martes, 26 de octubre de 2010

El Espíritu Santo y la Tradición de la Iglesia

El Espíritu Santo y La Tradición de la Iglesia



"El Espíritu Santo -declara el Vaticano I- no fue prometido a los Sucesores de Pedro para que hagan conocer bajo su revelación una nueva doctrina, sino para que con su asistencia guarden santamente y expongan fielmente la revelación transmitida por los Apóstoles, es decir el depósito de la fe".
Entonces:

1) La Tradición (del latín tradere: transmitir) es la transmisión de la Revelación divina.

2) El sujeto de la transmisión es el Magisterio infalible, divinamente asistido, y no el simple "Magisterio auténtico". 
 
3) El objeto de la transmisión es el depósito de la Fe" (Tradición objetiva o pasiva), depósito que comprende: a) la Revelación divino-apostólica (objeto primario). b) todo lo que está presupuesto por la Revelación divina o que se encuentra íntimamente ligado a ella (objeto secundario).

En tal sentido; objetivo y pasivo, la Tradición ha sido definida por el Concilio de Trento, que habla de "tradiciones (en plural, es decir enseñanzas)
... que, recibidas por los Apóstoles de la boca misma de Cristo o transmitidas de mano en mano por los Apóstoles, bajo el dictado del Espíritu Santo, han llegado hasta nosotros" o de "tradiciones que conciernen sea a la fe, sea a las costumbres, como salidas de la boca misma de Cristo o dictadas por el Espíritu Santo, y conservadas en la Iglesia católica por una sucesión continuó". En el mismo sentido, objetivo y pasivo, la Tradición ha sido igualmente definida por el Concilio Vaticano I, que retoma textualmente los términos del Concilio de Trento.

4) La asistencia del Espíritu de Verdad al Magisterio no es una prolongación de la Revelación: ésta, contrariamente a lo que afirman los modernistas, se cerró con la muerte de los Apóstoles
. Incumbe a sus Sucesores solamente transmitirla y explicarla, en el sentido etimológico de la palabra (explicare: desplegar). Se sigue que:
- lo "antiguo" es realmente sinónimo de la Tradición en sentido objetivo o del objeto de la Tradición, del "depósito de la Fe".

-el Magisterio, aún infalible, es "un órgano vivo" pero "no un órgano de nuevas verdades"
: todo acto del Magisterio es un acto de tradición, es decir de transmisión de un contenido dado de una vez y para siempre: el Magisterio, por su misma naturaleza, es "tradicional": "Oh Timoteo, guarda el depósito"… "el depósito es lo que se te ha confiado a ti, no descubierto por ti; lo has recibido, no lo has sacado de tus propios recursos. No es el fruto de una inteligencia personal sino de una enseñanza: no reservado a un uso personal sino que pertenece a una tradición pública. No viene de ti, sino que ha venido a ti no puedes a su respecto, comportarte como su autor si no como simple guardián. Tú no eres su iniciador, sino su discípulo. No te pertenece dirigirlo, sino que tu deber es seguirlo": Lo que no excluye, como veremos, un desarrollo doctrinal legítimo, pero lo condiciona rigurosamente.

Perder de vista lo "antiguo', es decir la dimensión objetiva de la Tradición, significa caer en ese subjetivismo dogmático, de carácter protestante, típico del modernismo, que reduce el cristianismo "a un vago sentimiento cristiano que sería libre de adaptarse a gusto a las distintas necesidades y aspiraciones de las generaciones sucesivas"
; esto significa caer en el evolucionismo o el historicismo dogmático, que hace de la Verdad una variable dependiente de la historia; esto significa sobre todo perder todo punto de referencia para distinguir la verdad católica del error.


El Concilio Vaticano I declara:

"La doctrina de la Fe que Dios ha revelado, no ha sido propuesta al espíritu de los hombres como un descubrimiento filosófico a perfeccionar, sino como el depósito divino, confiado a la Esposa de Cristo, para que ella lo guarde fielmente y lo declare infaliblemente. En consecuencia, el sentido de los dogmas sagrados que debe ser siempre conservado, es aquel que nuestra Madre la Santa Iglesia ha determinado, y jamás está permitido apartarse de él so pretexto y en el nombre de una inteligencia más profunda". Sigue el anatema correspondiente: "Si alguno dijere que puede suceder que, según el progreso de la ciencia haya que atribuir alguna vez a los dogmas propuestos por la Iglesia un sentido distinto del que entendió y entiende (intelexit et intellegit) la misma Iglesia, sea anatema ".
Lo "antiguo" entonces, es a tal punto sinónimo de Tradición, que nunca nada en la doctrina de la Iglesia es substancial y absolutamente nuevo. Lo "nuevo" que en ella aparece, en virtud del desarrollo o explicitación doctrinal, es un nuevo accidental y relativo.
- o bien, es el pasaje de una formulación menos precisa y menos completa a una formulación más precisa y más completa;
- o bien, es el pasaje de una fe subjetiva (fides qua creditur) y de una enseñanza menos explícita a una fe y a una enseñanza más explícitas.
La Iglesia puede, en efecto, ejercer su Magisterio:
* de manera explícita (documentos del Magisterio, teólogos "confirmados", catecismos, predicación, etc.);
• de manera implícita (prácticas, especialmente litúrgicas, leyes disciplinarias);
• de manera tácita, en fin, porque la Iglesia propone siempre tácitamente a cada generación el depósito entero de la fe: "todo lo que ha sido creído, desde el tiempo de los Apóstoles... todo lo que está contenido en las Sagradas Escrituras y en los monumentos de la Tradición", en una palabra, todas las obras en las que el Magisterio de la Iglesia ha tomado, por así decirlo, cuerpo a través de los siglos y se ha hecho sensible a los ojos de los fieles: libros litúrgicos, normas disciplinarias, instituciones, órdenes religiosas, iglesias y monumentos, devociones, prácticas de caridad, de celo o de piedad, vida de los Santos canonizados, vida de fieles dóciles a la voz de su Madre la Iglesia, civilización, costumbres, lengua y arte de los pueblos cristianos, etc..
Acontece, por la sucesión de circunstancias diversas -herejías, obscurecimiento de una verdad enseñada solamente implícita o tácitamente, etc.- que del Magisterio implícito, se pasa al Magisterio explícito, o que resulta necesario volver a la enseñanza expresa de lo que durante algún tiempo, la Iglesia se había limitado a proponer tácitamente. Así por ejemplo, cuando la Iglesia hacía rezar por los fieles difuntos, enseñaba implícitamente el dogma de la existencia del purgatorio, y cuando, a partir de esta práctica litúrgica fue explicitado el dogma del purgatorio, hubo un pasaje de una enseñanza implícita a una enseñanza explícita, pero no hubo novedad propiamente hablando. Se puede decir otro tanto del Primado, implícito en la práctica del recurso a Roma, o también del dogma de la Inmaculada Concepción, implícito en la Maternidad Divina de María, etc.
Un ejemplo del retorno del Magisterio tácito al Magisterio explícito, se hizo precisamente con respecto a la Tradición, cuando la Iglesia en el Concilio de Trento, definió su noción exacta contrapuesta a los protestantes, noción que se había contentado con proponer tácitamente en los tiempos de la Escolástica, cuando había coincidencia perfecta de la doctrina católica con la Tradición. En resumen, si es cierto que "la Iglesia no es un robot que repite a través de los siglos las fórmulas empleadas por el Salvador y por sus Apóstoles", sino que Ella es "como un maestro vivo que sabe lo que dice" y que acomoda la enseñanza divina a la inteligencia y a las necesidades de las distintas generaciones, variándole la forma, y proponiéndole sucesivamente los múltiples aspectos, "esclareciendo y proponiendo expresamente a creer, puntos que permanecieron primero en la sombra, ahogados de alguna manera entre otros puntos de los cuales no se pensaba distinguirlos" también es verdad que "esta proposición explícita, no es más que una manera de afirmar con más claridad, más precisión, más certeza, más insistencia, las verdades reveladas que siempre han sido creídas al menos implícitamente" y que la Iglesia transmite la Revelación divina a cada generación "sin agregar ni quitar nada". De ahí, y a pesar del desarrollo doctrinal de 20 siglos, estas últimas palabras de Pío XII, quien podía escribir que la Iglesia "cumple la misión que le ha sido confiada de conservar a través de todos los siglos, en su pureza y en su integridad, las verdades reveladas; es por eso que ella las transmite sin alteración, sin agregar nada, sin suprimir nada".
Conclusión: si la Iglesia puede compararse al padre de familia que saca de su tesoro cosas antiguas y cosas nuevas, es cierto también que ella las saca del único tesoro de la Revelación divina, donde tanto unas como otras se encontraban contenidas: explícitamente en las cosas que nos parecen "antiguas" e implícitamente en las cosas que nos parecen "nuevas". Cualquier otro "nuevo", todo "nuevo" que no fuera capaz de ser reducido a lo "antiguo", lejos de ser un desarrollo, no es más que una corrupción de la doctrina católica.
 

Fuente: StatVeritas.com.ar

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