jueves, 15 de julio de 2010

¿Jesús o Barrabás? - No se puede plebiscitar la Verdad II

15 En cada Fiesta, el gobernador acostumbraba a poner en libertad a un preso, a elección del pueblo. 16 Había entonces uno famoso, llamado Barrabás. 17 Pilato preguntó al pueblo que estaba reunido: «¿A quién quieren que ponga en libertad, a Barrabás o a Jesús, llamado el Mesías?». 18 Él sabía bien que lo habían entregado por envidia. 19 Mientras estaba sentado en el tribunal, su mujer le mandó decir: «No te mezcles en el asunto de ese justo, porque hoy, por su causa, tuve un sueño que me hizo sufrir mucho».
 20 Mientras tanto, los sumos sacerdotes y los ancianos convencieron a la multitud que pidiera la libertad de Barrabás y la muerte de Jesús. 21 Tomando de nuevo la palabra, el gobernador les preguntó: «¿A cuál de los dos quieren que ponga en libertad?». Ellos respondieron: «A Barrabás». 22 Pilato continuó: «¿Y qué haré con Jesús, llamado el Mesías?». Todos respondieron: «¡Que sea crucificado!». 23 Él insistió: «¿Qué mal ha hecho?». Pero ellos gritaban cada vez más fuerte: «¡Que sea crucificado!».
 24 Al ver que no se llegaba a nada, sino que aumentaba el tumulto, Pilato hizo traer agua y se lavó las manos delante de la multitud, diciendo: «Yo soy inocente de esta sangre. Es asunto de ustedes». 25 Y todo el pueblo respondió: «Que su sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos». 26 Entonces, Pilato puso en libertad a Barrabás; y a Jesús, después de haberlo hecho azotar, lo entregó para que fuera crucificado. (Mateo (BPD) 27)

Cualquier similitud con la actualidad es mera "coincidencia"


Al separar la fraternidad de la caridad cristiana asi entendida, la democracia, lejos de ser un progreso, constituiria un retroceso desastroso para la civilizacion.  (PIO X, Notre charge apostolique 23)

 22. Y como ese orden absoluto, a la luz de la sana razon y mas particularmente a la luz de la fe cristiana, no puede tener otro origen que un Dios personal, Creador nuestro, siguese que la dignidad del hombre es la dignidad de la imagen de Dios; la dignidad del Estado es la dignidad de la comunidad moral querida por Dios; la dignidad de la autoridad politica es la dignidad de su participaclon en la autoridad de Dios.

 23. Ninguna forma politica puede dejar de tener en cuenta esta conexion intima e indisoluble; menos que ninguna otra, la democracia. Por lo tanto, si quien ejerce el poder publico no ve esa vinculacion, si la olvida mas o menos, sacude las mismas bases de su propia autoridad. De la misma manera, si no considera suficientemente esa relacion y no ve en su cargo la mision de realizar el orden querido por Dios, surgira el peligro de que el egoismo del poder o de los intereses prevalezca sobre las exigencias esenciales de la moral politica y social y que las vanas apariencias de una democracia de pura forma sirvan con frecuencia de disfraz a cuanto en realidad hay en ella de menos democratico. (PIOXII, MAGISTERIO PONTIFICIO - II - CARACTERISTICAS DE LOS HOMBRES QUE EN LA DEMOCRACIA EJERCEN EL PODER PUBLICO)

 89. No menores peligros conlleva el pragmatismo, actitud mental propia de quien, al hacer sus opciones, excluye el recurso a reflexiones teoréticas o a valoraciones basadas en principios éticos. Las consecuencias derivadas de esta corriente de pensamiento son notables. En particular, se ha ido afirmando un concepto de democracia que no contempla la referencia a fundamentos de orden axiológico y por tanto inmutables. La admisibilidad o no de un determinado comportamiento se decide con el voto de la mayoría parlamentaria. 105 Las consecuencias de semejante planteamiento son evidentes: las grandes decisiones morales del hombre se subordinan, de hecho, a las deliberaciones tomadas cada vez por los órganos institucionales. Más aún, la misma antropología está fuertemente condicionada por una visión unidimensional del ser humano, ajena a los grandes dilemas éticos y a los análisis existenciales sobre el sentido del sufrimiento y del sacrificio, de la vida y de la muerte. (1998, SOBRE LA FE Y LA RAZON 89)

Una auténtica democracia es posible solamente en un Estado de derecho y sobre la base de una recta concepción de la persona humana. Requiere que se den las condiciones necesarias para la promoción de las personas concretas, mediante la educación y la formación en los verdaderos ideales, así como de la "subjetividad" de la sociedad mediante la creación de estructuras de participación y de corresponsabilidad. Hoy se tiende a afirmar que el agnosticismo y el relativismo escéptico son la filosofía y la actitud fundamental correspondientes a las formas políticas democráticas, y que cuantos están convencidos de conocer la verdad y se adhieren a ella con firmeza no son fiables desde el punto de vista democrático, al no aceptar que la verdad sea determinada por la mayoría o que sea variable según los diversos equilibrios políticos. A este propósito, hay que observar que, si no existe una verdad última, la cual guía y orienta la acción política, entonces las ideas y las convicciones humanas pueden ser instrumentalizadas fácilmente para fines de poder. Una democracia sin valores se convierte con facilidad en un totalitarismo visible o encubierto, como demuestra la historia. (ES 1991 Centessimus annus 46)

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