lunes, 8 de julio de 2013

San Luis Rey de Francia



San Luis IX, Rey de Francia (1214-1270)

por Francisco Martín Hernández
San Luis, rey de Francia, es, ante todo, una Santo cuya figura angélica impresionaba a todos con sólo su presencia. Vive en una época de grandes heroísmos cristianos, que él supo aprovechar en medio de los esplendores de la corte para ser un dechado perfecto de todas las virtudes. Nace en Poissy el 25 de abril de 1214, y a los doce años, a la muerte de su padre, Luis VIII, es coronado rey de los franceses bajo la regencia de su madre, la española Doña Blanca de Castilla. Ejemplo raro de dos hermanas, Doña Blanca y Doña Berenguela, que supieron dar sus hijos, más que para reyes de la tierra, para santos y fieles discípulos del Señor. Las madres, las dos princesas hijas del rey Alfonso VIII de Castilla, y los hijos, los santos reyes San Luis y San Fernando.
En medio de las dificultades de la regencia supo Doña Blanca infundir en el tierno infante los ideales de una vida pura e inmaculada. No olvida el inculcarle los deberes propios del oficio que había de desempeñar más tarde, pero ante todo va haciendo crecer en su alma un anhelo constante de servicio divino, de una sensible piedad cristiana y de un profundo desprecio a todo aquello que pudiera suponer en él el menor atisbo de pecado. «Hijo -le venía diciendo constantemente-, prefiero verte muerto que en desgracia de Dios por el pecado mortal».
Es fácil entender la vida que llevaría aquel santo joven ante los ejemplos de una tan buena y tan delicada madre. Tanto más si consideramos la época difícil en que a ambos les tocaba vivir, en medio de una nobleza y de unas cortes que venían a convertirse no pocas veces en hervideros de los más desenfrenados, rebosantes de turbulencias y de tropelías. Contra éstas tuvo que luchar denodadamente Doña Blanca, y, cuando el reino había alcanzado ya un poco de tranquilidad, hace que declaren mayor de edad a su hijo, el futuro Luis IX, el 5 de abril de 1234. Ya rey, no se separa San Luis de la sabia mirada de su madre, a la que tiene siempre a su lado para tomar las decisiones más importantes. En este mismo año, y por su consejo, se une en matrimonio con la virtuosa Margarita, hija de Ramón Berenguer, conde de Provenza. Ella sería la compañera de su reinado y le ayudaría también a ir subiendo poco a poco los peldaños de la santidad.
En lo humano, el reinado de San Luis se tiene como uno de los más ejemplares y completos de la historia. Su obra favorita, las Cruzadas, son una muestra de su ideal de caballero cristiano, llevado hasta las últimas consecuencias del sacrificio y de la abnegación. Por otra parte, tanto en la política interior como en la exterior San Luis ajustó su conducta a las normas más estrictas de la moral cristiana. Tenía la noción de que el gobierno es más un deber que un derecho; de aquí que todas sus actividades obedecieran solamente a esta idea: el hacer el bien buscando en todo la felicidad de sus súbditos.
Desde el principio de su reinado San Luis lucha para que haya paz entre todos, pueblos y nobleza. Todos los días administra justicia personalmente, atendiendo las quejas de los oprimidos y desamparados. Desde 1247 comisiones especiales fueron encargadas de recorrer el país con objeto de enterarse de las más pequeñas diferencias. Como resultado de tales informaciones fueron las grandes ordenanzas de 1254, que establecieron un compendio de obligaciones para todos los súbditos del reino.
El reflejo de estas ideas, tanto en Francia como en los países vecinos, dio a San Luis fama de bueno y justiciero, y a él recurrían a veces en demanda de ayuda y de consejo. Con sus nobles se muestra decidido para arrancar de una vez la perturbación que sembraban por los pueblos y ciudades. En 1240 estalló la última rebelión feudal a cuenta de Hugo de Lusignan y de Raimundo de Tolosa, a los que se sumó el rey Enrique III de Inglaterra. San Luis combate contra ellos y derrota a los ingleses en Saintes (22 de julio de 1242). Cuando llegó la hora de dictar condiciones de paz el vencedor desplegó su caridad y misericordia. Hugo de Lusignan y Raimundo de Tolosa fueron perdonados, dejándoles en sus privilegios y posesiones. Si esto hizo con los suyos, aún extremó más su generosidad con los ingleses: el tratado de París de 1259 entregó a Enrique III nuevos feudos de Cahors y Périgueux, a fin de que en adelante el agradecimiento garantizara mejor la paz entre los dos Estados.
Padre de su pueblo y sembrador de paz y de justicia, serán los títulos que más han de brillar en la corona humana de San Luis, rey. Exquisito en su trato, éste lo extiende, sobre todo, en sus relaciones con el Papa y con la Iglesia. Cuando por Europa arreciaba la lucha entre el emperador Federico II y el Papa por causa de las investiduras y regalías, San Luis asume el papel de mediador, defendiendo en las situaciones más difíciles a la Iglesia. En su reino apoya siempre sus intereses, aunque a veces ha de intervenir contra los abusos a que se entregaban algunos clérigos, coordinando de este modo los derechos que como rey tenía sobre su pueblo con los deberes de fiel cristiano, devoto de la Silla de San Pedro y de la Jerarquía. Para hacer más eficaz el progreso de la religión en sus Estados se dedica a proteger las iglesias y los sacerdotes. Lucha denodadamente contra los blasfemos y perjuros, y hace por que desaparezca la herejía entre los fieles, para lo que implanta la Inquisición romana, favoreciéndola con sus leyes y decisiones.
Personalmente da un gran ejemplo de piedad y devoción ante su pueblo en las fiestas y ceremonias religiosas. En este sentido fueron muy celebradas las grandes solemnidades que llevó a cabo, en ocasión de recibir en su palacio la corona de espinas, que con su propio dinero había desempeñado del poder de los venecianos, que de este modo la habían conseguido del empobrecido emperador del Imperio griego, Balduino II. En 1238 la hace llevar con toda pompa a París y construye para ella, en su propio palacio, una esplendorosa capilla, que de entonces tomó el nombre de Capilla Santa, a la que fue adornando después con una serie de valiosas reliquias entre las que sobresalen una buena porción del santo madero de la cruz y el hierro de la lanza con que fue atravesado el costado del Señor.
A todo ello añadía nuestro Santo una vida admirable de penitencia y de sacrificios. Tenía una predilección especial para los pobres y desamparados, a quienes sentaba muchas veces a su mesa, les daba él mismo la comida y les lavaba con frecuencia los pies, a semejanza del Maestro. Por su cuenta recorre los hospitales y reparte limosnas, se viste de cilicio y castiga su cuerpo con duros cilicios y disciplinas. Se pasa grandes ratos en la oración, y en este espíritu, como antes hiciera con él su madre, Doña Blanca, va educando también a sus hijos, cumpliendo de modo admirable sus deberes de padre, de rey y de cristiano.
Sólo le quedaba a San Luis testimoniar de un modo público y solemne el gran amor que tenía para con nuestro Señor, y esto le impulsa a alistarse en una de aquellas Cruzadas, llenas de fe y de heroísmo, donde los cristianos de entonces iban a luchar por su Dios contra sus enemigos, con ocasión de rescatar los Santos Lugares de Jerusalén. A San Luis le cabe la gloria de haber dirigido las dos últimas Cruzadas en unos años en que ya había decaído mucho el sentido noble de estas empresas, y que él vigoriza de nuevo dándoles el sello primitivo de la cruz y del sacrificio.
En un tiempo en que estaban muy apurados los cristianos del Oriente el papa Inocencio IV tuvo la suerte de ver en Francia al mejor de los reyes, en quien podía confiar para organizar en su socorro una nueva empresa. San Luis, que tenía pena de no amar bastante a Cristo crucificado y de no sufrir bastante por Él, se muestra cuando le llega la hora, como un magnífico soldado de su causa. Desde este momento va a vivir siempre con la vista clavada en el Santo Sepulcro, y morirá murmurando: «Jerusalén».
En cuanto a los anteriores esfuerzos para rescatar los Santos Lugares, había fracasado, o poco menos, la Cruzada de Teobaldo IV, conde de Champagne y rey de Navarra, emprendida en 1239-1240. Tampoco la de Ricardo de Cornuailles, en 1240-1241, había obtenido otra cosa que la liberación de algunos centenares de prisioneros.
Ante la invasión de los mogoles, unos 10.000 kharezmitas vinieron a ponerse al servicio del sultán de Egipto y en septiembre de 1244 arrebataron la ciudad de Jerusalén a los cristianos. Conmovido el papa Inocencio IV, exhortó a los reyes y pueblos en el concilio de Lyón a tomar la cruz, pero sólo el monarca francés escuchó la voz del Vicario de Cristo.
Luis IX, lleno de fe, se entrevista con el Papa en Cluny (noviembre de 1245) y, mientras Inocencio IV envía embajadas de paz a los tártaros mogoles, el rey apresta una buena flota contra los turcos. El 12 de junio de 1248 sale de París para embarcarse en Marsella. Le siguen sus tres hermanos, Carlos de Anjou, Alfonso de Poitiers y Roberto de Artois, con el duque de Bretaña, el conde de Flandes y otros caballeros, obispos, etc. Su ejército lo componen 40.000 hombres y 2.800 caballos.
El 17 de septiembre los hallamos en Chipre, sitio de concentración de los cruzados. Allí pasan el invierno, pero pronto les atacan la peste y demás enfermedades. El 15 de mayo de 1249, con refuerzos traídos por el duque de Borgoña y por el conde de Salisbury, se dirigen hacia Egipto. «Con el escudo al cuello -dice un cronista- y el yelmo a la cabeza, la lanza en el puño y el agua hasta el sobaco», San Luis, saltando de la nave, arremetió contra los sarracenos. Pronto era dueño de Damieta (7 de junio de 1249). El sultán propone la paz, pero el santo rey no se la concede, aconsejado de sus hermanos. En Damieta espera el ejército durante seis meses, mientras se les van uniendo nuevos refuerzos, y al fin, en vez de atacar a Alejandría, se decide a internarse más al interior para avanzar contra El Cairo. La vanguardia, mandada por el conde Roberto de Artois, se adelanta temerariamente por las calles de un pueblecillo llamado Mansurah, siendo aniquilada casi totalmente, muriendo allí mismo el hermano de San Luis (8 de febrero de 1250). El rey tuvo que reaccionar fuertemente y al fin logra vencer en duros encuentros a los infieles. Pero éstos se habían apoderado de los caminos y de los canales en el delta del Nilo, y cuando el ejército, atacado del escorbuto, del hambre y de las continuas incursiones del enemigo, decidió, por fin, retirarse otra vez a Damieta, se vio sorprendido por los sarracenos, que degollaron a muchísimos cristianos, cogiendo preso al mismo rey, a su hermano Carlos de Anjou, a Alfonso de Poitiers y a los principales caballeros (6 de abril).
Era la ocasión para mostrar el gran temple de alma de San Luis. En medio de su desgracia aparece ante todos con una serenidad admirable y una suprema resignación. Hasta sus mismos enemigos le admiran y no pueden menos de tratarle con deferencia. Obtenida poco después la libertad, que con harta pena para el Santo llevaba consigo la renuncia de Damieta, San Luis desembarca en San Juan de Acre con el resto de su ejército. Cuatro años se quedó en Palestina fortificando las últimas plazas cristianas y peregrinando con profunda piedad y devoción a los Santos Lugares de Nazaret, Monte Tabor y Caná. Sólo en 1254, cuando supo la muerte de su madre, Doña Blanca, se decidió a volver a Francia.
A su vuelta es recibido con amor y devoción por su pueblo. Sigue administrando justicia por sí mismo, hace desaparecer los combates judiciarios, persigue el duelo y favorece cada vez más a la Iglesia. Sigue teniendo un interés especial por los religiosos, especialmente por los franciscanos y dominicos. Conversa con San Buenaventura y Santo Tomás de Aquino, visita los monasterios y no pocas veces hace en ellos oración, como un monje más de la casa.
Sin embargo, la idea de Jerusalén seguía permaneciendo viva en el corazón y en el ideal del Santo. Si no llegaba un nuevo refuerzo de Europa, pocas esperanzas les iban quedando ya a los cristianos de Oriente. Los mamelucos les molestaban amenazando con arrojarles de sus últimos reductos. Por si fuera poco, en 1261 había caído a su vez el Imperio Latino, que años antes fundaran los occidentales en Constantinopla. En Palestina dominaba entonces el feroz Bibars (la Pantera), mahometano fanático, que se propuso acabar del todo con los cristianos. El papa Clemente IV instaba por una nueva Cruzada. Y de nuevo San Luis, ayudado esta vez por su hermano, el rey de Sicilia, Carlos de Anjou, el rey Teobaldo II de Navarra, por su otro hermano Roberto de Artois, sus tres hijos y gran compañía de nobles y prelados, se decide a luchar contra los infieles.
En esta ocasión, en vez de dirigirse directamente al Oriente, las naves hacen proa hacia Túnez, enfrente de las costas francesas. Tal vez obedeciera esto a ciertas noticias que habían llegado a oídos del Santo de parte de algunos misioneros de aquellas tierras. En un convento de dominicos de Túnez parece que éstos mantenían buenas relaciones con el sultán, el cual hizo saber a San Luis que estaba dispuesto a recibir la fe cristiana. El Santo llegó a confiarse de estas promesas, esperando encontrar con ello una ayuda valiosa para el avance que proyectaba hacer hacia Egipto y Palestina.
Pero todo iba a quedar en un lamentable engaño que iba a ser fatal para el ejército del rey. El 4 de julio de 1270 zarpó la flota de Aguas Muertas y el 17 se apoderaba San Luis de la antigua Cartago y de su castillo. Sólo entonces empezaron los ataques violentos de los sarracenos.
El mayor enemigo fue la peste, ocasionada por el calor, la putrefacción del agua y de los alimentos. Pronto empiezan a sucumbir los soldados y los nobles. El 3 de agosto muere el segundo hijo del rey, Juan Tristán, cuatro días más tarde el legado pontificio y el 25 del mismo mes la muerte arrebataba al mismo San Luis, que, como siempre, se había empeñado en cuidar por sí mismo a los apestados y moribundos. Tenía entonces cincuenta y seis años de edad y cuarenta de reinado.
Pocas horas más tarde arribaban las naves de Carlos de Anjou, que asumió la dirección de la empresa. El cuerpo del santo rey fue trasladado primeramente a Sicilia y después a Francia, para ser enterrado en el panteón de San Dionisio, de París. Desde este momento iba a servir de grande veneración y piedad para todo su pueblo. Unos años más tarde, el 11 de agosto de 1297, era solemnemente canonizado por Su Santidad el papa Bonifacio VIII en la iglesia de San Francisco de Orvieto (Italia).
San Luis IX es el Patrono de la Tercera Orden Franciscana u Orden Franciscana Seglar.

Francisco Martín Hernández, San Luis Rey de Francia, en Año Cristiano, Tomo III, Madrid, Ed. Católica (BAC 185), 1959, pp. 483-489.
 

viernes, 5 de julio de 2013

Evangelio del día (Calendario Tradicional) - 05 de julio de 2013

Epístola del Apóstol San Pablo a Timoteo (IV, 8-16)
   
(8)  porque la gimnasia corporal es de poco provecho, mientras que la piedad es útil para todo, teniendo a su favor promesas para la vida presente y para la futura.
(9)  Verdadero es el dicho y digno de todo crédito.
(10)  Pues por esto penamos y combatimos, porque esperamos en Dios vivo, que es el Salvador de todos los hombres, sobre todo de los fieles.
(11)  Esto has de predicar y enseñar.
(12)  Que nadie tenga en poco tu juventud; antes sirvas de ejemplo a los fieles en la palabra, en la conversación, en la caridad, en la fe, en la castidad."
(13)  Mientras llego, aplícate a la lección, a la exhortación y a la enseñanza.
(14)  No descuides la gracia que posees, que te fue conferida, mediante profecía, con imposición de las manos del colegio de los presbíteros.
(15)  Esta sea tu ocupación, éste tu estudio, de manera que tu aprovechamiento sea a todos manifiesto.
(16)  Vela sobre ti, atiende a la enseñanza, insiste en ella. Haciendo así te salvarás a ti mismo y a los que te escuchan.



+ Continuación del Santo Evangelio según San Marcos (X, 15-21)

Biblia versión Nacar-Colunga


(15)  En verdad os digo, quien no reciba el Reino de Dios como un niño, no entrará en él.
(16)  Y abrazándolos, los bendijo imponiéndoles las manos.
(17)  Salido al camino, corrió a él uno, que, arrodillándose, le preguntó: Maestro bueno, ¿qué he de hacer para alcanzar la vida eterna?
(18)  Jesús le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno, sino sólo Dios.
(19)  Ya sabes los mandamientos: no matarás, no adulterarás, no robarás, no levantarás falso testimonio, no harás daño a nadie, honra a tu padre y a tu madre.
(20)  E1 le dijo: Maestro, todo esto lo he guardado desde mi juventud.
(21)  Jesús, poniendo en él los ojos, le amó, y le dijo: Una sola cosa te falta; vete, vende cuanto tienes y dalo a los pobres, y tendrás un tesoro en el cielo; luego ven y sígueme."
Laus tibi Christe 


Biblia versión Jünemann

(15)  En verdad dígoos: quien no recibiere el Reino de Dios como niñito, no entrará, no, en él».
(16)  Y, abrazando, bendíceles mucho, poniendo las manos sobre ellos.
(17)  Y, saliendo él al camino, corriendo a él uno y arrodillándosele, preguntóle: «Maestro bueno, ¿qué haré para la vida eterna heredar?
(18)  Y Jesús díjole: «¿Qué me dices bueno? Nadie bueno sino uno: Dios.
(19)  Los mandamientos sabes: «No matarás, no adulterarás; no hurtarás; no perjurarás; no dañarás; honra tu padre y tu madre».
(20)  Y él díjole: «Maestro, esto todo he guardado desde mi juventud».
(21)  Y Jesús, mirándole, amóle y díjole: «Una cosa te falta: vete: cuanto tienes, vende y da a mendigos, y tendrás tesoro en el cielo: y ¡acá! sígueme».


 

Biblia Vulgata (latín)

(15)  amen dico vobis quisque non receperit regnum Dei velut parvulus non intrabit in illud
(16)  et conplexans eos et inponens manus super illos benedicebat eos
(17)  et cum egressus esset in viam procurrens quidam genu flexo ante eum rogabat eum magister bone quid faciam ut vitam aeternam percipiam
(18)  Iesus autem dixit ei quid me dicis bonum nemo bonus nisi unus Deus
(19)  praecepta nosti ne adulteres ne occidas ne fureris ne falsum testimonium dixeris ne fraudem feceris honora patrem tuum et matrem
(20)  et ille respondens ait illi magister omnia haec conservavi a iuventute mea
(21)  Iesus autem intuitus eum dilexit eum et dixit illi unum tibi deest vade quaecumque habes vende et da pauperibus et habebis thesaurum in caelo et veni sequere me

Comentario de Santo Tomás de Aquino
a la Epístola del Apóstol San Pablo a Timoteo
LECTIO 2: Ad 1 Timotheum 4,6-10
Propónesele a Timoteo seguir en todo la piedad y le encarga que por oficio dé a conocer lo sobredicho.

6. Haec proponens fratribus, bonus eris minister Christi 1esu, enutritus verbis fidei et bonae doctrinae, quam assecutus es.7. 1neptas autem et añiles fábulas devita. Exerce autem teipsum ad pietatem.8. Nam corporalis exercitatio ad modicum utilis est, pietas autem ad omnia utilis est, promissionem habens vitae quae nunc est et futurae.9. Fidelis sermo et omni acceptione dignus.10. 1n hoc enim laboramus et maledicimur quia speramus in Deum vivum qui est salvator omnium hominum, máxime autem fidelium.

Reprobó arriba la supersticiosa abstinencia de los manjares, aquí manda a Timoteo que proponga a los fieles la doctrina antedicha, mostrándole qué debe proponer y qué debe evitar: las fábulas ridiculas. Debe proponer lo anterior por el oficio que le han cometido y por su educación. Dice pues: proponiendo lo que dije arriba, a saber, que toda criatura de Dios es buena y nada se debe desechar de lo que se toma con nacimiento de gracias, "serás buen ministro de Jesucristo, como educado en las verdades de la fe, y de la buena doctrina, que has aprendido"; pues Timoteo estaba constituido en el oficio ministerial de Cristo, porque todos los que tienen por oficio predicar, regir y gobernar son constituidos ministros de Cristo. "A nosotros pues nos ha de considerar el hombre como unos ministros de Cristo" (1Co 4,1). Y es buen ministro aquel que sigue la intención de su señor. Así lo enseñó Cristo: "no lo que entra por la boca mancha". Por eso este oficio requiere enseñar eso, y también la misma educación lo requiere. "La senda por la cual comenzó el ¡oven a anclar desde el principio, esa misma seguirá también cuando viejo" (Pr 22,6). Por eso es disonante que se aparten de la verdad de la doctrina algunos que han sido alimentados por ella. De donde el que se aparta de la doctrina, con la que instruye la 1glesia a sus pequeñitos, no es buen ministro de Cristo. Por eso dice: "educado en las verdades de la fe". Porque la palabra de Dios es un alimento espiritual con que se sustenta el alma, como el cuerpo con la comida. "No de solo pan vive el hombre sino de toda palabra que sale de la boca de Dios" (Mateo 4). Esta palabra de fe instruye lo. sobre el dogma, y así dice: "educado en las verdades de la fe"; 2o. sobre los mandamientos, y así añade: "y de la buena doctrina". O digamos, las verdades de la fe, que tiene también la gente sencilla, y la buena doctrina, que tienen los maestros espirituales.

-"Cuanto a las fábulas ridiculas, y cuentos de viejas, dales de mano". Muestra que hay que evitarlas por eso, porque son fábulas ridiculas, sin seso, sin sentido. Pues la fábula, según el Filósofo, es un compuesto o agregado de maravillas, inventado al principio con la intención de inducir a los hombres a adquirir las virtudes y evitar los vicios; y la gente sencilla se mueve más con las representaciones que con las razones. De donde en un retablo de maravillas bien representado se deleita uno, porque en la comparación halla gusto la razón. Y como la representación de hazañas es deleitable, así la que se hace con palabras -y en esto consiste la fábula, a saber, en un dicho representativo que representando mueve a hacer algo; pues ios antiguos tenían algunas fábulas acomodadas a cosas verdaderas que ocultaban la verdad en las fábulas. Dos pues son los elementos de la fábula, a saber, que contenga el verdadero sentido y represente algo útil; asimismo que diga bien con esa verdad. Si pues se propone una fábula que no pueda representar una verdad, es vana; y la que no la representa propiamente es ridicula, como las del Talmud.

-"y dedícate al ejercicio de la virtud". Excluyendo la abstinencia supersticiosa, compara aquí la virtuosa con otras virtudes; porque es de saber que Timoteo era un hombre muy dado a la abstinencia. Por eso le dice abajo que use de un poco de vino, y quizá para que ande solícito de lo que toca a la misericordia, porque los que no son indulgentes consigo frecuentemente ni con los otros lo son. Por eso lo induce a anteponer a la abstinencia la piedad, "pues los ejercicios corporales sirven para pocas cosas"; y confirma cierto dicho: "como que trae consigo Sa promesa11; da forma de enseñar la piedad: "ordena esto".

Dice pues: "date al ejercicio de la piedad". La piedad es la virtud por la cual con la patria y los padres ejercitamos el oficio de la benevolencia, como la religión, por la cual damos a Dios el culto debido. Pues la piedad dice cierta inclinación por afecto a su principio; y principio de la generación es el padre y la patria. Por eso es necesario que el hombre para con ellos sea benévolo. Y Padre de todos es Dios. "Pues si Yo soy vuestro Padre, ¿dónde esiá ia honra que me corresponde?" (Mal. 1,6). Por eso el nombre de piedad derivóse al culto de Dios, como dice San Agustín. De donde eussbeia es lo mismo que piedad. "Mira, la verdadera sabiduría consiste en la piedad" (Jb 28,28).

Cuanto a la piedad terrena pertenece a la piedad que el hombre sea benévolo con sus compatriotas; mas cuanto a la piedad cristiana es menester que el hombre lo sea con todos, porque todos somos de la misma patria. Por eso la piedad se toma por la misericordia. Así pues cuando dice: "date al ejercicio de ia piedad", puede entenderse según que se refiera al culto de Dios o a practicar las obras.de misericordia. La Glosa dice: a la piedad, esto es, al culto de Dios todopoderoso y a las obras de misericordia. Y dice: ejercítate, no haz, porque ejercicio dice presteza; y esto precisamente porque el que se ejercita lo hace con más ligereza, deleite y estabilidad. "Cultiva con esmero tu campo" (Pr 24,27).

-"Pues los ejercicios corporales sirven para pocas cosas". Al decir esto, los prefiere a la abstinencia, y muestra para qué sirven y para qué la piedad. La ejercitación corporal del ayuno y de otras asperezas no es buena por su naturaleza, sino penosa, y, si el hombre no hubiese pecado, nada de esto hubiese habido; pero son bienes medicinales. Porque así como el ruibarbo es bueno en cuanto exonera de la cólera, así también estos ejercicios corporales en cuanto tienen a raya las concupiscencias. Luego para este intento son de poca utilidad. "Castigo mi cuerpo y lo esclavizo" (1Co 9,27). "Haced pues morir los miembros del hombre terreno" (Col 3,5). Por eso si el hombre hubiese vivido en un estado en que el pecado no hubiese sido posible, no eran menester ayunos y cosas parecidas. De donde San Crisóstomo dice: Juan, puro hombre, necesitaba de la medicina del ayuno; Cristo era Dios y no puro hombre, por tanto no necesitaba de eso. Luego es de poca utilidad, porque sólo se aplica a remediar la enfermedad del pecado carnal, no del espiritual; ya que alguna vez por la abstinencia da de ojos el hombre en la ira, la vanagloria, la soberbia.

-"Al paso que la piedad... " Da a entender que es preferible a la abstinencia la piedad, y aquí se toma en los dos sentidos, a saber, por el culto de Dios y la misericordia y "sirve para todo", porque es para borrar todos los pecados. "El agua apaga el fuego ardiente y ia limosna expía los pecados" (Eccli,3,33). También para fomentar lo bueno. "La limosna del hombre la guarda Dios como un sello" (Eccli. 17,18). Granjéase asimismo una especial misericordia de Dios. "Bienaventurados ios misericordiosos porque alcanzarán misericordia". Para hacer notar esto hace el Señor especial mención de las obras de misericordia. Y lo prueba añadiendo: "que trae consigo la promesa". Pues en los preceptos del decálogo sólo uno se halla que pertenezca a la piedad, a saber, honrar al padre y a la madre, y en ése están contenidos todos los preceptos que miren a prestar algún beneficio al prójimo, y en este sentido es el único precepto con promesa de larga vida (Éxodo 20). Y el Apóstol interpreta aquí la longevidad entendiéndola "de la vida presente y de la futura".

Pero entonces ¿por qué hay personas piadosas que no llegan a longevas? Respondo que, como dice el Filósofo, estos bienes temporales en tanto son bienes en cuanto para la felicidad son útiles. De donde si por la abundancia de lo temporal uno se viese impedido del bien de la virtud y de la felicidad, eso no le serviría para su buena fortuna, mas para la mala. Y la vida larga es una de las cosas temporales que en tanto es buena en cuanto ayuda a la virtud. Algunas veces es ocasión de pecado, y por eso también algunas veces Dios se la quita al hombre, no porque falte a su promesa sino porque da lo que es mejor. "Fue arrebatado para que la malicia no alterase su modo de pensar" (Sg 4,1 1).

Otro asunto es por qué el Apóstol prefiere la piedad al ejercicio corporal, porque ella tiene esperanza de vida presente y futura. Mas ¿por ventura el ejercicio corporal no tiene esperanza? De otra suerte el ayunador no merecería la vida eterna. Respondo: cuando hay 2 virtudes y una contiene a otra, lo que de por sí es de virtud superior le toca por accidente a la inferior; mas la virtud a la que toca de su cosecha el merecimiento de ia vida eterna es la caridad, cuyo propio e inmediato efecto es la piedad. Por tanto, según su propia razón, llega a merecer la vida eterna, no así la abstinencia, sino en cuanto se ordena a la caridad y a la piedad; porque, si el que ayuna no refiere su ayuno al amor de Dios, no merece la vida eterna.

La 3a. cuestión es porque dice aquí San Ambrosio en la Glosa: toda la suma de la disciplina cristiana consiste en la misericordia y en la piedad, y el que la siga no perecerá, aunque por algún desliz de la carne recibirá sin duda su buena zurra de azotes. Mas brota la duda, porque la misericordia y la piedad inmediatamente se ordenan a la caridad, en la que está la suma de la religión cristiana. Respondo: opinión fue de algunos, según San Agustín, que los que se ejercitan en obras piadosas, por mucho que añadan pecados a pecados carnales, al fin no perecerán eternamente. Y para esto es esta autoridad. Lo mismo en Mateo 24, donde a los condenados sólo !es echa en cara su falta de misericordia. Luego la pena eterna se debe sólo a ios inmisericordes. Pero San Agustín dice lo contrario, porque según el Apóstol: "los que tales cosas hacen no poseerán el reino de Dios". Porque, cuantoquiera ejercitado esté uno en las obras de misericordia, si la muerte le coge en pecado mortal, no entrará al reino. A las objeciones opuestas hay que decir que no es misericordioso quien consigo no lo es, según aquello del Eccli. 30,24: "apiádate de tu alma, procurando agradar a Dios"; y esto se hace si el hombre se une a Dios por el amor; de otra suerte no es misericordioso. A lo del Evangelio responde San Agustín que no todo el que peca es arrojado luego al infierno, pues le queda lugar para la penitencia, sino el que finalmente muere en pecado; y la penitencia pertenece a la misericordia.

Mas ¿por qué dice: si cometiere un desiiz... ? Respondo: habla de un desliz en materia grave. Y el decir: no perecerá, aunque no sea de condigno, es de congruo, por cuanto el ánimo se dispone al bien; de donde, caído el hombre, el Señor lo repara. Y esto parece ser ío peculiar de la piedad, porque, haciendo a otros el bien, indúcelos a orar por sí, y el Señor por las oraciones de los Santos concede alguna vez el perdón a los pecadores, por cuanto se les alcanza la venia de los pecados y el don de la gracia, porque el hombre puede merecer de congruo la primera gracia a otra persona; de otra suerte de nada serviría que la 1glesia orase por los pecadores.

-"Promesa fiel" por la que se nos promete la vida futura, y esto lo demuestra por los trabajos de los Santos, por su esperanza, por la benignidad de Dios. Dice pues: promesa, a saber, porque la piedad tiene promesa, es fiel, como se explicó arriba. Y ¿por qué? "Que en verdad por eso", esto es, por cuya causa, para conseguir la vida eterna, "sufrimos trabajos". "El labrador, para recibir los frutos, es menester que trabaje primero" (2Tm 2,6). También para que hagamos bien, aunque nos lo paguen mal. De donde dice: bendecimos y en recompensa nos maldicen. "La paciencia perfecciona la ob^a" (Sant. 1). Y soportamos por la esperanza de la vida, "porque esperamos en Dios vivo", que es el Salvador de la vida presente y futura. También por el oficio de Dios, cuyo cometido es salvar. "No hay otro que salve sino Yo" (Is 43). Y para eso se encarnó Dios y fue llamado Jesús; "porque El salvará a su puebio de sus pecados" (Mateo 1). Y Jesús es lo mismo que salvador, porque salva, con salud corporal, a todos; por eso dice: "de todos los hombres". También con salvación espiritual a los buenos; por eso dice: "mayormente de los fieles".

LECTIO 3: Ad 1 Timotheum 4,11-18
Amonesta a Timoteo a ser en todo un puro dechado de virtudes y a enseñar de diferente modo a diferentes personas.

11-12. Praecipe haec et doce. --Nemo adolescentiam tuant contemnat, sed exemplum esto fidelium in verbo, in conversatione, in chántate, in fide, in castitate.13. Dum venio attende lectioni, exhortationi et doclrinae.14. Noli negligere gratiam quae in te est, quae data est tibi per prophetiam, cum impositione manuum presbyterii.15. Haec meditare, in his esto, ut profectus tuus manifestus sit ómnibus.16. Attende enim tibi et doctrinae, insta in illis. Hoc enim faciens, et teipsum salvum facies, et eos qui te audiunt.17. Séniorem ne increpaveris, sed obsecra ut patrem, iuvenes ut fratres.18. Anus ut matres, iuvenculas ut sórores, in omni castitate.

Arriba exhortó el Apóstol a Timoteo a la piedad, dale aquí forma de enseñarla; mándale que enseñe la piedad y cómo ha de hacerse idóneo para ello: "nadie te menosprecie por tu poca edad"; y cómo ha de dar enseñanzas diversas a diferentes clases de personas. Mas la doctrina de la piedad consiste en 2 cosas, a saber, en lo que hay que hacer y creer. Cuanto a lo primero, si tienen autoridad, no sólo deben instruir, sino también mandar. Por eso dice: "esto has de enseñar". "Reprende con plena autoridad" (Tito 2,15). Cuanto a lo segundo dice: y enseña. "Enseñad a todas las gentes".

Al decir luego: nadie, muestra cómo puede hacerse idóneo para lo susodicho, y lo. para mandar; 2o. para enseñar: "entretanto que yo voy". Acerca de lo primero le enseña cómo ha de cerrar la puerta al menosprecio y por qué medios: "has de ser dechado". El precepto, si no es por la autoridad del que ordena, no es eficaz; por eso, cuando la autoridad es despreciada, el precepto da en vacío; lo que mayormente sucede con los jóvenes, porque se les estima menguados de prudencia. De donde, según el Filósofo, nadie elige capitanes jóvenes. Por eso dice: nadie; como si dijera: aunque joven, las costumbres lo retraten venerable anciano. "Y siendo de los más jóvenes, entre todos los de la tribu de Neftalí, nada mostró de pueril en sus acciones". (Tb 1,4). Muéstrale luego cómo ha de cerrarle la puerta al desprecio diciendo: sino has de ser... , a saber, has de portarte de tal manera que seas dechado de hacer de obra lo que de palabra enseñas. Pero hay una múltiple diferencia de cosas en las que el prelado es ejemplo; pues unas se ordenan al prójimo, otras a Dios y otras a sí. En lo tocante al prójimo dice: "has de ser dechado de los fieles", esto es, que cumplas de obra lo que mandas de palabra; "siendo dechado de la grey". Y esto en la manera de hablar; de donde dice: en la palabra, a saber, ponderada, ordenada y circunspecta. "Vuestra conversación sea siempre con agrado, sazonada con la sal de la discreción" (Col 4,6). "El que habla hágalo de manera que parezca que habla Dios por su boca" (1P ,4,2). También en el trato exterior, para que así como sobresale por el lugar que ocupa y la dignidad, así también por la honesta conversación. "Llevando una vida ajustada entre los gentiles" (1P ,2,12). "Vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos" (Mateo 5). Cuanto a Dios ordénase por la caridad, que perfecciona el afecto; de donde dice: en la caridad. También por la fe, que ilumina el entendimiento; de donde dice: en la fe, que toca especialmente a los prelados, que son custodios de la fe. De donde especialmente ora el Señor por la fe de Pedro, diciendo: "he rogado por ti, Pedro, para que tu fe no desfaüezca". Cuanto a sí, la castidad pone en orden la vida y la mente, porque desdice mucho que la vida de los ministros haga desarmonía con la vida del Señor. "Como es el juez del pueblo, así son sus ministros" (Eccli. X). Y Cristo de tal manera amó la castidad, que quiso nacer de Madre virgen y El mismo guardó virginidad; por eso se sigue: en castidad.

-"Entretanto que yo voy". Muéstrale cómo será idóneo para enseñar e indícale la razón del aviso: "no malogres la gracia". Y la idoneidad para enseñar se consigue por la lección, en la que adquiere la ciencia, y por el ejercicio, con que se hace expedito. Por eso dice: "entretanto que voy aplícate a la lectura", a saber, de los libros santos. "Teniendo para nuestro consuelo los libros santos". (I Mac. 12). "Escudriñad las Escrituras"

(Jn 5). Y esto es lo que se significa en Éxodo 25, donde se dice que en el Arca del Señor siempre debían estar metidas las varas en los anillos y los anillos en los ángulos, como siempre dispuestos a llevar el Arca. Y para el ejercicio es necesaria nuestra exhortación cuanto a lo que hay que hacer y cuanto a lo que hay que conocer la doctrina. Por eso añade: a la exhortación y a la enseñanza. "Os daré pastores según mi corazón, que os apacentarán con la ciencia y con la doctrina" (Jr 3,15).

Luego al decir: no quieras, pone la razón del aviso anterior, y por causas las del don recibido y del premio esperado: aplícate. Pone también la razón y muestra cómo puede cumplirse lo contenido en la razón: medita estas cosas.

Dice pues: no quieras; como si dijera: más bien presta atención, porque el que recibe la gracia no debe ser negligente con ella sino hacerla fructificar. El siervo que esconde en la tierra el dinero es castigado por su negligencia (Mateo 25). "No malogres pues la gracia que tienes". Entiéndase por esta gracia o la dignidad episcopal, o el don de la ciencia, o de la profecía, o de los milagros, de las cuales ninguna debe desatenderse. "No recibáis en vano la gracia de Dios" (2Co 6,1), digo la gracia "que se te dio en virtud de revelación", esto es, por divina inspiración; porque en la primitiva 1glesia, en que las elecciones hacíanse puramente y por Dios, nadie era ascendido al episcopado sino por elección divina, así como San Ambrosio y San Nicolás. Y esta inspiración la llama aquí profecía. De donde dice la Glosa: esto es, por elección de los Santos, porque los Santos no elegían a quien sabían que Dios no lo había elegido. También el Apóstol preveía que éste sería provechoso al pueblo. "En faltando la profecía -esto es, tal modo de elección- será disipado el pueblo" (Pr 29,18). ¿Y cómo?

-"con la imposición de las manos de los presbíteros". Como se dijo, los nombres de presbítero o de obispo son promiscuos, porque sacerdotes y presbíteros, esto es, obispos, eran los que se recibían con la imposición de las manos. "Llama a Josué e impon tu mano sobre él" (Nb 27). También el Señor impuso su mano sobre los niños (Mateo 19) y los Apóstoles a los 7 diáconos. Por eso a los que se ordenan de obispos les imponen las manos. Mas se pregunta ¿por qué aquí en número singular se dice del presbítero, siendo así que al obispo deben ordenarlo 3? Respondo: por esto se dice, porque, aunque se júnten muchos, uno es el principal, los demás coasistentes. Con todo puede decirse que entonces esta constitución no existía y pocos eran los obispos, que por pocos no podían júntarse. Otra letra tiene presbíteros, esto es, se refiere a los que le impusieron las manos, no como hombres, mas como presbíteros. Y esta imposición significa la colación de la gracia, no porque los ministros la den, sino porque significan la que da Cristo. Y esto sólo toca a los que son ministros de Cristo. Por eso dice del presbiterio o del presbítero, porque la imposición de manos una es la que hacen los diáconos y otra la que los presbíteros.

-"Medita estas cosas". Muestra cómo se cumple lo que se dijo, a saber, que medite continuamente lo que toca a su oficio; "ya que ellos velan puesto que han de dar cuenta de vuestras almas" (Ac 13,17). "Medita pues esto", esto es, piensa con frecuencia en lo que se refiere al cuidado de tu rebaño, "y ocúpate enteramente en ello", esto es, emplea todas tus fuerzas en eso. ¿Y por qué? "Para que vea todo el mundo tu aprovechamiento". "Nadie enciende una luz para ponerla en lugar escondido" (Mateo 5,15). "Sea conocida de todos vuestra modestia" (Ph 4). Y esto debe observarlo por la recompensa que espera; por lo cual añade: "vela sobre ti mismo y atiende a la doctrina". Algunos tanto se entregan al ministerio de la enseñanza que se descuidan de sí; mas el Apóstol dice que primero atienda a sí y luego a la doctrina. "Apiádate de tu alma procurando agradar a Dios" (Eccli. 30,24). Por eso Jesús comenzó a obrar y enseñar. "Insiste en ellas", esto es, ejercítalas sin descanso, y el fruto, que se seguirá de eso, será copioso, porque "haciendo esto te salvarás a ti y también a los que te oyeren". Y esto es cosa grande. "Quien hace que se convierta el pecador de su extravío salvará de ia muerte su alma" (Sant. 5,20). "Brillarán como estrellas por toda la eternidad aquellos que hubieren enseñado a muchos la justicia" (Daniel 12,3). De donde a los doctores se les debe el premio de la aureola.

Al decir: al anciano... muestra cómo debe acomodar su enseñanza a las diferentes clases de personas, que distingue según ia edad y según el sexo. Dice pues: "no reprendas con aspereza al anciano sino exhórtalo como a padre". Así dice el Lev. 19: "Honra la persona del anciano". Por consiguiente no hay que increparlos con acritud, sino rogarles. "A los ancianos que hay entre vosotros -dice Pedro 1, V- suplico yo también anciano". Y si Pedro anciano esto hacía, ¿cuánto más un ¡oven? Pero al contrario Is 65: "el niño de cien años morirá, y el pecador de cien años será maldito". Respondo: el anciano por su excesiva malicia pierde la honra que merecen las canas y entonces hay que echárselo en cara. "A los mozos como hermanos". De parte de las mujeres hay diferencia de edades, porque "a las ancianas como madres", mayormente a las que no son jóvenes; y "a las ¡ovencitas como hermanas", con amor de caridad. Porque el amor espiritual con las mujeres, si no se procede con cautela, degenera en carnal; por tanto, en lo concerniente a las ¡ovencitas ha de terciar la castidad; por eso la añade el Apóstol. De donde el Papa, cuando, les escribe, les dice: amadas en Cristo; pero a los varones simplemente: queridos hijos.

DENZINGER
 MAGISTERIO DE LA SANTA IGLESIA CATÓLICA APOSTÓLICA ROMANA
 
633 Dz 325 Can. 6. Igualmente sobre la gracia, por la que se salvan los creyentes y sin la cual la. criatura racional jamás vivió bienaventuradamente; y sobre el libre albedrío, debilitado por el pecado en: el primer hombre, pero reintegrado y sanado por la gracia del Señor Jesús, en sus fieles, confesamos con toda constancia y fe plena lo mismo que, para que lo mantuviéramos, nos dejaron los Santísimos Padres por autoridad de las Sagradas Escrituras, lo que profesaron los Concilios del Africa [101 s] y de Orange [174 ss], lo mismo, que con fe católica mantuvieron los beatísimos Pontífices de la Sede Apostólica [129 ss (?)]; y tampoco presumimos inclinarnos a otro lado en las cuestiones sobre la naturaleza y la gracia. En cambio, de todo en todo rechazamos las ineptas cuestioncillas y los cuentos. poco menos que de viejas (1Tm 4,7) y los guisados de los escoces que causan náuseas a la pureza de la fe, todo lo cual ha venido a ser el colmo de nuestros trabajos en unos tiempos peligrosísimos y gravísimos, creciendo tan miserable como lamentablemente hasta la escisión de la caridad; y las rechazamos plenamente a fin de que no, se corrompan por ahí las almas cristianas y caigan de la sencillez y pureza de la fe que es en Cristo Jesús (2Co 11,3); y por amor de Cristo Señor avisamos que la caridad de los hermanos castigue su oído evitando tales doctrinas. Recuerde la fraternidad que se ve agobiada por los males gravísimos del mundo, que está durísimamente sofocada por la excesiva cosecha de inicuos y por la paja de los hombres ligeros. Ejerza su fervor en vencer estas cosas, trabaje en corregirlas y no cargue con otras superfluas la congregación de los que piadosamente lloran y gimen; antes bien, con cierta y verdadera fe, abrace lo que acerca de estas y semejantes cuestiones ha sido suficientemente tratado por los Santos Padres...

3013 Dz 1794 [Del auxilio divino externo para cumplir el deber de la fe]. Porque a la Iglesia Católica sola pertenecen todas aquellas cosas, tantas y tan maravillosas, que han sido divinamente dispuestas para la evidente credibilidad de la fe cristiana. Es más, la Iglesia por sí misma, es decir, por su admirable propagación, eximia santidad e inexhausta fecundidad en toda suerte de bienes, por su unidad católica y su invicta estabilidad, es un grande y perpetuo motivo de credibilidad y testimonio irrefragable de su divina legación.

3014  [Del auxilio divino interno para lo mismo]. De lo que resulta que ella misma, como una bandera levantada para las naciones (Is 11,12), no sólo invita a sí a los que todavía no han creído, sino que da a sus hijos la certeza de que la fe que profesan se apoya en fundamento firmísimo. A este testimonio se añade el auxilio eficaz de la virtud de lo alto. Porque el benignísimo Señor excita y ayuda con su gracia a los errantes, para que puedan llegar al conocimiento de la verdad (1Tm 2 1Tm 4), y a los que trasladó de las tinieblas a su luz admirable (1P 2,9), los confirma con su gracia para que perseveren en esa misma luz, no abandonándolos, si no es abandonado [v. 804]. Por eso, no es en manera alguna igual la situación de aquellos que por el don celeste de la fe se han adherido a la verdad católica y la de aquellos que, llevados de opiniones humanas, siguen una religión falsa porque los que han recibido la fe bajo el magisterio de la Iglesia no pueden jamás tener causa justa de cambiar o poner en duda esa misma fe [Can. 6]. Siendo esto así, dando gracias a Dios Padre que nos hizo dignos de entrar a la parte de la herencia de los santos en su luz (Col 1,12), no descuidemos salvación tan grande, antes bien, mirando al autor y consumador de nuestra fe, Jesús, mantengamos inflexible la confesión de nuestra esperanza (He 12,2 He 10,23).

Comentario    
CATENA AUREA
 de
 Santo Tomás de Aquino
Marcos 10:13-16  
Como le presentasen unos niños para que los tocase y bendijese, los discípulos reñían a los que venían a presentárselos. Lo que advirtiendo Jesús, lo llevó muy a mal, y les dijo: "Dejad que vengan a mí los niños y no se lo estorbéis; porque de los que se asemejan a ellos es el reino de Dios. En verdad os digo que quien no recibiere como niño inocente el reino de Dios, no entrará en él". Y estrechándolos entre sus brazos y poniendo sobre ellos las manos, los bendecía. (vv. 13-16)

Teofilacto
Después de habernos mostrado la malicia de los fariseos que tentaban a Cristo, nos muestra la mucha fe de las gentes, que creían que sólo con poner sus manos sobre los niños que le ofrecían, Cristo los bendecía. "Como le presentasen unos niños para que los tocase".

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 62, 4
Pero los discípulos en atención a la dignidad de Cristo, querían impedir que se los ofreciesen. "Los discípulos reñían a los que venían a presentárselos". El Señor, sin embargo, les enseña a tener cordura y reprimir el orgullo humano, y tomando a los niños les ofrece el reino de Dios.

Orígenes, in Matthaeum, 7
Si cualquiera de los que profesan la doctrina de la Iglesia ve que alguien ofrece al Señor a los que el mundo considera insensatos, innobles y enfermos, por lo cual son llamados niños, no le prohiba que lo haga como si careciera de juicio al ofrecérselos al Salvador. Seguidamente, exhorta a sus discípulos, como hombres maduros que ya eran, a condescender con el bien de los niños, de modo que se hagan niños con ellos para captarse su voluntad: ya que El mismo, siendo Dios, se abajó haciéndose niño. "Porque de los que se asemejan a ellos es el reino de Dios".

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 62, 4
Porque el corazón del niño está limpio de toda pasión, y así conviene que hagamos nosotros por la voluntad lo que ellos hacen por naturaleza.

Teofilacto
Por esto no dice de éstos es el reino de Dios, sino de los que se asemejan a ellos, es decir, de los que por su estudio y trabajo tienen la inocencia y sencillez que tienen los niños por naturaleza. El niño no odia, ni hace nada maliciosamente, no aborrece a su madre porque le corrija, y aunque le pongan vestidos humildes, los prefiere a los más ricos. Así el que vive según la virtud de su madre la Iglesia, no le antepone nada, ni aun la voluntad, que es la reina de todos. De aquí que dice el Señor: "En verdad, os digo que quien no recibiere, como niño, el reino de Dios, no encontrará en él".

Beda, in Marcum, 3, 40
Es decir, no podréis entrar en el reino de los cielos, si no tenéis la inocencia y pureza de ánimo del niño. O bien: debemos recibir el reino de Dios, esto es, la doctrina del Evangelio como el niño; porque el niño, cuando aprende, no contradice ni se opone con discursos al que le enseña, sino que recibe con fe lo que le enseña, obedeciendo con temor. Así nosotros debemos recibir la palabra de Dios obedeciendo sencillamente y sin ninguna contradicción.
"Y estrechándolos entre sus brazos, y poniendo sobre ellos las manos, los bendecía".

Pseudo-Crisóstomo, vict. ant. e cat. in Marcum
Los abraza para bendecirlos, como alzando benignamente hasta su seno a su creatura, que se había apartado de El cayendo desde el principio. Pone sobre ellos las manos, expresando así la obra de su virtud divina, porque obra como Dios, aunque pone las manos conforme a las costumbres humanas, pues se había hecho hombre permaneciendo Dios.

Beda, in Marcum, 3, 40
Bendijo a los niños abrazándolos para significar que los humildes de espíritu son dignos de su bendición, de su gracia y de su amor.

Marcos 10:17-27 

Así que salió para ponerse en camino, vino corriendo un joven, y arrodillado a sus pies le preguntó: "Oh buen Maestro: ¿qué debo yo hacer para conseguir la vida eterna?" Jesús le dijo: "¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno sino sólo Dios. Ya sabes los mandamientos que conducen a la vida: No cometer adulterio, no matar, no hurtar, no decir falsos testimonios, no hacer mal a nadie, honrar padre y madre". A esto respondió él, y le dijo: "Maestro, todas esas cosas las he observado desde mi mocedad". Y Jesús, mirándole de hito en hito, mostró quedar prendado de él, y le dijo. "Una cosa te falta aún: anda, vende cuanto tienes y dalo a los pobres, que así tendrás un tesoro en el cielo, y ven después y sígueme". A esta propuesta, entristecido el joven, fuese muy afligido, pues tenía muchos bienes. Y echando Jesús una ojeada alrededor de sí, dijo a sus discípulos: "¡Oh, cuán difícilmente los acaudalados entrarán en el reino de Dios!" Los discípulos quedaron pasmados al oír tales palabras. Pero Jesús volviendo a hablar, les añadió: "¡Ay hijitos míos, cuán difícil cosa es que los que ponen su confianza en las riquezas entren en el reino de Dios! Más fácil es el pasar un camello por el ojo de una aguja, que no entrar un rico semejante en el reino de Dios". Con esto subía de pronto su asombro, y se decían unos a otros. "¿Quién podrá, pues, salvarse?" Pero Jesús, fijando en ellos la vista, les dijo: "A los hombres es esto imposible, mas no a Dios; pues para Dios todas las cosas son posibles". (vv. 17-27)

Beda, in Marcum, 3, 40
Un hombre, que había oído decir al Señor que los que quieren ser semejantes a los niños son dignos de entrar en el reino de los cielos, le pide que se lo explique claramente y no con parábolas, y que le diga qué méritos tiene que hacer para conseguir la vida eterna. "Así que salió para ponerse en camino, vino corriendo un joven, y arrodillado a sus pies, le preguntó: Oh buen Maestro: ¿qué debo hacer yo para conseguir la vida eterna?".

Teofilacto
Causa admiración ese joven que, cuando los demás se acercan al Señor a causa de sus enfermedades, él pide la posesión de la vida eterna, a pesar de la maligna pasión de la avaricia por la cual se vio afligido después.

San Juan Crisóstomo, in Matthaeum, 63, 1
Porque se acercó verdaderamente al Señor como un hombre a otro y como a uno de los doctores de los judíos, le contestó como hombre. "Jesús le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno sino sólo Dios". Sin embargo, aunque dice esto, no niega la bondad de los hombres, sino en comparación a la bondad divina.

Beda, in Marcum, 3, 40
Este único Dios bueno no es solamente el Padre, sino el Hijo, que dice: "Yo soy el buen Pastor" (Jua_10:11), y el Espíritu Santo, de quien se dice: "Vuestro Padre, que está en los cielos, dará el Espíritu bueno a los que se lo piden" (Luc_11:13); que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, forman una sola e indivisible Trinidad y un solo y buen Dios. No niega el Señor que sea bueno, pero da a entender que es Dios. No dice que no sea buen Maestro, sino que no puede serlo ninguno sin Dios.

Teofilacto
Quiso, pues, el Señor elevar con estas palabras el espíritu de aquel joven para que lo reconociese como a Dios. Nos insinúa además con esto, que cuando hayamos de tratar con una persona, no lo hagamos adulándola, sino teniendo fija la atención en Dios, raíz y fuente de toda bondad, y rindiéndole honor.

Beda, in Marcum, 3, 40
Es de advertir que la observancia de la ley daba a sus discípulos, no sólo los bienes de la tierra, sino los eternos, por lo que dice al que le preguntaba sobre los medios de conseguir la vida eterna: "Ya sabes los mandamientos. No cometer adulterio, no matar", etc. Esta es la inocencia infantil que nos propone para que la sigamos, si queremos entrar en el reino de Dios. "A esto respondió él, y le dijo: Maestro, todas esas cosas las he observado desde mi mocedad". No debemos pensar que este hombre preguntó así al Señor para tentarlo, como creen algunos, ni que mintió en lo que dijo de su vida, sino que dijo sencillamente la verdad, lo que se demuestra en lo que sigue: "Y Jesús, poniendo en él los ojos, le mostró agrado", etc. Y es claro que si hubiera sido reo de mentira o disimulo no le hubiese amado quien penetra lo más secreto de los corazones.

Orígenes, homiliae in Matthaeum, hom. 8
En el hecho de amarlo o de abrazarlo, se ve que aprobó Jesús la verdad con que afirmó haber cumplido los mandamientos. Penetrando en su interior, vio en él al hombre de verdad y su buena conciencia.

Pseudo-Crisóstomo, Cat in Marc. Oxon
Pero se preguntará alguien cómo puede amar el Señor a quien no había de seguirle. A esto se puede responder diciendo que en un primer momento el joven fue digno del amor del Señor porque había observado la ley desde su juventud. Ya cerca al final del encuentro no hubo ninguna disminución del amor manifestado inicialmente. El joven por su parte no optó por la perfección. Pero si bien no había superado la medida humana, al no seguir la perfección que le proponía el Señor, sin embargo no había cometido ningún crimen al observar la ley según la medida humana. Es por esta observancia por la que lo amó el Señor.

Beda, in Marcum, 3, 40
Ama el Señor a los que guardan los mandamientos de la ley aunque son menores que los que buscan la perfección. Pero no por eso deja de manifestar que no es suficiente la observancia de la ley para los que desean ser perfectos, puesto que no vino para abolir la ley sino para darle plenitud. "Una cosa te falta aún: anda, vende cuanto tienes y dalo a los pobres, que así tendrás un tesoro en el cielo, y ven después, y sígueme". Por tanto el que está llamado a ser así perfecto debe vender lo que tiene, no sólo parte de ello, como hicieron Ananías y Safira, sino todo.

Teofilacto
Y luego que lo hubiere vendido, dar su importe a los pobres, no a los canallas y disolutos.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 63, 2
No sin motivo hizo mención del tesoro del cielo y no de la vida eterna, diciendo: "Que así tendrás un tesoro en el cielo", porque, hablando de riquezas y de la renuncia de todo, manifiesta que da a quienes ordena que renuncien a todo, tanto más, cuanto mayor es el cielo que la tierra.

Teofilacto
Pero, dado que muchos pobres en vez de ser humildes tienen el vicio de la embriaguez o cualquier otro, dice: "Y ven después, y sígueme".

Beda, in Marcum, 3, 40
Sigue al Señor aquél que le imita y marcha sobre sus huellas. "A esta propuesta, entristecido el joven, fuese muy afligido".

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 63, 2
Y el Evangelista nos refiere la causa de su tristeza, diciendo: "Pues tenía muchos bienes": que no se afligen de igual modo los que tienen poco que los que tienen mucho, puesto que el aumentar las riquezas ya adquiridas hace mayor la llama de la codicia. "Y echando una ojeada alrededor de sí, dijo Jesús a sus discípulos: Oh, cuán difícilmente los ricos entrarán en el reino de Dios".

Teofilacto
No dice esto porque las riquezas sean malas, sino que lo son los que las tienen para guardarlas; por consiguiente, es preciso no atesorar, sino usar de las riquezas en lo que es necesario y útil.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 63, 2
Se dirigió el Señor con estas palabras a los discípulos pobres y que no poseían nada, enseñándoles a no avergonzarse de su pobreza y como excusándose de haberles dejado sin poseer nada. "Los discípulos, continúa, quedaron pasmados al oír tales palabras", ya que, como no poseían nada, es claro que su dolor era por la salvación de los demás.

Beda, in Marcum, 3, 40
Pero es mucha la diferencia que hay entre tener riquezas y amarlas, y es por ello que no dijo Salomón "que el que tiene las riquezas, no saca fruto de ellas, sino el que las ama" (Ecl_5:9). Expone el Señor a sus asombrados discípulos el sentido de las palabras antedichas de este modo: "Pero Jesús, volviendo a hablar, les añadió: ¡Ay, hijitos míos, cuán difícil cosa es que los que ponen su confianza en las riquezas entren en el reino de Dios!" En donde es de notar que no dice: ¡Cuán imposible es! sino ¡cuán difícil es! Porque lo que es imposible no se puede hacer de ningún modo, mientras que lo difícil sí, aunque cueste mucho trabajo.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 63, 2
O bien: con la palabra difícil quiere significar lo imposible. Y esto no sencillamente, sino con cierta intención. "Más fácil es, dice, pasar un camello por el ojo de una aguja que no entrar un rico en el reino de Dios".

Teofilacto
Se debe entender por camello el animal de este nombre o el cable que usan los marineros.

Beda, in Marcum, 3, 40
¿Cómo, pues, vemos en el Evangelio a Mateo, a Zaqueo, a José de Arimatea, y en el antiguo Testamento, a tantos ricos que entran en el reino de Dios, sino es porque tuvieron en nada sus riquezas, o las abandonaron del todo por inspiración del Señor? En un sentido más elevado, esto significa que ha sido más fácil a Cristo padecer por los que aman, que convertirse a El quienes aman lo mundano. Y se nos ofrece bajo la figura de camello, porque llevó la carga de nuestros pecados. La aguja significa las punzadas o dolores sufridos en la pasión, y el ojo de ella sus trabajos, con las que se dignó el Señor renovar en cierto modo los gastados vestidos de nuestra naturaleza. "Con esto subía de punto su asombro y se decían unos a otros: ¿Quién podrá, pues, salvarse?" Y como el número de los pobres es incomparablemente mayor que el de los ricos, estas palabras expresan que contaba en el número de los ricos a todos los que aman las riquezas, aunque no hayan podido adquirirlas. "Pero Jesús, fijando en ellos la vista, les dijo: "A los hombres es esto imposible, mas no a Dios"; porque no se debe entender que pueden entrar en el reino de los cielos los avaros y soberbios con su avaricia y soberbia, sino que es posible para Dios convertirlos de la codicia y soberbia a la caridad y humildad.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 63, 2
Esta es, por tanto, obra de Dios, y así se nos manifiesta cuánta necesidad de la gracia tiene el que haya de obrar así, y que será grande la recompensa que recibirán los ricos que sigan la filosofía de Cristo.

Teofilacto
O bien debemos entender que dice: "A los hombres es esto imposible, mas no a Dios", porque esto es posible cuando oímos a Dios, y es imposible cuando oímos a la sabiduría humana. "Pues para Dios todas las cosas son posibles", dice; y al decir todo, debe entenderse todo ente, porque el pecado es nada, como cosa sin esencia y sustancia incomunicable. O bien: el pecado no es cosa de virtud, sino de enfermedad, y por tanto, como enfermedad, es imposible para Dios. ¿Pero acaso puede hacer Dios que lo que es no sea? Dios es la verdad, y hacer que lo que ha sido hecho no haya sido hecho, es falso; ¿cómo, pues, la verdad podría hacer lo falso? Sería preciso, como dicen algunos, que destruyese su propia naturaleza. ¿Y puede Dios no ser Dios? Esto es ridículo.



jueves, 4 de julio de 2013

Evangelio del día (Calendario Tradicional) - 04 de julio de 2013

Epístola del Apóstol San Pablo a los Romanos (VI, 3-11)
   
(3)  ¿O ignoráis que cuantos hemos sido bautizados en Cristo Jesús fuimos bautizados en su muerte?
(4)  Con El, pues, hemos sido sepultados por el bautismo en su muerte, para que como El resucitó de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros caminemos en novedad de vida.
(5)  Porque, si han sido hechos una misma cosa con El por la semejanza de su muerte, también lo seremos por la de su resurrección;"
(6)  pues sabemos que nuestro hombre viejo ha sido crucificado con El, para que fuera destruido el cuerpo del pecado y ya no sirvamos al pecado.
(7)  En efecto, el que muere, queda absuelto de su pecado.
(8)  Si hemos muerto con Cristo, también viviremos con El;"
(9)  pues sabemos que Cristo, resucitado de entre los muertos, ya no muere, la muerte no tiene ya dominio sobre El.
(10)  Porque muriendo, murió al pecado una vez para siempre; pero viviendo, vive para Dios."
(11)  Así, pues, también vosotros haced cuenta de que estáis muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús.




+ Continuación del Santo Evangelio según San Marcos (VIII, 1-9)

Biblia versión Nacar-Colunga


(1)  Por aquellos días, hallándose otra vez rodeado de una gran muchedumbre que no tenía qué comer, llamó a los discípulos y les dijo:
(2)  Tengo compasión de la muchedumbre, porque hace ya tres días que me siguen y no tienen qué comer;"
(3)  si los despido ayunos para sus casas, desfallecerán en el camino, y algunos de ellos son de lejos.
(4)  Sus discípulos le respondieron: ¿Y cómo podría saciárselos de pan aquí en el desierto?
(5)  El les preguntó: ¿Cuántos panes tenéis? Dijeron: Siete.
(6)  Mandó a la muchedumbre recostarse sobre la tierra; y tomando los siete panes, dando gracias, los partió y los dio a sus discípulos para que los sirviesen, y los sirvieron a la muchedumbre."
(7)  Tenían unos pocos pececillos, y, dando gracias, dijo que los sirviesen también.
(8)  Comieron y se saciaron, y recogieron de los mendrugos que sobraron siete cestos.
(9)  Eran unos cuatro mil. Y los despidió.

Laus tibi Christe 



Biblia versión Jünemann
(1)  En aquellos días, otra vez, habiendo mucha turba, y no teniendo ellos qué comer, llamando a sí sus discípulos, díceles:
(2)  «Lastímome de la turba, pues ya días tres permanecen aquí, y no tienen qué comer.
(3)  Y, si les despidiere ayunos a su casa, desfallecerán en el camino; y algunos de ellos de lejos son».
(4)  Y respondiéronle sus discípulos: que «¿de dónde a éstos podrá alguien aquí hartar de panes en el páramo?»
(5)  Y preguntóles: «¿Cuántos tenéis —panes?» Y ellos dijeron: «Siete».
(6)  Y significó a la turba echarse sobre la tierra: y tomando los siete panes, agradeciendo partió, y daba a sus discípulos para servir, y sirvieron a la turba.
(7)  Y tenían pececillos pocos; y, bendiciéndolos, dijo también éstos servir.
(8)  Y comieron y hartáronse, y alzaron las sobras de los pedazos; siete espuertas.
(9)  Y eran como cuatro mil. Y despidióles.
 

Biblia Vulgata (latín)

(1)  in illis diebus iterum cum turba multa esset nec haberent quod manducarent convocatis discipulis ait illis
(2)  misereor super turba quia ecce iam triduo sustinent me nec habent quod manducent
(3)  et si dimisero eos ieiunos in domum suam deficient in via quidam enim ex eis de longe venerunt
(4)  et responderunt ei discipuli sui unde istos poterit quis hic saturare panibus in solitudine
(5)  et interrogavit eos quot panes habetis qui dixerunt septem
(6)  et praecepit turbae discumbere supra terram et accipiens septem panes gratias agens fregit et dabat discipulis suis ut adponerent et adposuerunt turbae
(7)  et habebant pisciculos paucos et ipsos benedixit et iussit adponi
(8)  et manducaverunt et saturati sunt et sustulerunt quod superaverat de fragmentis septem sportas
(9)  erant autem qui manducaverunt quasi quattuor milia et dimisit eos


Comentario de Santo Tomás de Aquino
a la Epístola del Apóstol San Pablo a los Romanos

Lección 3: Romanos 5,12
23
075 (Rm 5,12)


Se indica la propagación del pecado en este mundo y el origen de la muerte y a la vez se declara de qué modo es posible que el pecado original se transmita a los posteros.

12. Por tanto, como por un solo hombre entró el pecado en el mundo, y por el pecado la muerte, también asi pasó la muerte a todos los hombres, en el cual todos pecaron.

Habiendo mostrado el Apóstol los bienes que por la gracia de Cristo hemos conseguido, aquí enseña consecuentemente de qué males somos librados por ella. Y acerca de esto hace tres cosas. La primera es mostrar que por la gracia de Cristo fuimos librados de la esclavitud del pecado. La segunda, mostrar que por su gracia somos libres de la esclavitud de la Ley (Rm 7,1-6): ¿Acaso ignoráis, hermanos, etc.? La tercera, en señar que por la gracia de Cristo nos libramos de la condenación (Rm 8,1-13): Por tanto, ahora no hay condenación alguna para los qué están en Cristo Jesús. Acerca de lo primero hace dos cosas. La primera, mostrar que por la gracia somos liberados del pecado original pretérito; lo segundo, hacer ver que protegidos por ella nos gobernamos contra los pecados futuros: ¿Qué diremos, pues? (Rm 6,1). Acerca de lo primero hace también dos cosas. Primero trata de la propagación del pecado; y lo segundo, de la propagación de la gracia para destruir el pecado: Mas no fue el don como el delito (Rm 5,15). Acerca de lo primero todavía hace dos cosas. Primero indica la propagación del pecado; luego, lo manifiesta ya antes de la Ley, etc. (Rm 5,13). Acerca de lo primero hace aún dos cosas. Primero enuncia la propagación del pecado, y luego muestra su universalidad: y así todos pecaron. Acerca de lo primero hace a su vez dos cosas. La primera, indicar el origen del pecado; la segunda, el origen de la muerte: y por el pecado la muerte, etc.

Así es que primero dice que por Cristo recibimos la reconciliación. Porque la reconciliación por Cristo se propagó en el mundo, así como por un solo hombre, esto es, por Adán, entró el pecado en el mundo.-Como en Adán todos mueren, así también en Cristo todos serán vivificados (ICo 15,22).

Debemos aquí considerar que los herejes Pelagianos niegan en los niños el pecado original: decían que estas palabras del Apóstol deben entenderse acerca del pecado actual. El cual, según ellos, entró en el mundo por Adán en cuanto pecando todos imitamos el pecado de Adán, según aquello de Oseas 6,7: Ellos han violado mi alianza a imitación de Adán, efe. Pero, como Agustín dice contra ellos, si aquí hablara el Apóstol de la introducción del pecado actual, que es por imitación, no diría qué por un hombre entrara el pecado en este mundo, sino más bien por el diablo, a quien los pecadoresimitan, según aquello de Sabiduría 2,24: Por la envidia del diablo entró la muerte en el mundo. Así es que débese entender que por Adán entró el pecado en este mundo, no sólo por imitación, sino también por propagación, esto es, por el viciado origen de la carne, según aquello de Efesios 2,3: Eramos por naturaleza hijos de ira. Y en el Salmo 50,7, leemos: Mira, pues, que fui concebido en la iniquidad, etc.

Objeción.-Pero parece ser imposible que por el origen de la carne se transmita el pecado de uno en otro. Porque el pecado está en el alma racional, la cual no se transmite por origen de la carne, ya porque el entendimiento no es un acto de algún cuerpo, y así no puede ser causado por virtud del semen corporal, como dice el Filósofo (In libro de generatione animalium); ya también porque siendo el alma racional cierta cosa subsistente, que por sí misma opera, y corrompido el cuerpo ella no se corrompe, se sigue que no es engendrada siendo engendrado el cuerpo, como otras formas que no pueden subsistir por sí mismas, sino que más bien es causada por Dios. Así es que consecuentemente se ve que tampoco el pecado, que es un accidente del alma, se pueda transmitir por origen de la carne.

Respuesta.-A lo cual racionalmente se contesta que aun cuando en el semen no esté el alma, hay sin embargo en el semen una virtud dispositiva del cuerpo para recibir el alma que se infunde en el cuerpo; y a su modo con él se conforma el alma en virtud de que todo lo que se recibe está en el recipiente al modo de éste. Y por eso vemos que los hijos se asemejan a sus padres, no sólo en los defectos corporales, como el leproso engendra al leproso, y el podágrico al podá-grico, sino también en los defectos del alma, como el iracundo engendra al iracundo, y de locos nacen locos. Pues aun cuando el pie, que es el sujeto de la podagra, no esté en el semen, ni tampoco el alma, que es el sujeto de la ira o de la demencia, sin embargo en el semen está la virtud formativa de los miembros corporales y de disposición para el alma.

Pero aún subsiste la duda, porque los defectos que se transmiten por un origen viciado no tienen razón de culpa. No merecen pena, en efecto, sino más bien misericordia, como dice el Filósofo de aquel que nace ciego, o de cualquier otro modo con alguna privación. Y esto es así porque la naturaleza de la culpa exige que sea voluntaria y dependa de la potestad del hombre al que se le imputa la culpa. Y así, por lo tanto, si algún defecto nos resulta por el origen del primer padre, no se ve que haya en nosotros razón de culpa, sino de pena. Por lo cual se debe decir que así como el pecado actual es un pecado de la persona, porque se comete por la voluntad de la persona que peca, así también el pecado original es un pecado de la naturaleza que es cometido por voluntad del principio de la naturaleza humana.

Así es que se debe considerar que como los diversos miembros del cuerpo son partes de la persona de un hombre, así también todos los hombres son partes y como miembros de la humana naturaleza. De aquí que también Porfirio dice que en la participación de la especie muchos hombres son un solo hombre. Ahora bien, vemos que el acto de pecado cometido por algún miembro, por ejemplo por la mano o por el pie, no tiene razón de culpa por voluntad de la mano o del pie, sino por voluntad de todo el hombre, de la cual como de cierto principio se deriva el movimiento del pecado al miembro particular. Y de manera semejante, por voluntad de Adán, que fue el principio de la humana naturaleza, todo desorden de la naturaleza tiene razón de culpa en todos, a los cuales se deriva en cuanto a que son susceptibles de culpa. Y así como el pecado actual, que es pecado de la persona, se deriva a un miembro particular por algún acto personal, así también el pecado original se deriva a cada uno de los hombres por un acto de la naturaleza, el cual es la generación. Y así como por la generación humana se transmite la naturaleza, así también por la generación se transmite el defecto de la humana naturaleza, el cual es la consecuencia del pecado del primer padre. Ahora bien, aquí el defecto es la carencia de la justicia original, que divinamente se le había concedido al hombre, no sólo en Cuanto era una persona singular sino también en cuanto era el principio de la humana naturaleza, de modo que júnto con la naturaleza la transmitiría a los pósteros. Y por eso de manera semejante la privación de tal justicia original se transmitió por el pecado a los pósteros, teniendo en ellos razón de culpa por lo ya dicho. Y por eso se dice que eri la propagación del pecado original la persona inficionó la naturaleza, o sea, que pecando vició Adán la humana naturaleza; pero luego, en los demás, la naturaleza viciada inficionó a la persona, mientras que en lo engendrado se imputa la tara a culpa de la naturaleza por voluntad del primer padre, como está dicho. Por lo cual es evidente que aun cuando el primer pecado del primer padre se derive por origen a los pósteros, sin embargo, los demás pecados de él, como también los de los demás hombres, no se transmiten a los hijos, porque únicamente por el primer pecado que^ da perdido el bien de la naturaleza, que había de transmitirse por origen de la naturaleza. Ciertamente, por los demás pecados se pierde el bien de la gracia personal, que no se deriva a los demás pósteros; y de aquí también que aun cuando el pecado de Adán haya sido borrado por su penitencia, según aquello del libro de lo Sabiduría 10,2: Y ella le sacó de su pecado, sin embargo su penitencia no pudo borrar el pecado de los pósteros, porque su penitencia fue en virtud de un acto personal que no se extendía más allá de su persona. Y por esto es uno solo el pecado original, porque solamente el defecto consecuente al primer pecado se deriva originalmente a los pósteros. Y por eso dice el Apóstol ¡singularizando: por un solo hombre entró el pecado m el mundo; y no dijo en plural pecados, lo cual se hubiese dicho si se hablara de los pecados actuales. A veces se dice sin embargo en plural pecados originales, como en el Salmo 50,7: En pecados me concibió mi madre, porque virtualmente contiene muchos pecados, por cuanto a causa de la corrupción del fomes nos inclinamos a muchos pecados.

Pero parece que el pecado original no entró en «I mundo por un hombre, Adán, sino más bien por un* mujer, Eva, que pecó primero, según aquello del Eclesiástico 25,33: De la mujer tuvo principio el pecado, y por causa de ella morimos todos.

A lo cual se responde en la Glosa de dos maneras. De la primera, así: la costumbre de la Escritura es entrelazar las genealogías no por la mujer sino por los varones, como se ve por Mateo 1 y Lucas 3. Y por eso queriendo aquí (en Rm 5,12) el Apóstol mostrar una especie de genealogía del pecado, no hizo mención de la mujer sino sólo del varón. De la segunda, así: porque también la mujer está tomada del varón, y por lo tanto lo que es de la mujer se atribuye al varón. Pero también de otro modo se puede decir, y mejor, que como el pecado original se transmite júnto con la naturaleza, como está dicho, como por la virtud activa del varón, suministrando la mujer la materia, se transmite la naturaleza, así también el pecado original. Por lo cual también, si Adán no hubiese pecado, habiendo pecado Eva, no por eso se habría transmitido el pecado a los pósteros. En efecto, ésa es la causa por la cual no contrajo Cristo el pecado original, porque de la sola mujer, sin el semen viril, recibió la carne. Y con estas palabras del Apóstol respondió Agustín al hereje Juliano que preguntaba de este modo: No peca el que nace, no peca el que engendra, no peca aquel que dispone: ¿por qué resquicios, entre tantas guardas de la inocencia, supones que entra el pecado? Pero Agustín responde: ¿Para qué quieres un oculto resquicio si tienes abiertísima la puerta? Porque según el Apóstol, Por un solo hombre entró el pecado en el mundo. Consiguientemente, toca la entrada de la muerte en el mundo cuando dice: y por el pecado la muerte, o sea, que en este mundo entró según aquello de la Sabiduría 1: 1njustitia mortis est acquisitio.*

* No me ha sido posible localizar esta cita en la Sagrada Escritura

(S. A.)-

Objeción.-Mas parece que la muerte no proviene del pecado, sino más bien de la naturaleza como proveniente por necesidad de la materia. Porque el cuerpo humano se compone de contrarios. Por lo cual es naturalmente corruptible.

Respuesta .-Se debe decir que de dos maneras se puede considerar la naturaleza humana. De la una, según principios intrínsecos, y así la muerte le es natural. De aquí que Séneca dice (In libro de remediis fortuitorum) que la muerte es la naturaleza del hombre, no una pena. De la otra manera se puede considerar la naturaleza del hombre tal como por divina providencia le fue dada por justicia original. La cual justicia era cierta rectitud, de modo que la mente del hombre estuviese sujeta a Dios, y las facultades inferiores estuviesen sujetas al espíritu, y el cuerpo al alma, y todas las cosas exteriores al hombre; de tal manera que mientras la mente del hombre se sujetara a Dios, las facultades inferiores se sujetarían a la razón, y el cuerpo al alma, que de ésta recibiría la vida sin fin, y las cosas exteriores al hombre, para que todas las cosas le sirvieren, y ningún perjuicio recibiera de ellas. Ahora bien, esto lo dispuso la divina providencia en atención a la divinidad del alma racional, pues siendo naturalmente incorruptible le convenía un cuerpo incorruptible; pero como el cuerpo, que está compuesto de elementos contrarios, debía ser el órgano de los sentidos, y tal cuerpo según su naturaleza no puede ser incorruptible, el poder divino suplió lo que a la humana naturaleza faltaba dándole al alma la virtud de mantener al cuerpo incorruptible, así como el artesano, si pudiera, le daría al fierro del que hace un cuchillo la cualidad de no contraer ningún orín. Y así, por lo tanto, habiéndose apartado de Dios la mente humana por el pecado, perdió la virtud de sujetar las facultades inferiores, así como el cuerpo y las cosas exteriores; y de esta manera incurrió en la muerte natural por causas intrínsecas y es tiranizada por los daños exteriores.

En seguida, cuando dice: también así pasó la muerte a todos los hombres, etc., muestra la universalidad de tal progresión, tanto en cuanto a la muerte como en cuanto al pecado, aunque en un orden retrógrado. Porque arriba trató de la entrada del pecado, que es la causa de la entrada de la muerte, mas ahora primero trata de la universalidad de la muerte, como de lo más manifiesto; y esto es lo que expresa así: Y también la Muerte, esto es, el pecado del primer padre, pasó a todos, pues por el origen viciado contraen los hombres la necesidad de morir. Todos morimos (2 Reyes 14,14). ¿Qué hombre hay que haya de vivir sin ver jamás la muerte? (Ps 88,49).

En seguida toca la universalidad de la progresión del pecado, diciendo: en el cual todos pecaron, lo cual, como dice Agustín en la Glosa, se puede entender de dos maneras. De la una, en el cual, esto es, en el primer hombre, o bien en el cual, esto es, en el pecado, porque habiendo pecado él, de cierta manera todos pecaron por cuanto en él estaban como en su primer origen. Pero como también Cristo trae su origen de Adán, como es patente en Lucas 3, parece que también El pecó, habiendo pecado Adán. A lo cual responde Agustín (Super Gen. ad litteram) que Cristo no estuvo en Adán tan totalmente como nosotros estamos: porque nosotros estamos en él tanto según la substancia carnal como según la razón seminal. Y Cristo estuvo en él solamente según la substancia carnal. Mal entendiendo esto algunos, pensaron que toda la substancia de los cuerpos humanos, que corresponde a la verdad de la humana naturaleza, estuvo en acto en Adán, y que por cierta multiplicación hecha por la virtud divina, lo que se toma de Adán se extiende a toda la abundancia de los cuerpos. Pero es impropio atribuir a milagro las obras de la naturaleza, principalmente porque vemos que el cuerpo humano, en cuanto se trata de la verdad de la naturaleza humana, se corrompe y toma otra forma. De aquí que como todo lo que puede ser engendrado es corruptible, y a la inversa, se debe decir que la materia que antes de la generación del hombre existió bajo una forma distinta de la humana, tomó la forma de la carne humana, y así no todo lo que hay en nuestros cuerpos y que corresponde a la verdad de la naturaleza existió en acto en Adán, sino sólo según el origen, en cuanto, ciertamente, el efecto está en el principio activo. Por io tanto, según esto se debe entender que como en nuestra acción de engendrar concurren la materia corporal que la mujer suministra y la fuerza activa que está en el semen del varón, una y otra cosa conducen por el origen a Adán, como a su primer principio. Y por eso se dice que en él estamos tanto según la razón seminal como según la substancia corporal, porque una y otra cosa de él proceden. Pero en la generación de Cristo la substancia corporal fue la que tomó de la Virgen; y en lugar de la razón seminal hubo la virtud activa del Espíritu Santo, virtud que no se deriva de Adán, y por lo mismo no estuvo en Adán en cuanto a la razón seminal sino tan sólo en cuanto a la substancia corporal. Y así, por lo tanto, nosotros recibimos el pecado de Adán y lo llevamos arrastrando: y la naturaleza humana de él la re-bimos como de un principio activo, lo cuál es estar en él según la razón seminal, lo cual nada tiene que ver con Cristo, como está dicho.

Parece, finalmente, que el pecado original no pasa a todos, puesto que los bautizados se limpian del pecado original por el bautismo; y así parece que no podrían transmitir a los pósteros el pecado que no tienen.

Mas debemos decir que por el bautismo el hombre se libera del pecado original en cuanto a la mente, pero permanece la infección del pecado en cuanto a la carne, por lo cual dice el Apóstol: Yo mismo con la mente sirvo a la ley de Dios, mas con la carne a la ley del pecado Rm 7,25). El hombre no engendra con la mente hijos carnales sino con la carne; por lo cual no transmite la novedad de Cristo sino la vetustez de Adán.





Lección 4: Romanos 5,13-14
24
075 (Rm 5,13-14)


Muestra que también bajo la Ley hubo pecado, aunque no fuese imputado por Dios antes de la Ley, y manifiesta qué hace la Ley acerca del pecado y de qué manera fuera Adán la figura del que había de venir.

13. Porque ya antes de la Ley había pecado en el mundo. Mas el pecado no se imputa si no hay Ley.
14. Sin embargo, reinó la muerte desde Adán hasta Moisés, aun sobre los que habían pecado a la manera de la transgresión de Adán, el cual es figura del que había dé venir.

Habiendo mostrado el Apóstol el origen del pecado y de ía muerte, o de la introducción del uno y de la otra en el mundo, aquí explica lo que dijera. Y primero lo indica: luego, enseña la semejanza que esbozara diciendo: Por lo tanto, como por un solo hombre, etc. (Rm 5,12); en tercer lugar, expone la semejanza: el cual es figura cW que había da venir, etc. Porque había dicho que el pecado y la muerte se transmitieron a todos, y esto trató de explicarlo, conforme a la exposición de Agustín, por el hecho de que también bajo la Ley permaneció el pecado, cumo si la Ley fuera impotente para excluirlo. Acerca de lo cual hace dos cosas. Primero indica su propósito en cuanto al pecado; y luego, en cuanto a la muerte: Sin embargo, reinó la muerte, etc. Todavía hace dos cosas acerca de lo primero. La primera, mostrar que hubo pecado también bajo la Ley; lo segundo, qué hizo la Ley acerca del pecado: Mas el pecado, etc. Así es que primeramente dice: Dicho está que todos pecaron en Adán, porque tampoco la Ley impidió el pecado. Porque ya antes de la Ley, esto es, que también bajo la Ley, porque el ya antes -usque- se entiende que inclusive. El pecado existía en el mundo, lo cual se puede entender acerca de la ley de la riatu-raleza y de la Ley de Moisés; de manera semejante, también del pecado actual y del pecado original. Porque el pecado original existía en el párvulo hasta el régimen de la ley de la naturaleza, esto es, hasta el uso de la razón por el cual el hombre se da cuenta de tales leyes. Mi madre me concibió en pecados (Ps 50,7). Ni cesa este pecado por la ley natural adveniente en el hombre, sino que más bien se desarrolla por la adición del pecado actual, porque, como se dice en el Eclesiastés 7,2 1: No hay hombre justo en la tierra que haga el bien y no peque (jamás). Pero si lo entendemos acerca de la Ley de Moisés, entonces que el pecado existiese en el mundo hasta la Ley, se puede entender no sólo del original sino también del actual, porque tanto antes de la Ley como bajo la Ley uno y otro pecado permanecieron. ¿Quién es el que decir pueda: mi corazón limpio? (Prov 20,9). Porque aun cuando la ley no su primiera el pecado, hizo sin embargo que fuera conocido el pecado, el cual no se conocía antes.

De aquí que agrega: Mas el pecado no se imputa. Lo cual es muy claro si se entiende de la ley natural. Porque aun cuando el pecado original existía en el párvulo antes del régimen de la Ley natural, y se le impute por Dios, sin embargo no se le imputa entre los hombres. Mas si se entiende de la Ley de Moisés, es claro en cuanto a algunos pecados actuales que no se imputaban antes de la Ley, como los que eran especialmente prohibidos por la Ley y que los hombres no consideraban como pecados, según lo que dice el Éxodo (20,17): No codiciarás la casa de tu prójimo. Se imputaban sin embargo ciertos pecados por cuanto eran contra la ley de la naturaleza. De aquí que en Génesis (39,13-20) se lee que José fue puesto en la cárcel por el adulterio que se le atribuyó.

Consecuentemente trata de la muerte diciendo: Aun cuando los pecados antes de la Ley no se imputaren, sin embargo la Muerte, es claro que espiritualmente, este es, el pecado o bien la eterna condenación, de la cual se dice en el Salmo 33,22: Funestísima es la muerte de los pecadores, reinó, o sea, que ejerció su poder en los hombres llevándolos a la condenación, désete Adán, por el cual entró el pecado en el mundo, hasta Moisés, bajo el cual fue dada la Ley: -La Ley fue dada por Moisés (Jn 1,17)-; no sólo en los que pecaron actualmente, sino también en aquellos que habían pecado a la manera de la transgresión de Adán, el cual pecó actualmente. Mas ellos han violado mí alianza, a imitación de Adán: allí prevaricaron contra Mí (Oseas 6,7), porque aun los párvulos incurrían en la condena. Se puede también entender bajo este mismo sentido, de la muerte corporal, por la cual se manifiesta que el pecado existía aun cuando no se imputara, como si dijera: Mas el pecado no se imputa antes de la Ley, pero de esto mismo se desprende que existía, porque reinó la muerte, es claro que la corporal, introduciendo primero algunas afecciones, como por ejemplo el hambre y la sed y el malestar, y finalmente disolviendo totalmente, aun en los que no habían pecado a la manera de la transgresión de Adán, esto es, en los párvulos, que no pecaron actualmente, porque padecen también la muerte corporal antes y después de Cristo, según aquello del Salmo 88,49: ¿Qué hombre hay que haya de vivir sin ver jamás la muerte?

Pero Ambrosio entendió estas palabras de otra manera, tan sólo del pecado actual y de la Ley de Moisés. Y según él las dichas palabras nos llevan a entender que por el primer padre entró el pecado en este mundo y pasó a todos: porque ya antes de la Ley, esto es, antes de la Ley de Moisés, había pecado en el mundo, es claro que el pecado actual. Porque los hombres pecaban de múltiples maneras contra la Ley de la naturaleza. De aquí que se dice en Génesis 13,13: Los sodomitas eran perversísimos. Mas el pecado no se imputa si no hay ley, por lo cual débese entender no que no se imputare como para castigarlo entre los hombres, pues se lee que antes de la Ley algunos fueron castigados por los hombres por los pecados, como se ve en Génesis 39 y 40; sino que no se imputaban como si hubieran de castigarse por Dios. Porque a la sazón no creían los hombres que Dios ni castigara ni premiara las acciones humanas, según aquello de Job 22,14: Ni hace algo erv nuestras cosas, y anda paseándose de uno a otro polo del cielo. Pero habiendo sido dada la Ley por Dios, se conoció que los pecados son imputados por Dios para pena, y no sólo por los hombres. Y por eso, no creyendo los hombres que Dios los castigaría por los pecados, libremente y sin freno pecaban donde y cuando no temieran el juicio humano. Y por esto agregd: Sin embargo, la muerte, esto es, el pecado, reinó, esto es, ejerció todo su poder, desde Adán hasta Moisés exclusive. Porque por Moisés fue dada la Ley, que empezó a disminuir el reino del pecado esgrimiendo el temor del juicio divino, según el Deuteronomio (5,29): Ojalá que tengan siempre tal espíritu que me teman y guarden todos mis mandamientos en todo tiempo. Reinó, digo, el pecado hasta Moisés, aunque no en todos, sino en aquellos que pecaron a la manera de la transgresión de Adán. Porque dice Ambrosio que en los libros antiguos no se encuentra la negación NO, por lo cual cree que fue puesta por corruptores del texto. En verdad, Adán creyó más en la promesa del diablo que en la divina conminación, como es claro en Génesis 3, y así de cierta manera tuvo en más al diablo que a Dios. Y así a la manera de la transgresión de Adán prevarican los idólatras, que, abandonado el culto de Dios, le rinden culto al diablo. Por lo tanto, en estos tales reinó la muerte totalmente, esto es, el pecado, porque los poseyó por completo. En cambio, fueron antes de la Ley de Moisés verdaderos adoradores de Dios quienes aunque pecaren, no reinaba sin embargo en ellos el pecado, porque no los separaba totalmente de Dios, sino que pecaban debajo de Dios, o sea, bajo la fe de un solo Dios, aun pecando mortalmente, o bien bajo la candad de Dios si pecaban venialmente.

De una y otra de estas exposiciones se puede desprender una tercera: la cual se ve que corresponde mejor a la intención del Apóstol. En efecto, habiendo dicho que por un hombre entró el pecadc en este mundo, y por ser el pecado una transgresión de la Ley divina, podría parecerle a alguno que no puede ser esto verdad en cuanto al tiempo anterior a la Ley, principalmente por haberse dicho arriba: Donde no hay Ley, tampoco hay transgresión (Rm 4,15). Y así podría alguien creer que el pecado no entró al mundo por un solo hombre sino más bien por la Ley. Y por eso, para excluir tal interpretación dice que hasta la Ley, esto es, que en el tiempo anterior a la Ley existía el pecado en el mundo, tanto el original como el actual, mas no era un pecado conocido, principalmente en cuanto a que tuviera que ser castigado por Dios. Y esto es lo que agrega: Mas el pecado no se imputa, es claro que como contrario a Dios, si no hay ley, es claro que divinamente dada.

En efecto, hubo algunos, como dice el Filósofo (Jn 5 Ethic), que creyeron que nada hay justo naturalmente, y por lo tanto ni injusto, sino por la sola prescripción de la ley humana. Y según esto no se imputaba ningún pecado como contrario a Dios, y sobre todo el pecado original, o sea, que no se conocía. Pero que esta creencia de los hombres fuese falsa se demuestra por el efecto, porque la muerte corporal reinó desde Adán, por quien entró el pecado original en el mundo, hasta Moisés, bajo el cual fue dada la Ley; y así como la muerte es el efecto del pecado, principalmente del original, es claro que desde antes de la Ley existió el pecado original en el mundo. Y para que nadie diga que morían los hombres por los pecados actuales, para excluir esto dice que reinó la muerte aun en aquellos que no pecaron con acto propio, es claro que en los niños, y aun en los justos que no pecaron mortalmente y que sin embargo pecaron en el primer hombre, como se dijo arriba. Y por eso añade: a la manera de la transgresión de Adán, en cuanto la semejanza de aquel pecado la cogieron del origen júnto con la semejanza de naturaleza; como si dijera que morían sin pecado propio, lo cual demuestra que en ellos estaba difundida la semejanza del pecado de Adán por el origen. Y esto fue lo que el Apóstol quiso indicar, esto es, que por Adán entró el pecado original en el mundo. En seguida, cuando dice: el cual es figura del que había de venir, expresa le semejanza, que se entendía por el adverbio sicut: así como. Por lo cual dice el cual, esto es, Adán, es figura, cierta figura, del que había de venir, esto es,, de Cristo, aunque como contrario.

Porque así como por Adán el pecado y la muerte entraron en el mundo, así también por Cristo entraron la justicia y la vida. El primer hombre, hecho de tierra, es terrenal; el segundo, que viene del cielo, es el celestial (ICo 15,47). Mas hay también otras semejanzas entre Cristo y Adán: claramente, que así como el cuerpo de Adán fue formado sin cópula, así también el cuerpo de Cristo fue formado de la Virgen. Y así como del costado de Adán dormido fue tomada la mujer, así también del costado de Cristo dormido en la Cruz fluyeron sangre y agua, como se dice en Jn 19,34-35, que significan los sacramentos de los cuales está formada la 1glesia.





Lección 5: Romanos 5,15-19
25
075 (Rm 5,15-19)


Se enseña que la gracia de Cristo excede al pecado de Adán por ser más poderosa la gracia de Cristo para el bien que el pecado de Adán para el mal; y de qué manera es verdad que todos son justificados por Cristo, aun cuando no todos se salven por Cristo, siendo que todos mueren en Adán.

15. Mas no fue el don como el delito. Pues si por el delito del uno los muchos murieron, mucho más copiosamente la gracia de Dios y él don por la gracia de un solc hombre, Jesucristo, se derramó en mayor número.
16. Y con el don no sucedió como con aquel que pecó. Porque de uno solo vino el juicio para condenación, mas la gracia partiendo de muchos delitos vino para justificación.
17. Pues si por el delito de uno solo la muerte reinó por culpa del uno, mucho más los que reciben la sobreabundancia de la gracia y del don y de la justicia, reinarán en vida por el uno: Jesucristo.
18. De esta manera, como por un solo delito (vino juicio) sobre todos los hombres para condenación, así también por la justicia de uno solo (viene la gracia) a todos los hombres para justificación de vida.
19. Porque como por la desobediencia de un solo hombre, los muchos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno solo, muchos serán constituidos: justos.

Habiendo sentado el Apóstol la entrada del pecado en este mundo, aquí trata de la marcha de la gracia que aniquila el pecado. Y acerca de esto hace dos Cosas. Primero muestra cómo por la gracia de Cristo es apartado el pecado que por un solo -hombre - entró al mundo; y luego enseña cómo es alejado por la gracia de Cristo el pecado que con la venida de la Ley sobreabundara: Se subintrodujo, empero, la Ley, etc.

(Rm 5,20). Pero muestra que por la gracia de Cristo se aleja el pecado introducido por Adán en el mundo, parangonando la gracia de Cristo con el pecado de Adán, porque ciertamente más poderosa es la gracia de Cristo en el bueno que el pecado de Adán en el malo. Y acerca de esto hace dos cosas. Primero parangona esas mismas causas, esto es, la gracia de Cristo con el pecado de Adán; y luego los parangona en cuanto al efecto: Y con e¡ don no sucedió como con aquel uno que pecó. Acerca de lo primero hace todavía dos cosas. Primero enuncia la comparación; y luego la explica: Pues si por el delito del uno, etc.

Así es que primero dice: Se ha dicho que Adán es figura del que había de venir, mas no fue el don como el delito, etc. Como si dijera: No se debe pensar que el delito de Adán sea de tanto poder cuanto el don de Cristo es poderoso. Y la razón de ello es que el pecado procede de la debilidad de la voluntad humana, mientras que la gracia procede de la inmensidad de la divina bondad, la cual es claro que excede a la voluntad humana, sobre todo siendo ésta débil. Y por eso el poder de la gracia excede a todo pecado. Y por lo mismo decía David: Ten piedad de mí, oh Señor, conforme a la grandeza de tu misericordia (Ps 50,3). Y por eso justamente se reprueba la exclamación de Caín, que dice: Mi maldad es tan grande que no puedo yo esperar perdón (Gen 4,13).

En seguida, cuando dice: Pues si por el delito del uno, etc., aclara lo que dijera, a saber, que el don de la gracia excede al delito de Adán, diciendo: pues si por el delito de Adán los muchos murieron, esto es, si por el delito de Adán se transmitieron a otros muchos el pecado y la muerte, en todos los que en él pecaron, mucho más copiosamente la gracia de < Dios y el don, esto es, el gratuito don de Dios, de manera que el y se entienda explicativamente; o bien la gracia de Dios se refiere a la remisión del pecado. Ya se dijo arriba (Rm 3,24): Justificados gratuitamente por su gracia, etc. Ahora bien, según otro sentido, el don se refiere a los bienes sobreañadidos más allá de la remisión de los pecados, como dice el Salmo 67. Dio el Señor dones a los hombres mucho más, digo, y tal gracia y don se derramó en mayor número, esto es, sobre muchos. Porque cuanto más poderoso es algo tanto más puede extenderse a muchas cosas. Y el pecado de Adán se extendió a muchos, lo cual se prueba por la muerte. De aquí que claramente dice que por el delito de uno solo muchos murieron. Porque la muerte es la prueba del pecado original, como arriba se dijo. Dijo Dios a Adán: En cualquier día que comieres de él, infaliblemente morirás (Sen 2,17). Pero la gracia de Dios, que es más poderosa, mucho más ampliamente se extiende a muchos. Quien lleva muchos hijos, a la gloria (Hebr 2,10). Mas se debe notar que dice abundó, se derramó, porque no solamente alcanzó a muchos la gracia de Dios para destruir el pecado a que Adán los llevó, sino también para destruir los pecados actuales, y para la consecución de otros muchos bienes. Y poderoso es Dios para hacer abundar sobre vosotros toda gracia (2Co 9,8).

Porque así como el pecado de un solo hombre se derramó en muchos por la primera sugestión del diablo, así también la gracia de Dios por un solo hombre se derrama en muchos. Por lo cual claramente agrega por la gracia, esto es, por la gracia de un solo hombre: Jesucristo. Así es que, en efecto, la gracia de Dios se derrama en muchos, para que la reciban por Cristo, en el cual se encuentra toda la plenitud de las gracias, según aquello de Juan i, !ó: De su plenitud hemos recibido todos, qracia por gracia. Ahora bien, las palabras de San Pablo se deben leer conforme a la exposición de Agustín, para que el en mayor número no se tome comparativamente sino absolutamente; y así quiere que la comparación se entienda en cuanto a que si el delito de un solo Adán pasó a muchos, mucho más la gracia de un solo Cristo se derrama en muchos. Aunque según Ambrosio el en mayor número se toma comparativamente, para que el sentido sea que por el delito, esto es, por el pecado actual de uno solo, esto es de Adán, muchos, no todos, mueren, o sea, con la muerte del pecado, imitando claro está el pecado del propio Adán mediante la idolatría, como arriba está dicho. El libro de la Sabiduría (13,10) dice acerca de os idólatras: Malaventurados son, y con la esperanza puesta en cosas muertas. Y mucho más se derramó la gracia de Dios en mayor número, o sea, en muchos más que los idólatras que pecaron por semejanza con Adán, porque no solamente sus pecados se suprimen por la gracia de Cristo, sino también los pecados de aquellos que permanecieron en la fe de un solo Dios: Sepultará nuestras maldades y arrojará a lo más profundo del mar todos nuestros pecados (Mi 7,19).

En seguida, cuando dice: Y con el don no sucedió como con aquel uno que pecó, parangona la gracia de Cristo con el pecado de Adán, en cuanto al efecto, porque no sólo lo uno y lo otro en muchos se desbordan, sino que también tiene mayor efecto la gracia de Cristo que el pecado de Adán. Y acerca de esto hace tres cosas: primero enuncia lo que desea; luego lo explica: Porque de uno solo vino el juicio, etc.; y finalmente lo prueba: Pues si por el delito de uno solo, etc.

Así es que primero dice: no sólo se ha dicho que la gracia de Cristo abunda más en muchos que el pecado de Adán, sino que también es en ellos más eficaz. Y esto lo dice así: Y con el don no sucedió como con aquel uno que pecó. Como si dijera: No es tanto el efecto que se sigue por un solo pecado de Adán en muchos cuanto resulta en muchos por el don de la gracia de Cristo. Porque a causa más poderosa corresponde un más poderoso efecto. De aquí que como se ha dicho que la gracia es más poderosa que el pecado de Adán, se sigue que produce un mayor efecto. En seguida, cuando dice: Porque de uno solo vino el juicio, etc., explica lo que dijera: o sea, que porque el juicio, esto es, el castigo divino, procede ciertamente de uno solo, claramente del pecado del primer padre, para condenación, es claro que de todos los hombres, porque en él, pecador, pecaron, según lo que arriba se dijo: que la muerte se transmitió a todos por quien todos pecaron. Mas la gracia de Dios, que se da por Cristo, vino de los muchos delitos, esto es, no sólo por el original sino también por los muchos actuales, para justificacióni o sea, para la perfecta purificación. Tales erais algunos; mas habéis sido lavados, mas habéis sido santificados, mas habéis sido justificados, etc. (!Co 6,2). En seguida, cuando dice: Pues si por el delito de uno solo, etc., prueba lo que dijera, a saber, que la gracia de Cristo viene de los muchos delitos para su justificación. Lo cual prueba primero por lo posterior; y en segundo lugar por lo anterior: Pues si, etc.

Acerca de lo primero se debe considerar que el Apóstol no pone en la predicha comparación algo correspondiente, a saber, algo del mismo género. Porque por parte del pecado pone la condenación, que pertenece a la pena; mas de parte de la gracia pone la justificación, que no pertenece a un premio, sino más bien al estado de mérito. Y de esta manera, diciendo que el pecado lleva a la condenación trata de mostrar que la gracia trae consigo la justificación. Y echa mano de este argumento: así como la condenación dé la muerte procede del pecado del primer padre, así también el reino de vida procede de la gracia de Cristo. Porque estas dos cosas se corresponden perfectamente; pero como nadie puede alcanzar el reino de vida sino por la justicia, luego los hombres se |ustifican por la gracia de Cristo. Así es que primero pone las premisas; y luego saca la conclusión prevista: De esta manera, como por un solo delito, etc

Ahora bien, enuncia la primera proposición diciendo: Pues si por el delito de uno solo la muerte reinó por culpa del uno, porque, como arriba se dijo, por un solo hombre entró el pecado y por el pecado la muerte, con mayor razón los hombres reinarán en la vida, quiere decir, eterna, por un solo Jesucristo, que dice: Yo he venido para que tengan vida y vida sobreabundante» (Jn 10,10), o sea, comunicando la eternidad de la vida, cuya abundancia se indica aquí con la palabra reino. Por lo cual dice el Apocalipsis ((20. 4) que reinarán con Cristc mil años, o sea, eternamente.

La proposición menor la enuncia intercalando: recibiendo la abundancia de la gracia de Cristo y del don, y de la justicia: como si dijera que no pueden alcanzar los hombres el reino de la vida sino recibiendo esto, cié modo que la gracia de Cristo se refiera a la remisión del pecado, remisión que no es precedida por ningunos méritos, y que por lo tanto se concede por gracia totalmente: Y si es por las obras, ya no es por gracia, como se dice adelante (Rm 2,6). Con las palabras y del don se refiere el Apóstol a los dones de las gracías con los cuales los hombres adelantan en el bien. Abundante es el don conforme a la gran magnificencia (Esther 2). Y dice que de la justicia refiriéndose a la rectitud de las obras. El fue hecho por Dios justicia para nosotros (1Co 1,30).

En seguida, cuando dice: De esta manera, como, etc., saca la conclusión deseada, que abarca lo mismo que arriba se asienta, o sea, que como por el delito de un solo Adán, el juicio divino alcanzó a todos los hombres que carnalmente nacen de él para condenación de muerte, así también por la justicia de uno solo, de Cristo, la gracia divina alcanza a todos los hombres para justificación de vida, o sea, que conduce a la vida.

Objeción.-Pero parece que esto es falso. Porque no todos los hombres son justificados por Cristo así como todos mueren por Adán.

Respuesta .-Pero se debe entender que así como todos los hombres que nacen carnaimente de Adán incurren en la condenación por su pecado, así también todos los que renacen espiritualmente por Cristo alcanzan la justificación de vida, porque, como se dice en Jn 3,5, quien no renaciere del agua y del Espíritu Santo no puede entrar en el reino de Dios, etc. Aun cuando se podría decir que la justificación de Cristo se transmite para justificación de todos los hombres, en cuanto a suficiencia, sin embargo, en cuanto a eficiencia no abarca sino a los fieles. De aquí que se dice en 1 Tim 4,10: El cual es salvador de todos los hombres, especialmente de los que creen. Ahora bien, por esto que aquí se dice debemos aceptar que así como nadie muere sino por el pecado de Adán, así también nadie es justificado sino por la justicia de Cristo, la cual es ciertamente por la fe en El mismo, conforme a lo que arriba ya dijimos. La justicia de Dios por la fe en Jesucristo, para todos los que creen (Rm 3,22). Y en Et han creído no sólo los hombres que han existido después de su Encarnación sino también los que la precedieron, porque así como nosotros creemos que El nació y padeció, así también aquéllos creyeron que nacería y oue padecería. Por lo tanto, una misma ss nuestra fe y la de ellos. Teniendo el mismo espíritu de fe, etc. (2Co 4,13). Así es que de esta manera se prueba que la gracia de Cristo se transmite para la justificación de muchos por lo posterior, o sea por el reino de vida.

Consiguientemente, cuando dice: Pues si por el delito, etc., prueba lo mismo por lo anterior. Porque las causas son semejantes a sus efectos. Ahora bien, la desobediencia del primer padre, la cual tuvo razón de injusticia, constituyó pecadores e injustos. Luego la obediencia de Cristo, la cual tiene razón de justicia, constituyó justos. Y esto es lo que arriba se dijo: que la gracia se extiende a todos los hombres para justificación.

Objeción.-Pero parece dudoso que por la desobediencia de un solo hombre muchos sean constituidos pecadores, esto es, cuantos de él nazcan según causa seminal. Porque parece que su primer pecado fue de soberbia más que de desobediencia, según aquello del Eclesiástico (10,15): El principio de todo pecado es la soberbia.

Respuesta.-Pero debemos decir que como allí mismo se dice que el principio de la soberbia hace que los hombres apostaten de Dios, porque es claro que la primera parte de la soberbia consiste en que el hombre no quiere sujetarse a los preceptos divinos, lo cual per-renece a la desobediencia, así se ve que el pecado del primer hombre fue de desobediencia, no en cuanto al acto exterior, sino en cuanto al interior movimiento de soberbia, que quiso contradecir el precepto divino. Por lo cual el Señor le echa en cara su desobediencia: Por cuanto has escuchado la voz de tu mujer, y comido del árbol del que te mandé no comieses, etc. En cambio aquí se habla de la obediencia de Cristo, en virtud de la cual, siendo obediente al precepto del Padre, soportó la muerte por nuestra salvación, según aquello de Filipenses 2,8: Se hizo obediente hasta la muerte, etc. Ni se contradice con lo que en otra parte dice: Cristo murió por caridad, como es claro en Efesios 5, porque el hecho mismo de haber obedecido procedió del amor que nos tuvo al Padre y a nosotros. Y es claro que por la obediencia y la desobediencia prueba el Apóstol que por un solo hombre fuimos hechos pecadores y por un solo hombre fuimos justificados, porque la justicia legal, que es toda virtud, se obtiene por la observancia de los preceptos de la Ley, lo cual corresponde al concepto de la obediencia. Y la injusticia ilegal, que es toda malicia (como se dice en 5 Ethic), resulta de la transgresión de los mandatos de la Ley, lo cual cae bajo el concepto de desobediencia. Así es que convenientemente se dice que por la obediencia los hombres se constituyen justos, y por la desobediencia se constituyen pecadores.

DENZINGER
 MAGISTERIO DE LA SANTA IGLESIA CATÓLICA APOSTÓLICA ROMANA
 
1512 Dz 789 2. Si alguno afirma que la prevaricación de Adán le dañó a él solo y no a su descendencia; que la santidad y justicia recibida de Dios, que él perdió, la perdió para sí solo y no también para nosotros; o que, manchado él por el pecado de desobediencia, sólo transmitió a todo el género humano la muerte y las penas del cuerpo, pero no el pecado que es muerte del alma: sea anatema, pues contradice al Apóstol que dice: Por un solo hombre entró el pecado en el mundo, y por el pecado la muerte, y así a todos los hombres pasó la muerte, por cuanto todos habían pecado (Rm 5,12; v. 175).

1514 Dz 791 4. Si alguno niega que hayan de ser bautizados los niños recién salidos del seno de su madre, aun cuando procedan de padres bautizados, o dice que son bautizados para la remisión de los pecados, pero que de Adán no contraen nada del pecado original que haya necesidad de ser expiado en el lavatorio de la regeneración para conseguir la vida eterna, de donde se sigue que la forma del bautismo para la remisión de los pecados se entiende en ellos no como verdadera, sino como falsa: sea anatema. Porque lo que dice el Apóstol: Por un solo hombre entró el pecado en el mundo, y por el pecado la muerte, y así a todos los hombres pasó la muerte, por cuanto todos habían pecado (Rm 5,12), no de otro modo ha de entenderse, sino como lo entendió siempre la Iglesia Católica, difundida por doquier. Pues por esta regla de fe procedente de la tradición de los Apóstoles, hasta los párvulos que ningún pecado pudieron aún cometer en sí mismos son bautizados verdaderamente para la remisión de los pecados, para que en ellos por la regeneración se limpie lo que por la generación contrajeron [v. 102]. Porque si uno no renaciere del agua y del Espíritu Santo, no puede entrar en el reino de Dios (Jn 3,5).

Comentario    
CATENA AUREA
 de
 Santo Tomás de Aquino
Marcos 8:1-9 

Por aquellos días, habiéndose juntado otra vez un gran concurso de gentes, y no teniendo qué comer, convocados sus discípulos, les dijo: "Me da compasión esta multitud de gentes, porque hace ya tres días que están conmigo, y no tienen qué comer. Y si los envío a sus casas en ayunas, desfallecerán en el camino, pues algunos de ellos han venido de lejos". Respondiéronle sus discípulos: "Y ¿cómo podrá nadie en esta soledad procurarles pan en abundancia?" El les preguntó: "¿Cuántos panes tenéis?" Respondieron: "Siete". Entonces mandó Jesús a la gente que se sentara en tierra; y tomando los siete panes, dando gracias, los partió; y dábaselos a sus discípulos para que los distribuyesen entre la gente, y se los repartieron. Tenían además algunos pececillos: bendíjolos también, y mandó distribuírselos. Y comieron hasta saciarse; y de las sobras recogieron siete espuertas; siendo al pie de cuatro mil los que habían comido; en seguida Jesús los despidió. (vv. 1-9)

Teofilacto
Después del referido milagro de la multiplicación de los panes, obra el Señor otro semejante en una nueva ocasión que se le ofrece. "Por aquellos días, habiéndose juntado otra vez una gran cantidad de gente", etc. Los milagros que hacía no eran siempre acerca del sustento, para que no fuera ésta la causa de que lo siguiese la multitud; y no haría ahora este milagro, si no la viera en peligro. "Y si los envío a sus casas en ayunas, prosigue, desfallecerán en el camino, pues algunos de ellos han venido de lejos".

Beda, in Marcum, 2, 32
San Mateo explica más extensamente por qué viniendo de lejos esperaron tres días, diciendo: "Y subiendo a un monte, sentóse en él. Y se llegaron a El muchas gentes, trayendo consigo infinidad de enfermos, y los pusieron a sus pies, y curólos" (Mat_15:19-20).

Teofilacto
Los discípulos no comprendían todavía, ni los milagros anteriores les hacían creer en su poder; por lo cual dice: "Respondiéronle sus discípulos: Y ¿cómo podrá nadie en esta soledad procurarles pan en abundancia?". Pero el Señor no los reprende por esto, pues quiere enseñarnos a no airarnos contra los que no saben y los que no comprenden, de cuya ignorancia, más bien nos debemos compadecer. "Y El les preguntó, continúa: ¿Cuántos panes tenéis? Respondieron: Siete".

Remigio, sobre San Mateo
No les preguntó porque ignorara cuánto tenían, sino porque contestándole que siete, cantidad bien pequeña, hacían más notable y famoso el milagro. Y sigue: "Entonces mandó Jesús a la gente que se sentara en tierra". En la primera comida los manda sentar sobre la yerba, y aquí sobre la tierra. "Y tomando, continúa, los siete panes, dando gracias, los partió", etc. En esta acción de gracias nos dio ejemplo para que se las demos a Dios por todos los beneficios que nos hace. Y es de notar que el Señor no dio los panes a la multitud, sino a sus discípulos, los cuales se los dieron a aquélla: "Y dábaselos a sus discípulos", etc. Les manda distribuir no solamente los panes, sino también los peces, después de haberlos bendecido. "Tenían además algunos pececillos", etc.

Beda, in Marcum, 2, 32
En este pasaje es de considerar la distinta operación de la divinidad y de la humanidad en la sola persona de nuestro Redentor, y por consiguiente el error de Eutiques, que pretendió enseñar que no había más que una operación en Cristo, y que por tanto debe ser rechazado más allá de los confines del cristianismo. ¿Quién no ve, pues, que el moverse a piedad por aquella gente revela en el Señor el afecto y compasión que le inspira la fragilidad humana? Y el milagro de dar de comer a cuatro mil personas con siete panes y algunos peces, ¿no es la obra de su divinidad?
"Y de las sobras, continúa, recogieron siete espuertas", etc.

Teofilacto
No son las muchedumbres, que comieron hasta saciarse, las que se llevan los restos del pan, sino los discípulos, como se ha dicho antes; lo cual nos enseña a contentarnos con tener lo necesario, que es lo conveniente, y a no pretender más. Se hace mención después del número de los que comieron. "Siendo alrededor, dice, de cuatro mil los que habían comido", etc. Aquí debemos de observar que Jesús no despidió a nadie sin comer, porque quiere que todos se alimenten de su gracia.

Beda, in Marcum, 2, 32
En sentido figurado, entre esta comida y la de los cinco panes y dos peces hay la diferencia de que en aquélla se figura el Antiguo Testamento, y en ésta la verdad y la gracia del Nuevo Testamento que se han de administrar a los fieles. La muchedumbre que espera tres días al Señor por la cura de los enfermos, como refiere San Mateo (cap. 15), son los elegidos en la fe de la Santísima Trinidad, que suplican por sus pecados con instancia y perseverancia; o porque se convierten al Señor de pensamiento, palabra y obra.

Teofilacto
O bien los que esperan durante tres días son los bautizados, puesto que el bautismo, que se llama iluminación, se completa con tres inmersiones.

San Gregorio Magno, Moralia, 1, 9
Quiere que coman antes de que se vayan, para que no desfallezcan en el camino; porque conviene que reciban en la predicación la palabra de consuelo, a fin de que, privados del alimento de la verdad, no sucumban en el continuo trabajo de esta vida.

San Ambrosio, in Lucam, 6, 73
Dios, bondadoso en extremo, exige celo, da las fuerzas, no quiere despedirlos sin que coman antes para que no desfallezcan en el camino. Es decir, o en el curso de la vida, o antes que lleguen al término de ella, que es el Padre, y a entender que Cristo viene del Padre. Y, al mismo tiempo, para que después de haber admitido que ha nacido de una Virgen, no juzguen acaso que su poder es de hombre y no de Dios. Jesús nuestro Señor distribuye la comida, y a ninguno se la niega; porque, siendo dispensador de todos, a todos quiere dársela. Pero cuando parte el pan y se los da a sus discípulos, si no extiendes tus manos para recibir tu parte, desfallecerás en el camino y no podrás culpar por ello al que, lleno de misericordia ha repartido el pan.

Beda, in Marcum, 2, 32
Los que vuelven a la penitencia después de las plagas de la carne, de los robos, de las violencias y homicidios, esos vienen de lejos al Señor; porque cuanto más ha errado uno en malas obras, tanto más se aleja de Dios omnipotente. Los creyentes entre los gentiles vinieron de lejos a Cristo, en tanto que los judíos, instruidos acerca de El por la ley y los profetas, vinieron de cerca. En la comida de los cinco panes se sienta la muchedumbre sobre la verde yerba, y en ésta sobre la tierra, porque si la ley prescribía que se reprimiesen los deseos de la carne, por el Nuevo Testamento se nos manda menospreciar al mundo y los bienes temporales.

Teofilacto
Los siete panes son las palabras espirituales, puesto que el número siete es figura del Espíritu Santo, que lo perfecciona todo, como se perfecciona o completa nuestra vida en siete días.

Pseudo-Jerónimo
O bien los siete panes son los dones del Espíritu Santo y los restos la significación mística de sus siete formas.

Beda, in Marcum, 2, 32
El partir el pan el Señor significa la manifestación de los misterios. Su acción de gracias el gozo que le causa la salvación del género humano. La entrega del pan a sus discípulos para que lo repartan significa, en fin, que ha dado a los Apóstoles los dones espirituales de la ciencia y que por su ministerio quiere distribuir a su Iglesia el sustento de vida.

Pseudo-Jerónimo
Los pececillos benditos son los libros del Nuevo Testamento, puesto que después de su resurrección el Señor pide una parte del pez asado. O bien por los peces hemos de entender a los santos, cuya fe, vida y pasiones están contenidas en el Nuevo Testamento; estos, librados de las turbulentas borrascas de este mundo, nos han mostrado con su ejemplo el alimento del espíritu.

Beda, in Marcum, 2, 32
Los apóstoles se llevan lo que había sobrado después de saciarse la multitud, porque los preceptos más elevados de la perfección, que no puede alcanzar el pueblo, pertenecen a los que se han aventajado entre los que sirven a Dios. Y sin embargo dice el Evangelista que se sació la muchedumbre, porque aunque no pueda abandonar lo suyo ni cumplir lo que se dice de las vírgenes, llega con todo a la vida eterna cumpliendo los mandamientos de la ley de Dios.

Pseudo-Jerónimo
Los siete cestos son las siete iglesias, y las cuatro mil personas son el año del Nuevo Testamento con cuatro estaciones. Y hay motivo para que sean cuatro mil personas, pues por este número se enseña que su alimento está en el pasto de los Evangelios.

Teofilacto
O bien los cuatro mil son los perfectos en las cuatro virtudes, y por esto, los más fuertes -por así decirlo-, comieron más de lo que dejaron. En este milagro quedan siete cestas de pan, y doce en el de los cinco panes, porque los cinco mil, llenos sus sentidos hasta la saciedad no pudieron comer todo y se contentaron dejando muchos restos.