jueves, 4 de julio de 2013

Evangelio del día (Calendario Tradicional) - 04 de julio de 2013

Epístola del Apóstol San Pablo a los Romanos (VI, 3-11)
   
(3)  ¿O ignoráis que cuantos hemos sido bautizados en Cristo Jesús fuimos bautizados en su muerte?
(4)  Con El, pues, hemos sido sepultados por el bautismo en su muerte, para que como El resucitó de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros caminemos en novedad de vida.
(5)  Porque, si han sido hechos una misma cosa con El por la semejanza de su muerte, también lo seremos por la de su resurrección;"
(6)  pues sabemos que nuestro hombre viejo ha sido crucificado con El, para que fuera destruido el cuerpo del pecado y ya no sirvamos al pecado.
(7)  En efecto, el que muere, queda absuelto de su pecado.
(8)  Si hemos muerto con Cristo, también viviremos con El;"
(9)  pues sabemos que Cristo, resucitado de entre los muertos, ya no muere, la muerte no tiene ya dominio sobre El.
(10)  Porque muriendo, murió al pecado una vez para siempre; pero viviendo, vive para Dios."
(11)  Así, pues, también vosotros haced cuenta de que estáis muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús.




+ Continuación del Santo Evangelio según San Marcos (VIII, 1-9)

Biblia versión Nacar-Colunga


(1)  Por aquellos días, hallándose otra vez rodeado de una gran muchedumbre que no tenía qué comer, llamó a los discípulos y les dijo:
(2)  Tengo compasión de la muchedumbre, porque hace ya tres días que me siguen y no tienen qué comer;"
(3)  si los despido ayunos para sus casas, desfallecerán en el camino, y algunos de ellos son de lejos.
(4)  Sus discípulos le respondieron: ¿Y cómo podría saciárselos de pan aquí en el desierto?
(5)  El les preguntó: ¿Cuántos panes tenéis? Dijeron: Siete.
(6)  Mandó a la muchedumbre recostarse sobre la tierra; y tomando los siete panes, dando gracias, los partió y los dio a sus discípulos para que los sirviesen, y los sirvieron a la muchedumbre."
(7)  Tenían unos pocos pececillos, y, dando gracias, dijo que los sirviesen también.
(8)  Comieron y se saciaron, y recogieron de los mendrugos que sobraron siete cestos.
(9)  Eran unos cuatro mil. Y los despidió.

Laus tibi Christe 



Biblia versión Jünemann
(1)  En aquellos días, otra vez, habiendo mucha turba, y no teniendo ellos qué comer, llamando a sí sus discípulos, díceles:
(2)  «Lastímome de la turba, pues ya días tres permanecen aquí, y no tienen qué comer.
(3)  Y, si les despidiere ayunos a su casa, desfallecerán en el camino; y algunos de ellos de lejos son».
(4)  Y respondiéronle sus discípulos: que «¿de dónde a éstos podrá alguien aquí hartar de panes en el páramo?»
(5)  Y preguntóles: «¿Cuántos tenéis —panes?» Y ellos dijeron: «Siete».
(6)  Y significó a la turba echarse sobre la tierra: y tomando los siete panes, agradeciendo partió, y daba a sus discípulos para servir, y sirvieron a la turba.
(7)  Y tenían pececillos pocos; y, bendiciéndolos, dijo también éstos servir.
(8)  Y comieron y hartáronse, y alzaron las sobras de los pedazos; siete espuertas.
(9)  Y eran como cuatro mil. Y despidióles.
 

Biblia Vulgata (latín)

(1)  in illis diebus iterum cum turba multa esset nec haberent quod manducarent convocatis discipulis ait illis
(2)  misereor super turba quia ecce iam triduo sustinent me nec habent quod manducent
(3)  et si dimisero eos ieiunos in domum suam deficient in via quidam enim ex eis de longe venerunt
(4)  et responderunt ei discipuli sui unde istos poterit quis hic saturare panibus in solitudine
(5)  et interrogavit eos quot panes habetis qui dixerunt septem
(6)  et praecepit turbae discumbere supra terram et accipiens septem panes gratias agens fregit et dabat discipulis suis ut adponerent et adposuerunt turbae
(7)  et habebant pisciculos paucos et ipsos benedixit et iussit adponi
(8)  et manducaverunt et saturati sunt et sustulerunt quod superaverat de fragmentis septem sportas
(9)  erant autem qui manducaverunt quasi quattuor milia et dimisit eos


Comentario de Santo Tomás de Aquino
a la Epístola del Apóstol San Pablo a los Romanos

Lección 3: Romanos 5,12
23
075 (Rm 5,12)


Se indica la propagación del pecado en este mundo y el origen de la muerte y a la vez se declara de qué modo es posible que el pecado original se transmita a los posteros.

12. Por tanto, como por un solo hombre entró el pecado en el mundo, y por el pecado la muerte, también asi pasó la muerte a todos los hombres, en el cual todos pecaron.

Habiendo mostrado el Apóstol los bienes que por la gracia de Cristo hemos conseguido, aquí enseña consecuentemente de qué males somos librados por ella. Y acerca de esto hace tres cosas. La primera es mostrar que por la gracia de Cristo fuimos librados de la esclavitud del pecado. La segunda, mostrar que por su gracia somos libres de la esclavitud de la Ley (Rm 7,1-6): ¿Acaso ignoráis, hermanos, etc.? La tercera, en señar que por la gracia de Cristo nos libramos de la condenación (Rm 8,1-13): Por tanto, ahora no hay condenación alguna para los qué están en Cristo Jesús. Acerca de lo primero hace dos cosas. La primera, mostrar que por la gracia somos liberados del pecado original pretérito; lo segundo, hacer ver que protegidos por ella nos gobernamos contra los pecados futuros: ¿Qué diremos, pues? (Rm 6,1). Acerca de lo primero hace también dos cosas. Primero trata de la propagación del pecado; y lo segundo, de la propagación de la gracia para destruir el pecado: Mas no fue el don como el delito (Rm 5,15). Acerca de lo primero todavía hace dos cosas. Primero indica la propagación del pecado; luego, lo manifiesta ya antes de la Ley, etc. (Rm 5,13). Acerca de lo primero hace aún dos cosas. Primero enuncia la propagación del pecado, y luego muestra su universalidad: y así todos pecaron. Acerca de lo primero hace a su vez dos cosas. La primera, indicar el origen del pecado; la segunda, el origen de la muerte: y por el pecado la muerte, etc.

Así es que primero dice que por Cristo recibimos la reconciliación. Porque la reconciliación por Cristo se propagó en el mundo, así como por un solo hombre, esto es, por Adán, entró el pecado en el mundo.-Como en Adán todos mueren, así también en Cristo todos serán vivificados (ICo 15,22).

Debemos aquí considerar que los herejes Pelagianos niegan en los niños el pecado original: decían que estas palabras del Apóstol deben entenderse acerca del pecado actual. El cual, según ellos, entró en el mundo por Adán en cuanto pecando todos imitamos el pecado de Adán, según aquello de Oseas 6,7: Ellos han violado mi alianza a imitación de Adán, efe. Pero, como Agustín dice contra ellos, si aquí hablara el Apóstol de la introducción del pecado actual, que es por imitación, no diría qué por un hombre entrara el pecado en este mundo, sino más bien por el diablo, a quien los pecadoresimitan, según aquello de Sabiduría 2,24: Por la envidia del diablo entró la muerte en el mundo. Así es que débese entender que por Adán entró el pecado en este mundo, no sólo por imitación, sino también por propagación, esto es, por el viciado origen de la carne, según aquello de Efesios 2,3: Eramos por naturaleza hijos de ira. Y en el Salmo 50,7, leemos: Mira, pues, que fui concebido en la iniquidad, etc.

Objeción.-Pero parece ser imposible que por el origen de la carne se transmita el pecado de uno en otro. Porque el pecado está en el alma racional, la cual no se transmite por origen de la carne, ya porque el entendimiento no es un acto de algún cuerpo, y así no puede ser causado por virtud del semen corporal, como dice el Filósofo (In libro de generatione animalium); ya también porque siendo el alma racional cierta cosa subsistente, que por sí misma opera, y corrompido el cuerpo ella no se corrompe, se sigue que no es engendrada siendo engendrado el cuerpo, como otras formas que no pueden subsistir por sí mismas, sino que más bien es causada por Dios. Así es que consecuentemente se ve que tampoco el pecado, que es un accidente del alma, se pueda transmitir por origen de la carne.

Respuesta.-A lo cual racionalmente se contesta que aun cuando en el semen no esté el alma, hay sin embargo en el semen una virtud dispositiva del cuerpo para recibir el alma que se infunde en el cuerpo; y a su modo con él se conforma el alma en virtud de que todo lo que se recibe está en el recipiente al modo de éste. Y por eso vemos que los hijos se asemejan a sus padres, no sólo en los defectos corporales, como el leproso engendra al leproso, y el podágrico al podá-grico, sino también en los defectos del alma, como el iracundo engendra al iracundo, y de locos nacen locos. Pues aun cuando el pie, que es el sujeto de la podagra, no esté en el semen, ni tampoco el alma, que es el sujeto de la ira o de la demencia, sin embargo en el semen está la virtud formativa de los miembros corporales y de disposición para el alma.

Pero aún subsiste la duda, porque los defectos que se transmiten por un origen viciado no tienen razón de culpa. No merecen pena, en efecto, sino más bien misericordia, como dice el Filósofo de aquel que nace ciego, o de cualquier otro modo con alguna privación. Y esto es así porque la naturaleza de la culpa exige que sea voluntaria y dependa de la potestad del hombre al que se le imputa la culpa. Y así, por lo tanto, si algún defecto nos resulta por el origen del primer padre, no se ve que haya en nosotros razón de culpa, sino de pena. Por lo cual se debe decir que así como el pecado actual es un pecado de la persona, porque se comete por la voluntad de la persona que peca, así también el pecado original es un pecado de la naturaleza que es cometido por voluntad del principio de la naturaleza humana.

Así es que se debe considerar que como los diversos miembros del cuerpo son partes de la persona de un hombre, así también todos los hombres son partes y como miembros de la humana naturaleza. De aquí que también Porfirio dice que en la participación de la especie muchos hombres son un solo hombre. Ahora bien, vemos que el acto de pecado cometido por algún miembro, por ejemplo por la mano o por el pie, no tiene razón de culpa por voluntad de la mano o del pie, sino por voluntad de todo el hombre, de la cual como de cierto principio se deriva el movimiento del pecado al miembro particular. Y de manera semejante, por voluntad de Adán, que fue el principio de la humana naturaleza, todo desorden de la naturaleza tiene razón de culpa en todos, a los cuales se deriva en cuanto a que son susceptibles de culpa. Y así como el pecado actual, que es pecado de la persona, se deriva a un miembro particular por algún acto personal, así también el pecado original se deriva a cada uno de los hombres por un acto de la naturaleza, el cual es la generación. Y así como por la generación humana se transmite la naturaleza, así también por la generación se transmite el defecto de la humana naturaleza, el cual es la consecuencia del pecado del primer padre. Ahora bien, aquí el defecto es la carencia de la justicia original, que divinamente se le había concedido al hombre, no sólo en Cuanto era una persona singular sino también en cuanto era el principio de la humana naturaleza, de modo que júnto con la naturaleza la transmitiría a los pósteros. Y por eso de manera semejante la privación de tal justicia original se transmitió por el pecado a los pósteros, teniendo en ellos razón de culpa por lo ya dicho. Y por eso se dice que eri la propagación del pecado original la persona inficionó la naturaleza, o sea, que pecando vició Adán la humana naturaleza; pero luego, en los demás, la naturaleza viciada inficionó a la persona, mientras que en lo engendrado se imputa la tara a culpa de la naturaleza por voluntad del primer padre, como está dicho. Por lo cual es evidente que aun cuando el primer pecado del primer padre se derive por origen a los pósteros, sin embargo, los demás pecados de él, como también los de los demás hombres, no se transmiten a los hijos, porque únicamente por el primer pecado que^ da perdido el bien de la naturaleza, que había de transmitirse por origen de la naturaleza. Ciertamente, por los demás pecados se pierde el bien de la gracia personal, que no se deriva a los demás pósteros; y de aquí también que aun cuando el pecado de Adán haya sido borrado por su penitencia, según aquello del libro de lo Sabiduría 10,2: Y ella le sacó de su pecado, sin embargo su penitencia no pudo borrar el pecado de los pósteros, porque su penitencia fue en virtud de un acto personal que no se extendía más allá de su persona. Y por esto es uno solo el pecado original, porque solamente el defecto consecuente al primer pecado se deriva originalmente a los pósteros. Y por eso dice el Apóstol ¡singularizando: por un solo hombre entró el pecado m el mundo; y no dijo en plural pecados, lo cual se hubiese dicho si se hablara de los pecados actuales. A veces se dice sin embargo en plural pecados originales, como en el Salmo 50,7: En pecados me concibió mi madre, porque virtualmente contiene muchos pecados, por cuanto a causa de la corrupción del fomes nos inclinamos a muchos pecados.

Pero parece que el pecado original no entró en «I mundo por un hombre, Adán, sino más bien por un* mujer, Eva, que pecó primero, según aquello del Eclesiástico 25,33: De la mujer tuvo principio el pecado, y por causa de ella morimos todos.

A lo cual se responde en la Glosa de dos maneras. De la primera, así: la costumbre de la Escritura es entrelazar las genealogías no por la mujer sino por los varones, como se ve por Mateo 1 y Lucas 3. Y por eso queriendo aquí (en Rm 5,12) el Apóstol mostrar una especie de genealogía del pecado, no hizo mención de la mujer sino sólo del varón. De la segunda, así: porque también la mujer está tomada del varón, y por lo tanto lo que es de la mujer se atribuye al varón. Pero también de otro modo se puede decir, y mejor, que como el pecado original se transmite júnto con la naturaleza, como está dicho, como por la virtud activa del varón, suministrando la mujer la materia, se transmite la naturaleza, así también el pecado original. Por lo cual también, si Adán no hubiese pecado, habiendo pecado Eva, no por eso se habría transmitido el pecado a los pósteros. En efecto, ésa es la causa por la cual no contrajo Cristo el pecado original, porque de la sola mujer, sin el semen viril, recibió la carne. Y con estas palabras del Apóstol respondió Agustín al hereje Juliano que preguntaba de este modo: No peca el que nace, no peca el que engendra, no peca aquel que dispone: ¿por qué resquicios, entre tantas guardas de la inocencia, supones que entra el pecado? Pero Agustín responde: ¿Para qué quieres un oculto resquicio si tienes abiertísima la puerta? Porque según el Apóstol, Por un solo hombre entró el pecado en el mundo. Consiguientemente, toca la entrada de la muerte en el mundo cuando dice: y por el pecado la muerte, o sea, que en este mundo entró según aquello de la Sabiduría 1: 1njustitia mortis est acquisitio.*

* No me ha sido posible localizar esta cita en la Sagrada Escritura

(S. A.)-

Objeción.-Mas parece que la muerte no proviene del pecado, sino más bien de la naturaleza como proveniente por necesidad de la materia. Porque el cuerpo humano se compone de contrarios. Por lo cual es naturalmente corruptible.

Respuesta .-Se debe decir que de dos maneras se puede considerar la naturaleza humana. De la una, según principios intrínsecos, y así la muerte le es natural. De aquí que Séneca dice (In libro de remediis fortuitorum) que la muerte es la naturaleza del hombre, no una pena. De la otra manera se puede considerar la naturaleza del hombre tal como por divina providencia le fue dada por justicia original. La cual justicia era cierta rectitud, de modo que la mente del hombre estuviese sujeta a Dios, y las facultades inferiores estuviesen sujetas al espíritu, y el cuerpo al alma, y todas las cosas exteriores al hombre; de tal manera que mientras la mente del hombre se sujetara a Dios, las facultades inferiores se sujetarían a la razón, y el cuerpo al alma, que de ésta recibiría la vida sin fin, y las cosas exteriores al hombre, para que todas las cosas le sirvieren, y ningún perjuicio recibiera de ellas. Ahora bien, esto lo dispuso la divina providencia en atención a la divinidad del alma racional, pues siendo naturalmente incorruptible le convenía un cuerpo incorruptible; pero como el cuerpo, que está compuesto de elementos contrarios, debía ser el órgano de los sentidos, y tal cuerpo según su naturaleza no puede ser incorruptible, el poder divino suplió lo que a la humana naturaleza faltaba dándole al alma la virtud de mantener al cuerpo incorruptible, así como el artesano, si pudiera, le daría al fierro del que hace un cuchillo la cualidad de no contraer ningún orín. Y así, por lo tanto, habiéndose apartado de Dios la mente humana por el pecado, perdió la virtud de sujetar las facultades inferiores, así como el cuerpo y las cosas exteriores; y de esta manera incurrió en la muerte natural por causas intrínsecas y es tiranizada por los daños exteriores.

En seguida, cuando dice: también así pasó la muerte a todos los hombres, etc., muestra la universalidad de tal progresión, tanto en cuanto a la muerte como en cuanto al pecado, aunque en un orden retrógrado. Porque arriba trató de la entrada del pecado, que es la causa de la entrada de la muerte, mas ahora primero trata de la universalidad de la muerte, como de lo más manifiesto; y esto es lo que expresa así: Y también la Muerte, esto es, el pecado del primer padre, pasó a todos, pues por el origen viciado contraen los hombres la necesidad de morir. Todos morimos (2 Reyes 14,14). ¿Qué hombre hay que haya de vivir sin ver jamás la muerte? (Ps 88,49).

En seguida toca la universalidad de la progresión del pecado, diciendo: en el cual todos pecaron, lo cual, como dice Agustín en la Glosa, se puede entender de dos maneras. De la una, en el cual, esto es, en el primer hombre, o bien en el cual, esto es, en el pecado, porque habiendo pecado él, de cierta manera todos pecaron por cuanto en él estaban como en su primer origen. Pero como también Cristo trae su origen de Adán, como es patente en Lucas 3, parece que también El pecó, habiendo pecado Adán. A lo cual responde Agustín (Super Gen. ad litteram) que Cristo no estuvo en Adán tan totalmente como nosotros estamos: porque nosotros estamos en él tanto según la substancia carnal como según la razón seminal. Y Cristo estuvo en él solamente según la substancia carnal. Mal entendiendo esto algunos, pensaron que toda la substancia de los cuerpos humanos, que corresponde a la verdad de la humana naturaleza, estuvo en acto en Adán, y que por cierta multiplicación hecha por la virtud divina, lo que se toma de Adán se extiende a toda la abundancia de los cuerpos. Pero es impropio atribuir a milagro las obras de la naturaleza, principalmente porque vemos que el cuerpo humano, en cuanto se trata de la verdad de la naturaleza humana, se corrompe y toma otra forma. De aquí que como todo lo que puede ser engendrado es corruptible, y a la inversa, se debe decir que la materia que antes de la generación del hombre existió bajo una forma distinta de la humana, tomó la forma de la carne humana, y así no todo lo que hay en nuestros cuerpos y que corresponde a la verdad de la naturaleza existió en acto en Adán, sino sólo según el origen, en cuanto, ciertamente, el efecto está en el principio activo. Por io tanto, según esto se debe entender que como en nuestra acción de engendrar concurren la materia corporal que la mujer suministra y la fuerza activa que está en el semen del varón, una y otra cosa conducen por el origen a Adán, como a su primer principio. Y por eso se dice que en él estamos tanto según la razón seminal como según la substancia corporal, porque una y otra cosa de él proceden. Pero en la generación de Cristo la substancia corporal fue la que tomó de la Virgen; y en lugar de la razón seminal hubo la virtud activa del Espíritu Santo, virtud que no se deriva de Adán, y por lo mismo no estuvo en Adán en cuanto a la razón seminal sino tan sólo en cuanto a la substancia corporal. Y así, por lo tanto, nosotros recibimos el pecado de Adán y lo llevamos arrastrando: y la naturaleza humana de él la re-bimos como de un principio activo, lo cuál es estar en él según la razón seminal, lo cual nada tiene que ver con Cristo, como está dicho.

Parece, finalmente, que el pecado original no pasa a todos, puesto que los bautizados se limpian del pecado original por el bautismo; y así parece que no podrían transmitir a los pósteros el pecado que no tienen.

Mas debemos decir que por el bautismo el hombre se libera del pecado original en cuanto a la mente, pero permanece la infección del pecado en cuanto a la carne, por lo cual dice el Apóstol: Yo mismo con la mente sirvo a la ley de Dios, mas con la carne a la ley del pecado Rm 7,25). El hombre no engendra con la mente hijos carnales sino con la carne; por lo cual no transmite la novedad de Cristo sino la vetustez de Adán.





Lección 4: Romanos 5,13-14
24
075 (Rm 5,13-14)


Muestra que también bajo la Ley hubo pecado, aunque no fuese imputado por Dios antes de la Ley, y manifiesta qué hace la Ley acerca del pecado y de qué manera fuera Adán la figura del que había de venir.

13. Porque ya antes de la Ley había pecado en el mundo. Mas el pecado no se imputa si no hay Ley.
14. Sin embargo, reinó la muerte desde Adán hasta Moisés, aun sobre los que habían pecado a la manera de la transgresión de Adán, el cual es figura del que había dé venir.

Habiendo mostrado el Apóstol el origen del pecado y de ía muerte, o de la introducción del uno y de la otra en el mundo, aquí explica lo que dijera. Y primero lo indica: luego, enseña la semejanza que esbozara diciendo: Por lo tanto, como por un solo hombre, etc. (Rm 5,12); en tercer lugar, expone la semejanza: el cual es figura cW que había da venir, etc. Porque había dicho que el pecado y la muerte se transmitieron a todos, y esto trató de explicarlo, conforme a la exposición de Agustín, por el hecho de que también bajo la Ley permaneció el pecado, cumo si la Ley fuera impotente para excluirlo. Acerca de lo cual hace dos cosas. Primero indica su propósito en cuanto al pecado; y luego, en cuanto a la muerte: Sin embargo, reinó la muerte, etc. Todavía hace dos cosas acerca de lo primero. La primera, mostrar que hubo pecado también bajo la Ley; lo segundo, qué hizo la Ley acerca del pecado: Mas el pecado, etc. Así es que primeramente dice: Dicho está que todos pecaron en Adán, porque tampoco la Ley impidió el pecado. Porque ya antes de la Ley, esto es, que también bajo la Ley, porque el ya antes -usque- se entiende que inclusive. El pecado existía en el mundo, lo cual se puede entender acerca de la ley de la riatu-raleza y de la Ley de Moisés; de manera semejante, también del pecado actual y del pecado original. Porque el pecado original existía en el párvulo hasta el régimen de la ley de la naturaleza, esto es, hasta el uso de la razón por el cual el hombre se da cuenta de tales leyes. Mi madre me concibió en pecados (Ps 50,7). Ni cesa este pecado por la ley natural adveniente en el hombre, sino que más bien se desarrolla por la adición del pecado actual, porque, como se dice en el Eclesiastés 7,2 1: No hay hombre justo en la tierra que haga el bien y no peque (jamás). Pero si lo entendemos acerca de la Ley de Moisés, entonces que el pecado existiese en el mundo hasta la Ley, se puede entender no sólo del original sino también del actual, porque tanto antes de la Ley como bajo la Ley uno y otro pecado permanecieron. ¿Quién es el que decir pueda: mi corazón limpio? (Prov 20,9). Porque aun cuando la ley no su primiera el pecado, hizo sin embargo que fuera conocido el pecado, el cual no se conocía antes.

De aquí que agrega: Mas el pecado no se imputa. Lo cual es muy claro si se entiende de la ley natural. Porque aun cuando el pecado original existía en el párvulo antes del régimen de la Ley natural, y se le impute por Dios, sin embargo no se le imputa entre los hombres. Mas si se entiende de la Ley de Moisés, es claro en cuanto a algunos pecados actuales que no se imputaban antes de la Ley, como los que eran especialmente prohibidos por la Ley y que los hombres no consideraban como pecados, según lo que dice el Éxodo (20,17): No codiciarás la casa de tu prójimo. Se imputaban sin embargo ciertos pecados por cuanto eran contra la ley de la naturaleza. De aquí que en Génesis (39,13-20) se lee que José fue puesto en la cárcel por el adulterio que se le atribuyó.

Consecuentemente trata de la muerte diciendo: Aun cuando los pecados antes de la Ley no se imputaren, sin embargo la Muerte, es claro que espiritualmente, este es, el pecado o bien la eterna condenación, de la cual se dice en el Salmo 33,22: Funestísima es la muerte de los pecadores, reinó, o sea, que ejerció su poder en los hombres llevándolos a la condenación, désete Adán, por el cual entró el pecado en el mundo, hasta Moisés, bajo el cual fue dada la Ley: -La Ley fue dada por Moisés (Jn 1,17)-; no sólo en los que pecaron actualmente, sino también en aquellos que habían pecado a la manera de la transgresión de Adán, el cual pecó actualmente. Mas ellos han violado mí alianza, a imitación de Adán: allí prevaricaron contra Mí (Oseas 6,7), porque aun los párvulos incurrían en la condena. Se puede también entender bajo este mismo sentido, de la muerte corporal, por la cual se manifiesta que el pecado existía aun cuando no se imputara, como si dijera: Mas el pecado no se imputa antes de la Ley, pero de esto mismo se desprende que existía, porque reinó la muerte, es claro que la corporal, introduciendo primero algunas afecciones, como por ejemplo el hambre y la sed y el malestar, y finalmente disolviendo totalmente, aun en los que no habían pecado a la manera de la transgresión de Adán, esto es, en los párvulos, que no pecaron actualmente, porque padecen también la muerte corporal antes y después de Cristo, según aquello del Salmo 88,49: ¿Qué hombre hay que haya de vivir sin ver jamás la muerte?

Pero Ambrosio entendió estas palabras de otra manera, tan sólo del pecado actual y de la Ley de Moisés. Y según él las dichas palabras nos llevan a entender que por el primer padre entró el pecado en este mundo y pasó a todos: porque ya antes de la Ley, esto es, antes de la Ley de Moisés, había pecado en el mundo, es claro que el pecado actual. Porque los hombres pecaban de múltiples maneras contra la Ley de la naturaleza. De aquí que se dice en Génesis 13,13: Los sodomitas eran perversísimos. Mas el pecado no se imputa si no hay ley, por lo cual débese entender no que no se imputare como para castigarlo entre los hombres, pues se lee que antes de la Ley algunos fueron castigados por los hombres por los pecados, como se ve en Génesis 39 y 40; sino que no se imputaban como si hubieran de castigarse por Dios. Porque a la sazón no creían los hombres que Dios ni castigara ni premiara las acciones humanas, según aquello de Job 22,14: Ni hace algo erv nuestras cosas, y anda paseándose de uno a otro polo del cielo. Pero habiendo sido dada la Ley por Dios, se conoció que los pecados son imputados por Dios para pena, y no sólo por los hombres. Y por eso, no creyendo los hombres que Dios los castigaría por los pecados, libremente y sin freno pecaban donde y cuando no temieran el juicio humano. Y por esto agregd: Sin embargo, la muerte, esto es, el pecado, reinó, esto es, ejerció todo su poder, desde Adán hasta Moisés exclusive. Porque por Moisés fue dada la Ley, que empezó a disminuir el reino del pecado esgrimiendo el temor del juicio divino, según el Deuteronomio (5,29): Ojalá que tengan siempre tal espíritu que me teman y guarden todos mis mandamientos en todo tiempo. Reinó, digo, el pecado hasta Moisés, aunque no en todos, sino en aquellos que pecaron a la manera de la transgresión de Adán. Porque dice Ambrosio que en los libros antiguos no se encuentra la negación NO, por lo cual cree que fue puesta por corruptores del texto. En verdad, Adán creyó más en la promesa del diablo que en la divina conminación, como es claro en Génesis 3, y así de cierta manera tuvo en más al diablo que a Dios. Y así a la manera de la transgresión de Adán prevarican los idólatras, que, abandonado el culto de Dios, le rinden culto al diablo. Por lo tanto, en estos tales reinó la muerte totalmente, esto es, el pecado, porque los poseyó por completo. En cambio, fueron antes de la Ley de Moisés verdaderos adoradores de Dios quienes aunque pecaren, no reinaba sin embargo en ellos el pecado, porque no los separaba totalmente de Dios, sino que pecaban debajo de Dios, o sea, bajo la fe de un solo Dios, aun pecando mortalmente, o bien bajo la candad de Dios si pecaban venialmente.

De una y otra de estas exposiciones se puede desprender una tercera: la cual se ve que corresponde mejor a la intención del Apóstol. En efecto, habiendo dicho que por un hombre entró el pecadc en este mundo, y por ser el pecado una transgresión de la Ley divina, podría parecerle a alguno que no puede ser esto verdad en cuanto al tiempo anterior a la Ley, principalmente por haberse dicho arriba: Donde no hay Ley, tampoco hay transgresión (Rm 4,15). Y así podría alguien creer que el pecado no entró al mundo por un solo hombre sino más bien por la Ley. Y por eso, para excluir tal interpretación dice que hasta la Ley, esto es, que en el tiempo anterior a la Ley existía el pecado en el mundo, tanto el original como el actual, mas no era un pecado conocido, principalmente en cuanto a que tuviera que ser castigado por Dios. Y esto es lo que agrega: Mas el pecado no se imputa, es claro que como contrario a Dios, si no hay ley, es claro que divinamente dada.

En efecto, hubo algunos, como dice el Filósofo (Jn 5 Ethic), que creyeron que nada hay justo naturalmente, y por lo tanto ni injusto, sino por la sola prescripción de la ley humana. Y según esto no se imputaba ningún pecado como contrario a Dios, y sobre todo el pecado original, o sea, que no se conocía. Pero que esta creencia de los hombres fuese falsa se demuestra por el efecto, porque la muerte corporal reinó desde Adán, por quien entró el pecado original en el mundo, hasta Moisés, bajo el cual fue dada la Ley; y así como la muerte es el efecto del pecado, principalmente del original, es claro que desde antes de la Ley existió el pecado original en el mundo. Y para que nadie diga que morían los hombres por los pecados actuales, para excluir esto dice que reinó la muerte aun en aquellos que no pecaron con acto propio, es claro que en los niños, y aun en los justos que no pecaron mortalmente y que sin embargo pecaron en el primer hombre, como se dijo arriba. Y por eso añade: a la manera de la transgresión de Adán, en cuanto la semejanza de aquel pecado la cogieron del origen júnto con la semejanza de naturaleza; como si dijera que morían sin pecado propio, lo cual demuestra que en ellos estaba difundida la semejanza del pecado de Adán por el origen. Y esto fue lo que el Apóstol quiso indicar, esto es, que por Adán entró el pecado original en el mundo. En seguida, cuando dice: el cual es figura del que había de venir, expresa le semejanza, que se entendía por el adverbio sicut: así como. Por lo cual dice el cual, esto es, Adán, es figura, cierta figura, del que había de venir, esto es,, de Cristo, aunque como contrario.

Porque así como por Adán el pecado y la muerte entraron en el mundo, así también por Cristo entraron la justicia y la vida. El primer hombre, hecho de tierra, es terrenal; el segundo, que viene del cielo, es el celestial (ICo 15,47). Mas hay también otras semejanzas entre Cristo y Adán: claramente, que así como el cuerpo de Adán fue formado sin cópula, así también el cuerpo de Cristo fue formado de la Virgen. Y así como del costado de Adán dormido fue tomada la mujer, así también del costado de Cristo dormido en la Cruz fluyeron sangre y agua, como se dice en Jn 19,34-35, que significan los sacramentos de los cuales está formada la 1glesia.





Lección 5: Romanos 5,15-19
25
075 (Rm 5,15-19)


Se enseña que la gracia de Cristo excede al pecado de Adán por ser más poderosa la gracia de Cristo para el bien que el pecado de Adán para el mal; y de qué manera es verdad que todos son justificados por Cristo, aun cuando no todos se salven por Cristo, siendo que todos mueren en Adán.

15. Mas no fue el don como el delito. Pues si por el delito del uno los muchos murieron, mucho más copiosamente la gracia de Dios y él don por la gracia de un solc hombre, Jesucristo, se derramó en mayor número.
16. Y con el don no sucedió como con aquel que pecó. Porque de uno solo vino el juicio para condenación, mas la gracia partiendo de muchos delitos vino para justificación.
17. Pues si por el delito de uno solo la muerte reinó por culpa del uno, mucho más los que reciben la sobreabundancia de la gracia y del don y de la justicia, reinarán en vida por el uno: Jesucristo.
18. De esta manera, como por un solo delito (vino juicio) sobre todos los hombres para condenación, así también por la justicia de uno solo (viene la gracia) a todos los hombres para justificación de vida.
19. Porque como por la desobediencia de un solo hombre, los muchos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno solo, muchos serán constituidos: justos.

Habiendo sentado el Apóstol la entrada del pecado en este mundo, aquí trata de la marcha de la gracia que aniquila el pecado. Y acerca de esto hace dos Cosas. Primero muestra cómo por la gracia de Cristo es apartado el pecado que por un solo -hombre - entró al mundo; y luego enseña cómo es alejado por la gracia de Cristo el pecado que con la venida de la Ley sobreabundara: Se subintrodujo, empero, la Ley, etc.

(Rm 5,20). Pero muestra que por la gracia de Cristo se aleja el pecado introducido por Adán en el mundo, parangonando la gracia de Cristo con el pecado de Adán, porque ciertamente más poderosa es la gracia de Cristo en el bueno que el pecado de Adán en el malo. Y acerca de esto hace dos cosas. Primero parangona esas mismas causas, esto es, la gracia de Cristo con el pecado de Adán; y luego los parangona en cuanto al efecto: Y con e¡ don no sucedió como con aquel uno que pecó. Acerca de lo primero hace todavía dos cosas. Primero enuncia la comparación; y luego la explica: Pues si por el delito del uno, etc.

Así es que primero dice: Se ha dicho que Adán es figura del que había de venir, mas no fue el don como el delito, etc. Como si dijera: No se debe pensar que el delito de Adán sea de tanto poder cuanto el don de Cristo es poderoso. Y la razón de ello es que el pecado procede de la debilidad de la voluntad humana, mientras que la gracia procede de la inmensidad de la divina bondad, la cual es claro que excede a la voluntad humana, sobre todo siendo ésta débil. Y por eso el poder de la gracia excede a todo pecado. Y por lo mismo decía David: Ten piedad de mí, oh Señor, conforme a la grandeza de tu misericordia (Ps 50,3). Y por eso justamente se reprueba la exclamación de Caín, que dice: Mi maldad es tan grande que no puedo yo esperar perdón (Gen 4,13).

En seguida, cuando dice: Pues si por el delito del uno, etc., aclara lo que dijera, a saber, que el don de la gracia excede al delito de Adán, diciendo: pues si por el delito de Adán los muchos murieron, esto es, si por el delito de Adán se transmitieron a otros muchos el pecado y la muerte, en todos los que en él pecaron, mucho más copiosamente la gracia de < Dios y el don, esto es, el gratuito don de Dios, de manera que el y se entienda explicativamente; o bien la gracia de Dios se refiere a la remisión del pecado. Ya se dijo arriba (Rm 3,24): Justificados gratuitamente por su gracia, etc. Ahora bien, según otro sentido, el don se refiere a los bienes sobreañadidos más allá de la remisión de los pecados, como dice el Salmo 67. Dio el Señor dones a los hombres mucho más, digo, y tal gracia y don se derramó en mayor número, esto es, sobre muchos. Porque cuanto más poderoso es algo tanto más puede extenderse a muchas cosas. Y el pecado de Adán se extendió a muchos, lo cual se prueba por la muerte. De aquí que claramente dice que por el delito de uno solo muchos murieron. Porque la muerte es la prueba del pecado original, como arriba se dijo. Dijo Dios a Adán: En cualquier día que comieres de él, infaliblemente morirás (Sen 2,17). Pero la gracia de Dios, que es más poderosa, mucho más ampliamente se extiende a muchos. Quien lleva muchos hijos, a la gloria (Hebr 2,10). Mas se debe notar que dice abundó, se derramó, porque no solamente alcanzó a muchos la gracia de Dios para destruir el pecado a que Adán los llevó, sino también para destruir los pecados actuales, y para la consecución de otros muchos bienes. Y poderoso es Dios para hacer abundar sobre vosotros toda gracia (2Co 9,8).

Porque así como el pecado de un solo hombre se derramó en muchos por la primera sugestión del diablo, así también la gracia de Dios por un solo hombre se derrama en muchos. Por lo cual claramente agrega por la gracia, esto es, por la gracia de un solo hombre: Jesucristo. Así es que, en efecto, la gracia de Dios se derrama en muchos, para que la reciban por Cristo, en el cual se encuentra toda la plenitud de las gracias, según aquello de Juan i, !ó: De su plenitud hemos recibido todos, qracia por gracia. Ahora bien, las palabras de San Pablo se deben leer conforme a la exposición de Agustín, para que el en mayor número no se tome comparativamente sino absolutamente; y así quiere que la comparación se entienda en cuanto a que si el delito de un solo Adán pasó a muchos, mucho más la gracia de un solo Cristo se derrama en muchos. Aunque según Ambrosio el en mayor número se toma comparativamente, para que el sentido sea que por el delito, esto es, por el pecado actual de uno solo, esto es de Adán, muchos, no todos, mueren, o sea, con la muerte del pecado, imitando claro está el pecado del propio Adán mediante la idolatría, como arriba está dicho. El libro de la Sabiduría (13,10) dice acerca de os idólatras: Malaventurados son, y con la esperanza puesta en cosas muertas. Y mucho más se derramó la gracia de Dios en mayor número, o sea, en muchos más que los idólatras que pecaron por semejanza con Adán, porque no solamente sus pecados se suprimen por la gracia de Cristo, sino también los pecados de aquellos que permanecieron en la fe de un solo Dios: Sepultará nuestras maldades y arrojará a lo más profundo del mar todos nuestros pecados (Mi 7,19).

En seguida, cuando dice: Y con el don no sucedió como con aquel uno que pecó, parangona la gracia de Cristo con el pecado de Adán, en cuanto al efecto, porque no sólo lo uno y lo otro en muchos se desbordan, sino que también tiene mayor efecto la gracia de Cristo que el pecado de Adán. Y acerca de esto hace tres cosas: primero enuncia lo que desea; luego lo explica: Porque de uno solo vino el juicio, etc.; y finalmente lo prueba: Pues si por el delito de uno solo, etc.

Así es que primero dice: no sólo se ha dicho que la gracia de Cristo abunda más en muchos que el pecado de Adán, sino que también es en ellos más eficaz. Y esto lo dice así: Y con el don no sucedió como con aquel uno que pecó. Como si dijera: No es tanto el efecto que se sigue por un solo pecado de Adán en muchos cuanto resulta en muchos por el don de la gracia de Cristo. Porque a causa más poderosa corresponde un más poderoso efecto. De aquí que como se ha dicho que la gracia es más poderosa que el pecado de Adán, se sigue que produce un mayor efecto. En seguida, cuando dice: Porque de uno solo vino el juicio, etc., explica lo que dijera: o sea, que porque el juicio, esto es, el castigo divino, procede ciertamente de uno solo, claramente del pecado del primer padre, para condenación, es claro que de todos los hombres, porque en él, pecador, pecaron, según lo que arriba se dijo: que la muerte se transmitió a todos por quien todos pecaron. Mas la gracia de Dios, que se da por Cristo, vino de los muchos delitos, esto es, no sólo por el original sino también por los muchos actuales, para justificacióni o sea, para la perfecta purificación. Tales erais algunos; mas habéis sido lavados, mas habéis sido santificados, mas habéis sido justificados, etc. (!Co 6,2). En seguida, cuando dice: Pues si por el delito de uno solo, etc., prueba lo que dijera, a saber, que la gracia de Cristo viene de los muchos delitos para su justificación. Lo cual prueba primero por lo posterior; y en segundo lugar por lo anterior: Pues si, etc.

Acerca de lo primero se debe considerar que el Apóstol no pone en la predicha comparación algo correspondiente, a saber, algo del mismo género. Porque por parte del pecado pone la condenación, que pertenece a la pena; mas de parte de la gracia pone la justificación, que no pertenece a un premio, sino más bien al estado de mérito. Y de esta manera, diciendo que el pecado lleva a la condenación trata de mostrar que la gracia trae consigo la justificación. Y echa mano de este argumento: así como la condenación dé la muerte procede del pecado del primer padre, así también el reino de vida procede de la gracia de Cristo. Porque estas dos cosas se corresponden perfectamente; pero como nadie puede alcanzar el reino de vida sino por la justicia, luego los hombres se |ustifican por la gracia de Cristo. Así es que primero pone las premisas; y luego saca la conclusión prevista: De esta manera, como por un solo delito, etc

Ahora bien, enuncia la primera proposición diciendo: Pues si por el delito de uno solo la muerte reinó por culpa del uno, porque, como arriba se dijo, por un solo hombre entró el pecado y por el pecado la muerte, con mayor razón los hombres reinarán en la vida, quiere decir, eterna, por un solo Jesucristo, que dice: Yo he venido para que tengan vida y vida sobreabundante» (Jn 10,10), o sea, comunicando la eternidad de la vida, cuya abundancia se indica aquí con la palabra reino. Por lo cual dice el Apocalipsis ((20. 4) que reinarán con Cristc mil años, o sea, eternamente.

La proposición menor la enuncia intercalando: recibiendo la abundancia de la gracia de Cristo y del don, y de la justicia: como si dijera que no pueden alcanzar los hombres el reino de la vida sino recibiendo esto, cié modo que la gracia de Cristo se refiera a la remisión del pecado, remisión que no es precedida por ningunos méritos, y que por lo tanto se concede por gracia totalmente: Y si es por las obras, ya no es por gracia, como se dice adelante (Rm 2,6). Con las palabras y del don se refiere el Apóstol a los dones de las gracías con los cuales los hombres adelantan en el bien. Abundante es el don conforme a la gran magnificencia (Esther 2). Y dice que de la justicia refiriéndose a la rectitud de las obras. El fue hecho por Dios justicia para nosotros (1Co 1,30).

En seguida, cuando dice: De esta manera, como, etc., saca la conclusión deseada, que abarca lo mismo que arriba se asienta, o sea, que como por el delito de un solo Adán, el juicio divino alcanzó a todos los hombres que carnalmente nacen de él para condenación de muerte, así también por la justicia de uno solo, de Cristo, la gracia divina alcanza a todos los hombres para justificación de vida, o sea, que conduce a la vida.

Objeción.-Pero parece que esto es falso. Porque no todos los hombres son justificados por Cristo así como todos mueren por Adán.

Respuesta .-Pero se debe entender que así como todos los hombres que nacen carnaimente de Adán incurren en la condenación por su pecado, así también todos los que renacen espiritualmente por Cristo alcanzan la justificación de vida, porque, como se dice en Jn 3,5, quien no renaciere del agua y del Espíritu Santo no puede entrar en el reino de Dios, etc. Aun cuando se podría decir que la justificación de Cristo se transmite para justificación de todos los hombres, en cuanto a suficiencia, sin embargo, en cuanto a eficiencia no abarca sino a los fieles. De aquí que se dice en 1 Tim 4,10: El cual es salvador de todos los hombres, especialmente de los que creen. Ahora bien, por esto que aquí se dice debemos aceptar que así como nadie muere sino por el pecado de Adán, así también nadie es justificado sino por la justicia de Cristo, la cual es ciertamente por la fe en El mismo, conforme a lo que arriba ya dijimos. La justicia de Dios por la fe en Jesucristo, para todos los que creen (Rm 3,22). Y en Et han creído no sólo los hombres que han existido después de su Encarnación sino también los que la precedieron, porque así como nosotros creemos que El nació y padeció, así también aquéllos creyeron que nacería y oue padecería. Por lo tanto, una misma ss nuestra fe y la de ellos. Teniendo el mismo espíritu de fe, etc. (2Co 4,13). Así es que de esta manera se prueba que la gracia de Cristo se transmite para la justificación de muchos por lo posterior, o sea por el reino de vida.

Consiguientemente, cuando dice: Pues si por el delito, etc., prueba lo mismo por lo anterior. Porque las causas son semejantes a sus efectos. Ahora bien, la desobediencia del primer padre, la cual tuvo razón de injusticia, constituyó pecadores e injustos. Luego la obediencia de Cristo, la cual tiene razón de justicia, constituyó justos. Y esto es lo que arriba se dijo: que la gracia se extiende a todos los hombres para justificación.

Objeción.-Pero parece dudoso que por la desobediencia de un solo hombre muchos sean constituidos pecadores, esto es, cuantos de él nazcan según causa seminal. Porque parece que su primer pecado fue de soberbia más que de desobediencia, según aquello del Eclesiástico (10,15): El principio de todo pecado es la soberbia.

Respuesta.-Pero debemos decir que como allí mismo se dice que el principio de la soberbia hace que los hombres apostaten de Dios, porque es claro que la primera parte de la soberbia consiste en que el hombre no quiere sujetarse a los preceptos divinos, lo cual per-renece a la desobediencia, así se ve que el pecado del primer hombre fue de desobediencia, no en cuanto al acto exterior, sino en cuanto al interior movimiento de soberbia, que quiso contradecir el precepto divino. Por lo cual el Señor le echa en cara su desobediencia: Por cuanto has escuchado la voz de tu mujer, y comido del árbol del que te mandé no comieses, etc. En cambio aquí se habla de la obediencia de Cristo, en virtud de la cual, siendo obediente al precepto del Padre, soportó la muerte por nuestra salvación, según aquello de Filipenses 2,8: Se hizo obediente hasta la muerte, etc. Ni se contradice con lo que en otra parte dice: Cristo murió por caridad, como es claro en Efesios 5, porque el hecho mismo de haber obedecido procedió del amor que nos tuvo al Padre y a nosotros. Y es claro que por la obediencia y la desobediencia prueba el Apóstol que por un solo hombre fuimos hechos pecadores y por un solo hombre fuimos justificados, porque la justicia legal, que es toda virtud, se obtiene por la observancia de los preceptos de la Ley, lo cual corresponde al concepto de la obediencia. Y la injusticia ilegal, que es toda malicia (como se dice en 5 Ethic), resulta de la transgresión de los mandatos de la Ley, lo cual cae bajo el concepto de desobediencia. Así es que convenientemente se dice que por la obediencia los hombres se constituyen justos, y por la desobediencia se constituyen pecadores.

DENZINGER
 MAGISTERIO DE LA SANTA IGLESIA CATÓLICA APOSTÓLICA ROMANA
 
1512 Dz 789 2. Si alguno afirma que la prevaricación de Adán le dañó a él solo y no a su descendencia; que la santidad y justicia recibida de Dios, que él perdió, la perdió para sí solo y no también para nosotros; o que, manchado él por el pecado de desobediencia, sólo transmitió a todo el género humano la muerte y las penas del cuerpo, pero no el pecado que es muerte del alma: sea anatema, pues contradice al Apóstol que dice: Por un solo hombre entró el pecado en el mundo, y por el pecado la muerte, y así a todos los hombres pasó la muerte, por cuanto todos habían pecado (Rm 5,12; v. 175).

1514 Dz 791 4. Si alguno niega que hayan de ser bautizados los niños recién salidos del seno de su madre, aun cuando procedan de padres bautizados, o dice que son bautizados para la remisión de los pecados, pero que de Adán no contraen nada del pecado original que haya necesidad de ser expiado en el lavatorio de la regeneración para conseguir la vida eterna, de donde se sigue que la forma del bautismo para la remisión de los pecados se entiende en ellos no como verdadera, sino como falsa: sea anatema. Porque lo que dice el Apóstol: Por un solo hombre entró el pecado en el mundo, y por el pecado la muerte, y así a todos los hombres pasó la muerte, por cuanto todos habían pecado (Rm 5,12), no de otro modo ha de entenderse, sino como lo entendió siempre la Iglesia Católica, difundida por doquier. Pues por esta regla de fe procedente de la tradición de los Apóstoles, hasta los párvulos que ningún pecado pudieron aún cometer en sí mismos son bautizados verdaderamente para la remisión de los pecados, para que en ellos por la regeneración se limpie lo que por la generación contrajeron [v. 102]. Porque si uno no renaciere del agua y del Espíritu Santo, no puede entrar en el reino de Dios (Jn 3,5).

Comentario    
CATENA AUREA
 de
 Santo Tomás de Aquino
Marcos 8:1-9 

Por aquellos días, habiéndose juntado otra vez un gran concurso de gentes, y no teniendo qué comer, convocados sus discípulos, les dijo: "Me da compasión esta multitud de gentes, porque hace ya tres días que están conmigo, y no tienen qué comer. Y si los envío a sus casas en ayunas, desfallecerán en el camino, pues algunos de ellos han venido de lejos". Respondiéronle sus discípulos: "Y ¿cómo podrá nadie en esta soledad procurarles pan en abundancia?" El les preguntó: "¿Cuántos panes tenéis?" Respondieron: "Siete". Entonces mandó Jesús a la gente que se sentara en tierra; y tomando los siete panes, dando gracias, los partió; y dábaselos a sus discípulos para que los distribuyesen entre la gente, y se los repartieron. Tenían además algunos pececillos: bendíjolos también, y mandó distribuírselos. Y comieron hasta saciarse; y de las sobras recogieron siete espuertas; siendo al pie de cuatro mil los que habían comido; en seguida Jesús los despidió. (vv. 1-9)

Teofilacto
Después del referido milagro de la multiplicación de los panes, obra el Señor otro semejante en una nueva ocasión que se le ofrece. "Por aquellos días, habiéndose juntado otra vez una gran cantidad de gente", etc. Los milagros que hacía no eran siempre acerca del sustento, para que no fuera ésta la causa de que lo siguiese la multitud; y no haría ahora este milagro, si no la viera en peligro. "Y si los envío a sus casas en ayunas, prosigue, desfallecerán en el camino, pues algunos de ellos han venido de lejos".

Beda, in Marcum, 2, 32
San Mateo explica más extensamente por qué viniendo de lejos esperaron tres días, diciendo: "Y subiendo a un monte, sentóse en él. Y se llegaron a El muchas gentes, trayendo consigo infinidad de enfermos, y los pusieron a sus pies, y curólos" (Mat_15:19-20).

Teofilacto
Los discípulos no comprendían todavía, ni los milagros anteriores les hacían creer en su poder; por lo cual dice: "Respondiéronle sus discípulos: Y ¿cómo podrá nadie en esta soledad procurarles pan en abundancia?". Pero el Señor no los reprende por esto, pues quiere enseñarnos a no airarnos contra los que no saben y los que no comprenden, de cuya ignorancia, más bien nos debemos compadecer. "Y El les preguntó, continúa: ¿Cuántos panes tenéis? Respondieron: Siete".

Remigio, sobre San Mateo
No les preguntó porque ignorara cuánto tenían, sino porque contestándole que siete, cantidad bien pequeña, hacían más notable y famoso el milagro. Y sigue: "Entonces mandó Jesús a la gente que se sentara en tierra". En la primera comida los manda sentar sobre la yerba, y aquí sobre la tierra. "Y tomando, continúa, los siete panes, dando gracias, los partió", etc. En esta acción de gracias nos dio ejemplo para que se las demos a Dios por todos los beneficios que nos hace. Y es de notar que el Señor no dio los panes a la multitud, sino a sus discípulos, los cuales se los dieron a aquélla: "Y dábaselos a sus discípulos", etc. Les manda distribuir no solamente los panes, sino también los peces, después de haberlos bendecido. "Tenían además algunos pececillos", etc.

Beda, in Marcum, 2, 32
En este pasaje es de considerar la distinta operación de la divinidad y de la humanidad en la sola persona de nuestro Redentor, y por consiguiente el error de Eutiques, que pretendió enseñar que no había más que una operación en Cristo, y que por tanto debe ser rechazado más allá de los confines del cristianismo. ¿Quién no ve, pues, que el moverse a piedad por aquella gente revela en el Señor el afecto y compasión que le inspira la fragilidad humana? Y el milagro de dar de comer a cuatro mil personas con siete panes y algunos peces, ¿no es la obra de su divinidad?
"Y de las sobras, continúa, recogieron siete espuertas", etc.

Teofilacto
No son las muchedumbres, que comieron hasta saciarse, las que se llevan los restos del pan, sino los discípulos, como se ha dicho antes; lo cual nos enseña a contentarnos con tener lo necesario, que es lo conveniente, y a no pretender más. Se hace mención después del número de los que comieron. "Siendo alrededor, dice, de cuatro mil los que habían comido", etc. Aquí debemos de observar que Jesús no despidió a nadie sin comer, porque quiere que todos se alimenten de su gracia.

Beda, in Marcum, 2, 32
En sentido figurado, entre esta comida y la de los cinco panes y dos peces hay la diferencia de que en aquélla se figura el Antiguo Testamento, y en ésta la verdad y la gracia del Nuevo Testamento que se han de administrar a los fieles. La muchedumbre que espera tres días al Señor por la cura de los enfermos, como refiere San Mateo (cap. 15), son los elegidos en la fe de la Santísima Trinidad, que suplican por sus pecados con instancia y perseverancia; o porque se convierten al Señor de pensamiento, palabra y obra.

Teofilacto
O bien los que esperan durante tres días son los bautizados, puesto que el bautismo, que se llama iluminación, se completa con tres inmersiones.

San Gregorio Magno, Moralia, 1, 9
Quiere que coman antes de que se vayan, para que no desfallezcan en el camino; porque conviene que reciban en la predicación la palabra de consuelo, a fin de que, privados del alimento de la verdad, no sucumban en el continuo trabajo de esta vida.

San Ambrosio, in Lucam, 6, 73
Dios, bondadoso en extremo, exige celo, da las fuerzas, no quiere despedirlos sin que coman antes para que no desfallezcan en el camino. Es decir, o en el curso de la vida, o antes que lleguen al término de ella, que es el Padre, y a entender que Cristo viene del Padre. Y, al mismo tiempo, para que después de haber admitido que ha nacido de una Virgen, no juzguen acaso que su poder es de hombre y no de Dios. Jesús nuestro Señor distribuye la comida, y a ninguno se la niega; porque, siendo dispensador de todos, a todos quiere dársela. Pero cuando parte el pan y se los da a sus discípulos, si no extiendes tus manos para recibir tu parte, desfallecerás en el camino y no podrás culpar por ello al que, lleno de misericordia ha repartido el pan.

Beda, in Marcum, 2, 32
Los que vuelven a la penitencia después de las plagas de la carne, de los robos, de las violencias y homicidios, esos vienen de lejos al Señor; porque cuanto más ha errado uno en malas obras, tanto más se aleja de Dios omnipotente. Los creyentes entre los gentiles vinieron de lejos a Cristo, en tanto que los judíos, instruidos acerca de El por la ley y los profetas, vinieron de cerca. En la comida de los cinco panes se sienta la muchedumbre sobre la verde yerba, y en ésta sobre la tierra, porque si la ley prescribía que se reprimiesen los deseos de la carne, por el Nuevo Testamento se nos manda menospreciar al mundo y los bienes temporales.

Teofilacto
Los siete panes son las palabras espirituales, puesto que el número siete es figura del Espíritu Santo, que lo perfecciona todo, como se perfecciona o completa nuestra vida en siete días.

Pseudo-Jerónimo
O bien los siete panes son los dones del Espíritu Santo y los restos la significación mística de sus siete formas.

Beda, in Marcum, 2, 32
El partir el pan el Señor significa la manifestación de los misterios. Su acción de gracias el gozo que le causa la salvación del género humano. La entrega del pan a sus discípulos para que lo repartan significa, en fin, que ha dado a los Apóstoles los dones espirituales de la ciencia y que por su ministerio quiere distribuir a su Iglesia el sustento de vida.

Pseudo-Jerónimo
Los pececillos benditos son los libros del Nuevo Testamento, puesto que después de su resurrección el Señor pide una parte del pez asado. O bien por los peces hemos de entender a los santos, cuya fe, vida y pasiones están contenidas en el Nuevo Testamento; estos, librados de las turbulentas borrascas de este mundo, nos han mostrado con su ejemplo el alimento del espíritu.

Beda, in Marcum, 2, 32
Los apóstoles se llevan lo que había sobrado después de saciarse la multitud, porque los preceptos más elevados de la perfección, que no puede alcanzar el pueblo, pertenecen a los que se han aventajado entre los que sirven a Dios. Y sin embargo dice el Evangelista que se sació la muchedumbre, porque aunque no pueda abandonar lo suyo ni cumplir lo que se dice de las vírgenes, llega con todo a la vida eterna cumpliendo los mandamientos de la ley de Dios.

Pseudo-Jerónimo
Los siete cestos son las siete iglesias, y las cuatro mil personas son el año del Nuevo Testamento con cuatro estaciones. Y hay motivo para que sean cuatro mil personas, pues por este número se enseña que su alimento está en el pasto de los Evangelios.

Teofilacto
O bien los cuatro mil son los perfectos en las cuatro virtudes, y por esto, los más fuertes -por así decirlo-, comieron más de lo que dejaron. En este milagro quedan siete cestas de pan, y doce en el de los cinco panes, porque los cinco mil, llenos sus sentidos hasta la saciedad no pudieron comer todo y se contentaron dejando muchos restos.




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