domingo, 30 de mayo de 2010

Domingo 30 Mayo 2010 La Santísima Trinidad - Solemnidad

Lecturas

Proverbios 8,22-31.
El Señor me creó como primicia de sus caminos, antes de sus obras, desde
siempre.
Yo fui formada desde la eternidad, desde el comienzo, antes de los orígenes
de la tierra.
Yo nací cuando no existían los abismos, cuando no había fuentes de aguas
caudalosas.
Antes que fueran cimentadas las montañas, antes que las colinas, yo nací,
cuando él no había hecho aún la tierra ni los espacios ni los primeros
elementos del mundo.
Cuando él afianzaba el cielo, yo estaba allí; cuando trazaba el horizonte
sobre el océano,
cuando condensaba las nubes en lo alto, cuando infundía poder a las fuentes
del océano,
cuando fijaba su límite al mar para que las aguas no transgredieran sus
bordes, cuando afirmaba los cimientos de la tierra,
yo estaba a su lado como un hijo querido y lo deleitaba día tras día,
recreándome delante de él en todo tiempo,
recreándome sobre la faz de la tierra, y mi delicia era estar con los hijos
de los hombres.


San Pablo a los Romanos 5,1-5.
Justificados, entonces, por la fe, estamos en paz con Dios, por medio de
nuestro Señor Jesucristo.
Por él hemos alcanzado, mediante la fe, la gracia en la que estamos
afianzados, y por él nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios.
Más aún, nos gloriamos hasta de las mismas tribulaciones, porque sabemos
que la tribulación produce la constancia;
la constancia, la virtud probada; la virtud probada, la esperanza.
Y la esperanza no quedará defraudada, porque el amor de Dios ha sido
derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo, que nos ha sido
dado.


Juan 16,12-15.
Todavía tengo muchas cosas que decirles, pero ustedes no las pueden
comprender ahora.
Cuando venga el Espíritu de la Verdad, él los introducirá en toda la
verdad, porque no hablará por sí mismo, sino que dirá lo que ha oído y les
anunciará lo que irá sucediendo.
El me glorificará, porque recibirá de lo mío y se lo anunciará a ustedes.
Todo lo que es del Padre es mío. Por eso les digo: 'Recibirá de lo mío y se
lo anunciará a ustedes'.


Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.




Celebramos, festejamos y honramos hay el misterio más grande e importante de nuestra santa religión: el misterio de la Santísima Trinidad.
Antes de desarrollar el punto central de nuestra fiesta, cabe preguntar, en primer lugar, ¿qué es un misterio?
Un misterio, en general, es una verdad que es imposible comprender y demostrar naturalmente.
Sabemos que la naturaleza creada tiene secretos impenetrables; somos testigos de que toda cosa presenta un lado misterioso.
El hombre, por muy sabio que sea, no conoce nada en su total profundidad: la esencia de las cosas se le escapa.
¿Qué es la vida? ¿Qué es la muerte? ¿Qué es la luz, el calor, la electricidad? Tantas cuestiones que se ocultan a la penetración humana, incluso de los científicos.
¿Qué debemos concluir, entonces?
Que si el mundo, que es finito, contiene tantas oscuridades para nuestra escasa inteligencia, no debemos asombrarnos de encontrar el misterio cuado se trata de Dios, que es Ser Infinito.
Avancemos un paso más, ¿Qué es un misterio de la religión?
Es una verdad revelada por Dios, que debemos creer, aunque no podamos ni comprenderla ni demostrarla.
Es una verdad que no podríamos conocer, si Dios no la hubiese manifestado y enseñado.
Es una verdad que nunca podremos abarcar ni penetrar en su totalidad.
Los principales arcanos de la religión son los misterios de la Santísima Trinidad, de la Encarnación y de la Redención.
El primero y más grande de estos tres misterios es el misterio de la Santísima Trinidad, porque constituye la vida divina en sí misma, que los dos otros presuponen.
El misterio de la Santísima Trinidad es el misterio de un único Dios en Tres Personas distintas.
Desde los Apóstoles hasta nosotros, la Iglesia siempre ha profesado la creencia en este sublime misterio, como se lo ve en sus símbolos, en su liturgia y en las declaraciones de sus concilios.
Creemos firmemente y reconocemos que no hay más que un único Dios verdadero, Padre, Hijo y Espíritu Santo; Tres Personas, pero una única sustancia, una única naturaleza.
La Santa Iglesia expone el misterio de la Santísima Trinidad en estos términos:
La fe católica es que adoremos un único Dios en Tres Personas y Tres Personas en un único Dios, sin confundir las Personas ni dividir la sustancia.
¿Qué quiere decir la palabra Trinidad? Este término significa tres en la unidad.
Ahora bien, en este misterio, ¿a qué se aplica la Unidad? La unidad se aplica a la sustancia, llamada también naturaleza, esencia.
Así pues, en la Trinidad sólo hay una única sustancia, naturaleza, esencia divina, una única divinidad.
En este misterio, ¿a qué se aplica la distinción? La distinción se aplica a las Personas, a las procesiones, a las relaciones, a los nombres, a las misiones divinas.
En Dios hay Tres Personas distintas: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
Una es la Persona del Padre, otra es la del Hijo, otra la del Espíritu Santo.
Cada una de estas tres Personas, ¿es Dios? Sí, el Padre es Dios, el Hijo es Dios, el Espíritu Santo es Dios.
Pero, las tres Personas divinas, ¿son tres dioses? No, no son tres dioses, sino un sólo y mismo Dios.
¿Por qué son un sólo y mismo Dios? Porque tienen una sola y misma naturaleza, una sola y misma divinidad.
Dice el Prefacio de la Santísima Trinidad:
Te damos gracias a Ti, Señor Santo, Padre omnipotente, eterno Dios, que con tu Unigénito Hijo y con el Espíritu Santo, eres un solo Dios, un solo Señor; no en la unidad de una sola persona, sino en la trinidad de una sola sustancia. Por lo cual, cuanto nos has revelado de tu gloria, lo creemos también de tu Hijo y del Espíritu Santo, sin diferencia ni distinción. Confesando una verdadera y eterna Divinidad, adoramos la propiedad en las Personas, la unidad en la Esencia, y la igualdad en la Majestad.
Alguna de estas Tres Personas, ¿es más antigua, más poderosa, más perfecta, que las otras dos? No, las tres Personas divinas son iguales en todas las cosas.
Cual es el Padre, tal es el Hijo: y tal el Espíritu Santo.
El Padre no criado, el Hijo no criado: y el Espíritu Santo no criado.
El Padre inmenso, el Hijo inmenso: y el Espíritu Santo inmenso.
El Padre Eterno, El Hijo Eterno: y el Espíritu Santo Eterno.
Con todo eso no son tres eternos: mas un eterno.
Como no hay tres inmensos, ni tres increados: mas un inmenso, y un increado.
La distinción de las Personas divinas, ¿destruye la unidad de Naturaleza? No, ya que al mismo tiempo que son distintas por sus relaciones incomunicables y por sus propiedades personales, las Personas divinas son iguales por su naturaleza y sus perfecciones absolutas.
El Padre comunica a su Hijo toda su naturaleza y todas sus perfecciones; y el Padre y el Hijo comunican al Espíritu Santo, que procede de Ellos dos, esta misma naturaleza y estas mismas perfecciones.
¿Qué se entiende por procesión divina? Por esta expresión debe entenderse la producción de una Persona divina por otra.
En Dios hay dos procesiones: la del Hijo y la del Espíritu Santo.
El Padre no procede de nadie: es no nacido, es decir, Principio sin principio.
El Padre de nadie es hecho, ni criado, ni engendrado.
¿Cómo procede el Hijo del Padre? El Hijo procede del Padre por vía de generación. Dios Padre, contemplándose, reproduce en sí mismo su propia imagen, perfectamente igual, consubstancial. Esta imagen viva y subsistente es su Hijo:
El Hijo es de solo el Padre: no hecho, ni criado mas engendrado.
¿Cómo procede el Espíritu Santo del Padre y del Hijo? El Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo por vía de amor. El Padre y el Hijo se aman infinitamente, y aspiran el uno hacia el otro, con el fin de ser un solo y mismo espíritu.
Este amor del Padre y del Hijo, viviente y subsistente, es el Espíritu Santo.
El Espíritu Santo es del Padre, y del Hijo: no hecho, ni engendrado, sino procedente.
¿Por qué en Dios no hay sino dos procesiones? Porque no hay en Él otras operaciones internas que conocer y amar.
La actividad interna de Dios no tiene ya más que operar cuando, por el entendimiento, produce la Persona infinita del Hijo, y, por el amor, la Persona infinita de Espíritu Santo.
Ahora bien, el misterio de la Santísima Trinidad, ¿es contrario a la razón? No. Está por sobre la razón, pero no es contrario a la razón; no es absurdo.
Se objeta que hay contradicción en decir que tres son uno.
Sin embargo, la contradicción existiría, si afirmásemos que tres personas hacen una persona; o que una naturaleza hace tres naturalezas.
Creemos, lo que es bien diferente, que Dios es Uno en Tres Personas; que hay Tres Personas en Dios; que la Unidad se refiere a la Naturaleza, y la Trinidad a las Personas.
El misterio de la Santísima Trinidad es incomprensible, pero no es ininteligible; podemos tener, por analogía, alguna idea imperfecta.
¿Cuál es la imagen más significativa de la divina Trinidad? Es el alma humana.
Recordemos que el hombre ha sido creado a imagen y semejanza de Dios, y entonces, al igual que Dios, el alma se conoce y se ama.
Hay en ella un principio que piensa, un pensamiento engendrado por ese principio y el amor que procede de ese principio y este pensamiento; pero no son tres almas, sino una sola alma, una única esencia.
Y nos preguntamos ¿si hay vestigios de la Santísima Trinidad en el resto de la creación? Y respondemos que sí, ya que hay numerosos ejemplos de la unidad en la triplicidad:
— el ser, con sus tres trascendentales: la unidad, la verdad y la bondad;
— la naturaleza con sus tres reinos: el mineral, el vegetal, el animal;
— la materia con sus tres estados: el sólido, el líquido, el gaseoso;
— el espacio con sus tres dimensiones: la longitud, la anchura, la profundidad;
— el tiempo con sus tres períodos: el presente, el pasado, el futuro.
Toda la creación, pues, con el hombre resumiéndola y representándola, canta la gloria de la Santísima Trinidad:
¡Bendecida sea la Santísima Trinidad y su indivisible Unidad! Glorifiquémosla, porque hizo resplandecer sobre nosotros su misericordia.
Concluyamos con la oración de la Iglesia en la santa Liturgia:
Dios todopoderoso y eterno, que por la confesión de la verdadera fe, diste a tus siervos conocer la gloria de la Eterna Trinidad, y de adorar la Unidad en el poder de tu majestad soberana; haz, te suplicamos, que, consolidados por la firmeza de esta misma fe, seamos siempre defendidos contra todas las adversidades.

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