miércoles, 12 de enero de 2011

La Herejía Moderna y Teilhard de Chardin

Título: La Herejía Moderna y Teilhard de Chardin
Autor: Ing. Tomás Moreno Carbantes
Extraído de su libro “El Juicio de las Naciones“; capítulos XI y XII; pp. 57 a 64 (diapositivas 110 a 127 de la presentación en B&T)
 
 
HEREJE - Teilhard de Chardin
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Nos encontramos en presencia no de una herejía particular como en el pasado, cuando el catolicismo se enfrentó a la herejía arriana, a la maniqueísta, la albigense, la mahometana, o en presencia de esa especie de herejía generalizada que fue el protestantismo, el ataque moderno contra la FE es un asalto en masa contra la existencia de la FE. El enemigo está avanzando con pie seguro, lo viene haciendo desde los comienzos del siglo pasado; da un paso, y cuando se siente seguro, avanza el otro, consciente del hecho tremendo de que no puede haber neutralidad. La batalla se libra en una línea definida de ruptura y, resultará o la supervivencia o la destrucción de la Iglesia.
Para orientarnos en el campo tan falto de amenidad en que vamos a entrar, es necesario situarnos en el primero origen histórico de las teorías sobre la evolución del dogma y de las controversias acerca del mismo tema, para eso, fuerza es ir a buscar en las ideas de Hegel.
El filósofo Hegel, en su afán de una síntesis completa de toda la ciencia humana sin excluir la ciencia de la religión, pretendió sujetar al lecho de Procusto de sus concepciones la REVELACIÓN DEL EVANGELIO. Pero, por más que hizo, no pudo despojar en absoluto al cristianismo de su carácter sobrenatural que se vio precisado a reconocer; pero aceptando a su modo la Revelación de Cristo, considerándola como una de las manifestaciones subjetivo objetivas de LA IDEA, especulando sobre ella y sometiéndola a las mismas leyes que las mismas ramas de la ciencia.
[Nota de B&T: Cama o lecho de Procusto es un estándar arbitrario para el que se fuerza una conformidad exacta. Se aplica también a aquella falacia seudocientífica en la que se tratan de deformar los datos de la realidad para que se adapten a la hipótesis previa. Wikipedia.]
Hay que tener presente que de Hegel se derivó el concepto de la evolución a todos los críticos protestantes del siglo pasado, y de donde tomó su idea el hereje padre de la herejía moderna Pierre Teilhard de Chardin del que más adelante trataremos.
Si bien Hegel no era teólogo sino filósofo, sin embargo, en su juventud, había hecho al parecer estudios profundos de la Biblia, y este trabajo ejerció siempre notable influjo sobre sus especulaciones filosóficas posteriores grabando en ellas, cierto sello teológico que contrasta singularmente con el fondo eminentemente racionalista de sus grandes producciones. El, como todos esos críticos, concibe al Cristianismo como una institución que de principios imperceptibles y apenas distintos del judaísmo, ha ido desarrollándose sucesivamente, los mismo en su elemento dogmático que en lo social, con arreglo a las leyes de un desenvolvimiento cuyos factores han de buscarse en energías inminentes de organismo o corporación cristiana.
Pero, para no enredarnos en un laberinto de definiciones y distinciones especulativas que lo más seguro es que fastidiaría a ustedes, queridos lectores, vamos a tocar solamente de pasada, las principales escuelas que a fines del siglo pasado y principios del presente [XIX y XX], profesan  y aplican la evolución. Primero, la de Harnack, segundo la de Loisy; la Programma Risposta, la Católica y la de Chardin.
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La teoría de Harnack
Harnack distingue dos periodos en la historia del dogma cristiano; el que llama de origen o formación, y el de desarrollo. Harnack entiende por origen, no el de la formulación del dogma, sino uno a modo de incubación durante el cual la Iglesia (según él) fue un hervidero de tendencias varias y opuestas entre sí, que lucharon por largo tiempo, sin que predominara una sobre las otras, y por lo mismo, no había una creencia universal bien determinada. (Cualquiera que tenga una medianísima formación religiosa, se da cuenta de la falsedad de pensamiento del filósofo racionalista). Sigamos. El periodo de formación se extiende y dura mientras se disputa sin resolución definitiva sobre la índole personal de Cristo; y queda terminado, cuando en la Iglesia prevalece como fundamental el artículo que proclama a Jesús como el Logos preexistente y personal de Dios. (Espero que mis lectores, se den cuenta que estoy interpretando el pensamiento de Harnack).
En este momento histórico debe colocarse el arranque del dogma. Harnack en su obra ‘La Historia de los Dogmas’, se propone esta dificultad:
“el cristianismo desde su primer origen formuló ciertas verdades y profesó determinada moral, luego dentro de la historia cristiana, no cabe estudiar el principio u origen de sus dogmas, sino sólo su desarrollo.”
Y él mismo se responde:
“es verdad que el cristianismo, como nacido del judaísmo y como identificado con él, ya en sus primeros albores, fue una religión reflejada y profesó la fe de Dios creador y en Jesucristo su revelador; pero esa fe y los dogmas posteriores no fue como el germen y su desarrollo: entre una y otra fe, medió un elemento adventicio que fue el engranaje del objeto primordial, con objetos conocidos previamente por otra fuente, a saber la vía filosófica.”
Y la vía filosófica, según Harnack, es una serie de fases que en el desenvolvimiento de la cristología, hasta la época de la formulación estricta del dogma. Es curiosa la manera de razonar de este filósofo alemán, dice que,
“la impresión que Jesús suscitó en sus discípulos y la “experiencia” religiosa que éstos sintieron acerca de la persona de Jesús cuando apareció ante sus ojos como el Mesías exaltado por Dios al señoría universal y a la dignidad de Juez de vivos y muertos”.
Y al referirse a San Juan en su Evangelio, dice que lo presenta como el “Logos Divino”, frase según él que sirvió para unir, para la fusión del cristianismo y el helenismo (?).
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La teoría de Loisy
Este filósofo dice en su libro: ‘El Evangelio y la Iglesia’ haciendo la crítica de Harnack:
“Harnack no concibe el cristianismo como una semilla que ha crecido, primero como planta en potencia, después planta real, idéntica a sí misma desde el principio de su evolución hasta su término actual, y desde la raíz hasta la cúspide del tallo”.
Loisy más especulador y menos histórico, sustituye a aquellas, merced a una poderosa energía de expansión interna, inherente al contenido mismo dogmático la cual radica en el enlace envuelto en su carácter mismo de Mesías, y ofrece amplio fundamento y abundante pábulo a la fecundidad productora de la fe.
Loisy ilustra su pensamiento con el ejemplo del árbol. En el germen  y en el árbol se realiza por igual la esencia de la planta. Según Loisy, el conjunto de los dogmas cristianos representa un organismo cuyos miembros son el resultado de un simple desarrollo vital; en el germen primero estaba ya contenido virtualmente todo cuanto la sucesión de los tiempos y fases ha ido manifestando. En su punto de partida, el dogma cristiano, era el grano de mostaza que con el tiempo se ha hecho corpulento y frondoso:
“El grano era diminuto; porque la nueva religión era menor en el prestigio de la antigüedad, que las viejas religiones todavía en pie, de Egipto y de Caldea; era menor en el poder externo que el paganismo romano, menor también en apariencia que el judaísmo. Sin embargo, aquella semilla acerraba en germen el árbol que nosotros contemplamos”.
Loisy admite dos energías que se desenvuelven paralelamente, se completan y cooperan de consuno a la evolución del núcleo primordial; además del agente subjetivo de la conciencia cristiana, admite otro objetivo no menos enérgico. Por eso en la teoría de Loisy, el desenvolvimiento es por verdadera evolución, y así, las energías actúan obedeciendo a leyes constantes: de donde resulta que el progreso es perenne, sin vacilaciones, sin paradas, sin solución de continuidad.
Pero en Loisy nos encontramos una cosa curiosa, que queriendo refutar a Harnack, lo va copiando en la terminología, en la serie, en el número y caracteres de cada una de las fases sucesivas que hace atravesar al cristianismo a través de la historia.
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La teoría Modernista
Los modernistas propiamente dichos, aunque han recogido con avidez el pensamiento de Loisy, han acentuado por su cuenta el rasgo que es común a los dos heterodoxos anteriores; o sea el factor psicológico; Loisy admite la acción de la conciencia cristiana sobre la expansibilidad objetiva del contenido dogmático; los modernistas han tomado por su cuenta ilustrar ese tópico, describiendo menudamente en la experiencia religiosa el momento de la subconsciencia donde obra el sentimiento, y el momento de la intelectualidad, cuando entra en juego la inteligencia. Describen con satisfacción, el conjunto de elementos subjetivos que comunican a su teoría el general de la religión, distinguen las dos regiones de subconsciencia y de inteligencia.
Según los modernistas, cuando la fe o el sentimiento religioso se encuentra frente del fenómeno histórico en que aquél se apoya, la fe se apodera del fenómeno en su totalidad, la reviste de la vida en que ella rebosa, y así, por una parte, “trasfigura” el fenómeno comunicándole el fundamento para las propiedades superiores que luego han de descubrir y formular sobre él.
Dicen los modernistas:
“He aquí, que desde el punto de vista ontológico, en el Cristo de la historia, están encerrados aquellos valores éticos y aquellos significados religiosos que la conciencia cristiana ha ido contemplando lentamente; porque la fe nada crea, sólo descubre (¡¿)”.
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Lo que de verdad es
El contenido dogmático en su fase primordial, al ser comunicado al género humano, afecta la forma de una realidad vital, viniendo a ser como un germen que, dotado de vida y por lo mismo de virtud evolutiva, y depositado además en el corazón, vivo también de la Iglesia, es decir, en la conciencia de sus miembros, se desenvuelve luego gradualmente a favor de esa doble actividad vital, revistiendo sucesivamente formas de expresión más y más definidas, a medida que va creciendo y desarrollándose la actividad de la conciencia cristiana.
El dogma no se entregó como una cosa acabada e intangible, sino como un depósito viviente que debemos cultivar, fomentar y desarrollar. Como vivo y fructífero está grabado en las tablas del corazón de los fieles, y sembrado en la conciencia cristiana, donde, en expresión del Apóstol, TODA PALABRA DE VIDA CRECE Y FRUCTIFICA, se desarrolla y perfecciona a proporción que avanza el desarrollo o el perfeccionamiento subjetivo.
A lo anterior debemos agregar la cooperación del Espíritu Santo que está obrando perennemente en la Iglesia enseñando a los fieles la verdad revelada por Jesucristo. Al despedirse Jesús de sus discípulos les dijo: AÚN TENGO MUCHAS COSAS QUE DECIROS, PERO TODAVÍA NO LAS PODÉIS ENTENDER. EL ESPÍRITU DE VERDAD QUE OS ENVIARÉ PARA QUE PERMANEZCA SIEMPRE CON VOSOTROS OS ENSEÑARÁ TODA VERDAD. La Iglesia sigue en el día de hoy, pidiendo al Padre el cumplimiento de esta promesa.
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La última y compendio de las demás herejías
Creemos que con lo que hemos dicho (comprendemos que hay muy mal expuesto y peor redactado) bastará para que los lectores tengan una noción rudimentaria del camino preparado al último hereje de la era moderna, nos referimos a Pierre Teilhard de Chardin. ¿Quién fue este señor?
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Pierre Teilhard de Chardin. El profeta del Anticristo
“Te conjuro delante de Dios y de Cristo Jesús,
que ha de juzgar a vivos y muertos,
por su aparición y por su reino:
Predica la palabra, insiste a tiempo y a destiempo, arguye, enseña,
exhorta con toda longanimidad y doctrina,
pues vendrá un tiempo en que no sufrirán la sana doctrina;
antes deseosos de novedades, se amontonarán
maestros conforme a sus pasiones
y apartarán los oídos de la verdad
para volverlos a las fábulas.
Pero tú, vela en todo, soporta los trabajos,
has obra de evangelista, cumple tu ministerio.”
(I Timoteo IV,1-5).

El Apóstol Pablo, tuvo en verdad visión profética anticipada de nuestros tiempos.
Hemos visto a los largo de estos “cuadros”, la conjuración contra la Iglesia de Jesucristo, pero todo lo anterior era juego de niños en comparación de lo que nos falta ver.
El capítulo anterior lo terminamos con una pregunta: ¿Quién es ese señor? Refiriéndonos a Teilhard de Chardin. Pues, fue, un sacerdote francés, jesuita que nació en el castillo de Sarcenat en Auvernia a fines del siglo pasado, y que se hizo famoso por su dedicación a la paleontología, y que quizás por sus estudios de antropología y de paleontología, su mente sufrió una desviación; pues que, con base en la “cosmovisión” edificó su enseñanzas con alcance filosófico y aún teológico, tomando como axioma indiscutible la evolución general, que llevará al Universo desde la energía primordial subatómica al hombre actual, y que lo conducirá en lo futuro al Punto Omega o Cristo Universal.
Durante su vida, en actitud de franca desobediencia a sus votos y a sus superiores, era conocido por el autor de ciertas hojas mimeográficas que hacía circular entre el clero, los profesores de instituciones católicas, entre los alumnos de los seminarios, y en esas hojas, enseñaba nueva teología. Pero más famoso se hizo después de muerto, porque, con motivo de la publicación de sus escritos inéditos, entre ellos ‘El Fenómeno Humano’ en el que expone su cosmovisión, y en ‘El Medio Divino’ en que da a conocer la nueva espiritualidad basada en la acción y en la coincidencia con los esfuerzos del progreso humano científico-técnico-socializante, y que él tiene por absolutamente necesario para la construcción del Cuerpo Místico del futuro Cristo Universal que es la meta y la razón de ser de la “Evolución y de la Historia”.
No es de extrañar, que en muy poco tiempo Chardin se constituyó en uno de los principales líderes del “progresismo” y de la llamada “teología nueva”. Sus ideas fueron claramente aludidas en forma muy desfavorable en la Encíclica “Humani Géneris” de S. S. Pío XII del 12 de agosto de 1950. Tiene un párrafo en que claramente lo alude pues dice:
“Por desgracia, estos amigos de novedades fácilmente pasan al desprecio de la teología escolástica a tener en menos a aún a despreciar también al mismo Magisterio de la Iglesia, que con su autoridad tanto peso ha dado a aquella teología. Presentan este Magisterio como un impedimento del progreso y como un obstáculo de la ciencia… También hay algunos que plantean el problema de si los ángeles son personas; y si hay diferencia esencial entre la materia y el espíritu. Otros desvirtúan el concepto del carácter gratuito del orden sobrenatural, pues defienden que dios no puede crear seres inteligentes sin ordenarlos y llamarlos a la visión beatífica…”.
El 30 de junio de 1962, la congregación del Santo Oficio (Hoy de la Fe) hizo una solemne advertencia -”Monitum”- que dice:
“Ciertas obras, incluso póstumas, del P. Teilhard de Chardin se difunden y se divulgan con éxito no pequeño. Sin juzgar lo que concierne a las ciencias positivas, resulta suficientemente evidente que en materia filosófica y teológica las antedichas obras están llenas de ambigüedades y aún de errores graves que atentan contra la doctrina católica. Por ello, los Eminentísimos y Reverendísimos Padres de la Suprema y Sagrada Congregación del Santo Oficio, exhortan a todos los Ordinarios, y también a los superiores de institutos religiosos, a los superiores de Seminarios, y a los rectores de Universidades, a defender eficazmente a los espíritus, sobre todo de los jóvenes, contra los peligros de las obras del P. Teilhard de Chardin y sus acólitos”.
Por desgracia, esta solemne advertencia, no fue escuchada por todos aquellos que estaban en obligación de hacerlo, dando por resultado el envenenamiento de muchos sacerdotes y seminaristas.
Los errores y ambigüedades de los escritos de Chardin saltan a la vista y pueden agruparse así:
1.- Un concepto de creación que la hacía casi necesaria a Dios.
2.- Un concepto de las relaciones entre el Cosmos y Dios, en que la evolución del Cosmos en cierto modo transforma a Dios mismo.
3.- Admisión de una tercera naturaleza en Cristo, no humana ni divina, sino Cósmica, al hacer de Cristo la culminación de toda la evolución natural del Cosmos.
4.- Confusión entre lo natural y lo sobrenatural, al afirmar Teilhard de Chardin, que no hay creación sin encarnación, ni encarnación sin redención.
5.- Confusión del espíritu con un estado superior de la materia y atribución a la materia de cierto psiquismo.
6.- Concepción meramente estadística del pecado, en virtud de la cual todos los hombres serían culpables colectiva y no individualmente, con aplicación de ello al pecado original.
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Las conclusiones anteriores nos dan
En la muy importante revista AQUINAS, Fascículo 2, leemos, que Rev. P. Guerard des Lauriers, se expresa así del Cristo que presenta Chardin:
“El Cristo Cósmico de Chardin, es la figura contemporánea del Anticristo”.
Por el primero y el segundo número, vemos que él no habla de la creación sino de la “Cosmogénesis” igual que las sociedades Teosóficas; y a la Cosmogénesis la convierte en “Cristogénesis” de donde resulta, que Cristo es el mundo y para el mundo, y al llegar a su estrato superior lo denomina Ultra-Humano, y con ello crea un nuevo mesianismo materialista.
El número cuatro, nos está indicando un evolucionismo materialista, ajeno a toda idea de Dios y contrario a la Redención, nos presenta un Cristo que se percibe a través de la “diafonía” (transparencia en el mundo). Teilhard cree tener en este punto de vista, el destino de la humanidad, y de la Iglesia. “Llega a tanto la euforia, el lavado cerebral de sus discípulos que exclaman con admiración: ‘Teilhard ha desencadenado una inmensa energía mística que puede volatizar a la materia y divinizarla’.” (Formidable y fantástico ¿verdad?). Hasta dónde llegan los extravíos de la mente cuando no hay humildad y no se quiere reconocer la grandeza de Dios y la miseria del hombre.
En el quinto número, encontramos una forma estrictamente materialista y por lo mismo Luciferina, por cuanto Lucifer, inaccesible como todo espíritu, aspira a suplantar a Dios, rehusando su gracia. Después persuadirá a los primeros padres para que se hagan dioses ellos mismos pecando: conocedores del bien y el mal.
En el sexto número encontramos, todo el credo esencial de la “contra religión”, concordante con la Kábala del esoterismo, de la gnosis de francmasonería, de la teosofía, del panteísmo. El evolucionismo, (mejor dicho) la evolución que convierte al mundo en “Dios”. De aquí, como de un caño que vomita todas las inmundicias de una cloaca, así de este pensamiento de Chardin, se derivan multitud de errores. Veamos.
La moral dimanente de la Cosmogénesis, será forzosamente el orgullo de sí mismo, la soberbia, el amor al mundo, la adoración al hombre y todas sus concupiscencias, que son su parte activa en el movimiento evolutivo tailhardiano. Ya, en este plan, y para arreglarlo, todo a su uso personal y convertirlo en irresistible dentro de la Iglesia, Teilhard pone en marcha su teoría divinizante a la que llama ‘Cosmogénesis’ y la convierte en ‘Cristificante’, porque, todo lo real es amasado, fundido, materia, espíritu, vida, gracia y sobre todo, el Cristo entero tal como fue en Palestina; y he aquí el ser original y universal de los seres que debe reconstituirse. Y esta fusión, se moldea, y al lado de la energía “tangencial” que se degrada, opera otra “radiante” que regenera. Y así tan sencillo, se pone en marcha “la cristificación”. Quisiéramos saber si él entendía este galimatías. Pero lo que sí entendemos nosotros, es que Chardin se significó como la figura contemporánea del Anticristo.
Porque, la asimilación por la Iglesia de la tesis de Chardin SU RECONVENCIÓN A LO HUMANO, es decir, apartarla, quitarla de sus “estructuras” económicas y sociales, o en otras palabras más claras, la Iglesia sería una Iglesia materialista. En el tinglado cosmogénico, cristificado de Chardin, está incluido el propio diablo como una parte integrante del todo en la creación universal.
Con su “Evolución del Universo”, Chardin está asimilando, propagando y haciendo suyas las enseñanzas de la masonería en los aspectos hasta donde es dable conocerla. Sus teorías concuerdan con las del gran pontífice y doctor Julián Huxley masón 33 el cual dice que
“no se puede admitir lo sobrenatural, que no puede haber dos reinos, la religión por su revelación y por sus dogmas, impide el progreso del saber humano”.
¿Acaso no es una de las características del “pensamiento moderno” la del panteísmo? Y ya sabemos que el panteísmo identifica a Dios con el mundo y dicho “Dios” está en permanente evolución. Y el panteísmo es tan viejo como el mundo. Y no es precisamente una reforma lo que pretenden las teorías de Teilhard de Chardin para la Iglesia Universal,  ES UNA REVOLUCIÓN, PERO COMO ESTE NOMBRE SUENA MAL, LA DENOMINAN UNA “EVOLUCIÓN”.
La prueba es la carta que Chardin escribió el 4 de octubre de 1950 a un antiguo dominico separado de la Orden; entre otras cosas le dice:
“Esencialmente considero, como usted, que la Iglesia (como cualquier realidad viva) al cabo de cierto tiempo, llega a un periodo de ‘mutación’ o ‘reforma’ necesaria. Al final de dos mil años es inevitable. La Humanidad se está transformando. ¿Cómo el cristianismo no habría de hacerlo? Mas precisamente considero que la reforma en cuestión (mucho más profunda que la del siglo XVI) no es una simple cuestión de instituciones y costumbres, sino de FE. De algún modo nuestra imagen se ha desdoblado, en relación con el Dios tradicional y trascendental del “En-Haut” (Arriba). Una especie de “En-Avant” (Adelante) surge para nosotros, hace un siglo, en dirección de algún “Ultra-Humano”. A mi parecer, todo está aquí, se trata de volver a “repensar” en Dios en términos, no más de Cosmos sino de Cosmogénesis. Un Dios que no se adora ni se alcanza más que por un acabamiento de un Universo que El llena de luz y de amor (e irreversible) desde dentro”.
Creemos que con lo dicho, es suficiente para convencernos de que Chardin fue un profeta del Anticristo.
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FUENTE: bibliaytradicion.wordpress.com

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