viernes, 29 de abril de 2011

Encuento del martes 26 de abril - FELICIDAD Y REMEDIOS CONTRA LA TRISTEZA Y EL DOLOR DESDE LA OPTICA DE SANTO TOMÁS DE AQUINO


SANTO TOMÁS DE AQUINO:
FELICIDAD, Y REMEDIOS CONTRA LA TRISTEZA Y EL DOLOR


 

Santo Tomás analiza la idea de la felicidad. En primer lugar la conceptúa como un bien, que ya Aristóteles definía como “aquello a que todas las cosas tienden”[1]. El comentarista advierte que “ha de considerarse que dos son los principios de los actos humanos: el intelecto o razón y el apetito, que son principios que mueven, como se dice en el libro Del Alma… Todo esto esta ordenado a un bien como fin.”[2] Así pues, los actos humanos ya sean de apetito –de las apetencias naturales-, o de la razón, en las que nuestro intelecto tiene la prioridad, entre las cuales distinguimos lo especulativo y lo práctico,  tienden a un bien determinado como fin. Así, pues, distinguimos los actos de hombre, según los cuales actuamos movidos por los apetitos y por tanto son aéticos, y los actos humanos, donde interviene propiamente la razón y la libre voluntad: éstos son éticos. Ambos, tienden a un bien como fin. Ahora bien, la felicidad es un bien al que todos tienden.
Sin embargo, la historia enseña que el ser humano se equivoca, pues muchas veces busca como real lo que es apariencia de bien, lo que se llama en la Escolástica “el mal bajo apariencia de bien”. Ven el mal como un bien; y lo siguen porque siempre se tiende al bien. 
Santo Tomás en su comentario de Aristóteles nos muestra los diversos tipos de bien: “se dicen según una sola especie o razón de bien, aquellos que por sí mismos se persiguen, se buscan o se desean, se eligen o se aman. Según otra razón, se dicen bienes los que de alguna manera producen o conservan aquellos que son bienes por sí mismos. De un tercer modo, se dicen algunos bienes que obstaculizan o impiden a sus contrarios”[3]. Según esto, encontramos tres tipos de bienes. En Aristóteles veíamos dos, los que son en sí y los que son por otros, mas Tomás agrega un tercero: aquellos que obstaculizan o impiden a los contrarios. Esto es realismo.
 En esta línea, la felicidad es uno de los bienes elegibles por sí mismo, ya que todas las acciones persiguen este fin. Es interesante recalcar que para el Doctor Angélico la segunda clase de bienes -los que son por otros- producen o conservan la felicidad. Consecuentemente, desde el punto de vista humano, la felicidad es el bien en sí y por sí que todos buscamos. El resto de los bienes -salud, honor, riquezas, amistades, entre otros- pueden conducir a ser felices y ayudan a conservar este bien, siempre y cuando se haga de ellos un uso adecuado.
Dentro del marco del comentario tomista, “la felicidad es el más perfecto de los bienes y, en consecuencia, es el fin último y el mejor.”[4] Por el hecho de ser el fin último de nuestros actos, es considerado por Tomás como el más perfecto. No sólo posee cierto grado de perfección sino que es el más perfecto. Los demás bienes al igual que la felicidad, pueden ser también elegidos por sí mismos. Sin embargo, todos buscan como fin último llegar a la felicidad. Así, los honores, riquezas, amigos… ayudan a producir y conservar la felicidad. Por ello, al igual que en Aristóteles el cúmulo de bienes juega un papel de suprema importancia al momento de hablar de la felicidad. Forman parte de ese cúmulo.
Ahora bien, la vida histórica es cambiante. Para el Doctor Angélico la fortuna, de alguna manera, también interfiere en nuestra felicidad, ya que posibilita el control de la vida misma. Pero no en aquello que de forma inevitable siempre afecta la estabilidad. Ante esta situación se evidencia que no es posible que una persona viva en la felicidad sin que las adversidades de la vida influyan en ella. Por eso, Santo Tomás, comentando la ética a Nicómaco verifica: “Como parece que no siempre se alcanzan las condiciones expuestas sobre la felicidad, acota (Aristóteles) que llamamos felices a los que son dichosos como hombres, los cuales sujetos a las mudanzas en esta vida, no pueden tener una felicidad perfecta. Como el deseo de la naturaleza no es inútil, puede rectamente decirse que la dicha perfecta está reservada al hombre después de esta vida.[5]
De acuerdo con este enfoque, la felicidad es posible, pero no en forma absoluta. Pero se puede ser feliz en cuanto hombre, es decir, en cuanto es posible afrontar las adversidades, sin depresiones; luchando cada día por ser más felices. La felicidad terrena es imperfecta -es limitada- pues el ser humano no llega a su más alto grado de perfección en esta vida. Según el Aquinate este grado de perfección en el que seremos completamente felices sin ningún tipo de inconveniente, lo encontraremos en la vida celestial. Allí hay pleroma feliz.
De allí que la felicidad perfecta es sólo un don de Dios. En efecto, Santo Tomás lo explica filosóficamente cuando asienta que “si hay algo dado a los hombres por un don de los dioses, a saber, de las sustancias separadas a las que los antiguos llamaban dioses, es entonces razonable que la felicidad sea un don del Dios supremo porque ella es el mejor entre los bienes humanos.”[6]
El Aquinate, pues, parte de las conclusiones a las cuales había llegado Aristóteles al atribuirle este bien a los dioses. Más aun, por tratarse del mejor de los bienes, el cual a la vez es principio, ya que todos los demás bienes son subordinados. Se llega entonces a la conclusión de que este bien, cuya perfección es máxima tiene que ser divino. Así, el ser humano ha salido de Dios, la suma Perfección, y a la suma Perfección ha de volver. Es la ansiedad agustiniana llamándola “inquietud del corazón”. Por ello, la felicidad es un don de Dios y como tal lo entiende Santo Tomás de Aquino.
Ampliando, la felicidad es un don de Dios y el ser humano tiene mucho que ver en este proceso. En efecto, “aunque sea principalmente por Dios el hombre algo colabora al respecto.”[7] Porque, la forma de obtener la felicidad es a través de la virtud. Esto no hace que deje de tratarse de algo perfectísimo y divino.
Por eso, “la felicidad –aclara el comentarista- no es algún don enviado inmediatamente por Dios, sino que adviene al hombre a causa de la virtud.”[8] Según esto, Dios no ha querido dar el mejor de los bienes al ser humano sin ningún tipo de esfuerzo. Así, la virtud que es un hábito que logramos con trabajo y esfuerzo continuo,  es el camino para llegar a la felicidad. Este hábito se hace por medio de ejercitación, la metanoia, contradicción, constancia… es un camino arduo: por ello le llama virtud que –como bien lo expresa su etimología- es fuerza.
Un matiz notable de Tomás: “no se dice que algo es divino sólo porque es de Dios, sino también porque nos asemeja a él por la excelencia de su bondad.”[9] Así, la felicidad nos hace semejantes a Dios en bondad y nos lleva de vuelta a donde hemos de estar para ser perfectos.
Se concluye, finalmente, que Aristóteles y Tomás coinciden en la felicidad trascendente: sólo que Aristóteles se refiere a un fin último de la felicidad, y Tomás lo personifica en Dios quien es el cielo, suma Felicidad: la visión beatífica.
Dios es la suma Felicidad - La Visión Beatífica


1] ARISTÓTELES, Op. Cit. Lib. I,1
[2]TOMÁS DE AQUINO, Comentario a la Ética a Nicómaco de Aristóteles, Lib.I, I, 1, EUNSA, Pamplona, 2000. 
[3] Ibid. Lib.I, VII,52
[4] Ibid. Lib.I, IX,64
[5] Ibid. Lib.I, XVI,123
[6] Ibid. Lib.I, XIV,102
[7] Ibid. Lib.I, XIV,103
[8] Ibid.
[9] Ibid.

Suma teológica - Parte I-IIae - Cuestión 38
De los remedios de la tristeza o dolor


Corresponde a continuación tratar de los remedios del dolor o tristeza (q.35 intr). Esta cuestión plantea y exige respuesta a cinco problemas: 

¿Se mitiga el dolor o tristeza por cualquier delectación?
¿Se alivia con el llanto?
¿Por la compasión de los amigos?
¿Por la contemplación de la verdad?
¿Con el sueño y los baños?
 
Artículo 1: ¿Se mitiga el dolor o tristeza por cualquier delectación? 

Objeciones por las que parece que no toda delectación mitiga cualquier dolor o tristeza.
1. En efecto, la delectación no mitiga la tristeza sino en cuanto le es contraria, pues las medicinas actúan por los contrarios, como dice II Ethic. Pero no toda delectación es contraria a cualquier tristeza, como se ha dicho anteriormente (q.35 a.4). Luego no toda delectación mitiga cualquier tristeza.
2. Lo que produce tristeza no mitiga la tristeza. Pero algunas delectaciones producen tristeza, porque, como dice IX Ethic., el malo se entristece por haberse deleitado. Luego no toda delectación mitiga la tristeza.
3. Dice San Agustín en IV Confess. que él huyó de su patria, en la que acostumbraba a conversar con su amigo fallecido, porque sus ojos le buscaban menos allí donde no tenían costumbre de verse. De lo cual se puede concluir que aquellas cosas en las que nuestros amigos muertos o ausentes se relacionaron con nosotros se nos hacen gravosas por el dolor de su muerte o ausencia. Pero su comunicación con nosotros fue principalmente en cosas placenteras. Luego las mismas delectaciones nos resultan molestas cuando estamos afligidos. Por consiguiente, no toda delectación mitiga cualquier tristeza.
Contra esto: está lo que dice el Filósofo en VII Ethic., que la delectación, si es intensa, ahuyenta la tristeza, tanto la contraria como cualquier otra.
Respondo: Como consta por lo dicho anteriormente (q.23 a.4; q.31 a.1 ad 2), la delectación es cierto reposo del apetito en el bien conveniente, mientras la tristeza proviene de aquello que es contrario al apetito. De ahí que la delectación sea a la tristeza en los movimientos apetitivos lo que el reposo es a la fatiga en los cuerpos, fatiga que proviene de alguna transmutación no natural, pues la misma tristeza implica cierta fatiga o enfermedad de la potencia apetitiva. Y así como todo reposo del cuerpo constituye un remedio contra cualquier fatiga proveniente de cualquier causa no natural, así toda delectación es un remedio para mitigar la tristeza, sea cual fuere su procedencia.
A las objeciones:
1. Aunque no toda delectación es contraria a toda tristeza según la especie, lo es, sin embargo, según el género, como se ha dicho anteriormente (q.35 a.4). Y, por tanto, por parte de la disposición del sujeto, toda tristeza puede mitigarse con cualquier delectación.
2. Las delectaciones de los malos no les causan tristeza en el presente, sino en el futuro; es decir, en cuanto los malos se arrepienten de los males de que se alegraron. Y a esta tristeza se pone remedio con las delectaciones contrarias.
3. Cuando existen dos causas que inclinan a movimientos contrarios, ambas se impiden mutuamente, y, sin embargo, finalmente, triunfa aquella que es más fuerte y duradera. Ahora bien, en el que se entristece de aquellas cosas en las que acostumbraba a deleitarse juntamente con el amigo muerto o ausente, se encuentran dos causas que producen movimientos contrarios. Porque el pensamiento de la muerte o de la ausencia del amigo inclina al dolor, mientras el bien presente inclina a la delectación. Por consiguiente, ambos se atenúan mutuamente. Pero, no obstante, como el sentimiento de lo presente mueve con más fuerza que el recuerdo de lo pasado, y el amor de sí mismo es más duradero que el amor de otro, de aquí que, finalmente, la delectación ahuyenta la tristeza. Por eso San Agustín añade un poco más adelante que su dolor cedía el paso a la misma clase de placeres de tiempos anteriores. 

Artículo 2: ¿Se alivia el dolor o la tristeza con el llanto? 
 
Objeciones por las que parece que el llanto no alivia la tristeza.
1. Ningún efecto disminuye su causa. Pero el llanto o gemido es efecto de la tristeza. Luego no disminuye la tristeza.
2. Así como el llanto o gemido es efecto de la tristeza, así la risa es efecto de la alegría. Pero la risa no disminuye la alegría. Luego el llanto no alivia la tristeza.
3. En el llanto se nos representa el mal que nos contrista. Pero la imaginación de la cosa que contrista aumenta la tristeza, como la imaginación de lo deleitable aumenta la alegría. Luego parece que el llanto no alivia la tristeza.
Contra esto: está lo que dice San Agustín en IV Confess., que cuando se dolía de la muerte de su amigo, sólo en los gemidos y en las lágrimas hallaba algún descanso.
Respondo: Las lágrimas y gemidos alivian naturalmente la tristeza por dos razones. En primer lugar, porque todo lo nocivo que se guarda en el interior aflige más, pues la atención del alma se concentra más sobre ello, pero cuando se manifiesta al exterior, entonces la atención del alma en cierto modo se desparrama sobre las cosas exteriores, y así disminuye el dolor interior. Y, por eso, cuando los hombres que se hallan atribulados manifiestan su tristeza exteriormente por el llanto o gemido, o también por la palabra, se mitiga su tristeza. En segundo lugar, porque la operación que conviene al hombre según la disposición en que se encuentra le es siempre deleitable. Ahora bien, el llanto y los gemidos son operaciones que convienen al hombre entristecido o con dolor, y, por tanto, se le hacen deleitables. Así, pues, puesto que toda delectación alivia de alguna manera la tristeza o dolor, como se ha dicho (a.1), se sigue que la tristeza se alivia por el llanto y los gemidos.
A las objeciones:
1. La relación de causa a efecto es contraria a la relación de lo que constrista al contristado, pues todo efecto es conveniente a su causa, y, por consiguiente, le es deleitable, mientras que lo que contrista es contrario al contristado. Y por eso la relación del efecto de la tristeza con el contristado es contraria a la que con el mismo tiene lo que contrista. Y así, por razón de dicha contrariedad, la tristeza se mitiga por su efecto propio.
2. La relación de efecto a causa es semejante a la relación de lo deleitable al que se deleita, porque en uno y otro caso hay conveniencia. Ahora bien, todo lo semejante produce aumento en su semejante. Y por eso, la risa y otros efectos de la alegría aumentan la alegría, a menos que accidentalmente haya un exceso.
3. La imaginación de la cosa que contrista, de suyo, está ordenada a aumentar la tristeza, pero por lo mismo que el hombre se imagina hacer lo que le conviene en tal estado, resulta de esto cierta delectación. Y por la misma razón, si a uno se le escapa la risa en unas circunstancias en que le parece debería llorar, se duele de ello, como de hacer lo que es impropio, según dice Tulio en II De tuscul. quaestionibus. 

Artículo 3: ¿Se mitigan el dolor y la tristeza por la compasión de los amigos?
 
Objeciones por las que parece que el dolor del amigo que se compadece no mitiga la tristeza.
1. Los efectos de los contrarios son contrarios. Pero como dice San Agustín en VIII Confess.: Cuando el gozo es de muchos, en cada uno de ellos es el gozo más abundante, porque se enfervorizan y se inflaman unos a otros. Luego, por la misma razón, cuando muchos se entristecen a la vez, parece que la tristeza es mayor.
2. La amistad exige que se devuelva amor por amor, como dice San Agustín en IV Confess. Pero el amigo que se conduele se duele del dolor del amigo afligido. Luego el dolor mismo del amigo que se conduele es causa de nuevo dolor para el amigo que ya se dolía de su propio mal. Y así, duplicado el dolor, parece crecer la tristeza.
3. Todo mal del amigo contrista como mal propio, porque el amigo es otro yo. Pero el dolor es un mal. Luego el dolor del amigo que se conduele aumenta la tristeza del amigo a quien compadece.
Contra esto: está lo que dice el Filósofo en IX Ethic., que el amigo que se compadece en las tribulaciones consuela.
Respondo: El amigo que se conduele en las tribulaciones es naturalmente consolador. De lo cual da dos razones el Filósofo en IX Ethic. La primera de ellas es porque, siendo propio de la tristeza el apesadumbrar, implica la idea de cierto peso, del cual procura aligerarse quien lo sufre. Así, pues, cuando alguien ve a otros contristados de su propia tristeza, se hace como una ilusión de que los otros llevan con él aquella carga, como si se esforzaran en aliviarle del peso, y, por eso, lleva más fácilmente la carga de la tristeza, como también ocurre en la transportación de las cargas corporales. La segunda y mejor razón es que, por el hecho de que sus amigos se contristan con él, entiende que le aman, lo cual es deleitable, como se ha dicho anteriormente (q.32 a.5). Luego, mitigando toda delectación la tristeza, según se ha indicado antes (a.1), se sigue que el amigo que se conduele mitiga la tristeza.
A las objeciones:
1. La amistad se manifiesta en uno y otro caso, esto es, alegrándose con el que se alegra y condoliéndose con el afligido. Y, por consiguiente, ambas cosas se hacen deleitables por razón de la causa.
2. Aún más: La contemplación de la del amigo de suyo contristaría, pero la consideración de su causa, que es el amor, más bien deleita.
3. La respuesta es evidente por lo dicho. 

Artículo 4: ¿Se mitigan el dolor y la tristeza por la contemplación de la verdad?

Objeciones por las que parece que la contemplación de la verdad no mitiga el dolor.
1. En efecto, dice Eclo 1,18: Quien aumenta el saber, aumenta también el dolor. Pero el saber pertenece a la contemplación de la verdad. Luego la contemplación de la verdad no mitiga el dolor.
2. La contemplación de la verdad pertenece al entendimiento especulativo. Pero el entendimiento especulativo no mueve, como dice III De anima. Siendo, pues, el gozo y el dolor movimientos del alma, parece que la contemplación de la verdad no contribuye nada a la mitigación del dolor.
3. El remedio de la enfermedad debe aplicarse donde está la enfermedad. Pero la contemplación de la verdad está en el entendimiento. Luego no mitiga el dolor corporal, que se halla en el sentido.
Contra esto: está lo que dice San Agustín en Soliloq.: Parecíame que si aquel resplandor de la verdad se descubriese a nuestras mentes, o que yo no habría de sentir aquel dolor, o que, ciertamente, lo habría tenido por nada.
Respondo: Como se ha indicado anteriormente (q.3 a.3), la mayor delectación consiste en la contemplación de la verdad. Ahora bien, toda delectación mitiga el dolor, según se ha dicho antes (a.1). Por consiguiente, la contemplación de la verdad mitiga la tristeza o el dolor, y tanto más cuanto más perfectamente es uno amante de la sabiduría. Y por eso los hombres se alegran en medio de las tribulaciones por la contemplación de las cosas divinas y de la futura bienaventuranza, según aquello de Sant 1,2: Tened, hermanos míos, por sumo gozo el caer en diversas tribulaciones. Y lo que es más, semejante gozo se encuentra en medio de los tormentos corporales, como el mártir Tiburcio, que, andando con los pies desnudos sobre carbones encendidos, dijo: Paréceme que camino sobre rosas en el nombre de Jesucristo.
A las objeciones:
1. Quien aumenta el saber, aumenta también el dolor, ya por la dificultad y el defecto de encontrar la verdad, ya por el hecho de que por la ciencia el hombre conoce muchas cosas contrarias a su voluntad. Y así, por parte de las cosas conocidas, la ciencia causa dolor; mientras, por parte de la contemplación de la verdad, causa delectación.
2. El entendimiento especulativo no mueve el ánimo por parte de la cosa contemplada, pero sí lo mueve por parte de la misma contemplación, que es un bien del hombre y, naturalmente, deleitable.
3. En las potencias del alma se produce una redundancia desde la superior a la inferior. Y conforme a esto, la delectación de la contemplación, que está en la parte superior, redunda en el sentido para mitigar el dolor que padece. 

Artículo 5: ¿Se mitigan el dolor y la tristeza por el sueño y los baños?

Objeciones por las que parece que el sueño y los baños no mitigan la tristeza.
1. En efecto, la tristeza reside en el alma. Pero el sueño y el baño conciernen al cuerpo. Luego en nada contribuyen a la mitigación de la tristeza.
2. El mismo efecto no parece ser producido por causas contrarias. Pero tales cosas, siendo corporales, son contrarias a la contemplación de la verdad, que es, como se ha dicho (a.4), causa de la mitigación de la tristeza. Luego la tristeza no se mitiga por tales cosas.
3. La tristeza y el dolor, en cuanto pertenecen al cuerpo, consisten en una cierta alteración del corazón. Pero tales remedios parecen ser propios más bien de los sentidos y miembros externos que de la disposición interior del corazón. Luego la tristeza no se mitiga por ellos.
Contra esto: está lo que dice San Agustín en IX Confess.: Había oído que el baño es llamado así porque arroja del alma la tristeza. Y más adelante: Me dormí y desperté, y hallé en gran parte mitigado mi dolor. Y cita lo que se dice en un himno de San Ambrosio, que el sueño restablece los miembros debilitados para el trabajo, alivia las mentes fatigadas y libera a los angustiados de su pena.
Respondo: Como se ha indicado anteriormente (q.37 a.4), la tristeza es contraria según su especie al movimiento vital del cuerpo. Y por eso aquellas cosas que restablecen la naturaleza corporal a su debido estado de movimiento vital son contrarias a la tristeza y la mitigan. Además, por el hecho de que mediante estos remedios vuelve la naturaleza a su debido estado, son causa de delectación; pues esto es lo que produce la delectación, según se ha dicho anteriormente (q.31 a.1). Luego por estos remedios corporales se mitiga la tristeza, ya que toda delectación la mitiga.
A las objeciones:
1. La debida disposición del cuerpo, en cuanto percibida por el sentido, causa delectación, y, consiguientemente, mitiga la tristeza.
2. Como se ha indicado anteriormente (q.31 a.8), las delectaciones contrarias se impiden mutuamente, y, sin embargo, toda delectación mitiga la tristeza. Por lo tanto, no hay inconveniente en que la tristeza se mitigue por causas que se impiden mutuamente.
3. Toda buena disposición del cuerpo redunda en cierto modo en el corazón como en el principio y fin de los movimientos corporales, según dice el libro De causa motus animalium.




















lunes, 25 de abril de 2011

CRUZADA DE ROSARIOS

S.E.R. Monseñor Bernard Fellay, ha llamado a iniciar una nueva Cruzada de Rosarios.
Dicha Cruzada se inicia el 24 de abril de 2011, Domingo de Pascua, y finaliza el Domingo de Pentecostés de 2012.







Invitamos a todas las personas de buena voluntad
a participar de esta Cruzada por el bien de la Santa Iglesia.







"Por tanto, nos parece más que oportuno y urgente, a vista del aumento de la intensidad de los males que abruman la Santa Iglesia, lanzar una nueva Cruzada de Rosarios, una cruzada de oración y penitencia. Los invitamos a unir todos sus esfuerzos, todas sus energías, para conformar a partir de Pascua de este año hasta Pentecostés de 2012 un nuevo ramillete espiritual, un nuevo eslabón de estas rosas tan agradables a Nuestra Señora, para suplicarle que interceda a favor de sus hijos ante su Divino Hijo y del Padre omnipotente. La confusión no deja de aumentar entre las almas, que están a merced de lobos rapaces presentes en el redil..."

" ontamos con la generosidad de todos para conformar una vez más un ramillete de, al menos, doce millones de rosarios, para que la Iglesia sea librada de los males que la aquejan o que la amenazan en el futuro próximo, se consagre a Rusia y que llegue pronto el triunfo de la Inmaculada.

A fin de que nuestras oraciones sean aún más eficaces y que todos puedan obtener un beneficio mayor, querríamos concluir recordando que cuando se reza el Rosario, lo más importante no es la cantidad de Ave María que se dicen, sino la manera en que se los reza. El peligro de la monotonía o de la distracción pueden ser conjurados eficazmente rezando el Rosario según las indicaciones dadas por María misma: al desgranar las cuentas, hay que meditar las escenas de la vida y los misterios de Nuestro Señor y de su Santa Madre. Lo más importante es este contacto con la vida del Salvador que se establece cuando se medita amorosamente en los acontecimientos enunciados en cada decena, los “misterios” del Rosario. Los diez Ave Marías se transforman en una melodía de fondo, que acompaña y sostiene este contacto suave y potente con Dios, con Nuestro Señor y Nuestra Señora. Sor Lucía de Fátima, haciéndose eco de los Papas, ha dicho que Dios que ha querido conceder una eficacia especial a esta plegaria, de suerte que no existe problema alguno que no pueda ser resuelto por esta magnífica oración. Nos permitimos insistir sobre la oración en familia, que todos los días da pruebas de eficacia al proteger a los niños y a los jóvenes de las tentaciones y peligros espantosos del mundo moderno, que protege la unidad familiar en medio de tantas amenazas que la acechan. No debemos desanimarnos por el aparente silencio de la Divina Providencia tras nuestra última cruzada. En las cosas importantes, Dios quiere que, por nuestra perseverancia en la oración le probemos que sabemos lo que vale lo que le pedimos y que estamos dispuestos a pagar el precio correspondiente.

A las puertas de entrar en la Pasión de Nuestro Señor, la Semana Santa y la gloriosa Resurrección del Salvador, pedimos a Nuestra Señora que se digne bendecir vuestra generosidad, acogeros bajo su graciosa protección y prestar oídos a vuestras instantes plegarias.

Menzingen, Primer Domingo de Pasión.

+ S.E.R. Mons. Bernard Fellay

jueves, 17 de marzo de 2011

Encuentro del Martes 8 de Marzo 2011 - Kerigma: Amor de Dios y Pecado

KERIGMA CATOLICO

Antes de comenzar a hablar del Amor de Dios, del pecado del Hombre, de Jesucristo Nuestro Señor, Salvador y Cristo, de la Fe y la Conversión, del Espíritu Santo, y de la Iglesia Católica Apostólica Romana (Única, Una y Santa fundada por Jesucristo), conviene comenzar por respondernos si Dios existe (¿es demostrable?).
En Rom. 1,20 el Apóstol San Pablo nos dice: "Lo invisible de Dios se hace comprensible y visible por lo creado".
Santo Tomás de Aquino, doctor de la Iglesia, el Doctor Angélico, nos enseña que una "causa" es absolutamente previa a cualquier cosa, y el "efecto" se nos presenta mas evidente que la "causa"; por el "efecto" llegamos a conocer la "causa".
En cuanto a la existencia de Dios cuando en sí misma no se nos presenta como evidente, en cambio si es demostrable por los efectos con que nos encontramos. Santo Tomás nos dice que la existencia de Dios la podemos probar de cinco maneras o por cinco vías:

1º) Movimiento.
2º) Causa Eficiente.
3º) Lo Posible y lo Necesario.
4º) La Jerarquía de Valores.
5º) El Ordenamiento de las cosas

El Sacrosanto Concilio de Trento nos recuerda que el Hombre por sus solas fuerzas no puede alcanzar la verdadera sabiduría ni los medios necesarios para su salvación; esas cosas sobrepujan la inteligencia humana, por lo que Dios quizo a través de manifestaciones a sus santos que las llegaramos a conocer por la Fe.

Si bien nuestras fuerzas naturales no nos alcanzan para comprender las verdades reveladas por Dios, éstas verdades no pueden ser contrarias a nuestra razón cuando es recta, y libre de errores y de pasiones.
Ahora que racionalmente podemos estar convencidos de la existencia de Dios, podemos adelantar que Dios es un Ser en plenitud, simple, perfecto y bondadoso; Dios es la causa primera de todas las cosas, es puro acto, no tiene deficiencias. Por ser simple será distinto de todas las criaturas. Por ser perfecto abarcará todas las perfecciones. Y por ser bondad es la causa fuente, el origen de todo bien.

¿ Y cómo se alcanza la Fe? Dios nunca desde el principio del mundo desamparó a los suyos; antes bien muchas veces y de varios modos habló a los padres por los profetas y según la condición de los tiempos les mostró el Camino seguro para la eterna felicidad, hasta que hubo de consumarse la plenitud de los tiempos con el advenimiento de Jesucristo, Hijo Unigénito de Dios, engendrado, no creado, consubstancial al Padre, quien vino a enseñar la Fe que después divulgaron los Apóstoles y sus legítimos sucesores bajo el Primado de Pedro.
Al consumarse la plenitud de los tiempos Dios mismo, por medio de Su Hijo, nos habló para que todos le oyesen y obedeciesen los Mandamientos de Dios.

¿Cómo nace la Fe en el Hombre? A través del oído (Rom. 10), es decir a través de lo predicado.

Sin Fe es imposible agradar a Dios. La Fe es una virtud con la cual asentimos firmemente las cosas que Dios ha revelado. Los Apóstoles fueron testigos de los hechos, las enseñanzas, la majestad, y la divinidad de Jesucristo, y que por su predicación nosotros creemos.

AMOR DE DIOS. CREACIÓN.- Jesús, el Divino Redentor del género humano, nos enseñó que Dios es Padre. Dios Padre es la primera persona de la Santísima Trinidad (Dios). A esa primera persona de tres, puede llamársela "Padre" en un sentido general, y en un sentido particular. En un sentido general porque es el Creador y quien gobierna todas las cosas. Pero en el Nuevo Testamento, en la nueva y definitiva Alianza entre Dios y el Hombre hasta el fin de los tiempos, Jesucristo nos revela a Dios como Padre, porque por su infinita caridad, a los católicos quizo que fueramos sus hijos, y que como hijos también herederos, para que por toda la eternidad podamos gozar de la visión beatífica.

Sea por la creación y providencia, ó, sea por la espiritual adopción los católicos creemos que Dios es Padre.

Dios Padre es Todopoderoso, no hay ni puede pensarse cosa alguna que Dios no pueda hacer, tiene ciencia de todas las cosas, y todas las cosas están sujetas a su poderío e imperio. También el Hijo y el Espíritu Santo son Todopoderosos, pues son consubstanciales al Padre.

Dios creó los cielos y la tierra. Creó el mundo de la nada. " Porque Él dijo e las cosas fueron hechas, Él mandó y luego fueron creadas". Dios creó de la nada la naturaleza espiritual y ángeles innumerables.

PECADO DEL HOMBRE.- Aunque todos los ángeles fueron dotados de celestiales dones, muchísimos desertaron; Dios no perdonó a éstos ángeles. Los derrivó y los encerró en el Infierno.

Ultimamente Dios formó al Hombre del lodo de la tierra, inmortal e impasible, no por naturaleza sino por beneficio divino; formó el alma a su imagen y semejanza, le dió la justicia original, y quizo que presidiese sobre los animales.

Mas el estado de felicidad con que Dios creó al Hombre no duró mucho, porque al haberse apartado Adam de la obediencia de Dios, quebrantando el mandamiento de no comer el fruto del árbol prohibido, cayó, y perdió la santidad y la justicia, y quedó sujeto a los demás males.

Y así el pecado como su pena derivó a su descendencia, a su posteridad, por lo que todos los hombres, somos pecadores y reos de muerte.

Todo el mal, todo el pecado tiene en éste mundo de alguna forma raíz diabólica, pues es por la envidia del diablo que entro la muerte en el mundo; el demonio es un ángel, el gran ángel caído, que no pudiendo nada contra Dios, enviste contra la creación visible, y contra su jefe administrador el Hombre, buscando que toda criatura se rebele contra el Creador.

La historia humana fue ayer y es hoy un eco de aquella inmensa batalla en el cielo cuando el Arcángel Miguel y sus ángeles vencieron al demonio y lo expulsaron, arrojándole a la Tierra. En ella se puso a perseguir a los Hombres para su perdición. Que nos quede claro, el pecado y la rebeldía contra Dios
comenzaron en el mundo espiritual. Pero ¡Ay del mundo! porque el diablo ha bajado a la Tierra, y grande es su furor al saber que le queda poco tiempo. Y sobretodo está enojado con la Iglesia Católica, contra los católicos que cumplen los Mandamientos de Dios y guardan el mensaje de Jesús.

Por el pecado original nacemos hijos de ira, y enemigos de Dios; por ejemplo, cuando un vasallo se rebelaba contra un príncipe, quedaba él y su descendencia desterrados. Así mismo el pecado original nos ha privado de la gracia divina.

Solamente María Santísima tuvo el privilegio, según la pia y común sentencia de los Santos Padres, de ser exenta de la mancha del pecado original. Es cierto que fue siempre inmune de todo pecado actual: tal es el sentir de la Iglesia como declaró el Sacrosanto y Ecuménico Concilio de Trento (Sess. 6 Can. 23)

Por lo demás todos nosotros, los demás Hombres, nacemos infectados por el pecado original, por el pecado de Adam, en pena de lo cual tenemos ofuscada la inteligencia para conocer la verdad eterna, y tenemos la voluntad inclinada al mal.

En cuanto al pecado actual que cometemos, hay que distinguir el mortal del venial. El pecado grave se llama mortal, porque da muerte al alma y le asegura la sepultura en el Infierno. ¿ Y que penas hay en el Infierno? Todas. Allí el condenado ha de estar penando en un mar de fuego, atormentado con todo género de suplicios, desesperado y abandonado de toso por toda la eternidad. El pecado mortal es un rechazamiento de Dios, es un desprecio que se hace de Dios, una afrenta contra la Divina Majestad. Es decirle a Dios: Señor, no te
serviré ( "Non serviam").

Atiéndase empero, que para constituir pecado mortal son necesarias tres circunstancias:

1º) Que haya plena advertencia de lo que se comete.
2º) Que haya perfecto consentimiento.
3º) Que la materia sea grave.

Faltando una de estas tres circunstancias el pecado no es mortal sino venial, no da muerte al alma pero la hiere.

Santa Catalina de Génova tuvo la gracia de una revelación en la que Dios le mostraba toda la fealdad de un pecado venial, y estaba sorprendida de no haber caído muerta al contemplar tanto horror.

Cuanto más pecados veniales comete el Hombre, mas su alma enflaquese, cobra mas fuerza sobre ella el demonio, y recibe de Dios menos auxilios divinos.

Es imposible al Hombre salvarse por sus solas fuerzas, no basta ser un "buen tipo" "una buena persona" para ir al Cielo a lo sumo eso salvará de la cárcel o de la horca. Las Sagradas Escrituras contienen innumerables citas de ésta cuestión, véase por ejemplo Gen.2,16; Rom. 5,19; Sal 143,2; Rom. 6,23; Sal. 49,8; Sal. 51, 7; Jn.15,5; Hc. 4,12; Jn. 14,6.

El Sacrosanto y Ecuménico Concilio de Trento dispuso que si alguno afirmase que el pecado de Adám, que es uno es su origen, y que es transfundido en todos por la propagación, no por imitación, se hace propio en cada uno, se puede quitar por las solas fuerzas de la naturaleza humana... sea excomulgado.

Siguiendo a San Alfonso de Ligorio, Doctor de la Iglesia en su libro Preparación para la Muerte, en el capitulo 15 nos dice:

" El pecador injuria, deshonra a Dios, y además, en cuanto es de su parte, le colma de amargura, pues no hay amargura mas sensible que la de verse pagado con ingratitud por una persona amada y en extremo favorecida. ¿ Y a qué se atreve el pecador?... Ofende a un Dios que le creó y le amó tanto, que dió por su amor la Sangre y la vida. Y el hombre le arroja de su corazón al cometer un pecado mortal. Dios habita en el alma que le ama. << Si alguno me ama..., mi Padre le amará, y vendremos a él y haremos morada en él>>
(Jn. 14, 23). Notad la expresión haremos morada. Dios viene a esa alma y en ella fija su mansión: de suerte que no la deja, a no ser que el alma la arroje de sí << No abandona si no es abandonado>> como dice el Concilio de Trento".

sábado, 5 de marzo de 2011

Poesía HEROICA FORTALEZA MILITANTE

HEROICA FORTALEZA MILITANTE

Unidos al Cuerpo Místico de Cristo,
En esta noche oscura de la historia,
Donde la luz de Dios no brilla, por las sombras
De las tinieblas en hordas desatadas.

Unidos por la Gracia de la Fe,
Sol que alumbra a las almas desterradas,
Fe que mantendremos íntegra y total,
Igual que nos ha sido revelada.

Unidos en la soledad de la Verdad,
Porque sus fieles están en retirada,
Como si fuera el tiempo de Pasión,
Porque es la Iglesia que está ahora condenada.

Protegidos por la Madre Virginal,
Van los hijos que escuchan su llamada,
Al combate viril, sólo por Dios,
En la batalla final ya desatada.

Para que el Reino de Dios llegue a nosotros,
A las Familias y a las Patrias laicizadas,
Abrazando la Cruz y el sacrificio,
Sólo así serán ellas restauradas.

Porque es lucha contra el mundo y contra sí,
Contra el enemigo infernal que desafía.
Porque es lucha interior y solitaria,
La que tiene que afrontarse cada día.

Es combate en la trinchera de la Fe,
Heroica fortaleza militante,
No ceder, no abandonarla es su estandarte,
Que significa un morir en cada instante.

Alcanzar y mantener la posición,
En esta gesta que tenemos asumida,
No depende del humano proceder,
Será por virtudes celestiales recibidas.

La defensa de la Iglesia, la dura resistencia,
La continua defección y decadencia,
El retiro de Dios y de su Gracia,
Es necesario preguntar, ¿a qué nos lleva?

¿A una rendición fatal y perentoria?
¿A un éxito buscado sin medida?
Incomprensible camino de esta vida,
Por donde Dios nos conduce a la Victoria.

Que no será como yo quiero. ¡No!
Será Pasión que del Calvario brota,
Es que al Triunfo Final que se avecina,
La debilidad lo tiene por derrota.

La Victoria que se alcanza por la Cruz,
Espanta pusilánimes miradas,
Que crean celo amargo o poca caridad,
Y es una pobre visión desacertada.

Resistir firmes y serenos en la Fe,
Es la premisa crucial para esta hora,
Porque en la sombría noche de la Iglesia,
Empieza a despuntarse ya la aurora.

¡A vencer cristianos con valor!
Que la victoria nos está asegurada.
Toca el clarín llamando a la batalla,
Donde la serpiente infernal será aplastada.

Ven pronto, Señor, te lo pedimos,
Auxilia a tus amigos de la Cruz,
Que siguiendo tu Divina Voluntad,
Y abandonándose a Ti en cuerpo y mente,
Desean la Patria Celestial,
Para vivir contigo eternamente.

domingo, 13 de febrero de 2011

11 de Febrero - Nuestra Señora de Lourdes

11 de Febrero
Nuestra Señora de Lourdes

 

El 11 de febrero de 1858, la Santísima Virgen dignóse mostrarse por primera vez a Santa Bernardita Soubirous; la última aparición tuvo lugar el 16 de julio de ese mismo año. Desde entonces, las peregrinaciones se han sucedido procedentes de todas las partes del mundo, y, en multitud, los enfermos han acudido a implorar a María Inmaculada. Muchos han obtenido una milagrosa curación, muchos otros han recibido la gracia de soportar sus padecimientos con espíritu de fe, y de ofrecerlos a Díos.


MEDITACIÓN
COMO ES PRECISO SOPORTAR LAS ENFERMEDADES
 
I. La enfermedad es un presente de Dios, que, a menudo, nos es más útil que la salud. Dios tiene sus designios cuando nos envía una enfermedad: quiere castigarnos por nuestros pecados, o apartar nos de ellos, o bien ejercitar nuestra paciencia y dar nos ocasión de adquirir méritos. Si seriamente buscases la razón de tus sufrimientos, encontrarías que Dios quiere acosarte para que renuncies a tus vicios y lleves una vida más santa. No nos quejemos de nuestras enfermedades, ellas pueden ser para nosotros fuente de grandes virtudes. (Salviano).
 
II. Sufre pacientemente los dolores de tu enfermedad, súfrelos de buena gana y por el amor de Dios. Mas, como Dios te impone el deber de velar por tu salud, recurre a los medios humanos. Sigue las prescripciones del médico y obedece a los que te cuidan. El que sufre tiene muchas ocasiones de practicar la virtud: aprovecha diligentemente estas ocasiones.
 
III. No murmures, no te impacientes; persuádete de que estás en tu lecho como en una cruz, y mira con qué paciencia sufrió Jesús en la suya. Para imitarlo, piensa en todos los pobres enfermos abandonados y en los suplicios de las almas del purgatorio; y recuerda que en las adversidades y en los sufrimientos es donde se reconoce al hombre virtuoso. En la adversidad, el pecador se queja, y su impaciencia se derrama en blasfemias; el justo sufre con paciencia. (San Cipriano).
 
La paciencia
Orad por los enfermos.
 
ORACIÓN
 
Oh Dios, que por la Inmaculada Concepción de la Virgen, habéis preparado un digno santuario a vuestro Hijo, concedednos os suplicamos, que, cele brando la Aparición de María Santísima, obtengamos la salud del alma y del cuerpo. Por J. C. N. S. Amén. Por J. C. N. S. Amén.
 
 
FUENTE: DevocionCatolica

jueves, 3 de febrero de 2011

Pelicula: San Antonio de Padua






BIOGRAFÍA
San Antonio nació en Portugal, pero adquirió el apellido por el que lo conoce el mundo, de la ciudad italiana de Padua, donde murió y donde todavía se veneran sus reliquias.
León XIII lo llamó "el santo de todo el mundo", porque su imagen y devoción se encuentran por todas partes.
Llamado "Doctor Evangélico". 
Escribió sermones para todas las fiestas del año

"El gran peligro del cristiano es predicar y no practicar, creer pero no vivir de acuerdo con lo que se cree" -San Antonio
 "Era poderoso en obras y en palabras.  Su cuerpo habitaba esta tierra pero su alma vivía en el cielo" -un biógrafo de ese tiempo.  
Patrón de mujeres estériles, pobres, viajeros, albañiles, panaderos y papeleros. Se le invoca por los objetos perdidos y para pedir un buen esposo/a.  Es verdaderamente extraordinaria su intercesión.

Vino al mundo en el año 1195 y se llamó Fernando de Bulloes y Taveira de Azevedo, nombre que cambió por el de Antonio al ingresar en la orden de Frailes Menores, por la devoción al gran patriarca de los monjes y patrones titulares de la capilla en que recibió el hábito franciscano. Sus padres, jóvenes miembros de la nobleza de Portugal, dejaron que los clérigos de la Catedral de Lisboa se encargaran de impartir los primeros conocimientos al niño, pero cuando éste llegó a la edad de quince años, fue puesto al cuidado de los canónigos regulares de San Agustín, que tenían su casa cerca de la ciudad. Dos años después, obtuvo permiso para ser trasladado al priorato de Coimbra, por entonces capital de Portugal, a fin de evitar las distracciones que le causaban las constantes visitas de sus amistades.  
No le faltaron las pruebas. En la juventud fue atacado duramente por las pasiones sensuales. Pero no se dejó vencer y con la ayuda de Dios las dominó. El se fortalecía visitando al Stmo. Sacramento. Además desde niño se había consagrado a la Stma. Virgen y a Ella encomendaba su pureza.  
Una vez en Coimbra, se dedicó por entero a la plegaria y el estudio; gracias a su extraordinaria memoria retentiva, llegó a adquirir, en poco tiempo, los más amplios conocimientos sobre la Biblia. En el año de 1220, el rey Don Pedro de Portugal regresó de una expedición a Marruecos y trajo consigo las reliquias de los santos frailes-franciscanos que, poco tiempo antes habían obtenido allá un glorioso martirio.Fernando que por entonces había pasado ocho años en Coimbra, se sintió profundamente conmovido a la vista de aquellas reliquias y nació en lo íntimo de su corazón el anhelo de dar la vida por Cristo. 
Poco después, algunos frailes franciscanos llegaron a hospedarse en el convento de la Santa Cruz, donde estaba Fernando; éste les abrió su corazón y fue tan empeñosa su insistencia, que a principio de 1221, se le admitió en la orden. Casi inmediatamente después, se le autorizó para embarcar hacia Marruecos a fin de predicar el Evangelio a los moros. Pero no bien llegó a aquellas tierras donde pensaba conquistar la gloria, cuando fue atacado por una grave enfermedad (hidropesía),que le dejó postrado e incapacitado durante varios meses y, a fin de cuentas, fue necesario devolverlo a Europa. La nave en que se embarcó, empujada por fuertes vientos, se desvió y fue a parar en Messina, la capital de Sicilia.  Con grandes penalidades, viajó desde la isla a la ciudad de Asís donde, según le habían informado sus hermanos en Sicilia, iba a llevarse a cabo un capítulo general. Aquella fue la gran asamblea de 1221, el último de los capítulos que admitió la participación de todos los miembros de la orden; estuvo presidido por el hermano Elías como vicario general y San Francisco, sentado a sus pies, estaba presente.  Indudablemente que aquella reunión impresionó hondamente al joven fraile portugués.Tras la clausura, los hermanos regresaron a los puestos que se les habían señalado, y Antonio fue a hacerse cargo de la solitaria ermita de San Paolo, cerca de Forli.  Hasta ahora se discute el punto de si, por aquel entonces, Antonio era o no sacerdote; pero lo cierto es que nadie ha puesto en tela de juicio los extraordinarios dones intelectuales y espirituales del joven y enfermizo fraile que nunca hablaba de sí mismo. Cuando no se le veía entregado a la oración en la capilla o en la cueva donde vivía, estaba al servicio de los otros frailes, ocupado sobre todo en la limpieza de los platos y cacharros, después del almuerzo comunal.
Mas no estaban destinadas a permanecer ocultas las claras luces de su intelecto. Sucedió que al celebrarse una ordenación en Forli, los candidatos franciscanos y dominicos se reunieron en el convento de los Frailes Menores de aquella ciudad. Seguramente a causa de algún malentendido, ninguno de los dominicos había acudido ya preparado a pronunciar la acostumbrada alocución durante la ceremonia y, como ninguno de los franciscanos se sentía capaz de llenar la brecha, se ordenó a San Antonio, ahí presente, que fuese a hablar y que dijese lo que el Espíritu Santo le inspirara. El joven obedeció sin chistar y, desde que abrió la boca hasta que terminó su improvisado discurso, todos los presentes le escucharon como arrobados, embargados por la emoción y por el asombro, a causa de la elocuencia, el fervor y la sabiduría de que hizo gala el orador. En cuanto el ministro provincial tuvo noticias sobre los talentos desplegados por el joven fraile portugués, lo mandó llamar a su solitaria ermita y lo envió a predicar a varias partes de la Romagna, una región que, por entonces, abarcaba toda la Lombardía.  En un momento, Antonio pasó de la oscuridad a la luz de la fama y obtuvo, sobre todo, resonantes éxitos en la conversión de los herejes, que abundaban en el norte de Italia, y que, en muchos casos, eran hombres de cierta posición y educación, a los que se podía llegar con argumentos razonables y ejemplos tomados de las Sagradas Escrituras.
En una ocasión, cuando los herejes de Rímini le impedían al pueblo acudir a sus sermones, San Antonio se fue a la orilla del mar y empezó a gritar:  "Oigan la palabra de Dios, Uds. los pececillos del mar, ya que los pecadores de la tierra no la quieren escuchar".  A su llamado acudieron miles y miles de peces que sacudían la cabeza en señal de aprobación.  Aquel milagro se conoció y conmovió a la ciudad, por lo que los herejes tuvieron que ceder.
A pesar de estar muy enfermo de hidropesía, San Antonio predicaba los 40 días de cuaresma. La gente presionaba para tocarlo y le arrancaban pedazos del hábito, hasta el punto que hacía falta designar un grupo de hombres para protegerlo después de los sermones.  
Además de la misión de predicador, se le dio el cargo de lector en teología entre sus hermanos.  Aquella fue la primera vez que un miembro de la Orden Franciscana cumplía con aquella función.  En una carta que, por lo general, se considera como perteneciente a San Francisco, se confirma este nombramiento con las siguientes palabras: "Al muy amado hermano Antonio, el hermano Francisco le saluda en Jesucristo. Me complace en extremo que seas tú el que lea la sagrada teología a los frailes, siempre que esos estudios no afecten al santo espíritu de plegaria y devoción que está de acuerdo con nuestra regla". Sin embargo, se advirtió cada vez con mayor claridad que, la verdadera misión del hermano Antonio estaba en el púlpito. Por cierto que poseía todas las cualidades del predicador: ciencia, elocuencia, un gran poder de persuasión, un ardiente celo por el bien de las almas y una voz sonora y bien timbrada que llegaba muy lejos.  Por otra parte, se afirmaba que estaba dotado con el poder de obrar milagros y, a pesar de que era de corta estatura y con cierta inclinación a la corpulencia, poseía una personalidad extraordinariamente atractiva, casi magnética. A veces, bastaba su presencia para que los pecadores cayesen de rodillas a sus pies; parecía que de su persona irradiaba la santidad. A donde quiera que iba, las gentes le seguían en tropel para escucharle, y con eso había para que los criminales empedernidos, los indiferentes y los herejes, pidiesen confesión. Las gentes cerraban sus tiendas, oficinas y talleres para asistir a sus sermones; muchas veces sucedió que algunas mujeres salieron antes del alba o permanecieron toda la noche en la iglesia, para conseguir un lugar cerca del púlpito. Con frecuencia, las iglesias eran insuficiente para contener a los enormes auditorios y, para que nadie dejara de oírle, a menudo predicaba en las plazas públicas y en los mercados. Poco después de la muerte de San Francisco, el hermano Antonio fue llamado, probablemente con la intención de nombrarle ministro provincial de la Emilia o la Romagna. En relación con la actitud que asumió el santo en las disensiones que surgieron en el seno de la orden, los historiadores modernos no dan crédito a la leyenda de que fue Antonio quien encabezó el movimiento de oposición al hermano Elías y a cualquier desviación de la regla original; esos historiadores señalan que el propio puesto de lector en teología, creado para él, era ya una innovación. Más bien parece que, en aquella ocasión, el santo actuó como un enviado del capítulo general de 1226 ante el Papa, Gregorio IX, para exponerle las cuestiones que hubiesen surgido, a fin de que el Pontífice manifestara su decisión. En aquella oportunidad, Antonio obtuvo del Papa la autorización para dejar su puesto de lector y dedicarse exclusivamente a la predicación.El Pontífice tenía una elevada opinión sobre el hermano Antonio, a quien cierta vez llamó "el Arca de los Testamentos", por los extraordinarios conocimientos que tenía de las Sagradas Escrituras.
 Desde aquel momento, el lugar de residencia de San Antonio fue Padua, una ciudad donde anteriormente había trabajado, donde todos le amaban y veneraban y donde, en mayor grado que en cualquier otra parte, tuvo el privilegio de ver los abundantísimos frutos de su ministerio.  Porque no solamente escuchaban sus sermones multitudes enormes, sino que éstos obtuvieron una muy amplia y general reforma de conducta. Las ancestrales disputas familiares se arreglaron definitivamente, los prisioneros quedaron en libertad y muchos de los que habían obtenido ganancias ilícitas las restituyeron, a veces en público, dejando títulos y dineros a los pies de San Antonio, para que éste los devolviera a sus legítimos dueños. Para beneficio de los pobres, denunció y combatió el muy ampliamente practicado vicio de la usura y luchó para que las autoridades aprobasen la ley que eximía de la pena de prisión a los deudores que se manifestasen dispuestos a desprenderse de sus posesiones para pagar a sus acreedores.  Se dice que también se enfrentó abiertamente con el violento duque Eccelino para exigirle que dejase en libertad a ciertos ciudadanos de Verona que el duque había encarcelado. A pesar de que no consiguió realizar sus propósitos en favor de los presos, su actitud nos demuestra el respeto y la veneración de que gozaba, ya que se afirma que el duque le escuchó con paciencia y se le permitió partir, sin que nadie le molestara.
Después de predicar una serie de sermones durante la primavera de 1231, la salud de San Antonio comenzó a ceder y se retiró a descansar, con otros dos frailes, a los bosques de Camposampiero.  Bien pronto se dio cuenta de que sus días estaban contados y entonces pidió que le llevasen a Padua. No llegó vivo más que a los aledaños de la ciudad.  El 13 de junio de 1231, en la habitación particular del capellán de las Clarisas Pobres de Arcella recibió los últimos sacramentos. Entonó un canto a la Stma. Virgen y sonriendo dijo:  "Veo venir a Nuestro Señor" y murió.  Era el 13 de junio de 1231.  La gente recorría las calles diciendo: "¡Ha muerto un santo! ¡Ha muerto un santo!.Al morir tenía tan sólo treinta y cinco años de edad.  Durante sus funerales se produjeron extraordinarias demostraciones de la honda veneración que se le tenía.  Los paduanos han considerado siempre sus reliquias como el tesoro más preciado. 
San Antonio fue canonizado antes de que hubiese transcurrido un año de su muerte; en esa ocasión, el Papa Gregorio IX pronunció la antífona "O doctor optime" en su honor y, de esta manera, se anticipó en siete siglos a la fecha del año 1946, cuando el Papa Pío XII declaró a San Antonio "Doctor de la Iglesia".
Se le llama el "Milagroso San Antonio" por ser interminable lista de favores y beneficios que ha obtenido del cielo para sus devotos, desde el momento de su muerte.  Uno de los milagros mas famosos de su vida es el de la mula: Quiso uno retarle a San Antonio a que probase con un milagro que Jesús está en la Santa Hostia. El hombre dejó a su mula tres días sin comer, y luego cuando la trajo a la puerta del templo le presentó un bulto de pasto fresco y al otro lado a San Antonio con una Santa Hostia.  La mula dejó el pasto y se fue ante la Santa Hostia y se arrodilló.
Iconografía: Por regla general, a partir del siglo XVII, se ha representado a San Antonio con el Niño Jesús en los brazos; ello se debe a un suceso que tuvo mucha difusión y que ocurrió cuando San Antonio estaba de visita en la casa de un amigo. En un momento dado, éste se asomó por la ventana y vio al santo que contemplaba, arrobado, a un niño hermosísimo y resplandeciente que sostenía en sus brazos. En las representaciones anteriores al siglo XVII aparece San Antonio sin otro distintivo que un libro, símbolo de su sabiduría respecto a las Sagradas Escrituras.  En ocasiones se le representó con un lirio en las manos y también junto a una mula que, según la leyenda, se arrodilló ante el Santísimo Sacramento que mostraba el santo; la actitud de la mula fue el motivo para que su dueño, un campesino escéptico, creyese en la presencia real. 
San Antonio es el patrón de los pobres y, ciertas limosnas especiales que se dan para obtener su intercesión, se llama "pan de San Antonio"; esta tradición comenzó a practicarse en 1890.  No hay ninguna explicación satisfactoria sobre el motivo por el que se le invoca para encontrar los objetos perdidos, pero es muy posible que esa devoción esté relacionada con un suceso que se relata entre los milagros, en la "Chronica XXIV Generalium" (No. 21):  un novicio huyó del convento y se llevó un valioso salterio que utilizaba San Antonio; el santo oró para que fuese recuperado su libro y, al instante, el novicio fugitivo se vio ante una aparición terrible y amenazante que lo obligó a regresar al convento y devolver el libro.
En Padua hay una magnífica basílica donde se veneran sus restos mortales.
 
BIBLIOGRAFÍA
Butler, Vida de los Santos.Salesman, P. Eliécer,  Vidas de los Santos.
Sgarbossa, Mario y Luigi Giovannini - 
Un Santo Para Cada Día

NOVENA A SAN ANTONIOEs famoso por sus milagros
San Antonio obtenme de la Misericordia de Dios esta gracia que deseo (mencione el favor que pide).
Como tú eres tan bondadoso con los pobres pecadores, no mires mi falta de virtud antes bien considera la Gloria de Dios que será una vez más ensalzada por ti al concederme la petición que yo ahora encarecidamente hago. 
Glorioso San Antonio de los milagros, padre de los pobres y consuelo de los afligidos, te pido ayuda. Has venido a mi auxilio con tan amable solicitud y me has aliviado tan generosamente que me siento agradecido de corazón. 
Acepta esta ofrenda de mi devoción y amor.
Renuevo la seria promesa de vivir siempre amando a Dios y al prójimo.
Continúa defendiéndome benignamente con tu protección y obtenme la gracia de poder un día entrar el Reino de los Cielos, donde cantaré enteramente las misericordias del Señor. Amen.

ORACIÓN DE LIBERACIÓN DE SAN ANTONIO DE PADUA

Haciendo la señal de la cruz dirás con mucho fervor:

He aquí la Cruz del Señor,+
Huid, potestades enemigas:+
El león Judà, descendiente de David,+
Ha vencido. Aleluya.

Este exorcismo usado frecuentemente por San Antonio es muy eficaz contra las tentaciones del demonio, como lo prueban muchísimos ejemplos. Constituyen esas palabras el breve o carta de San Antonio que él mismo escribió y entregó a una devota suya para librarla de una fuerte y tenaz tentación. 
Oración
A ti, Antonio, dechado de amor a Dios y a los hombres que tuviste la dicha de estrechar entre tus brazos al Niño-Dios, a ti lleno de confianza, recurro en la presente tribulación que me acongoja………….

Te pido también por mis hermanos más necesitados, por los que sufren, por los oprimidos, por los marginados, por los que hoy más necesiten de tu protección.
Haz que nos amemos todos como hermanos, que en el mundo haya amor y no odios. Ayúdanos a vivir el mensaje cristiano.
Tú, en presencia ya del Señor, no ceses de interceder por El, con El, y en El, a favor nuestro ante El Padre. Amén.

TRECE MARTES EN HONOR DEL GLORIOSO
SAN ANTONIO DE PADUA.

Os ruego bendito San Antonio, que me hagáis partícipe de las incontables misericordias que concedéis a cuantos os invocan con devoción y confianza.

Martes 1.- Amoroso San Antonio, que despreciasteis las vanidades del mundo, haced que ame a Dios y me dedique a las cosas de su servicio. (Padre Nuestro y Avemaría).

Martes 2.-Angélico San Antonio, lirio de incontable pureza, logradme del Señor que venza todas las tentaciones. (Padre Nuestro y Avemaría). 


Martes 3.- Bendito San Antonio, amigo de la penitencia, alcanzadme que con voluntarios sacrificios, satisfaga por mis faltas. (Padre Nuestro y Avemaría).

Martes 4.- Admirable San Antonio, espejo de obediencia, obtenedme que sepa conformarme a la voluntad de Dios. (Padre Nuestro y Avemaría).

Martes 5.- Serenísimo San Antonio, joya de pobreza, atended por amor de Jesús y de Maria a mí y a los necesitados.(Padre Nuestro y Avemaría).

Martes 6.- Compasivo San Antonio, ejemplo de humildad, alcanzadme la firme sujeción a la iglesia y a todo superior. (Padre Nuestro y Avemaría).

Martes 7.- Amable San Antonio, consolador de los afligidos, rogad por cuantos sufren para que se vean libres de sus males o se resignen en su desgracia. (Padre Nuestro y Avemaría).

Martes 8.- Celoso San Antonio, defensor de la inocencia y castigador del vicio, alcanzadme que os sea agradable. (Padre Nuestro y Avemaría).

Martes 9.- Amantísimo San Antonio, horno de ardiente caridad, alcanzadme vivas ansias de trabajar por la gloria del Señor. (Padre Nuestro y Avemaría).

Martes 10.- Incomparable San Antonio, lumbrera que ilumina a los pecadores, obtenedme que jamás ofenda a Dios. (Padre Nuestro y Avemaría).

Martes 11.- Inocente San Antonio, celador de la justicia, libradme de las asechanzas del demonio, y de todo mal. (Padre Nuestro y Avemaría).

Martes 12.- Perfectísimo San Antonio, que hacèi hallar las cosas perdidas, obtenedme que lleve mi cruz y gane el cielo. (Padre Nuestro y Avemaría).

Martes 13.- Santísimo y muy generosísimo San Antonio. Sembrador de milagros, pretejedme con vuestra intercesión en todo el curso de mi vida. (Padre Nuestro y Avemaría).


Oración final para todos los martes.

Caritativo protector de los que a vos acuden, ya que habéis recibido el don de hacer milagros, trabajad en el de mi conversión, alejad de mí y de todos los que me son queridos, las enfermedades, las adversidades, y las desgracias, y por la virtud de vuestras oraciones, atraed sobre mí y todos los míos las bendiciones del cielo. Amén.

LETANÍA DE SAN ANTONIO(como devoción privada)
Señor ten piedad.
Cristo ten piedad.
Señor ten piedad.
Cristo, óyenos.
Cristo, escúchanos.
Santa María, ruega por nosotros.
San Francisco, San Antonio de Padua gloria de la orden de frailes menores, mártir en el deseo de morir por Cristo, Columna de la Iglesia,Digno sacerdote de Dios, Predicador apostólico, Maestro de la verdad, Vencedor de herejes, Terror de los demonios,
Consuelo de los afligidos,
Auxilio de los necesitados,
Guía de los extraviados,
Restaurador de las cosas perdidas,
Intercesor escogido,
Constante obrador de milagros,
Sé propicio, perdónanos, Señor,
Sé propicio, escúchanos, Señor,
De todo mal, líbranos, Señor,
De todo pecado,
De todo peligro de alma y cuerpo,
De los lazos del demonio,
De la peste, hambre y guerra,
De la muerte eterna,
Por los méritos de San Antonio,
Por su celo en la conversión de los pecadores, Por su deseo de la corona del martirio,
Por sus fatigas y trabajos, Por su predicación y doctrina,
Por sus lagrimas de penitencia,
Por su paciencia y humildad,
Por su gloriosa muerte,
Por sus numerosos prodigios, En el día del juicio, Nosotros pecadores, te rogamos, óyenos, Que nos guíes por caminos de verdadera penitencia,
Que nos concedas paciencia en los sufrimientos,
Que nos asistas en las necesidades,
Que oigas nuestras oraciones y peticiones,
Que enciendas en nosotros el fuego de tu amor,
Que nos concedas la protección y la intercesión de San Antonio, Hijo de Dios,
Cordero de Dios que quitas los pecados del mundo, perdónanos, Señor.
Cordero de Dios que quitas los pecados del mundo, escúchanos, Señor
Cordero de Dios que quitas los pecados del mundo, ten piedad de nosotros
Cristo, óyenos. Cristo, escúchanos.
V. Ruega por nosotros oh bienaventurado San Antonio, R. Para que seamos dignos de las promesas de Cristo. Oremos: Dios
Todopoderoso y eterno, Glorificaste a tu fiel confesor Antonio con el don constante de hacer milagros. Concédenos que cuanto pedimos confiadamente por sus méritos estemos ciertos de recibirlo por su intercesión. Te lo pedimos en nombre de Jesús, el Señor.R.  Amen.

miércoles, 2 de febrero de 2011

Presentación de Jesús en el Templo y la Purificación de la Santísima Virgen - Procesión de la “Candelaria”

2 de febrero
La fiesta del 2 de febrero celebra, al mismo tiempo, la Presentación de Jesús en el Templo y la Purificación de la Santísima Virgen, 40 días después del nacimiento del Salvador. Se halla, pues unida al misterio de Navidad.
La ceremonia de la bendición post partum, que ha sustituido a esta costumbre judía, no es ni la purificación de la madre ni la presentación del niño, sino una bendición de la madre y una acción de gracias por el niño.
Es una fiesta de luz. Por su simbolismo, la procesión de la “Candelaria”, procesión de las candelas, evoca la manifestación de Cristo, luz del mundo, recibido en el Templo por el anciano Simeón como el enviado de Dios, “luz para iluminar a las gentes y gloria de Israel, su pueblo”. El Templo, centro de la piedad israelítica, al recibir a Jesús dentro de sus muros, parece habrá de irradiar con dimensiones universales. La venida del Salvador al Templo es el tema principal de la fiesta; pero el pensamiento de la Santísima Virgen se halla presente en toda ella.
La fiesta del 2 de febrero es una de las más antiguas, sino la más antigua de las fiestas marianas. Celebrada en Jerusalén desde el siglo IV, la fiesta de la Purificación pasó después a Constantinopla y luego a Roma, donde la encontramos, en el siglo VII, asociada, el 2 de febrero, a una procesión que parece ser anterior a la fiesta de la Virgen.
La Purificación es una fiesta del Señor: si cae en domingo, se dice la misa de la fiesta sin la conmemoración del domingo.
Extraído del Misal diario.
Con vosotros, Santo anciano Simeón, santa profetiza Ana, recibimos gozosos en el templo de nuestro corazón y de brazos de María y José, a Jesús, la luz del mundo.

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El Hijo de Dios, que había venido a perfeccionar la ley mosaica, no quiso sustraerse a ninguna de las prescripciones legales que él mismo había dictado al pueblo judío; a los ocho días de su nacimiento se sometió al precepto de la circuncisión, recibiendo el nombre de Jesús.
Ordenaba además la ley de Moisés que ninguna mujer que hubiera dado a luz un niño pudiera tocar cosas santas ni tener entrada en el santuario durante los cuarenta días siguientes a su alumbramiento, pasados los cuales debía presentarse en el templo para ofrecer a Dios un cordero y una paloma, o, si era pobre, un par de pichones o de tórtolas. Mediante esta ofrenda y la oración del sacerdote, la madre quedaba purificada. En virtud de esta ley, María Santísima acudió al templo para cumplir el rito legal de la Purificación; su pobreza no le permitió presentar otra ofrenda que el humilde par de tórtolas.
Estaba también prescrito en la ley que todo hijo primogénito de Israel fuese ofrecido a Dios, en recuerdo de haber quedado libres los hebreos a su salida de Egipto del tremendo castigo con que el ángel exterminador afligió a los egipcios a todos sus primogénitos: el niño ofrecido al Señor debía ser rescatado a precio de cinco siclos de plata.
El Niño Jesús fue, pues, ofrecido a Dios, repitiéndose así ante los hombres la consagración que al entrar en el mundo tenía hecha al Eterno PAdre como única ofrenda digna de él; y el que venía a rescatar a los hombres de la servidumbre del pecado, pagó su rescate como cualquiera de los hijos culpables de Israel.
De entre los judíos que acudían al templo sólo dos merecieron conocer al Mesías que esperaba Israel. Fueron el anciano Simeón y Ana la profetisa. El primero, por su virtud y por la constancia con que esperaba la venida del Mesías y la verdadera redención, había recibido del Espíritu Santo la promesa de que no vería la muerte hasta después de haber visto al Ungido del Señor. Al entrar María en el templo con el Niño Jesús, Simeón, iluminado por Dios, vio en aquel Niño al Cristo que esperaba, y transportado de gozo elevó al Señor el cántico del descanso cumplido y la esperanza lograda:
Ya podéis, Señor, permitir a vuestro siervo dormir en paz, pues han visto mis ojos la salvación que habéis preparado para que sea luz de las gentes y gloria de Israel, vuestro pueblo.
Tomó pues a Jesús en brazos, y entonces, bañados en lágrimas sus ojos, profetizó a María la espada de dolor que atravesaría su alma; pues aquel niño, puesto como señal de contradicción, sería la causa de la ruina de muchos que no querrían seguir sus doctrinas, y de la rehabilitación de otros, de todos los que le fueran fieles.
Presenciaba también esta tierna escena Ana la profetisa, anciana viuda de la tribu de Aser, cuya dilatada vida había transcurrido en la oración, en el ayuno y en la penitencia. Una revelación de Dios le mostró en aquel niño al suspirado Salvador, y arrebatada de alegría, dio gracias al Señor por sus misericordias.
Extraído de ‘Historia Sagrada’ del R. P. Pedro Gómez, pp. 237-239.
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