y El nos enseña la necia presunción de esta pretensión con respecto a la justicia, porque los sacrificios fueron establecidos para la salud los enfermos. La Ley, al establecerlos, no prescindió de la necesidad que todos tenían de la misericordia.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 30,3. Parece que Jesús habla aquí a los fariseos con la misma ironía que cuando se dice: He aquí que el hombre ha sido hecho como uno de nosotros (Gn 3,22), porque en la tierra no había justo alguno, que es lo que da a entender San Pablo en las palabras: "Todos pecaron y necesitan de la gloria de Dios" (Rm 3,23), palabras que moderaron la pretensión de aquellos que habían sido llamados; porque ellas vienen a decir: "Estoy tan lejos de aborrecer a los pecadores, que sólo por ellos he venido".
Glosa. O también porque los justos que había, como Natanael y Juan Bautista, no habían de ser llamados a hacer penitencia. O también: "No he venido a llamar a aquellos justos falsos, como los fariseos, que hacen alarde de su justicia, sino a aquellos que se reconocen como pecadores".
Rábano. La vocación de Mateo y de los publicanos significa la fe de aquellas gentes, que ambicionaban los intereses mundanos y ahora reparan espiritualmente su alma con la compañía del Señor. La soberbia de los fariseos revela la envidia de los judíos con ocasión de la salvación de los gentiles. O también: Mateo representa al hombre que se desvive por ganar bienes terrenales y a quien ve Jesús cuando le mira con los ojos de su misericordia. Porque el nombre de Mateo significa dado y el de Leví tomado. Quien hace penitencia es tomado de entre aquellos que se pierden y dado por la gracia de Dios a la Iglesia. Y le dice Jesús: "Sígueme" y se lo dice, o por la predicación, o por la voz de la Escritura, o por una inspiración interior.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 30,1. Cristo, después de haber hecho el milagro, partió de aquel lugar a fin de no encender más la envidia de los Judíos. Esta es la conducta que nosotros debemos observar. Jamás debemos tener empeño en continuar al lado de aquellos que nos tienden lazos y ponen trampas. Por eso se dice: "Y saliendo Jesús de aquel lugar (es decir, de donde había hecho el milagro), vio a un hombre llamado Mateo, que estaba sentado en la recaudación de alcabalas".
San Jerónimo. Los otros evangelistas (Mc 2 y Lc 5) no quisieron llamarle por respeto y por honor del mismo Mateo con el nombre con que vulgarmente era conocido, sino que le llamaron Leví, de suerte que tuvo dos nombres. Pero el mismo Mateo, atendiendo a aquello de Salomón: "el justo es acusador de sí mismo" (Pr 18,17), se llama a sí mismo Mateo y publicano. Todos los que lean este proceder, deben deducir, que nadie debe desesperar de su salvación si ha dejado su mala vida, puesto que él fue mudado de repente de publicano en Apóstol.
Glosa. Dicen las palabras que estaba sentado en un banco, manifestándonos que estaba en una de esas casas donde se recaudan los impuestos, pues la palabra griega telos significa impuesto.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 30,1. Brilla aquí el poder del que llama porque no lo hace cuando el llamado trata de abandonar un oficio peligroso, sino que lo arrancó de esos mismos medios malos, como a Pablo de en medio de su locura. Por eso continúa: "y le dijo: sígueme". Así como admiráis la virtud del que llama, admirad también la obediencia del que es llamado. El no opone resistencia, no suplica volver a su casa ni manifestar su resolución a su familia.
Remigio. Tuvo en poco los peligros humanos que le podrían sobrevenir de parte de sus principales, a quienes había abandonado sin darles cuentas exactas de su destino. Por eso se dice: "y levantándose le siguió". Y puesto que renuncia a los bienes del mundo, con justicia Dios lo hizo el dispensador de sus talentos.
San Jerónimo. San Agustín responde en este lugar a la acusación de Porfirio y Juliano. Estos sostenían que el evangelista se había equivocado al referir este hecho y que es una necedad de los discípulos de Cristo el haberle seguido tan precipitadamente sin tomarse tiempo alguno para reflexionar, como si pudieran, sin razón alguna, haber seguido a cualquier hombre. Mas no es así, porque está fuera de duda que los apóstoles antes de creer vieron una multitud de prodigios y de virtudes. Además, el brillo mismo y la majestad de la divinidad oculta, que tanto resplandecía en su aspecto humano, podían muy bien atraer al momento a todos cuantos le contemplaban. Si la piedra imán tiene fuerza para atraer al hierro, cuánto más el Señor de todas las criaturas podía atraer a sí a los que El quería.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 30,1. Pero, ¿por qué no llamó a Mateo al mismo tiempo que a Pedro y a Juan? Porque aún no estaba bien dispuesto y Aquel que conoce el fondo de los corazones, sólo llama a quien comprende que por sus milagros y la fama de su nombre está en aptitud de obedecer.
San Agustín, de consensu evangelistarum, 2,26. Parece lo más probable que San Mateo habla aquí de su vocación recordando lo que antes había omitido, porque es probable que su llamamiento se verificó antes del sermón de la montaña, puesto que San Lucas coloca sobre la cima de la montaña a aquellos doce elegidos, a quienes llamó apóstoles (Lc 6)
Glosa. Mateo cuenta entre los milagros su vocación y en efecto lo fue, porque de publicano fue hecho Apóstol.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 30,1. ¿Por qué no se nos dice el modo y el tiempo en que fueron llamados los otros Apóstoles y sí solamente de Pedro, Andrés, Santiago, Juan y Mateo? Precisamente porque todos éstos procedían de oficios bajos y de condiciones humildes. Nada hay, en efecto, más bajo que el oficio de recaudador, ni más humilde que la condición de pescador.
Glosa. Mateo, con el objeto de mostrar dignamente su agradecimiento por el bien divino que había recibido, preparó en su casa un gran agasajo a Cristo y ofreció de este modo sus bienes temporales a Aquél de quien esperaba los de la eternidad. Esto es lo que significa: "Y sucedió, sentándose El en la casa".
San Agustín, de consensu evangelistarum, 2,27. San Mateo no explica aquí nada sobre la casa en la que estaba Jesús, de donde podría suponerse que el evangelista no siguió en esta narración el orden sucesivo de los acontecimientos, sino que intercaló, según se iba acordando, hechos que se verificaron en otro momento. San Marcos y San Lucas, que refieren este mismo acontecimiento, han manifestado (Mc 2 Lc 5) que Jesús estuvo sentado en la casa de Leví (esto es, de Mateo)
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 30,2. Mateo, al verse tan honrado con la venida de Jesús a su casa, convida a todos los publicanos de su misma profesión. Y esto es lo que quieren decir las palabras: "He aquí que muchos publicanos", etc.
Glosa. Se llaman publicanos todos aquellos hombres que se ocupan de aquellos negocios públicos, que apenas pueden desempeñarse sin cometer algún pecado. Fue un magnífico adelanto, porque Aquel que había de ser el Apóstol y el Doctor de las naciones, debía mostrársenos en su primera conversión seguido de multitud de pecadores, a quienes El llevaba por el camino de la salvación y conducía a la perfección primero por medio de su ejemplo y después por su palabra.
San Jerónimo. Tertuliano, apoyado en las palabras de la Escritura: "No habrá impuesto en Israel" (como si Mateo no hubiera sido judío), dice que los publicanos eran los gentiles. No es admisible esta opinión, puesto que Jesús no come con los gentiles, con el objeto de que no se interprete que ignora el consejo que dio a sus discípulos: "No vayáis por el camino de los gentiles" (Mt 10,5) Habían visto los publicanos que Mateo, siendo publicano, se convirtió de pecador en perfecto, tuvo medios de arrepentirse y ellos, consiguientemente, no podían desconfiar de su salvación.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 30,2. Los publicanos se aproximaron a nuestro Redentor, no sólo para hablarle, sino para comer con El. Porque no solamente corregía muchas veces Jesús a los que estaban mal dispuestos, con sus argumentos, con sus obras o con sus reprensiones a sus enemigos, sino también asistiendo a las comidas; enseñándonos con este proceder que en cualquier tiempo y de cualquier obra podemos sacar utilidad. Los fariseos al ver esto se indignaron y por eso se dice de ellos: "Y viéndolo los fariseos decían a los discípulos de Jesús: ¿Por qué con los publicanos?" etc. Debe notarse aquí que los fariseos, cuando se figuraban haber sorprendido a los discípulos de Cristo en algún pecado, se dirigían a Cristo, como se ve por aquellas palabras: "He aquí que tus discípulos ejecutan obras prohibidas en el día del sábado" (Mt 12,2) De esta manera trataban de deshonrar a Cristo delante de sus discípulos. Todo esto lo hacían con malicia y con el deseo de separar del Maestro los corazones de sus discípulos.
Rábano. Los fariseos cometían dos errores: llenos de orgullo se juzgaban justos a sí mismos, estando muy lejos de la justicia y tenían por malos a todos aquellos que, arrepentidos de sus pecados, se aproximaban a la virtud.
San Agustín, de consensu evangelistarum, 2,27. San Lucas refiere, al parecer en términos algo diferentes, este mismo acontecimiento; según él, los fariseos echan en cara a los discípulos: "¿por qué coméis y bebéis con los publicanos y con los pecadores?" (Lc 5,30) Dando a entender de este modo, que la falta era igualmente extensiva al Maestro y a los discípulos: porque lo que se decía de los discípulos, con mayor razón se debe echar en cara al Maestro, puesto que aquellos no hacían más que imitarle copiando su conducta. El pensamiento, por consiguiente, es el mismo y tanto más cierto, cuanto que, sin alterar la verdad, está expresado en términos diferentes.
San Jerónimo. No vienen a Jesús los que continúan en sus vicios antiguos, como opinan los fariseos y los escribas, sino los que hacen penitencia de ellos, esto es, lo que significan aquellas palabras de Cristo: "Pero oyéndolos Jesús, dice: no es necesario", etc., etc.
Rábano. Se llama a sí mismo Médico, Aquel que valiéndose de un arte maravilloso para curar fue herido a causa de nuestras maldades para que nosotros quedásemos sanos de la herida de nuestros pecados. Con razón llama sanos a aquellos que queriendo establecer una justicia propia, no se sujetan a la verdadera justicia de Dios (Rm 10) y enfermos a aquellos que, vencidos por el dolor de sus faltas y no creyendo en la purificación de la Ley, se someten por el arrepentimiento a la gracia de Dios.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 30,2. Después de haberles hablado en el lenguaje sencillo del sentido común, les cita aquel pasaje de la Escritura: "Id y aprended lo que significa: Quiero la misericordia y no el sacrificio".
San Jerónimo. Valiéndose del testimonio de los Profetas, afrenta a los escribas y fariseos, que considerándose como justos, trataban de evitar todo contacto con los pecadores y publicanos.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 30,3. Es como si dijera: "¿Por qué me acusáis de que llamo a los pecadores a la penitencia? Por la misma razón debéis acusar a Dios Padre, porque El desea, como yo, la enmienda de los pecadores" y de esta manera les demostraba que, no sólo no era prohibido lo que ellos reprendían, sino que, según la Ley, era una cosa superior al sacrificio; porque no dice la Ley: "Quiero la misericordia y el sacrificio, sino que mando aquella y excluyo éste".
Glosa. Dios, sin embargo, no desprecia el sacrificio separado de la misericordia y los fariseos hacían muchas veces sacrificios en el templo, con el objeto de aparecer justos al pueblo, pero no se ejercitaban en las obras de misericordia, que son la prueba de la verdadera justicia.
Rábano. Y así advierte a los fariseos que merezcan la recompensa divina mediante las obras de su propia misericordia y que no confíen en que será agradable a Dios el ofrecimiento de los sacrificios cuando no se hace caso de las necesidades de los pobres. Y añade: "Id", es decir, dejad la ligereza de las necias críticas y consideren atentamente las Sagradas Escrituras que mucho recomiendan la misericordia. Y por aquellas palabras: "No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores", nos da con su ejemplo una lección de misericordia.
San Agustín, de consensu evangelistarum, 2, 27. Añade San Lucas la penitencia (Lc 5,32), lo que significa, desarrollando su pensamiento, que nadie debe juzgar que Cristo ama a los pecadores por el sólo hecho de ser pecadores, además de que la comparación con los enfermos nos da una inteligencia clara de lo que Dios quiere llamando a los pecadores como el médico a los enfermos, esto es, librarlos del pecado como de una enfermedad, lo que se consigue por la penitencia.
San Hilario, in Matthaeum, 9. Mas Cristo vino por todos los hombres: ¿cómo es que dice que El no vino por los justos? ¿Es que había algunos que no tenían necesidad de su venida? Pero la Ley a nadie justifica y El nos enseña la necia presunción de esta pretensión con respecto a la justicia, porque los sacrificios fueron establecidos para la salud los enfermos. La Ley, al establecerlos, no prescindió de la necesidad que todos tenían de la misericordia.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 30,3. Parece que Jesús habla aquí a los fariseos con la misma ironía que cuando se dice: He aquí que el hombre ha sido hecho como uno de nosotros (Gn 3,22), porque en la tierra no había justo alguno, que es lo que da a entender San Pablo en las palabras: "Todos pecaron y necesitan de la gloria de Dios" (Rm 3,23), palabras que moderaron la pretensión de aquellos que habían sido llamados; porque ellas vienen a decir: "Estoy tan lejos de aborrecer a los pecadores, que sólo por ellos he venido".
Glosa. O también porque los justos que había, como Natanael y Juan Bautista, no habían de ser llamados a hacer penitencia. O también: "No he venido a llamar a aquellos justos falsos, como los fariseos, que hacen alarde de su justicia, sino a aquellos que se reconocen como pecadores".
Rábano. La vocación de Mateo y de los publicanos significa la fe de aquellas gentes, que ambicionaban los intereses mundanos y ahora reparan espiritualmente su alma con la compañía del Señor. La soberbia de los fariseos revela la envidia de los judíos con ocasión de la salvación de los gentiles. O también: Mateo representa al hombre que se desvive por ganar bienes terrenales y a quien ve Jesús cuando le mira con los ojos de su misericordia. Porque el nombre de Mateo significa dado y el de Leví tomado. Quien hace penitencia es tomado de entre aquellos que se pierden y dado por la gracia de Dios a la Iglesia. Y le dice Jesús: "Sígueme" y se lo dice, o por la predicación, o por la voz de la Escritura, o por una inspiración interior.
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